Swarm intelligence, política y verdad

AutorEugenio Moya
CargoUniversidad de Murcia
Páginas71-84
www.uoc.edu/idp
Universitat Oberta de Catalunya
IDP N.º 28 (Febrero, 2019) I ISSN 1699-8154 Revista de los Estudios de Derecho y Ciencia Política
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Eugenio Moya
Fecha de presentación: octubre de 2018
Fecha de aceptación: enero de 2019
Fecha de publicación: febrero de 2019
ARTÍCULO
Swarm intelligence, política y verdad
Eugenio Moya
Universidad de Murcia
Resumen
Este artículo critica el deferencialismo científico. Este está basado en una errónea comprensión de
la ciencia, pero ha fundamentado las críticas actuales a la democracia como proceso de toma de de-
cisiones colectivas. Platón, uno de los primeros en ver la democracia como problema, pensó que la
ignorancia e irracionalidad de la mayoría justificaba el gobierno de los sabios. Brennan, en Against
Democracy (2016), ha defendido lo mismo.
El autor ofrece, por el contrario, una alternativa innovadora basada en una concepción falibilista del
conocimiento y la democracia, según la cual la autoridad y legitimidad de la democracia no dependen
de su tendencia a tomar soluciones acertadas, sino de la tendencia de las multitudes inteligentes en la
era de la información a evitar decisiones equivocadas.
Palabras clave
democracia, epistocracia, internet, sabiduría de las multitudes
Tema
Filosofía política
Swarm intelligence, politics and truth
Abstract
This paper criticizes scientific deferentialism. This deferentialism is based on an erroneous understan-
ding of science, but it has substantiated the current criticism of democracy as a process of collective
decision-making. Plato, one of the earliest to see democracy as a problem, thought that the ignorance
and the irrationality of the many justified the government of the wise. Brennan, in Against Democracy
(2016), defended the same.
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The author offers, on the other hand, an innovative alternative based on a fallibilistic conception of
knowledge and democracy, according to which democratic authority and legitimacy do not depend on
the tendency of democracy to made correct solutions, but on the tendency of intelligent crowds, in the
Information Age, to avoid wrong decisions.
Keywords
democracy, epistocracy, Internet, wisdom of the crowds
Topic
Political philosophy
Introducción. Internet, democracia
y ciudadanía común
Los partidos obreros decimonónicos fueron claros en su
denuncia de las democracias parlamentarias. Concibieron
la llamada soberanía popular como una ficción jurídico-
política. Creyeron que solo una prensa no burguesa, como
contrapoder (el nombrado «Cuarto Poder»), podría hacer
finalmente visible políticamente las masas obreras y sus
reivindicaciones. Las revoluciones de 1848 y la Comuna de
París (1871) bastaron, sin embargo, para que ese Quatriè-
me Pouvoir fuera visto por la burguesía como un peligro.
Habermas ha aludido por eso a una progresiva refeudaliza-
ción del Cuarto Estado, a una escisión entre la esfera públi-
ca burguesa y la esfera pública crítica;
1
esto es, al sacrificio
del interés general, sobre cuya base pudo pensarse desde
el siglo XVIII una libre circulación de opiniones, en aras de la
autodefensa publicitaria o propagandista de las élites bur-
guesas y sus intereses. El control de los mass media como
instrumentos de control político y publicitario
2
revelaba,
en todo caso, los miedos del liberalismo decimonónico a
la invasión de las masas. En este sentido, los teóricos de
las democracias burguesas vieron en la tecnocracia una
manera de evitar la tiranía del pueblo. No se trataba de
negarle su derecho a gobernarse a sí mismo, sino de la
obligación de servirse de expertos con más capacidad,
información y poder para disciplinar a la opinión pública.
3
Por el bien de todos.
1. Habermas (1992, pág. 422).
2. Habermas (2009, pág. 212).
3. Bourdieu (2000, págs. 222-223).
4. Newman, Dutton y Blank (2012, págs. 6-22).
5. Acemoglu y Robinson (2012, pág. 98).
6. Mair (2013).
El diagnóstico de Habermas es certero. Pero, hoy, internet
ha reemplazado en gran parte a los Massenmedia. Los
medios digitales ya no promueven acciones comunicativas
unidireccionales y centralizadas. De hecho, los análisis
empíricos de Jenkins y colaboradores en diversos países
(Reino Unido, Canadá…) muestran que la ciudadanía co-
mún prefiere utilizar Facebook, Twitter, etc. para obtener
y distribuir la información.
4
Consideran mayoritariamente
que su independencia en ellas, respecto a los grandes po-
deres mediáticos, es superior.
No se trata solo de una simple creencia. Internet y las
redes sociales han emergido como espacios públicos,
parresiásticos; ámbitos del decir libre. Es más, no pueden
entenderse las nuevas formas de movilización política
conocidas durante las dos últimas décadas en muchos
puntos del planeta: Egipto, España, Grecia, Nueva York…,
sin atender a las comunicaciones instantáneas; promovi-
das por ciudadanos sin cargo (principalmente jóvenes). En
todas ellas no solo se ha hecho visible un nuevo sujeto
político: la multitud inteligente, sino una misma reivindi-
cación: la reforma profunda, cuando no un reemplazo, de
la democracia representativa, a la que ven como un proce-
dimiento de simple rotación política de élites extractivas.
