Taxonomía para designar los diasistemas o variedades intralingüísticas

AutorLuciana Calvo Ramos
Páginas25-45

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Introducción

A medida que la lingüística y la socioíingüística -así como otras ciencias de carácter histórico o descriptivo- han ampliado y profundizado el estudio de las variedades internas de las lenguas, ha ido creciendo la taxonomía empleada para designar esas variedades de modo que ya los árboles casi no dejan ver el bosque.

Algunos de los términos que se emplean para designar estas variedades son sinónimos conceptuales y el uso de uno u otro resulta indiferente, pero, en muchos casos, se vienen usando para designar la variedad intra-lingüística administrativa algunos términos que convendría matizar o bien aclarar porque, a veces, un mismo término se emplea en acepciones diferentes y conviene especificar en cuál de ellas se utiliza en un determinado momento.

Por otra parte, para poder definir con acierto una variedad intralingüística y para poderla situar con precisión en las coordenadas de las variedades internas de la lengua es preciso analizar con detenimiento una serie de puntos que estimamos importantes y que enumeramos a continuación:

  1. Es necesario conocer bien la taxonomía empleada para designar estas variedades por las ciencias lingüísticas y paralingüísticas, ya que resultaría absurdo ignorar las taxonomías existentes y los complejos problemas que esas taxonomías presentan.

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  2. Para definir bien una variedad intralingüística no basta con conocer los aspectos estructurales, hay que conocer también los aspectos funcionales. Y en este sentido, los problemas axiológicos del lenguaje administrativo están apuntados pero no analizados con detenimiento. Cuestiones funcionales -pragmáticas y contextúales que afectan a la expresión administrativa-, apenas se han estudiado. Podrá pensarse que son cuestiones triviales, que tiene poca importancia que se llame al lenguaje administrativo jerga, tecnoiecto, lengua especial o lengua funcional. Pero este no es el modo de proceder de la ciencia y mucho menos de la lingüística. Es necesario clarificar los términos y no llamar lenguaje funcional a un lenguaje que no funciona, es decir, que no es operativo, ni económico, ni de gran accesibilidad ni de mucha aceptabilidad. Tampoco parece muy coherente emplear el término tecnoiecto, olvidando por completo al grupo social que lo emplea y atendiendo exclusivamente a la materia y a la forma escrita culta, despreciando la forma oral, para la que se reserva el término jerga, sin recordar que pueden existir, y, de hecho, existen, formas orales tan cultas o más que las formas escritas y que, en ocasiones, el lenguaje escrito no es tan culto como debería.

  3. Hay que analizar bien los aspectos diferenciadores de la variedad objeto de definición con relación a otras variedades intralingüísticas con las que se halla en contacto o con las que pueda estar relacionada por razones de diferente índole. En este sentido conviene estudiar convenientemente las fronteras entre lo administrativo, el estándar, lo jurídico, lo político, lo publicitario y periodístico y también lo literario.

  4. La definición completa de una variedad intralingüística requiere también el conocimiento de los aspectos formales que presenta, tanto los gráficos o de diseño y formato, como los aspectos orales o fonéticos. En este sentido estamos todavía muy lejos de poder definir con precisión la variedad administrativa.

  5. Resulta indispensable para definir bien una variedad intralingüística el estudio de los aspectos semánticos y semiológicos de la misma ya que, sin conocer a fondo los problemas de significado y sentido que presenta, la definición resultaría menguada.

  6. Generalmente las variedades intralingüísticas no son monolíticas, ni tampoco son compartimentos estancos, sino que presentan estratificaciones internas y es necesario conocer bien los diferentes subcódigos que las integran. Respecto a estos subcódigos del lenguaje administrativo observamos que están poco estudiados.

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  7. Para agotar la definición de una variedad interna es preciso conocer lo deficitario de esa variedad, así como los aspectos deontológicos, epistemológicos y metodológicos de esa variedad.

    Nuestro propósito en este trabajo es analizar las complejidades que presenta la taxonomía existente en las ciencias lingüísticas para definir y clasificar las variedades internas de una lengua.

    Es una taxonomía complejísima puesto que el objeto de estudio y de denominación es compartido por muchas ciencias: lingüística, sociolingüística, lingüística aplicada, etnolingüística, antropología lingüística, gramática, etc. Al ser la lengua un conjunto de diasistemas en equilibrio inestable se propicia una tupida red de interferencias y contaminaciones conceptuales y terminológicas que hacen difícil definir con precisión total una variedad lingüística determinada.

    Por otra parte, los diccionarios de uso y los de terminologías lingüísticas son muy insuficientes en sus definiciones y, en ocasiones, ofrecen definiciones comunes, pero no científicas de las variedades internas de la lengua. Otras veces, ni siquiera ofrecen algunas de las denominaciones que se emplean para nombrar las variedades intralingüísticas.

    Con frecuencia se han hecho clasificaciones y compartimentos estancos partiendo de criterios de clasificación dispares y heterogéneos: así, por ejemplo, para definir el término sociolecto el criterio definidor es el de grupo; para definir tecnolecto se recurre al criterio de materia de la que se trata; para definir idiolecto el criterio que se toma en consideración es el de individuo; para definir un geodiasistema el módulo diferenciador es geográfico y/o histórico; para definir variedad se atiende a los rasgos de gramática de superficie; para definir nivel el criterio adoptado es el de distribución social de los hablantes; para definir registro se utiliza el criterio de relación entre la variedad y la situación contextual de uso y, así, podríamos seguir enumerando un sinfín de criterios dispares.

    Hay, además, quien hace sinónimos términos mal definidos o con fronteras borrosas o con definiciones poco científicas: ya hemos dicho que hay quien hace sinónimos jerga, tecnolecto, lengua especial, lengua funcional y hay quienes reservan el término tecnolecto para las variedades escritas y cultas de una variedad y el término jerga lo reservan para la variedad oral y coloquial de la misma.

    Algunos términos están bien delimitados y definidos -e incluso con gran cantidad de definiciones- tales como dialecto, sociolecto, idiolecto; hay otros términos, tales como jerga, nivel o registro, que no tienen fronte-

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    ras demasiado claras y cuyas definiciones son más bien de carácter común y adolecen en muchos casos de rigor científico.

