Presentación tema de estudio: el legado moral de Edmund D. Pellegrino

AutorManuel de Santiago
CargoPresidente Comisión Deontológica, Colegio de Médicos de Madrid Director del Master en Bioética y Bioderecho, Universidad Rey Juan Carlos - Madrid
Páginas13-14
PRESENTACIÓN TEMA DE ESTUDIO
Cuando al filo del pasado verano, el profesor Luis Miguel Pastor me sugirió la idea de coordinar un tema de es-
tudio sobre Pellegrino para la revista Cuadernos de Bioética, me desveló una ilusión oculta que, en algún momento,
había aflorado a mi mente: la necesidad de una serie de estudios que proyectaran al maestro de Georgetown y lo
esencial de su obra al mundo de lengua castellana. Edmund D. Pellegrino fue un brillante reformador de la ética
médica, un médico admirable que, pese a su grandeza, persiste poco conocido entre nosotros. Días después acepté el
encargo. Hoy, ilusionado, salta al lector de lengua española una síntesis del pensamiento del gran bioeticista clínico
norteamericano y su modelo de ética médica. Con la ayuda de un notable grupo de colaboradores, las ideas matrices
de su legado moral aparecen recogidas en este esfuerzo de concreción que representa este tema de estudio, realizado
al calor de nuestra común admiración y cercanía a las inquietudes del maestro. Aunque superable sin ninguna duda,
nos ilusiona que su lectura impulse a otros profesionales de la Medicina a un estudio más profundo de la obra del
maestro y a la difusión de sus ideas. A caballo entre dos momentos históricos de la Medicina, Pellegrino percibió la
crisis y ocaso de un modelo hipocrático del ejercicio médico, superado por las transformaciones de la sociedad y por la
irrupción de la bioética —al menos en su país—; y por la incapacidad del pensamiento médico occidental de conservar
lo esencial de su tradición moral de siglos; ahora en transformación y vapuleada desde las más diversas instancias,
para bien y mal, de la sociedad. Así, de manera paulatina, su vocación por la educación médica de los primeros años,
se fue deslizando hacia la ética médica, una pasión dominante que absorbió hasta el final sus principales energías. Su
larga vida y experiencia y una mente brillante activa hasta su muerte permitieron, en suma, la importante producción
intelectual que hoy conocemos: el inmenso esfuerzo de investigación sistemática sobre la identidad de la Medicina,
y desde ella la configuración de una renovada ética médica.
Más, aunque la erudición y profundidad de su discurso, su reflexión sobre las fuentes de la moral médica y su
diálogo con el pensamiento moderno, son relevantes, a muchos nos sorprende todavía más su valentía y libertad en
la denuncia de las desviaciones de la Medicina de su país, la frescura de su crítica al mercantilismo y al servilismo de
muchos profesionales a lo “políticamente correcto” y otros fanatismos de la cultura imperante, relativismo incluido.
No menos de admirable —para los creyentes— es su testimonio de fidelidad a la Iglesia, al aristotelismo-tomista más
renovador, sin concesiones a los utilitarismos ramplones tan actuales, a una neutralidad moral imposible. Su libro “Las
virtudes cristianas en la práctica médica” abre un panorama de santificación del trabajo que, nadie hasta ahora, había
aflorado a los médicos creyentes con tal convicción y secularidad.
En un momento de pérdida de valores, de pugna entre un autonomismo exaltado y los fines y bienes esenciales
de la Medicina, la búsqueda de Pellegrino por la “esencia” de la Medicina —por su identidad más genuina— puede
parecer ingenua, especulativa, un poco la voz del que clama en el desierto. Pero sería poco inteligente pensar que
sus ideas no dejarán poso o se perderán, porque las modas se suceden y caen y los tiempos cambian y otros hombres
barren lo inservible y recuperan lo valioso. El esfuerzo de Pellegrino y su esperanza en el médico de conciencia, como
restaurador de la verdadera ética médica, no se perderá. Por eso parece de justicia, a quienes amamos la Medicina,
volcarnos ahora sobre su obra y difundir su legado.
Quiero dar las gracias en nombre de los autores al Editor Jefe de Cuadernos por su ofrecimiento y su benevolencia
para con los retrasos en la entrega de los originales y la evaluación de los mismos; a mis queridos colaboradores que,
tan ilusionados, han contribuido al conjunto del tema y en particular a José Manuel Álvarez Avello, cuya ayuda y
cercanía han sido decisivas. Mi agradecimiento a Mrs. Emily Seiderman, editora-Jefe de Fordham Urban Law Journal,

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