5
En último término, un sistema de protección de derechos
sin democracia.
Hasta tal punto ha calado esta idea que la misma clase
política ha devenido contenciosa en sí misma.
6
Lo han
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mostrado Foa y Mounk gráficamente (figura 1): con el paso
de las décadas, observamos en las mismas democracias
occidentales una mayor desafección de los jóvenes res-
pecto de la democracia parlamentaria.
7
Las cuestiones relevantes hoy con el cambio de siglo son:
¿tras el grito de #No nos representan no estaríamos ante
un nuevo escenario de repolitización de los ciudadanos
comunes, principalmente jóvenes? ¿Qué papel juegan en
esa repolitización las nuevas redes y aplicaciones infoco-
municativas? ¿Podemos considerarlas como auténticas
redes de activismo político?
8
¿Sería legítimo vincular la
emergencia de la multitud (inteligente) como colectivo
diverso y heterogéneo, muy alejado de la masa tradicional
con la revolución digital?;
9
y, si es así, ¿qué consecuencias
políticas tiene para profundizar en la democracia?
La hipótesis que manejaremos en este trabajo es que la re-
volución digital nos autoriza a hablar de una revolución pro-
net@ria en la que nuevos agentes –generalmente, «ciuda-
danos sin cargo», ya no quieren permanecer alejados de la
deliberación política y la toma de decisiones y utilizan el nue-
7. Foa y Munck (2017, pág. 6).
8. Monterde y Postill (2014, págs. 429-438); Toret (2015, págs. 163-211).
9. Castells (2015, pág. 261); Jenkins et al. (2016).
10. Dutton (2009, pág. 1).
11. Brennan (2016a), véase su evolución intelectual en Gil Marín (2017, págs. 11-34).
vo poder que le proporcionan los digital media –el que Dut-
ton llama Fifth Estate– para pedir cuentas a los distintos go-
biernos, socavando las bases de la autoridad institucional.
10
1. Hobbits, hooligans y vulcans.
Las tribus de las democracias
liberales
En 2016, tras el Brexit y un poco antes del triunfo de Donald
Trump en EE. UU., Jason Brennan publicó Against Demo-
cracy.
11
El libro plantea una cuestión esencial: ¿es posible
seguir justificando hoy la máxima liberal de «una persona,
un voto» cuando sabemos que en las democracias actuales
el votante medio, el ciudadano común, a pesar de su acti-
vismo en las redes infocomunicativas, o suele estar mal
informado o ignora la información política básica?
Brennan considera que no es posible. Conoce que la demo-
cracia liberal exige el cumplimiento de ciertos requisitos
básicos en toma de decisiones: 1) igualdad de oportunida-
des para expresar preferencias y razones (participación
efectiva); 2) igualdad de voto; 3) voto ilustrado; 4) control
de la agenda política; 5) máxima inclusividad; sin embargo,
considera que en la actualidad es necesario su replantea-
miento. La investigación social enseña que la mayor par-
ticipación de la ciudadanía en la deliberación y decisión
política no tiene como efectos la legitimación y mejor fun-
cionamiento del sistema político democrático, sino la trans-
formación de la mayoría de los hoobits (siempre apáticos
y pasotas) en hooligans políticos; esto es, en sujetos que
presentan todos los sesgos cognitivos de una persona gre-
garia e irracional: búsqueda permanente de instancias con-
firmadoras de su opinión y falta de disposición a cambiarla
ante evidencias (empíricas o racionales) contrarias, pero
con deseos de protagonizar la esfera política institucional.
Brennan cree que nuestras democracias pueden soportar
altos porcentajes de hobbits, pero no de hooligans, porque
los problemas complejos de nuestras sociedades globales
Figura 1. Compromiso de los jóvenes con la democracia. Por década
de nacimiento (1930-1980)
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requieren una clara división del trabajo cognitivo, buena
información y competencia cognitiva; nunca lealtades in-
quebrantables que producen polarización y conflicto; dos
señas de identidad que sabemos que pertenecen a lo que
Sunstein llamó la «República.com» y que se hace visible
en forma de populismo. Todo ello justificaría la renuncia a
la máxima inclusividad y la propuesta de un nuevo ethos
democrático en el que el elector ya no sea un simple su-
jeto de derechos políticos, sino que tenga la obligación,
primero, de votar siempre con criterio y por el bien común;
segundo, de abstenerse, si carece de buena información.
12
El competence principle de Brennan ha podido resultar
provocador, pero no es nuevo. De hecho, como hemos
mostrado en otros trabajos e intentaremos abonar aquí,
la tradición demofóbica en Occidente hunde sus raíces
en lo que he llamado la Constitución epistémico-política
platónica, que establece, como precepto principal –desde
la filosofía ática hasta el positivismo contemporáneo– que
la verdad y la justicia nunca son asuntos del demos. Es
más, la misma división social que aparece en el libro de
Brennan entre vulcans, hobbits y hooligans es análoga a
la tipología platónica que aparece en la República (415
a-b) entre humanos de oro, plata y bronce y que le llevó
a justificar que solo los primeros son competentes para
gobernar, por su racionalidad y pasión por la verdad. Por
eso, para Platón siempre el mejor gobierno es el de los
pocos, y lo mejor para los pocos que saben es lo mejor
para la polis.