    Nos encontramos con definiciones en las que se borra la diferencia entre lengua y habla o entre lengua oral y lengua escrita y hay definiciones en las que no se borra esa diferencia. Hay, por último, quien diferencia la lengua por su sistema gramatical y opina que las llamadas lenguas especiales sólo se diferencian léxicamente y, por el contrario, hay quien encuentra que la diferencia entre la lengua y las lenguas especiales es más honda y obedece a causas más complejas que las estrictamente léxicas.

    Nuestro trabajo no pretende ser una investigación totalmente original ni exhaustiva, tampoco disponemos de material exclusivo ni de colaboradores eminentes. Es más bien «una especulación de poco fuste» que se encuentra a años luz de las brillantes políticas lingüísticas elaboradas desde los sillones de cuero del poder político, administrativo o académico con enorme sentido común.

    Por esto agradecemos todavía más a Duarte, a la Escola y a la Revista la benevolencia y la paciencia para admitir nuestro trabajo.

    Por seguir un orden, dedicamos el primer apartado al análisis de los términos de carácter más común y general que se emplean en las ciencias lingüísticas y paralingüísticas para designar las variedades intralingüísti-cas. El segundo apartado lo dedicamos al análisis de los términos más específicos y de uso más restringido que se emplean para el mismo fin y en el tercer apartado nos ocupamos de algunos adjetivos y de expresiones y términos metafóricos con los que se designan las variedades internas de la lengua.

I Términos de carácter general y uso común

Algunos de los términos empleados para designar las variedades intra-lingüísticas que vamos a recoger en este apartado se utilizan en castellano desde hace siglos, otros son de creación y uso más reciente. Unos pocos son extranjerismos incorporados al castellano y usados con relativa frecuencia.

Si hay una lengua rica en denominaciones para las variedades intralin-güísticas, ésa es el castellano (suponemos que en el resto de- las lenguas peninsulares la situación será similar). Desde hace siglos el castellano conoce términos como 'jerga', 'jerguilla', 'jerigonza', 'galimatías', 'Jacaranda' y un largo etcétera.

Por otra parte, hay una serie de términos empleados en el uso común

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y en las ciencias del lenguaje que son de carácter muy general, tienen definiciones polisémicas, e incluso, algunas veces, tienen definiciones poco científicas y borrosas. Esos términos serían: 'variedad', 'variante', 'modalidad', 'nivel', 'capa', 'estrato', 'registro', etc.

Los extranjerismos de carácter general más usados son 'patois', 'argot' y 'slang'.

'Jerga' y 'jerguilla' son términos definidos en los diccionarios de uso como: «conjunto de expresiones que emplean en lenguaje informal las personas de una misma clase o profesión» y también se definen como «lenguaje especial que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones u oficios». Lázaro Carreter1 nos ofrece una extensa definición del término 'jerga:

«Lengua especial de un grupo social diferenciado, usada por sus hablantes sólo en cuanto miembros de ese grupo social. Fuera de él hablan la lengua general. Con estas características, el nombre de 'jerga' recubre multitud de conceptos: A) Lenguaje del hampa, con finalidad esotérica, de naturaleza muy artificiosa. Es la jerga por antonomasia, o 'germanía' en España: el 'Rotwelsch', en Alemania; el 'furbesco' y 'gergo' en Italia; el 'cant' en Inglaterra y el 'argot' y 'jargon' en Francia (nombre este último que se ha hecho internacional, en esta y en las restantes acepciones); B) Lenguaje profesional (alemán 'Berufsprache': jerga de médicos, de filósofos, de tipógrafos, etc.). Se designan en España con nombres especiales multitud de jergas gremiales: la 'tixileira' de los «conquieros», al SO de Asturias; la 'xiriga' de tejeros, canteros y «goxeros» (fabricantes de maconas) de Llanes y Peñamellera; el 'bron' de los caldereros de Miranda (Aviles), el 'barallate' de los afiladores orensanos, etc.; C) Conjunto de palabras de fuentes oscuras (deformación de extranjerismos y traslación semántica de voces de uso general con sentido ocasional normalmente), que por broma o ironía se introducen en la conversación familiar de todas las clases sociales. En esta acepción de 'jerga' (inglés 'slang') entra el llamar 'monis' al dinero o 'dolorosa' a la factura. El término 'slang', por lo demás, se usa también como sinónimo de 'argot' y 'jerga': Lengua de mal gusto, complicada e incomprensible. El término 'jerga' alterna en esta acepción con el de 'jerigonza'.»

Hasta aquí la definición de Lázaro Carreter. En ella vemos dos acepciones diferentes para el término 'jerga' y dentro de cada una de ellas

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conceptos diferenciados que van desde el concepto de lengua especial de un grupo social al de lenguaje del hampa, de grupos profesionales, etc.

Werner Abraham2 define las 'jergas' como: «lenguajes formados en un círculo lingüístico especial: lenguaje infantil, lenguaje de cancillería, lenguaje de cazadores, de comerciantes, 'Rotwelsch' (argot de malhechores) lenguaje de marineros, etc.».

Los diccionarios de uso definen los términos 'Jacaranda', 'jacarandana', 'jacarandaina' y 'jacarandina', así como 'gemianía' como términos propios del lenguaje de picaros, rufianes, ladrones y gentes de mal vivir. Los términos 'jerigonza' y 'galimatías' se definen en estos diccionarios como lenguajes oscuros y confusos, difíciles de entender, enrevesados, incomprensibles y generalmente tienen connotaciones peyorativas.

Los extranjerismos 'argot', 'slang' y 'patois' suelen utilizarse, como ya hemos visto, como sinónimos de 'jerga', 'jerigonza' y 'gemianía'. En algunos casos 'patois' se hace sinónimo de 'dialecto provincial', de 'habla locaf.

