La nueva socio-economía de la organización, la competitividad y el empleo

AutorG. Dosi

Asunto: Cada vez se admite más fácilmente que el empleo y el crecimiento dependen en gran medida de las proporciones y direcciones de la acumulación de conocimiento de una determinada sociedad, así como de la distribución de este conocimiento dentro de ella. Las instituciones y organizaciones - fundamentalmente las empresas - influyen tanto en las pautas de acumulación de conocimiento como en la efectividad con la cual este conocimiento puede ser explorado económicamente.

Relevancia: Europa se caracteriza por una diversidad de instituciones, prácticas comerciales y pautas de organización, que perduran a pesar de las presiones de la competencia mundial. Por lo tanto, entender los factores que sustentan esta organización es un condicionamiento político fundamental. Las implicaciones políticas de tal diagnosis son relevantes para el conjunto de las opciones disponibles en la "ingeniería institucional", las políticas de ciencia / tecnología / industrial / de competencia, y las recomendaciones sobre gestión estratégica.

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Introducción

Existe escasa evidencia de que las instituciones, formas de organización corporativa y estrategias comerciales tiendan a "converger de forma natural" y rápida hacia los modelos más eficientes y de mejora del bienestar. Por lo tanto, una condición previa fundamental para cualquier orientación política es la comprensión de los factores que sostienen unos determinados esquemas organizativos e institucionales a lo largo del tiempo. Las implicaciones políticas de tal diagnosis son relevantes para el conjunto de las opciones disponibles en la "ingeniería institucional"; las políticas de ciencia / tecnología / industrial / de competencia, y las recomendaciones sobre gestión estratégica.

Después de todo, muchas afirmaciones comúnmente aceptadas - pero pocas veces contrastadas -, con implicaciones políticas de largo alcance, están relacionadas con estos temas. Piénsese, por ejemplo, en afirmaciones tales como: "la ventaja de EE.UU. en muchas industrias de alta tecnología se deriva de la calidad de las relaciones entre universidad e industria …" o "se deriva de la habilidad del capital inversor para encontrar empresarios innovadores", "incluso las empresas japonesas están mejor preparadas para responder flexiblemente a los recursos y demandas cambiantes …"; y también "las empresas de Singapur o EE.UU. se basan en la flexibilidad diferencial de sus mercados laborales para ajustarse a los cambios en el mercado …"; o, a la inversa, "…las aptitudes diferenciales de aprendizaje de las empresas alemanas o escandinavas se basan en unas relaciones banco / productor / usuario bastante complicadas"; y muchas más. Lo que tienen en común todas estas afirmaciones es la idea intuitiva de que el contexto institucional tiene importancia en la configuración de la actividad de las empresas y en su éxito. Pero todavía hay mucho que aprender sobre el proceso a través del cual esto ocurre.

Organización comercial, crecimiento y empleo

¿Cuál es la influencia de las formas particulares de organización de la producción, investigación innovadora y competencia comercial sobre el rendimiento competitivo de las empresas individuales (medido, digamos, en términos de beneficios, cuota de mercado o crecimiento)? ¿Tienen también las diferencias en organización / estrategias corporativas o rendimientos individuales, un impacto sobre el rendimiento colectivo de todo un país en términos de, por ejemplo, crecimiento del PIB, empleo o cualquier otro indicador del "bienestar" colectivo que se elija? Pero, si existe al menos alguna evidencia circunstancial de que la respuesta a la última cuestión pueda ser positiva, ¿qué es lo que explica las distribuciones no puramente aleatorias de las organizaciones y estrategias aparentemente "mejores" en los países? O, de un modo más directo, ¿por qué las empresas, y por extensión, los países, no convergen rápidamente hacia las "formas de hacer las cosas" del modo más eficiente?