13
Es la rule of the knowers que legitimaría la
epistocracia o noocracia de Brennan y la exclusión política
de los hooligans y su voto compulsivo.
2. Paradigmas científicos y
movimientos sociopolíticos
El principio de competencia cognitiva ha vuelto a poner
en el primer plano del debate el papel que el conocimiento
científico y experto ha de tener en la toma de decisiones
políticas, un asunto central de la teoría política moderna y
de la epistemología política contemporánea, pero que hoy
12. Brennan (2016b, págs. 11-34).
13. Foucault (2011, pág. 44).
14. Comte (1852, pág. 3).
15. Latour (1992, págs. 248-249).
16. Hacking (2001, pág. 78).
adquiere otro sentido toda vez que los ciudadanos comunes
han puesto en cuestión hasta la misma autoridad epistémica.
Sin embargo, aun en el tiempo en el que las élites econó-
micas y culturales monopolizaban tanto la esfera política
institucional como la opinión pública, las relaciones entre
ciencia y política han sido siempre tensas. Por lo general,
siempre se ha considerado que aquella se basa en razones;
la política, en intereses. Dicho de otra manera: los conoci-
mientos científicos son objetivos y universales, mientras
que los de la política son, cuando no se basan en la simple
apuesta (decisionismo), siempre ideológicos, partidistas.
Es esta asimetría la que, desde Platón, ha promovido a la
sustitución de la política por la ciencia.
Fue el caso del Positivismo. Para Comte, las necesidades
económicas, jurídicas, defensivas y educativas del Estado
moderno exigían la racionalización de los procesos. La
razón «positiva» debía asumir la tutela del nuevo orden.
En el famoso prefacio de su Catecismo positivista (1852),
Comte plantea, consecuentemente, una reconstrucción
del orden social en la que los positivistas –sociócratas,
servidores teóricos y prácticos de la humanidad– se harían
cargo de la dirección general de los asuntos terrenos.
14
No es de extrañar, así, que a partir del Positivismo poda-
mos hablar incluso de un proyecto utópico noocrático, que
aspira a reemplazar el poder ejecutivo de los Estados por
un cuerpo sacerdotal laico cuyo papel sería el de dotar de
racionalidad las decisiones políticas.
Es evidente que si los ecos de Platón resonaban en el
Positivismo, en la epistocracy de Brennan reverberan los
positivistas. Pero lo decisivo de ambas propuestas es la
comprensión de la ciencia que asumen. Se trata de una
perspectiva claramente desenfocada y, en el caso del
profesor norteamericano, trasnochada, pues sobrevalora
en las comunidades científicas el peso de las razones:
evidencia experimental, capacidad predictiva, coheren-
cia..., y minusvalora el importancia de los intereses. Más
aún, desde el punto de vista estrictamente gnoseológico,
el Positivismo, como han sostenido Latour
15
y Hacking,
16
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olvidó la auténtica lección kantiana: lo conocido nunca se
agota en lo dado; dio por sentado que no existen teorías,
sino por y para hechos, reemplazando así la libre esponta-
neidad del pensamiento humano por funciones puramente
receptivas. Kuhn y la filosofía de la ciencia poskuniana no
lo hicieron. Quebraron no solo la idea de la ciencia como
búsqueda desinteresada de la verdad, sino también la opi-
nión de que siempre la búsqueda de la verdad es buena
por sí misma:
In the middel of de century Thomas Kuhn’s famous book
The Structure of Scientific Revolutions was seen by some
to replace the idea of orderly progress in science with mob
psychology. Subsequently a series of carefully documented
studies of the day-to-day unfolding of scientific life, specially
scientific controversies, showed that the ‘canonical model’
of science did not coincide with the practice inself. The later
part of century saw a growing public distrust in science sprin-
ging from the highly visible failures of major technologies
and the disasters associates with them, from the manifest
politicitazion of debats of scientific progress.
17
Resulta claro que las concepciones epistocráticas pre-
suponen mucho más que una manera de entender las
relaciones entre verdad y democracia; asumen un modo
de entender la asimetría entre ciencia y política. Por eso,
Steve Fuller,
18
yendo más allá de Kuhn, ha propuesto la sus-
titución del concepto de paradigma por el más sociológico
de movimiento social. Para él, un paradigma es un movi-
miento social retenido, es decir, un movimiento social en
el que sus miembros se han convertido en incondicionales,
en sectarios; en hooligans. El conocimiento ha de ser
entendido, por tanto, como una forma de acción política;
el cambio epistemológico como una forma de conversión
política y la verdad como un campo doxástico de disputas
en el que se ha estabilizado la flexibilidad interpretativa
porque los agentes y recursos movilizados han limitado el
espacio público del debate. El decisionismo no es privativo
de la acción política:
17. Collins y Evans (2008, pág. 1).
18. Fuller (2001, págs. 83-84).
19. Fuller (2003, pág. 52).
20. Foucault (2003, pág. 47).
21. Latour (1983, pág. 168).
22. Kuhn (1970, págs. 37, 42, 49, 64, 76, 87 y 146-147).
23. Brennan (2014, pág. 191).
24. Estlund (2009, págs. 18, 65 y 84).
The only sense in which Kuhnian scientists dictate the terms
of their own inquiry is that they all agree to abide by the
decisions taken by their élite peers. This, in turn, provides a
united front of legitimacy to the larger society. It should then
come as no surprise that Kuhn’s only interest in the sociology
of science lay in the acculturation of novices into a scientific
paradigm, since thereafter the novice’s mind is set to plough
the deep but narrow furrow laid down by her senior collea-
gues as normal science.