En el uso común y en las ciencias lingüísticas se usan con frecuencia los términos 'variedad', 'variante', 'modalidad', 'estrato', 'nivel? y 'registro' para designar las variaciones intralingüísticas que experimentan las lenguas. Son éstas, por lo general, palabras polisémicas y así se puede hablar de 'nivel léxico' o de 'nivel fónico' por un lado y, por otro, se pueden utilizar en acepción diferente para hablar de los 'niveles cultos o populares'.

El término 'variedad' viene definido en los diccionarios de uso como: «el conjunto de elementos lingüísticos caracterizados (rasgos fonéticos, mor-fosintácticos y léxicos) que se asocian con un tipo de relación geográfica, social o situacional. No obstante, dadas dos o más variedades del mismo código, es necesario determinar si se trata de variedades del mismo código que pertenecen a sistemas lingüísticos diferentes. Comprobaremos que pertenecen a una misma lengua cuando cumplan estos tres requisitos: 1. Recíproca comprensibilidad de los hablantes de una y otra variedad, aunque, a veces, es difícil establecer de una forma precisa el grado de comprensibilidad. 2. Una gran homogeneidad en la estructura del sistema, en sus niveles fonológico, morfosintáctico y léxico. 3. Adopción y uso por varios hablantes de la misma comunidad».

Según fiármele Rotaetxe Amusátegur3 se utiliza la expresión 'variedad lingüística' sin dar a la misma una definición previa; en otras palabras, se trata de introducir un término neutro para expresar una noción que es necesaria. A través de una postura que llama 'dinámica' llega a la con-

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clusión de que el término 'variedad' es un término relativo por cuanto que 'varídades' que son geográficas en ciertos momentos históricos pueden ser sociales en otros, o bien 'variedades' que son consideradas geográficas dentro de una comunidad pueden ser consideradas sociales para quien ve el fenómeno desde fuera. Cita Rotaetxe la conocida distinción de Fishman entre 'variedades funcionales1 y 'variedades especializadas' para las diversas lenguas de profesiones. Estima además K. Rotaetxe que la diferencia fundamental entre las variedades radica en su distinto funcionamiento social, no dependiendo este valor funcional de características del código, sino del uso que se haga de cada una de ellas en la sociedad, R.A. Hudson4 indica que lo que hace que una 'variedad' sea distinta de la otra son los elementos lingüísticos que incluye, de modo que podemos definir una 'varidad' como:

El conjunto de los elementos lingüísticos de similar distribución social

.

Así, para Hudson son variedades tanto el inglés como el francés, como la lengua empleada por una persona determinada. Esta flexibilidad del término 'variedad' le lleva a preguntarse por las razones para postular el paquete de elementos lingüísticos a los que convencionalmente se asignan etiquetas como 'lengua', 'dialecto', 'registro', etc., y no encontrando respuesta satisfactoria, llega a la conclusión de que los haces de agrupación de los elementos lingüísticos son bastante laxos, por lo que las 'variedades' pueden sobreponerse y una variedad puede incluir otras. Hudson opina que existen considerables problemas en la delimitación de las 'variedades' y, por ello, esta noción no puede ser tomada ni como unidad, ni como concepto teorético, resultando necesario concentrarse en el elemento lingüístico individual; propugna así una 'descripción social1 para cada elemento que precise quién lo usa y cuándo.

En algunas ocasiones encontramos el término 'variante' usado como sinónimo de 'variedad'. Y así el Diccionario de María Moliner da para 'variante' la siguiente definición:

Forma de lengua que se diferencia ligeramente de la lengua común

.

En otros diccionarios de uso aparece definido el término 'variante' como: «desviación provisional o definitiva de la lengua común».

El término 'modalidad' aparece como sinónimo de los dos anteriores y así en el Diccionario de María Moliner se dice que es:

cada variante de lengua distinguible y especificable mediante diversos procedimientos

.

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El vocablo 'nivel? aparece utilizado en diferentes ciencias: lingüística estratificacional, sociolingüística, lingüística aplicada, etc., para designar las realizaciones de una lengua natural que varían en función de las clases o capas sociales que las utilizan. Se suelen clasificar los 'niveles' como producto de la conjunción de todas las causas sociales (sexo, edad, profesión, clase social, etc.) y culturales (niveles de instrucción, etc.), ya que unas y otras divisiones se entrecruzan y forman un complejo entramado. Suelen distinguirse generalmente cuatro niveles: culto, medio, popular y vulgar.

Greimas5 dice que es preferible sustituir el término 'nivel1 por el de 'registro', ya que el primero, según él, introduce confusiones suplementarias. Así pues, el término 'registro' indicaría la relación entre la variedad y la situación de uso (variedades según el uso), es decir, marcaría el contexto situacional del hablante. En la entrada del término 'registro' el Diccionario de Greimas dice lo siguiente:

para ser claros y evitar confusiones suplementarias en el concepto de 'nivel', se reservará el término 'registro' (que en el s. XVIII correspondía, en la tipología de los discursos, al 'estilo') para denominar lo que los sociolingüistas llaman generalmente 'nivel de lengua'', es decir, las realizaciones de una lengua natural, que varían en función de las clases sociales. El asunto de los 'registros' no está directamente vinculado a la lengua en cuanto sistema semiótico: remite, más bien, al problema de las connotaciones sociales

.

Para el término 'estrato' W. Abraham recoge la definición de Lamb que hace sinónimos los términos 'niveP y 'estrato' al decir;

Los fenómenos lingüísticos se realizan en distintos niveles que están ordenados jerárquicamente de acuerdo a su importancia en el proceso comunicativo: el superior es el nivel semántico, el inferior el fonético. Lamb denomina 'estrato' a un nivel de este tipo (de aquí la denominación de 'Gramática estratificacional'): el número de estos niveles no es constante; pueden variar según las circunstancias concretas de una lengua dada. Es evidente que en esta definición el concepto de 'estrato' significa 'subsistema lingüístico1 que posee una estructura que corresponde al principio de que la lengua es un sistema muy complejo integrado por subsistemas que a su vez poseen estructura propia determinada

.