A su vez, si hubiera que constatar diferencias significativas y persistentes entre los países y las principales entidades socioeconómicas (como la U.E., EE.UU., Japón, etc.) tanto en las características corporativas como en los rendimientos globales, ¿qué es lo que las determina? ¿Hasta qué punto se deben al contexto institucional de origen (o de localización) de las empresas? Y, a la inversa, ¿cuál es el alcance de la discrecionalidad de las decisiones de gestión estratégicas? Además, si de verdad parecen existir conexiones sistemáticas entre características corporativas, instituciones en un contexto específico y resultados socioeconómicos colectivos, ¿cómo son estas relaciones? Por ejemplo, ¿hasta qué punto es rentable extender la noción de competitividad de las empresas individuales hasta todo un país? ¿Hasta dónde podemos llegar sin riesgo en la explicación de los diferentes rendimientos globales en términos de grados de "inercia institucional"? ¿Existen diversas pautas de ajuste / desajuste entre rasgos micro-económicos y configuraciones institucionales que produzcan rendimientos macro-económicos más o menos similares? O, a la inversa, ¿se puede identificar inequívocamente algún "método óptimo" al que instituciones y estrategias corporativas deberían adaptarse rápidamente? Y, finalmente, tras todas estas cuestiones subyacen algunas incluso más amplias, relativas a las relaciones entre "competitividad" (cfr. Coriat 1997 en este mismo número), crecimiento y empleo; el papel de las organizaciones y estrategias de las empresas en estos temas, y la habilidad de la política para configurar las pautas del cambio industrial a largo plazo.

Huelga decir que, en estas breves notas, es imposible proporcionar una descripción suficientemente completa de lo que conocemos sobre las respuestas a esta larga lista de preguntas (lo cual ciertamente, desde mi punto de vista, no es mucho) [1]. Más bien, sería útil apuntar hacia varias direcciones de investigación y, al mismo tiempo, a la gestión estratégica y a la relevancia para la política pública de las respuestas que uno podría sugerir.

Una visión más detallada del interior de las organizaciones comerciales…

Es un paso que algunos de nosotros hemos estado instando y persiguiendo científicamente durante bastante tiempo: en analogía, y conjuntamente, con "abrir la caja negra de la tecnología" (Rosenberg, 1982; Freeman, 1982 y 1984; y Dosi, 1988), intentemos también comprender mejor el modo en que las organizaciones aprenden "cómo hacer las cosas y mejorar / modificar estas aptitudes a lo largo del tiempo". Por lo tanto, el primer aspecto a tener en cuenta es: puesto que una dimensión fundamental de las empresas comerciales (así como de otras organizaciones) es la coordinación del conocimiento distribuido (incluyendo por supuesto el conocimiento tecnológico), con el fin de afrontar tareas colectivas de solución de problemas, se necesita observar las peculiaridades de las formas europeas de hacerlo (casi con seguridad más de una), y sus resultados demostrados. En segundo lugar, fijémonos con especial atención en la influencia que la implantación social de las rutinas y las estrategias corporativas ejerce sobre las direcciones y las tasas de acumulación de conocimiento para la solución de problemas (Nelson, 1994; Zysman, 1994; y Dosi y Kogut, 1993). La "implantación social" es una forma abreviada de denominar el modo en que las conductas corporativas están configuradas por factores socialmente específicos, tales como la naturaleza de los mercados laborales locales, las instituciones de formación profesional, las instituciones financieras, los mecanismos que controlan la creación y financiación de nuevas empresas, etc.

En tercer lugar, si el conocimiento es - tal como creemos - un determinante fundamental de la competitividad, es importante lograr una mejor comprensión de las vías por las cuales la imitación y la capacidad de transferencia de aptitudes organizativas están condicionadas por la idiosincrasia y la naturaleza tácita del conocimiento en que se basa la solución de problemas y por la dificultad de separar tareas y conocimientos altamente interrelacionados. Así, por ejemplo, parte de la respuesta a la pregunta de por qué la empresa a es más "competitiva" que la empresa b probablemente resida en el conocimiento diferencial que posee la empresa a. Pero, ¿qué significa exactamente "conocimiento organizativo"? ¿Dónde reside? Y, ¿cómo puede adquirirlo también la empresa b?

Cuarto, e igualmente importante (como señalaron con mayor detalle Coriat y Dosi, 1994, basándose en Nelson y Winter, 1982) las formas específicas de organización y rutinas corporativas, implican unas formas de gestión de los intereses potencialmente contradictorios igualmente específicas. Con esto queremos decir que las "formas de hacer las cosas" de una organización se complementan con una estructura de incentivos específica para los miembros de la organización, y con los mecanismos para controlar, penalizar, premiar, etc. A su vez, esto último influye en cómo una organización aprende a lo largo del tiempo y en la efectividad con la que explota su ventaja competitiva.