19
Si Foucault, retomando la tesis de Clausewitz, argumentó
a favor de la idea de que la política es una continuación de
la guerra por otros medios,
20
con Latour podemos concluir
que la ciencia es una continuación de la política por otros
medios.
21
3. Incapacidad individual
y competencia colectiva.
Verdad y crowdsourcing
A pesar de que los normal scientists kuhnianos practican
durante casi toda su vida profesional una actividad inves-
tigadora basándose en dogmas y prejuicios (paradigmas),
inmunizando sus teorías frente a la novedad y la crítica,
así como defendiendo siempre el conocimiento estableci-
do y dominante,
22
la epistocracy de Brennan apuesta por
un sistema de toma de decisiones que distribuye el poder
político formal sobre la base de la experticia y no de la
igualdad o justicia epistémica. Cree que de ese modo se
producirán mejores resultados,
23
una tesis opuesta clara y
explícitamente a la que David Estlund ha sostenido: «The
democratic authority and legitimacy must depend partly
on democracy’s tendency to make good decisions».
24
Estlund no afirma, en todo caso, que los procedimientos
democráticos acrediten autoridad y legitimidad por su
capacidad de producir verdad. Distingue entre la fiabilidad
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del procedimiento democrático y la corrección sustantiva
de las decisiones democráticas. Para él, el valor epistémi-
co del procedimiento no garantiza la verdad del resultado.
Planteado de otra manera: las minorías pueden seguir de-
fendiendo con razón que es incorrecto lo decidido, aunque
el resultado quedaría justificado por la fiabilidad del pro-
cedimiento. En tal sentido, Estlund y Brennan comparten
que las creencias verdaderas tienen un valor intrínseco,
independientemente de que sean valoradas así por una
minoría, por todos o por nadie. Nuestro punto de vista es
diferente. Consideramos que enredarnos con el problema
de la verdad no aporta luz al problema. Contra la hipótesis
de que una defensa de la teoría de la democracia debería
estar doblemente comprometida; por un lado, con el valor
epistémico del libre intercambio de opiniones, pero, por
otro, con la tesis de que la verdad es un componente irre-
nunciable de la vida pública, consideramos que debemos
dejar a un lado la búsqueda de la verdad y centrarnos en
la falibilidad de nuestras creencias; máxime si asumimos
con Popper o con Kuhn –en esto hay coincidencia– que
todas nuestras creencias van a ser tarde o temprano con-
sideradas falsas. De las opiniones falsas no tiene sentido
plantear su valor intrínseco, con independencia de que
sean valoradas así por una minoría, por todos o por nadie.
Si no hay nadie que las ponga en cuestión no podemos
considerar que sean falsas. No podríamos considerarlas
verdaderas, pero sí considerar que están corroboradas.
El disenso, la crítica, puede concebirse así como un criterio
de no-verdad, un indicador de que hemos podido no ajus-
tarnos a los hechos y, por tanto, de que debemos seguir
investigando. Su ausencia sería siempre, de una forma
provisional y revisable, indicador provisional y siempre
revisable de que no hay error. O sea, de corroboración. La
objetividad y crédito de la ciencia no radican en la idio-
sincrasia y competencia de los investigadores individuales,
sino en los mecanismos sociales de control y socialización
del conocimiento establecidos.
25
En todo caso, consideramos que la mejor razón para que un
agente cognitivo individual acepte la decisión del grupo es
25. Popper (1992, págs. 385-386).
26. La conexión que defendemos entre verdad y democracia nos hace oponernos a aquellos que, como Gerchunoff (2019), siguiendo a Rorty,
señalan la incompatibilidad de ambas para defender, frente al elitismo, las dinámicas conversacionales y participativas de las redes sociales.
27. El teorema del jurado de Condorcet es una justificación matemática de la inteligencia colectiva, pero siempre y cuando los individuos
sean veraces, tengan juicio independiente, la respuesta sea binaria y exista un procedimiento de agregación de voluntades (por ejemplo,
el voto).
porque probabilidad individual de tomar la decisión equi-
vocada siempre es mayor que la probabilidad colectiva de
escoger la misma.
26
En términos judiciales: si cada miem-
bro de un jurado popular tiene un 50% de probabilidad de
obtener la respuesta incorrecta en un veredicto sobre la
culpabilidad o no culpabilidad, la probabilidad tendería a
0% a medida que el tamaño del jurado aumente.
27
La única forma efectiva de confiar en la corrección de
nuestras creencias es minimizar el riesgo de error desde
su fuente: hacer que los procedimientos colectivos de
formación de opinión o de decisión de su validez sean
tales que no produzcan creencias falsas o, al menos, que
su número sea menor. Y es claro que la deliberación y vo-
tación democrática reducen el riesgo de error; o sea, los
procedimientos democráticos son, a la vez, valiosos epis-
témicamente (fiables) y compatibles con una idea fuerte,
sustantiva, de verdad.