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Podemos comprobar que algunos de los términos empleados para designar las variedades internas de las lenguas se aplican a conceptos muy dispares, en este caso estarían 'jerga', 'variedad', 'variante', 'nivel'', 'registro' y 'estrato'. Otros como 'Jacaranda', 'jerigonza', 'galimatías', 'germanía' tienen connotaciones peyorativas. Los extranjerismos 'argot', 'slang' y 'pa-tois', como ya hemos dicho, suelen utilizarse como sinónimos de 'jerga', 'jerigonza' y 'germanía'. En algunos casos 'patois' se hace sinónimo de 'habla locaF.

II Términos de carácter específico y uso restringido

La historia de la lengua, la dialectología y la sociolingüística emplean desde hace mucho tiempo para designar ciertas variedades intralingüísti-cas términos tales como 'dialecto', 'subdialecto', 'interdialecto', 'koiné', etc.

La sociolingüística y la etnografía lingüística manejan términos como 'sociolecto', 'idiolecto', 'tecnolecto', 'dialecto social1. Ya hemos citado también en el apartado anterior el término 'patois' que pertenece además a los vocablos empleados en uso específico por la dialectología y por la historia de la lengua.

No vamos a extendernos en los problemas que plantean las variedades histérico-geográficas porque existe una abundante y bien conocida bibliografía sobre ello. Tocaremos sólo superficialmente estas cuestiones para centrarnos más en los problemas que afectan a las variedades entre las cuales puede incluirse la administrativa.

En la definición del vocablo 'dialecto' discrepan notoriamente los puntos de vista de la lingüística y la dialectología por un lado y los de la sociolingüística por otro. Para las dos ciencias primeras el 'dialecto' viene caracterizado histórica y generalmente como una variedad subordinada a una lengua que facilita medios superiores de comunicación. Se suele ver al dialecto en esta concepción como algo incompleto, imperfecto, carente de suficientes recursos para todas las posibilidades comunicativas, pobre en relación con la lengua a la que el hablante debe recurrir cuando le fallan los recursos dialectales. El hablante del dialecto fija su ideal de lengua en otro código y no en el que maneja habitualmente. Según el criterio genéti-co-histórico de la escuela de Alvar y Zamora Vicente, toda lengua que procede de otra pasa primero por una etapa dialectal y el criterio de nivelación o normalización escasa es aplicable al dialecto, ya que ofrece muchas opciones y no se decide por ninguna.

Granda opina que el dialecto es un sistema lingüístico de ámbito geo-

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gráfico o cultural limitado, que no ha alcanzado o ha perdido autonomía y prestigio frente a otro sistema con el que constituye genéticamente un grupo, y está dominado por él (es decir, por ese segundo sistema) cultural-mente o políticamente, aceptándolo como lengua suprarregional.

Rotaetxe prefiere sustituir el término 'dialecto' por la expresión 'variedad geográfica' con el fin de evitar las connotaciones peyorativas atribuidas al término 'dialecto' y señala con Fishman que 'dialecto' remite a menudo a una noción no exclusivamente geográfica sino que, en ciertos casos, puede remitir a una variedad social. Añade además el argumento de que ciertas variedades, que han sido en otras épocas dialectos, se consideran hoy grandes lenguas. Por ello resulta que para la Sociolingüística la noción de dialecto no es, ni puede ser absoluta; ninguna variedad es «originariamente dialecto sino que los hablantes se la representan así dentro de determinados parámetros sociales y siempre en comparación con otras variedades».

Del subdialecto se dice que es el habla de un territorio más amplio que el de una comunidad, formador, con otros, y en estrecha relación, de un dialecto. Sería pues una subvariedad geográfica y/o social en el concepto de la Sociolingüística.

Para Alvar, como entidad inferior, todavía se encuentra el 'habla' o 'patois', caracterizado como fragmentación del dialecto en hablas locales de grupos restringidos hasta llegar a la dimensión mínima posible, la del individuo.

El interdialecto sería un compromiso entre el dialecto y la lengua, una especie de lengua regional con variantes dialectales. El término koiné tiene dos acepciones: se emplea o bien para designar una variante lingüística de extensión generalizada y portadora de valores de tipo cultural o bien para designar el intento de crear, dentro del dialecto, una variante de uso prestigioso, eliminando rasgos.

En paralelo con los términos dialecto y subdialecto, la sociolingüística, la etnografía lingüística y la semiótica utilizan para la diversidad intrasis-temática los términos sociolecto, dialecto social, idiolecto y tecnolecto.

La sociolingüística ha comprobado que, en un mismo punto del espacio geográfico, puede aparecer una diferenciación lingüística al disminuir por causas sociales los contactos entre los diversos grupos que componen la comunidad idiomática. Por eso, en un momento dado, todo grupo de hablantes situado geográficamente, lo está también socialmente por las relaciones que mantiene con el resto de la comunidad. La diversificación de los sociolectos de una lengua viene determinada por causas sociales y culturales.

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El Diccionario de W. Abraham define el sociolecto diciendo:

así como el término 'grupo' expresa un hiperónimo sobre las formas más diversas de asociación y estratificación humana, sociolecto comprende fenómenos lingüísticos muy divergentes. Sociolectos son en base a la estratificación vertical social, por ejemplo, el lenguaje popular, el lenguaje coloquial y el culto; en base a la agrupación por edad y sexo, por ejemplo, el lenguaje de los teenager

.