Además, las formas de aprendizaje y los modos de dirección co-evolucionan en sentidos que probablemente pueden ser específicos de instituciones nacionales y regionales. Así, por ejemplo, las reglas de cómo compartir la información corporativa, de formación interna, de movilidad de personal, etc. tienen que ajustarse típicamente a la formas en que están organizados el mercado laboral y las relaciones industriales. De igual modo, la recomendaciones sobre gestión estratégica tienen que ajustarse a las pautas de financiación y a la dirección corporativa específicas de un sistema financiero dado.

Con respecto a todos los puntos anteriores, Europa presenta una rica variedad de modelos organizativos e institucionales. Sólo a modo de ejemplo, piénsese en las diferencias entre una empresa alemana "arquetípica" con su modo de dirección financiera basado en los bancos, su sistema de formación, sus relaciones laborales participativas, etc., frente al arquetipo británico mucho más "basado en el mercado", o una región italiana, etc. El análisis de tal variedad, y de los rendimientos relacionados, es interesante no solamente desde un punto de vista científico, sino que por supuesto implica aspectos políticos fundamentales. Por ejemplo, ¿hasta qué punto pueden los sistemas nacionales aprender unos de otros dentro de la Unión? ¿Seguirán todos siendo viables dentro del naciente marco institucional super-nacional? ¿Cómo se puede lograr que esta diversidad se convierta en una ventaja colectiva europea?

De la Tecnología y las Organizaciones Corporativas a la Competitividad y el Empleo Nacional/Regional

De forma muy resumida, nuestra hipótesis general es que la naturaleza de las organizaciones comerciales, sus aptitudes y orientaciones estratégicas - inmersas, como están, en instituciones nacionales específicas - son un ingrediente crucial, aunque a menudo olvidado, de la competitividad de las naciones y las regiones. En relación con esto, la dimensión organizativa e institucional podría ayudar a explicar lo que se ha discutido en Andreasen y otros (1995) bajo el título de la "paradoja europea". En esencia, consiste en lo siguiente: la mayoría de los indicadores de producción científica y tecnológica (como las publicaciones científicas internacionales, patentes, etc.) muestran que el rendimiento europeo está a la altura del de los demás grandes actores internacionales, a saber EE.UU. y Japón. Sin embargo existe la notable excepción de las tecnologías de microelectrónica/información, en las que Europa parece estar significativamente retrasada. Sin embargo, un aspecto general de la debilidad europea es el relacionado con las "aptitudes de transformación" del conocimiento científico y tecnológico en oportunidades de crecimiento, exportación y empleo (cfr. Amable y Boyer, 1994, y Coriat, 1995). Una hipótesis plausible (como indicaba Coriat, 1995) es que, de hecho, buena parte de los sistemas europeos de organización corporativa muestran grandes debilidades y retrasos en la explotación de nuevas vías de investigación, inercia en el ajuste, ineficiente uso de recursos humanos y "miopías estratégicas" (cfr. también Patel y Pavitt, 1994).

En resumen, la perspectiva que sugerimos destaca la importancia crucial, en conjunto, de (a) tecnología - o de modo más general, generación y difusión de conocimiento - y (b) modelos y estrategias organizativas, en la configuración de la competitividad a largo plazo (en la definición más amplia propuesta en el artículo de B. Coriat en este número).

Este enfoque, aunque no es "nuevo" para una creciente minoría de economistas, estrategas comerciales y políticos, está reñido de hecho con la inalterable doctrina convencional centrada en los costes, en divisas, como único determinante de la "competitividad" (en sentido estricto, cfr. el artículo de Coriat) y en la "perfección del mercado" como condición primaria para la obtención del máximo bienestar social posible.