Evidentemente, hablar de la sabiduría de las multitudes va
en contra de una opinión asentada: la de que la inteligencia
es una competencia individual, mientras que las multitudes
carecen de ella. La psicología de las masas, desde finales
del siglo XIX, ha abonado también esta perspectiva. Como
dice Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, la colec-
tividad no piensa; tampoco tiene opiniones, sino que las
contiene y en ellas está instalada. Las características más
importantes de la psicología de las masas son la mímesis
y la identificación. Los individuos quedan, por decirlo de
alguna manera, hipnotizados. Necesitan siempre uno que
los guíe. Como escribe Freud en Psicología de las masas y
análisis del yo, siguiendo a Le Bon, por el solo hecho de
formar parte de una muchedumbre el individuo desciende
escalones en la escala civilizatoria. Aislado es quizás un
sabio; en multitud, es un bárbaro. Tiene la violencia, los
entusiasmos y los heroísmos de los seres primitivos o de
los animales (como dice Ortega). En definitiva, la idea de
inteligencia colectiva parecería contradictoria.
Sin embargo, la revolución tecnocomunicativa digital ha
hecho viable hoy, en cambio, la idea. La inteligencia de
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las multitudes cobra incluso más fuerza si atendemos a
un fenómeno cognitivo observado en la misma naturaleza
como el swarm intelligence, una noción introducida en
1989 porBeniy Jing, dos ingenieros que extrapolaron a la
inteligencia artificial el comportamiento de sistemasbio-
lógicos, descentralizados,autoorganizados, como el de las
colonias de termitas, las aves en sus migraciones o el cre-
cimiento bacteriano.
28
De hecho, la swarm intelligence es
hoy una rama de la inteligencia artificial que trata de dise-
ñar sistemas de inteligencia multiagente inspirándose en
el estudio del comportamiento colectivo observado en la
naturaleza. En todo caso, lo relevante es que los miembros
de esos enjambres naturales son agentes cognitivos no
sofisticados, pero capaces de realizar tareas complejas en
cooperación. Por decirlo de otro modo: el comportamiento
coordinado surge de las interacciones entre los miembros
individuales de las colonias y sin un control central exter-
no. Los enjambres son, en este sentido, colectivos autoor-
ganizados que optimizan socialmente sus informaciones y
respuestas individuales a los problemas que les presenta
el medio: encontrar alimento en el menor tiempo posible;
la migración a zonas cálidas...
Centrémonos en el comportamiento de las hormigas. En
esencia, su inteligencia colectiva está basada en la comu-
nicación indirecta que se produce entre ellas gracias a las
rutas de feromonas que generan individualmente al inten-
tar encontrar el camino más corto entre el hormiguero y
cualquier fuente de alimento. Ellas exhiben, como puede
apreciarse gráficamente en la figura 2, swarm intelligence
al resolver, gracias a un «algoritmo natural», problemas
matemáticos de optimización.
29
Cuando las hormigas salen
del hormiguero exploran de forma aleatoria el área que lo
rodea. Al moverse dejan el rastro de químico en el suelo,
de tal modo que tienden cada vez con mayor frecuencia
a elegir la ruta marcada por fuertes concentraciones de
feromonas. Tan pronto como una hormiga encuentra la
fuente de alimento y evalúa la cantidad y calidad de la
comida, regresa por la misma ruta, con lo que las fero-
monas aumentan en el suelo, lo que guiará finalmente a
más hormigas. La comunicación química indirecta entre
las hormigas, conocida como estimergia, permite encon-
trar de forma colectiva las rutas más rápidas entre el
28. Beni (2005, págs. 1-9).
29. Blum y Li (2008, pág. 46).
30. Centola (2010, págs. 1.194 -1.197).
31. Boccaletti et al. (2005, pág. 4).
hormiguero y el alimento; reduce la probabilidad de tener
peores respuestas.
Pero los atractores químicos, que permiten la estimergia
o biomímesis, son análogos a los atractores digitales que
permite la estimergia digital o infomímesis. En efecto, Da-
mon Centola
30
ha demostrado, tras estudiar la conducta
de los usuarios de internet y las redes sociales interesados
en asuntos de salud (con la particularidad de que cada
usuario puede ver la actividad y opiniones de algunos
miembros de la red, que son elegidos directamente por
el investigador), que el clustering resulta fundamental:
los vecinos de un determinado actor hiperenlazado son
también vecinos entre sí. Centola concluye, por tanto, con-
forme a esta ley de vecindad, que es mucho más efectivo
transmitir una idea o un cambio de comportamiento en
redes con alto clustering. Por así decir, «por contagio» o
«atracción digital».
31
Hemos hablado de las digital networks como espacios de
inteligencia enjambreada o sabiduría de las multitudes; sin
embargo, las conexiones de tales espacios con la verdad
no son tan claras. De hecho, internet y las redes sociales
son neutras sobre la calidad de la información transmiti-
da. Puede hacerse viral tanto una opinión veraz como un
rumor o fake new. Son muchas, en este sentido, las cam-
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pañas de marketing viral o las campañas electorales en
Twitter donde la conectividad de los nodos y su vecindad
resultan básicas para la infomímesis, pero en las que el
compromiso con la verdad está ausente.