Para Greimas el término sociolecto se define por oposición tanto al dialecto como al idiolecto, por eso nos presenta en su Diccionario la siguiente definición:

Por oposición tanto al idiolecto (que designa las actividades semióticas de un actor individual) como al dialecto (que alude a la diferencia debida a una repartición geográfica de los grupos humanos, de esas mismas actividades consideradas desde el punto de vista social), el sociolecto caracteriza el hacer semiótico en sus relaciones con la estratificación social. Si se considera a las organizaciones semióticas -que les corresponden- constituyen la faz significativa de esas organizaciones: dicen aquello por lo que la sociedad, las clases, las capas o grupos sociales se distinguen unos de otros. Los sociolectos son, así, especies de sublenguajes reconocidos por las variaciones semióticas que los oponen unos a otros (es su plano de expresión); se constituyen en taxonomías sociales subyacentes a los discursos sociales. El estudio de los sociolectos depende de una disciplina particular, la sociosetniótica. Las variedades sociolectales pueden ser reconocidas tanto en el nivel de la superficie léxica (cf. nomenclaturas, terminologías, etc.) como en el de las organizaciones discursivas (la escritura es asimilable a un hecho sociolectal, en oposición al estilo, de orden idio-lectal). A nivel de las estructuras semánticas profundas, el universo sociolectal se caracteriza por el modo particular de emplear la categoría natura/cultura (dotando al universo semántico colectivo con vertimientos hipotácticos específicos) y, a la vez, por la articulación de la categoría vida/muerte, que le permite interpretar a su manera el universo semántico individual: aquí se trata, en definitiva, de describir la actitud que una comunidad adopta con respecto a los interrogantes fundamentales que le son planteados

.

El término idiolecto, introducido por B. Bloch y difundido por U. Wein-reich, se define como conjunto del total de hábitos lingüísticos de un sólo

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individuo en un tiempo dado. El Diccionario de Abraham propone como definición para idiolecto lo siguiente:

la totalidad de las peculiaridades lingüísticas de la persona particular y de los matices individuales, inclusive. La forma o variedad de una lengua hablada por un hablante particular en un estilo dado. Dos individuos pueden hablar el mismo dialecto, pero diferir en los idiolectos

.

Según Bloch el idiolecto es: «la totalidad de las manifestaciones posibles de un hablante en un cierto periodo de tiempo, al utilizar la lengua para realizar intercambios con otros hablantes».

La definición del término tecnolecto no aparece ni en los diccionarios de uso ni en los de términos filológicos que hemos podido consultar. Sin embargo G. Haensch en el primer número de la Revista Llengua i Dret nos habla extensamente de los tecnolectos en el mundo de hoy y los distingue de los socíolectos:

1. Hay que distinguir tecnolecto de sociolecto: el primero es sinónimo de lengua de especialidad, de lengua técnica, lsp (language for specialpur-poses), langue de specialité, lingua settoriale, Facbspracbe. El sociolecto es sinónimo de argot y slang.

2. En tanto que el tecnolecto está determinado por la materia o especialidad correspondiente (medicina, agricultura, etc.) los sociolectos lo están por una colectividad humana, por un grupo en sentido sociológico: jóvenes estudiantes, militares, delincuentes, etc.; así, la terminología militar forma parte de un tecnolecto; en cambio el argot militar es un sociolecto.

3. El tecnolecto completa a la lengua general con conceptos y denominaciones suplementarias, necesarias para la comunicación; el sociolecto crea generalmente nuevas denominaciones para cosas que ya tienen nombre.

4. El tecnolecto es una lengua funcional dependiente de la lengua general, un medio de comunicación entre especialistas; mientras que las hablas profesionales no son tecnolectos sino sociolectos y son lenguas particulares accesibles sólo a determinados grupos de individuos que integran la comunidad lingüística.

5. Es evidente que los diferentes tecnolectos pueden tener características diversas y aún dentro de los mismos tecnolectos existe, a veces, una estratificación que es bastante difícil de analizar (un estilo teórico-cientí-fico, un estilo técnico-práctico y un estilo de comunicación oral). El criterio que permite distinguir estos estratos del tecnolecto es el carácter más o menos esotérico de los medios de expresión y el mayor o menor uso de elementos formalizados.

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6. Podemos decir que el tecnolecto es un conjunto específico de recursos léxicos y morfosintácticos disponibles que se realiza en un contexto determinado, sobre una materia determinada, pero también con una finalidad específica desde el punto de vista del emisor del mensaje. Una de las características de los tecnolectos es la formalización del material lingüístico mediante la creación de una fraseología estereotipada y la fijación de sintagmas lexicalizados. Por otra parte, usan los tecnolectos medios de expresión que, en la lengua general, son más propios del código escrito que del código oral de la lengua.

7. Casi nunca se encuentran en estado puro, sino mezclados con materiales de la lengua general: por lo general responden a una necesidad de comunicación clara, unívoca y económica en una esfera determinada del saber o de la actividad humana, por eso el elemento estético está generalmente relegado a un segundo plano en favor del elemento funcional: la claridad de la comunicación pesa más que su belleza.

8. El tecnolecto se caracteriza por tres elementos: a) uso específico de determinados recursos morfosintácticos disponibles en la lengua general, o, al menos, posibles en ella, b) vocabulario específico y c) por ciertas normas de la formación de palabras.»

Hasta aquí la definición de G. Haensch en la cual pensamos que convendría matizar ciertas expresiones y que contiene mucha ambigüedad y criterios de valoración dispares.

Por otra parte separa muy tajantemente tecnolecto de sociolecto; restringe el término 'sociolecto' solamente para los niveles de habla popular (argot y slang). En unas ocasiones define el 'ltecnolecto' por la especialidad o materia de que trata, en otras el criterio de distinción que emplea es el de la terminología; otras veces es el criterio de lengua escrita culta, en otro momento lo distingue por el criterio de funcionalidad, en otra ocasión son los criterios de comunicación clara, unívoca y económica y por último les atribuye tres rasgos fundamentales: morfosintaxis propia, vocabulario específico y normas especiales de formación de palabras.

Además, nos parece que tanto el tecnolecto como el sociolecto pueden crear y de hecho crean continuamente «nuevas denominaciones para cosas que ya tienen nombre»: tanto el tecnicismo como la sinonimia pueden aparecer en sociolectos y en tecnolectos; es la diferente forma y el diferente grado de aparecer lo que puede diferenciar a una y otra variedad.

La sinonimia es un fenómeno léxico-semántico que puede aparecer en todos los niveles, tanto cultos como populares.

Que los tecnolectos «sean lenguas funcionales» es algo en lo que con-

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viene matizar la acepción del adjetivo funcional, y que analizaremos en un próximo trabajo sobre «Funcionalidad/disfuncionalidad de los lenguajes administrativos».