Esto tiene también implicaciones notables para subrayar los determinantes de las tasas de empleo. A modo de caricatura, pueden considerarse dos puntos de vista opuestos. En primer lugar, el convencional señala, más o menos, que el desempleo se produce únicamente como consecuencia de alguna disfunción del mercado, incluyendo las rigideces que impiden que los costes se fijen a sí mismos en sus niveles de compensación de mercado. A la inversa, en lo que podríamos denominar una visión de la competitividad y el crecimiento centrada en el conocimiento, la generación de empleo (y de ingresos) se considera impulsada, en el fondo, por las tasas de acumulación y explotación del conocimiento en la sociedad. Afirmaciones relacionadas son que (a) la acumulación de conocimiento y de capital físico van intrínsecamente unidas (más técnicamente, están "acopladas dinámicamente" a través de retroalimentaciones positivas) y, (b) la distribución de la renta y las condiciones del mercado tienen, por supuesto, mucha importancia, pero fundamentalmente a través de la influencia que ejercen sobre las pautas del aprendizaje colectivo, por un lado, y sobre la "contextualización dinámica" en cada posición generadora de ingresos (en esta última incluimos la facilidad de entrada de nuevos competidores, las limitaciones financieras para sus posibilidades de crecimiento, etc.) Estas reflexiones aparecen más desarrolladas en Dosi (1996).

Seamos más concretos con respecto a la diagnosis actual de las relaciones competitividad-crecimiento-empleo. La base de la visión convencional es que la sociedad (o más probablemente parte de ella) tiene que pagar por los tres con "sangre, sudor y lágrimas". Así, por ejemplo, se pone un énfasis casi exclusivo en el ajuste a la baja de los costes como solución a la mayoría de los problemas de insuficiente competitividad y estancamiento del empleo. Y cualquier fallo en el remedio se considera como revelador de esta inadecuación de la dosis de sangre, etc. extraída. El otro punto de vista es algo más sofisticado (y, posiblemente también por esta razón, menos atractivo: ¡después de todo sería más fácil si todas las enfermedades pudieran curarse con un único medicamento!). En parte se superpone con el primero en la identificación de la competencia en el mercado (y facilidad de las condiciones de entrada iniciales) como un requisito muy deseable para el dinamismo económico [2]. Así, por ejemplo, ambas visiones probablemente compartan la conclusión de que algunas medidas institucionales en Europa son, en conjunto, las principales responsables de la obtención monopolística de la renta, el maltrato al cliente y la inercia innovadora (los historiales de muchas empresas de correos, telégrafos y telecomunicaciones europeas, por ejemplo, son desafortunadamente de este tipo). Sin embargo, dadas unas condiciones de competencia razonables, y una compatibilidad de incentivos, tanto en el mercado de productos como en el mercado laboral, las dos visiones tienen probabilidades de partir, en términos de prescripciones prioritarias, para fomentar el crecimiento del empleo. El punto de vista convencional podría estar inclinado a afirmar que, de nuevo a modo de caricatura extrema - "sangre es lo que se necesita…". Al contrario, en la hipótesis sugerida aquí, el aprendizaje tecnológico y organizativo podría ser un juego colectivo positivo fundamental (Landau y Rosenberg, 1986), por el cual, bajo ciertas condiciones institucionales y micro-organizativas, la acumulación de conocimiento se combina con las oportunidades de inversión, que a su vez se combinan con la demanda de empleo, y esta, a su vez, se combina con el crecimiento del mercado. En el caso actual que nos ocupa, por ejemplo, un posible escenario alcanzable, aunque en absoluto el único previsible, sería precisamente un camino renovado de crecimiento auto-sostenido de las rentas, caracterizado, en gran medida, por un acceso crecientemente difundido a las competencias sobre el procesamiento de la información, las "inversiones intangibles", y el rápido desarrollo de las infraestructuras relacionadas.

La identificación de los componentes esenciales de semejante escenario ideal, desarrollado sobre el descubrimiento de sus "semillas", ya presentes en el medio socio-económico actual, es precisamente uno de los objetivos principales del proyecto Made in Europe. Tal como lo vemos nosotros, la transición a través de regímenes de acumulación de conocimiento y de gestión social ligeramente diferentes presenta "oportunidades" importantes tal como señala Paul David (1988) [3], e igualmente oportunidades importantes para los desastres. Estamos en una época en que la discrecionalidad administrativa y política es mayor y en la que "mantener las viejas formas de hacer las cosas" puede producir pérdidas irreversibles. Si tiene éxito, el proyecto puede proporcionar verdaderamente alguna ayuda para disminuir el riesgo de que - como en el viejo chiste - el borracho continúe buscando las llaves de su casa bajo la farola porque es el único lugar donde es fácil ver algo, aunque sepa que las perdió en otro lugar…

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