Esta ausencia ha hecho que crezca la preocupación en
medios políticos e intelectuales. Se ha acusado a internet
y las redes sociales de ser medios de posverdad; acusación
acrecentada tras el reciente patrón de disrupción digital de-
tectado en las elecciones de Estados Unidos, el Brexit o en
la campaña sobre la independencia de Cataluña. Todas las
investigaciones han mostrado que la narrativa de los pode-
res tradicionales puede quedar eclipsada por una comple-
ja red de mensajes generados en conversaciones digitales
promovidas desde medios como Russia Today –televisión
internacional rusa por cable–, que lograron viralizar sus
mensajes mucho más que los de los medios tradicionales
de comunicación, como la BBC y RTVE, o que cabeceras
privadas internacionales, como The Guardian o la CNN.
El debate está abierto. No faltan quienes entienden que las
fake news obligan a una limitación del anarquismo epis-
témico y caos informativo de las redes. Byung-Chul Han
ha defendido que el enjambre digital es posmetafísico y
pospolítico. Disuelve la facticidad y desacredita el lideraz-
go. Carece de espíritu unificador, congregante. Es un en-
jambre de «individuos aislados»
32
que conforma públicos
de concentración efímera, de indignación, pero nunca un
«nosotros» estable y transformador, con un «suelo» que
obligue a establecerse.
33
Estaríamos ante un nomadismo
disolvente que justificaría aún más la epistocracia.
La pugna por la calidad de la información ha llevado inclu-
so a que la Unión Europea creara en 2017 una comisión con
cuarenta expertos (High-Level Group of Experts, HLEG) en
redes sociales y comunicación para analizar las fake news
y proponer medidas de freno, sobre todo porque, según
la Comisión Europea, «pueden desestabilizar los valores
democráticos, tal y como ha sucedido en citas electorales
en todo el mundo».
La comisión, integrada por representantes de grandes em-
presas comunicativas (entre ellas, Mediapro) y de internet
32. Han (2014, pág. 26).
33. Han (2014, pág. 66).
34. HLEG (2018, págs. 5 y 25-30).
35. Alvin y Heidi Toffler introdujeron en 1980 de la idea de prosumer: PROductor y consumidor de un bien o servicio (2006, pág. 221).
(Facebook, Google, Amazon…), ha elaborado un primer
informe en el que, más que acusar a los digital media de la
desinformación, proponen, entre los principios generales
que deben orientar las agendas y estrategias internacio-
nales: promover la alfabetización mediática e informativa
de la ciudadanía común; desarrollar herramientas y apli-
caciones para empoderar a usuarios y periodistas a la
hora de enfrentarse a la desinformación; y salvaguardar la
diversidad y la sostenibilidad del ecosistema de los medios
de comunicación.
34
La conclusión que podemos extraer es clara: en cuanto
espacios abiertos de comunicación, los espacios de inte-
ligencia colectiva siempre están expuestos a ruidos o fake
news; sin embargo, la historia efectiva de las mismas es
muy corta. O sea, dadas ciertas condiciones, los colectivos
son más inteligentes que cualquier minoría experta. Y es
que, incluso, los peligros del amateurismo se minimizan
cuando se colectiviza el conocimiento y sus productos.
No es extraño que en el ámbito económico las empresas
hayan introducido un neologismo inglés: el crowdsourcing
–crowd+(out)sourcing, que podíamos traducir como so-
cioexternalizacion–, para dar cuenta de la necesidad que
ellas tienen hoy de adquirir una gran variedad de ideas y
propuestas de personas externas (prosumers)
35
con el fin
de impulsar el negocio y evitar errores de inversión.
Pues bien, propongo incorporar el término al vocabulario
epistémico. Tengamos en cuenta que las actuales redes in-
focomunicativas han de ser concebidas como extensiones
de nuestras redes neuronales. Internet viene a ser como
un cerebro exosomático, una mente extendida. Debemos
hablar, pues, de knowsourcing –know(ledge)+(out)sour-
cing– y descartar la idea de que los procesos cognitivos
deben seguir siendo entendidos como algo que ocurre en
el interior de nuestros cerebros y/o mentes individuales.
Por el contrario, esos procesos siempre han emergido y
prolongado a través de redes que han integrado y sincro-
nizado funcional y estratégicamente la mente, el cuerpo,
el mundo físico y el mundo social.
En definitiva, contra Brennan y su apuesta epistocrática,
hay razones epistémicas de diversa índole para justificar
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las deliberaciones y decisiones democráticas, sin caer,
por supuesto en demolatría; entre ellas, que la probabili-
dad individual de tomar una decisión errónea siempre es
mayor que la probabilidad colectiva de escoger la misma.
También existen razones políticas: la principal es el princi-
pio de congruencia entre los autores y los sujetos de las
reglas, porque solo gracias a él puede hacerse posible,
remedando la fórmula rousseauniana, que cada persona,
al unirse a todas las demás por leyes comunes, no termine
obedeciendo, independientemente del lugar que habite,
rol o puesto que ocupe, más que a sí misma, permanecien-
do siempre tan libre como antes.
4. Doxa y democracia
Cornelius Castoriadis ha afirmado, con razón, que la
democracia presupone el libre juego de las opiniones y
es incompatible con la episteme. Ha negado, por ello, la
posibilidad de una ciencia política. Pensar que la política
tiene que trascender el mundo de la opinión implica asumir
con Platón que debe ajustarse al reino de la necesidad y
explorar rutas que, una vez descubiertas, no hay más re-
medio que transitar. Pero, como apuntó también Rawls, «el
celo que entraña la verdad absoluta es incompatible con
la idea de razón pública que forma parte de la ciudadanía
democrática».