Que los tecnolectos respondan a «la necesidad de comunicación clara, unívoca y económica» es algo que no se puede por ahora aplicar al castellano administrativo, por lo que la definición de tecnolecto no le cabría en modo alguno al castellano de la Administración, que se caracteriza, precisamente, por todo lo contrario: la ambigüedad calculada, la equivocidad y el derroche de medios expresivos.

Por último, nos parece que los tecnolectos se caracterizan por algunos elementos más de los que señala G. Haensch. Además, nos parece que en el castellano administrativo, no es que estén reñidas funcionalidad y estética, es que no aparecen por ninguna parte, salvo muy honrosas y escasas excepciones. Pero sobre estas cuestiones volveremos más adelante.

En la lingüística estratificacional se utiliza el término diasistema para señalar lo que tienen en común los distintos idiolectos. Así pues, este término explicita que los elementos comunes a los diferentes idiolectos constituyen una agrupación lingüística superior a la que se designa con ese término. Según este criterio, dentro de la lengua existen diferentes diasis-temas que serían: el geodiashtema, el cronodiasistema, el sociodiasistema y el fasediasistema, conocidos también con los nombres de variedades o ejes y así, se suele hablar de variedades o ejes diacrónicos, diatópicos, diastráticos y diafásicos. Estas variedades suelen esquematizarse en los llamados ejes de estratificación: en el horizontal suelen representarse las variedades dia-tópicas y díacrónicas, en el vertical las variedades diatópicas y diacróni-cas, en el vertical las variedades diastráticas y en un eje que cortaría a los dos anteriores por su punto de confluencia suelen situarse las variedades diafásicas.

Todavía podríamos mencionar otros términos que se recogen en la obra de E. Bédard y J. Maurais:6 cronolecto, topolecto, infralecto y supralecto, taxonomía que riza el rizo a la ya analizada y que suele ser sinónima, en algunos casos, a la ya mencionada: así, cronolecto y topolecto serían los dialectos o lenguas de una época y un lugar determinado o las variedades diacrónicas y diatópicas antes mencionadas. E! infralecto y el supralecto serían variedades situadas por debajo o por encima de una variedad lingüística determinada.

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Xesús Alonso Montero7 habla de un argolecto o lenguaje gremial, en el cual lo característico sería el gremio o grupo social que maneja y utiliza este lenguaje administrativo, al cual él aplica el término; en este sentido podríamos hablar de un sociolecto administrativo, más que de un tecnokcto.

III Adjetivos, expresiones y términos metafóricos con que se designan las variedades intraungüísticas

Con frecuencia se recurre a diversos adjetivos añadidos a los sustantivos lenguaje y lengua para nombrar las variedades internas de las lenguas. Estos adjetivos son muchos; citamos algunos de los más frecuentes: funcional, especial, científica, técnica, común, gremial, estándar, etc.

Aunque la definición del término lengua no es problema que nos incumba directamente al tratar de definir el lenguaje administrativo, sin embargo haremos unas mínimas constataciones ya que es la base sobre la que recaen algunos adjetivos que se aplican a la lengua de la Administración.

Del término lengua poseemos tantas definiciones como teorías y escuelas lingüísticas existen, pero queremos hacer constar que los enfoques modernos de carácter científico, como es bien sabido, han abandonado, sin más, la consideración de lo que se denomina lengua en el uso común. Los enfoques modernos de la lingüística que definen la lengua entienden que no existen en el mundo las comunidades lingüísticas en el sentido que les daba Bloomfield, esto es, conjuntos de personas con la misma conducta lingüística, ya que cada persona ha adquirido una lengua en el curso de interacciones sociales complejas con personas que varían en la forma en que hablan e interpretan lo que escuchan y en las representaciones internas que subyacen a su utilización de la lengua. No obstante, también puede constatarse que definiciones del término lengua, ya muy desfasadas, siguen manteniéndose en ambientes cultos, e incluso, universitarios: esas definiciones ya poco aceptadas van desde la que se atribuye a Wein-reich («la lengua es un dialecto con ejército y armada») hasta la de Bloomfield («la lengua es la totalidad de las proferencias que se pueden hacer en una comunidad lingüística»). No nos detendremos tampoco en las complejísimas definiciones de N. Chomsky,8 quien separa el ámbito de la lengua interiorizada (li) del de la lengua exteriorizada (le), porque no es nues-

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tro propósito debatir la definición de lengua, sino acercarnos a la definición de la lengua de la Administración.

Tiene, en cambio, más interés para nosotras analizar la significación y el sentido que adquieren algunos adjetivos que se emplean, acompañando al sustantivo lengua, para definir las manifestaciones lingüísticas de la Administración.

Esos adjetivos con los que habitualmente se califica al lenguaje de la Administración son tres o cuatro: funcional, especial, técnico y gremial.

Con relación al empleo del adjetivo funcional al aplicarse este término al lenguaje de la Administración, se nos plantean algunas dudas que formulamos a continuación:

  1. Quienes definen el lenguaje administrativo como una lengua funcional ¿quieren decir, acaso, que el lenguaje de la Administración es funcional porque lo utilizan los funcionarios para comunicarse entre sí y con los ciudadanos que administran?

  2. ¿Tal vez quiere decirse con el adjetivo funcional que el lenguaje administrativo es un código potente, operativo, de gran economicidad, de mucha aceptabilidad, gran accesibilidad y carente de entropía?

  3. ¿Habrá que entender el término funcional en una acepción lógico-matemática a la manera de Hjelmslev, Prop o Martinet, considerando que el administrativo es un lenguaje en cuyos enunciados se presen tan funtiv o s?

Porque si hay algo evidente es que las lenguas naturales, de por sí, son sistemas de comunicación muy funcionales y de gran versatilidad. Es decir, las lenguas naturales, con gran economía de medios y procedimientos, pueden referirse a cuanto sus hablantes puedan querer, pensar, fingir o imaginar. Y en este sentido, no tendría razón emplear el adjetivo funcional para calificar al lenguaje administrativo.