36
En cambio, la contingencia y el disenso
nos devuelven al terreno de las doxai y con él al de la po-
lítica.
37
Ni siquiera tiene sentido hablar de la infalibilidad
de la voluntad general o de un pueblo. Cualquier sistema
político, incluido el democrático, jamás está inmunizado
contra todo error, locura o crimen.
38
El sabio o experto, desde este prisma, debe ser definido a
posteriori como aquel que posee la capacidad de producir
consenso; quien posee mayor pericia para hacer que una
mayoría ajuste sus percepciones a las opiniones grupales;
quien haga posible, aunque sea tentativamente, la unani-
mitas votorum, que es la fórmula que utiliza el mismo Kant
en la Reflexión 2.566 (1775-1776): «unanimitas votorum
est pupilla libertatis. Liberum veto».
39
36. Rawls (2002, pág. 157).
37. Habermas (2001, págs. 107 y sigs.).
38. Castoriadis (2007, págs. 80-81).
39. Kant (Reflexión 2566; AA. Vol. XVI, págs. 419-420).
40. Fishkin (1979, págs. 212 y sigs.).
Podríamos traducir nosotros el lenguaje kantiano a térmi-
nos contemporáneos: el decir libre, la justicia epistémica
y la imparcialidad nunca pueden producir la certeza de un
decir verdadero. La verdad es insondable. Como el arbitrio
de Dios para los protestantes. Pero, al igual que para cal-
vinistas o luteranos el éxito en sus negocios era un signo
(sin garantías) de merecer estar fuera de los condenados
al infierno, la unanimitas votorum es un signo de que una
opinión merece no ser abandonada por errónea, un signo
de que es fiable. Nunca de infalibilidad. Sensu contrario, la
falibilidad impide que consideremos la misma unanimidad
temporal como garantía de libertad, justicia epistémica e
imparcialidad. Debemos investigar siempre la posibilidad
de que existan argumentos de fuerza o coacciones de
alguna minoría o de la propia mayoría.40 Quizás, por
eso, los defensores del procedimentalismo como sistema
menos malo de toma de decisiones aboguen por la de-
fensa del constitucionalismo, es decir, por mecanismos
institucionales que sirvan de complemento a la regla de la
mayoría. Y es que si la misma unanimidad de voto es, en
el caso improbable de producirse, falible y la regla episto-
crática totalmente inadmisible, solo puede rechazarse la
regla de la mayoría recurriendo, por ejemplo, a la regla de
mayorías reforzadas, que son la base de todo orden cons-
titucional. Solo así el derecho a decidir de una mayoría no
disminuiría la probabilidad de tomar decisiones equivoca-
das. La democracia puede terminar siendo despótica si no
reconoce la falibilidad de la misma unanimidad del voto,
si no concibe el derecho de disenso (el decir libre) como
un límite externo y previo al procedimiento mayoritario.
Y es que quienes asumen la regla de la mayoría como el
fundamento incuestionable del procedimiento democráti-
co de decisión colectiva están expuestos a la paradoja de
la democracia: una comunidad debería tener el derecho
a decidir por mayoría dejar de decidir por mayoría. Por
decirlo, de otro modo, una democracia sin derechos no es
deseable.
Con el fin de evitar estas consecuencias indeseadas,
es habitual encontrarnos con la propuesta de mecanis-
mos institucionales que favorezcan el intercambio de
información, la detección de errores, el control sobre
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factores emocionales y preferencias irracionales de los
ciudadanos.
41
Es lo que se conoce como la adopción de la
estrategia de Ulises.
42
Ulises, sabedor de la musicalidad y
dulzura del canto de las sirenas, después de tapar con cera
los oídos de su tripulación, se hizo atar al mástil del barco;
era consciente de que la irresistible atracción del canto de
las sirenas les conduciría a la muerte en el agua. Aseguró
la racionalidad de manera indirecta: no quiso sacrificar
sus intereses vitales (básicos y duraderos en el tiempo)
en aras de determinados cursos puntuales de flaqueza
de la voluntad o irracionalidad. Una comunidad política
necesitaría mecanismos constitucionales por las mismas
razones que Ulises necesitaba sus ligaduras. En todo caso,
hay una cosa peor que creer que la mayoría (o las multi-
tudes) siempre tiene razón, y es creer, con Brennan, que
nunca la tienen.
Falibilidad y democracia son, finalmente, un matrimonio
indisoluble. Verdad y democracia, un matrimonio irre-
conciliable. Solo cabe una concepción doxástica o falible,
nunca epistémica o deferencialista,
43
de la democracia.
Conclusión: creación de grupos
parlamentarios virtuales
En este trabajo, hemos querido mostrar la debilidad de
los discursos demofóbicos. Por supuesto, no se trata de
sustituir demofobia por demolatría. Los recientes análisis
de Yascha Mounk en The People vs. Democracy (2018)
destacan cómo la fricción entre democracia y represen-
tación popular no tiene por qué hacernos optar entre una
sociedad de derechos sin democracia, que es en lo que han
devenido nuestras democracias representativas, ni por
una populista de democracia sin derechos.