Nos parece que se hace necesario analizar qué se entiende por lenguaje funcional para saber si el adjetivo funcional puede ser aplicado con verdad al lenguaje de la Administración. Como ese análisis desviaría nuestra atención del tema que nos ocupa en este estudio, que es la taxonomía de los diasistemas lingüísticos, prometemos ocuparnos de él con alguna extensión en próximos trabajos.

Considerando a la Administración como una técnica de gestión de intereses públicos, el lenguaje de funcionarios, burócratas y tecnócratas sería técnico por presentar los caracteres propios de los lenguajes que caracterizan a las diferentes técnicas. Hay que hacer abstracción, por el momento, al hablar de los lenguajes técnicos, de las diferencias existentes entre los

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lenguajes de las diversas técnicas para poder analizar, de un modo convencional y práctico, los rasgos comunes de las distintas variedades que pueden encontrarse en el campo de la técnica.

Por lo general, los lenguajes de las técnicas suelen caracterizarse por condicionamientos externos tales como la materia contenida en los mensajes, el medio de expresión, el receptor, la atmósfera o ambiente, etc., y por condicionamientos internos tales como la capacidad y preparación lingüística del emisor-autor. Los lenguajes de las técnicas necesitan de las estructuras de la lengua común para hacerse inteligibles y las diferencias fundamentales con la lengua común, según generalmente se dice (como podemos ver en Haensch), radican precisamente en los tecnicismos, símbolos operativos y formalizaciones que emplean. Cada técnica ha desarrollado un sistema de codificación para representar sus contenidos y las fórmulas apropiadas para operar con ellos. Normalmente, los lenguajes técnicos son muy abiertos a la recepción de neologismos, tecnicismos y extranjerismos y, generalmente, presentan rasgos de estilo que son comunes a muchos de ellos: universalidad, objetividad, univocidad (aunque, a veces, no estén exentos de polisemia), claridad, precisión, verificabilidad, escasa entropía, satisfacibilidad y verdad lógica.

Con todo, ni la lingüística estratificacional, ni la lingüística aplicada teórica se han ocupado demasiado de los problemas que presentan los lenguajes técnicos; de ahí que podamos encontrar muchos fallos en esos caracteres que les atribuímos. Es frecuente encontrar como sinónimos los términos tecnolecto y lenguaje técnico.

Los diccionarios de uso definen el término especial como sinónimo de singular o particular y también como adecuado o propio para algún efecto. Otra definición que encontramos del adjetivo especial es: limitado a una cosa, a un uso o fin determinado. Así, en nuestro caso, una lengua especial sería aquella que se opone a la lengua común por particularidades o singularidades que son el resultado de su adecuación a algún uso, o a algún fin determinado.

Como ya hemos visto en páginas anteriores, G. Haensch reserva el calificativo de especial para los sociolectos y mantiene para los tecnolectos el calificativo de especialidad. Aunque al final de su definición sean otras las exigencias que propone para los tecnolectos.

Pero al lenguaje administrativo no sólo se le vienen aplicando términos empleados en las disciplinas lingüísticas y términos de uso común y general sino que se le aplican términos de muy diversa procedencia e incluso términos metafóricos. Así, por ejemplo, Jesús Prieto y Gonzalo

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Abril9 definen el lenguaje administrativo como una metainstitución y como un multilenguaje cuando dicen: «el lenguaje jurídico-administrativo es una metainstitución que a la vez fundamenta y genera la realidad de las relaciones entre el poder público y la sociedad», o cuando manifiestan: «el lenguaje administrativo se va configurando cada vez más como un multilenguaje, es decir, como un lenguaje que se vale del léxico y de las formas expresivas de otras lenguas técnicas, las de las diversas áreas en las que la Administración interviene».

En otras ocasiones se recurre a términos metafóricos tales como esponja o lenguaje de aluvión. Así, Prieto y Abril dicen en el trabajo antes citado: «Las disposiciones administrativas han llegado a convertirse en nuestros días, por decirlo con fácil metáfora, en una esponja que absorbe y filtra las taxonomías, nomenclaturas y procedimientos descriptivos de los más variados lenguajes técnico-científicos». Nosotras hemos recurrido también en alguna conferencia a la metáfora de lenguaje de aluvión para expresar ideas parecidas a las de Prieto y Abril.

Ocurre que, a veces, en una misma definición del lenguaje administrativo se mezclan y combinan varios términos de los mencionados en los apartados anteriores, bien porque se hacen divisiones y subdivisiones o bien porque se recurre a la sinonimia contextúal. Hemos podido comprobarlo en la definición de Haensch y también en la que propone Caries Duarte en su Manual de llenguatge administratiu:10

..hem de considerar el llenguatge administratiu com una varietat lingüística funcional amb un ámbit d'ús WAdministrado) i amb una norma lingüística o estructural (una fraseología específica, un vocabulari propi amb una gradado matisada i precisa de significáis i termes, etc.).

En la mesura en qué el llenguatge administratiu respon a uns usos con-crets de la llengua, podem dir que es tracta d'un conjunt de registres i, en la mesura en qué és un codi precís de comunicado dins d'una materia determinada, podem parlar del tecnolecte de I'Administrado.

»El llenguatge administratiu es pot definir mitjancant els trets següents, que intewenen en la configurado deis registres:

»a) Els comunicants: un ciutada i un funcionan o dos funcionaris; sovint, dones, persones que no es coneixen o que teñen una relació laboral

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(en el cas del funcionaris, es tracta de comunicants especialitzats en la materia; en el cas deis ciutadans, no necessáriament).

»b) El ttivell de formalitat (o tenor interpersonal): to formal com a norma, amb unes certes variaciones d'intensitat (mes o menys solemne o impersonal segons el cas).

»c) La materia objecte de comunicado (anomenada també camp): l'activi-tat administrativa com a gestió d'uns interessos col-lectius en aplicado d'un marc legal i amb un carácter técnic.

»d) El canal de comunicado (o mode): sovint escrit (per la seva esmentada eficacia oficial, generalment dependent de la documentado escrita), pero també oral (sovint per complir una fundó informativa).

»e) La situado: El context físic i temporal: habitualment les dependéncies de I'Administrado i el seu horari -laboral.

»f) L 'actitud i la intenció deis comunicants (o tenor funcional): en general impersonah; el ciutada defensa els seus interessos particulars i el funcionan ha de complir la legislado vigent i ha de vetllar per la defensa deis interessos col-lectius.»

A continuación Duarte analiza los rasgos que caracterizan la norma lingüística del lenguaje administrativo, rasgos que dependen del ámbito de uso y que estima son:

a) Formes lingüístiques espedfiques (de vocabukri, de tractaments, de fraseología, etc.).

b) tendencia, com a llenguatge técnic, a la preciúó, a la matisaúó i a la jerarquía de termes i de conceptas,

»c) Per rao de la relació oficial en qué s'utilitza, formalitat, impersonal^ tat i fredor (objectivitat i civilitat o correcció).

»d) Unificado de criteris i tendencia a la repetido de formules i termes, que de vegades provoquen fixadons rutinaries,

»e) Per rao del seu carácter formal, ordenado rigorosa del contingut intern i esquematizado, d'una banda, i simplicitat i claredat, de l'altra.»

A continuación señala Duarte la proximidad del lenguaje administrativo a la variedad estándar y la necesidad de estándares consolidados para poder elaborar lenguajes administrativos coherentes y eficaces.

Probablemente, la definición de Duarte sea una de las más completas y mejor sistematizadas por el momento; no obstante, nos parece que carecemos todavía de la suficiente investigación teórica-para hacer una definición exhaustiva que abarque todas las perspectivas desde las que se pueda

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definir la variedad administrativa. En algunos trabajos próximos iremos puntualizando algo sobre el adjetivo funcional y sobre la proximidad del lenguaje administrativo a la variedad estándar. Duarte incluye los lenguajes administrativos dentro de las variedades sociales y en el interior de éstas distingue:

variedades informales (lenguajes de estudiantes, universitarios o militares), variedades técnicas (propias de la materia objeto de estudio) y variedades funcionales (vinculadas a usos o ámbitos de una actividad concreta

. En consecuencia los lenguajes administrativos serían, a un tiempo, variedades funcionales y tecnolectos definidos por «su ámbito de uso, por una norma lingüística y por la relación de servicio, oficialidad y criterio de eficacia».

Otros autores opinan que el lenguaje administrativo no se diferencia de la lengua común o estándar, tal es el caso de Ch. Serradji,11 quien estima que la lengua es racionalmente uniforme, está homogéneamente organizada y no admite estratificaciones ni niveles. Y así dice: «Pretender que el lenguaje administrativo tenga matices de estilo o particularidades privativas es ridículo».

Lo mismo opina Todorov y algunos otros autores. Por el contrario, Prieto y Abril llegan a afirmar que el lenguaje administrativo es «un lenguaje secundario y connotativo que se sirve del lenguaje ordinario como plano significante (de ahí que gran parte de las expresiones jurídicas vengan ya dotadas de un significado común antes de adquirir un sentido jurídico especial), pero que posee, además, propiedades semánticas extrañas al uso general del idioma».

IV El muro de Bodhidharma

Al contemplar la taxonomía tan abundante y diversa empleada para designar los diasistemas o variedades intralingüísticas nos parece que nos hallamos ante el muro de Bodhidharma, el cual miraba a la pared que se levantaba frente a él hasta que dejaba de sentir las piernas; pero al final siempre acababa encontrando la luz y el camino.

Desearíamos huir de la ingenuidad de pensar que nuestras «especulaciones de escaso fuste» nos van a permitir clarificar de forma absoluta y radical todo lo relativo a la taxonomía correcta para definir la variedad

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administrativa, pero no quisiéramos caer tampoco en la perversidad de pensar que la oscuridad y la mezcla de taxonomías protege y da seguridad.

Por eso antes de decidirnos por emplear un término único o varios de los muchos que nos ofrecen las ciencias lingüísticas para definir el lenguaje administrativo hemos querido repasarlos e incidir en cosas ya muy conocidas con el fin de ir analizando en próximos trabajos la conveniencia de usar unos u otros.

Entendemos con Chomsky que la adquisición de los lenguajes no es un caso de sobreaprendizaje, ni de hábitos, sino que lo patente es precisamente lo contrario, lo que Chomsky denomina el problema de Platón, y por tanto nos parece que al lado de los trabajos de carácter práctico, destinados a mejorar la calidad de los lenguajes administrativos, no deben interrumpirse los estudios teóricos que permiten puntualizar aspectos que en la práctica pueden pasar desapercibidos. Aunque esos trabajos teóricos sean «especulaciones de escaso fuste».

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[1] Lázaro Carreter, F.: Diccionario de términos filológicos, Gredos, Madrid, 1971, pág. 251-252.

[2] ALBRAL-LAM, W.: Diccionario de terminología lingüistica actual, Gredos, Madrid, 1.981.

[3] Rotaetxe Amusátucui, K.: Sociolingiiistica, Síntesis, Madrid, 1988, pág. 22, 23, 31.

[4] Hudson, R.A.: La sociolingühtica, Anagrama, Barcelona, 1981.

[5] Greimas, A.J. y Couetés, J,: Semiótica, Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, Gredos, Madrid, 1982.

[6] Dédard, E. y Maurais, J.: La norme lingühtiqtie, Conseil de la langue française, Gouvernemenc du Québec-Le Robert. Québec, 1983.

[7] Alonso Montero, Xesús: Las lenguas nacionales en la Administración, Diputación Provincia] de Valencia, 1981, pág. 204.

[8] Chomsky, N.: El conocimiento del lenguaje, Alianza Editorial, Madrid, 1989.

[9] Prieto, J. y Abril, G.: «Reflexiones y propuestas para la modernización dei lenguaje jurídico-admimstrativo», Revista de Llengua i Dret, Barcelona, diciembre de 1987, pág. 13-14.

[10] Duarte i Montserrat, C, Alsina, A. y Sidina, S.: Manual de llenguatge administratiu, Escola d'Administració Pública de Catalunya, Barcelona, 1992, pág. 11.

[11] Serradji, Ch.: Seminario sobre administración y lenguaje, conferencia, Madrid, 1987.

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