En las democracias informacionales las decisiones co-
lectivas no deben limitarse a la simple participación en
procesos electorales o al ejercicio de la representación
en organismos e instituciones diseñados por expertos o
41. Greppi (2013, págs. 52 y sigs.).
42. Elster (2014).
43. El deferencialismo podemos definirlo, con Susan Haack, como una predisposición excesiva a aceptar como autoridad cualquier afirmación
hecha por las ciencias o los expertos (2007, págs. II-III).
44. Scolari (2013, pág. 65).
45. Habermas (1998, pág. 449).
profesionales. EI poder, por más que le pese a Brennan,
se ha desplazado, de hecho, desde las instituciones que
siempre han dirigido top down, capitalizando piramidal-
mente la información y diciéndonos cómo dirigir nuestras
vidas, hacia un nuevo paradigma de poder colectivamente
distribuido y compartido por todos nosotros. Los internau-
tas, principalmente los jóvenes, son hoy los «embajadores
de esa cultura colaborativa, participativa y abierta, que
ha encontrado en las redes digitales su ámbito natural de
expresión».
44
Los expertos o profesionales de la política
pueden coadyuvar a las decisiones colectivas, pero estas
decisiones, finalmente, deben discutirse y tomarse de
abajo hacia arriba en las casas y los dispositivos electró-
nicos de los ciudadanos sin cargo e incluso sin acreditar
información suficiente. Ellos, lejos de empobrecer la es-
fera pública apoyándose en un supuesto cinismo político
de las redes, refuerzan prácticas de autogobierno que hay
que proteger y potenciar, porque han sido durante mucho
tiempo parte esencial de la cultura participativa y demo-
crática occidental.
Desde nuestra perspectiva, una de las claves está en
reducir la separación radical tradicional entre la esfera
política institucional y la esfera de la opinión pública. De
hecho, la esfera política siempre se ha entendido como
un espacio en el que los ciudadanos con cargo asumen,
interpretan y elaboran en el complejo parlamentario las
opiniones y problemas tematizados en la esfera pública
por la sociedad civil.
45
Pero, hoy, la emergencia del Quinto
Poder permite a la ciudadanía común trascender los filtros
del procedimiento institucionalizado de formación de la
voluntad política y de producción legítima de derecho. Por
ello, contra Brennan, proponemos no solo máxima inclusi-
vidad, sino encontrar mecanismos para institucionalizarla.
Y una manera de hacerlo es la de la reforma constitucional
que haga posible la creación de grupos parlamentarios
virtuales en los parlamentos de las democracias conso-
lidadas; esto es, grupos parlamentarios no presenciales,
con plena capacidad parlamentaria y un número limitado
de escaños atribuidos que, a través del televoto, refrendos
electrónicos y promoción en línea de iniciativas populares,
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permita permanentemente a todo ciudadano intervenir
en tiempo real, sin intermediarios, ni representantes, en
la vida legislativa. Considero que la desterritorialización,
flexibilidad y descentralización de las redes telecomunica-
tivas deben hacer inviables los cierres políticos a los que
estamos acostumbrados en las democracias de partidos.
Los digital media pueden ser, finalmente, un potente ins-
trumento para avanzar hacia una democracia directa en la
que los ciudadanos sin cargo puedan ganar en participa-
ción y poder decisorio.
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Cita recomendada
MOYA, Eugenio (2019). «Swarm intelligence, política y verdad». IDP. Revista de Internet, Derecho y
Política. N.º 28, págs. 71-84. UOC [Fecha de consulta: dd/mm/aa]
org/10.7238/idp.v0i28.3178>
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Sobre el autor
Eugenio Moya
emoya@um.es
Catedrático de Filosofía
Universidad de Murcia
Desde 1995, enseña Filosofía de la Tecnología y Teoría del Conocimiento en la Facultad de Filosofía,
donde ha desempeñado diversos cargos: vicedecano de posgrado, coordinador de doctorado… Ac-
tualmente, es editor de la sección de epistemología de la revista internacional de filosofía Daímon y
coordinador de la colección editorial Editum Scientia. Entre sus publicaciones se encuentran los libros:
La disputa del positivismo en la filosofía contemporánea (Murcia, 1997), Crítica de la razón tecnocien-
tífica (Madrid, 1998), Conocimiento y verdad. La epistemología crítica de K. R. Popper (Madrid, 2001),
¿Naturalizar a Kant? Criticismo y modularidad de la mente (Madrid, 2003), Kant y las ciencias de la vida
(Madrid, 2008), Pensar el presente (Madrid, 2010) y Filosofía de la tecnociencia (Murcia, 2014), así como
numerosas contribuciones a sus dos líneas de investigación principales: la teoría del conocimiento y el
análisis del impacto de la revolución digital en nuestras formas de vida. Cuenta, en esta última línea,
con publicaciones y colaboraciones en revistas y libros especializados: «La ética hacker y el espíritu
del informacionalismo. Wikileaks como caso paradimático» (2012) y «La emergencia del pronet@riado.
Revisión crítica del concepto habermasiano esfera pública» (2013); «La emergencia del Quinto Poder.
Pronet@riado, parresía y democracia virtual» (2013), «Redes, mentes extendidas y verdad» (2015),
«Prosumo, swarming y transmedia. Hacia un nuevo concepto de stakeholder» (2018).
Departamento de Filosofía
Facultad de Filosofía
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30100 Murcia

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