La sociedad tolerante. Igualdad y no discriminacion

AutorMario Alberto Portela
Cargo del AutorUniversidad Nacional de Mar del Plata
Páginas51-68

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Las sociedades actuales han generado múltiples problemas de convivencia ya que no existe en ellas ninguna clase de unidad en cuanto a los estilos de vida posibles de sus habitantes, ni en los valores que los mismos sustentan. Ejemplos recientes de estas múltiples opciones pueden advertirse en las reticencias de los países de la UE a aceptar en su seno a Turquía, en la legislación que prohíbe el uso de cualquier clase de vestimenta o símbolo religioso en las escuelas francesas y en nuestro país igualmente estos fenómenos se han visto potenciados en el último año cada vez que salió a la palestra el tema del aborto, o simplemente en la posibilidad de efectuar una exhibición artística no ortodoxa desde el punto de vista religioso.

Todos estos son fenómenos, de los que he escogido unos pocos a modo de ejemplo, que de alguna manera reflejan la existencia en el seno de nuestras sociedades del multiculturalismo que ha planteado serias cuestiones no sólo en la literatura política, sino también en la bibliografía filosófica, jurídica y antropológica. Pero la cuestión además de ofrecer aristas teóricas tiene un perfil práctico ya que generalmente estas discrepancias generan violencia social. Surgen entonces las preguntas que se refieren a la manera en la que es posible convivir en paz en el seno de una sociedad en la que coexisten varias culturas dispares y aun antagónicas. ¿Hay que integrarlas? En Page 52 su caso ¿cómo? ¿Tolerarlas? Pero ¿Hasta qué límites? ¿Todas valen igual? Si la respuesta fuera afirmativa: ¿Entonces es imposible establecer jerarquías de valores?

Este panorama se presenta además como imperativo puesto que una de las ideas de toda sociedad liberal que conforma un estado constitucional de derecho, es la de constituir una sociedad tolerante, esto es como aquélla en la que la tolerancia conforma un valor para ser respetado por todos (salvo el límite milliano del principio del daño). Incluso en nuestra CN son varias las normas que obligan al respeto por la tolerancia. Así cabe referirse entre otros a los arts. 16, 19, 20, 75 inc. 17 y en relación al inc. 22 la incorporación de los diversos Tratados y Pactos de derecho Humanos que conforman, desde 1994, nuestro derecho interno constitucional.

1. Opiniones y definición

Acerca de la tolerancia se han vertido las más dispares opiniones, que incluyen valoraciones diversas para el mismo concepto. Así, en una breve visión a vuelo de pájaro, cabe hacer referencia a los deseos de K. Popper que se manifestaba anhelando como ideal de la democracia "una utopía de la tolerancia", o a las expresiones de R. Wolff que la cree "la virtud de la moderna democracia pluralista". En el mismo tono encomiástico P. Nicholson afirma que es "un ideal moral" y M. Cranston la considera "lo segundo mejor que debe ser apreciado en un mundo imperfecto".

Pero dentro de quienes opinan distinto se encuentra G. Chesterton que considera que la tolerancia es simplemente la "virtud de la gente que no cree en nada", o S. LaSelva que la minusvalora como un mero concepto político que nada tiene que ver con la virtud. Mas duro aún H. Marcuse advierte acerca de los rasgos represivos de la tolerancia "del sentido y del sinsentido" en las sociedades democráticas y J. Halberstan cree que la tolerancia genuina es fácticamente imposible para cualquiera1.

Consecuentemente, ante semejante cúmulo de opiniones contradictorias es menester tener mucho cuidado en el tratamiento de Page 53 un tema por cierto erizado de dificultades y que como casi todos los que integran el inmenso campo de las cuestiones morales y políticas se debate por el equilibrio y la búsqueda de los límites que impidan caer en las frecuentes "pendientes resbaladizas", terror de los filósofos prácticos.

Me parece lo mas prudente partir de la definición de Garzón Valdés en tanto considera que la tolerancia "es un permitir a alguien cosas no deseadas en aras de preservar un valor superior y que funciona en todos los casos como una propiedad disposicional que se ve sometida a prueba en diversas circunstancias que se conocen como "las circunstancias de la tolerancia"2.

2. Distinciones

Es importante comenzar por distinguir esta propiedad de otras que pueden parecerse pero que son absolutamente diversas. Así por ejemplo no hay que confundirla con la indiferencia que básicamente es consecuencia de una actitud escéptica ante los valores y principios morales y que por reflejo también asume la inconmensurabilidad de las diversas pautas culturales. El indiferente no tolera, ya que no cree que exista valor superior alguno que haga necesario ejercitar una preferencia y esta actitud es casi inversa a la del tolerante que permite u omite (actúa) en aras del valor que considera superior. Puede decirse que lo que al indiferente no le interesa al tolerante le importa en grado superlativo y por ello se esfuerza en ejercitarla.

Sin embargo como bien sugiere Gianformaggio3, esta distinción no se encuentra exenta de dificultades ya que la defensa típica del intolerante, dirigida a quien tolera, es justamente acusarlo de indiferente. Especialmente esto ocurre cuando los enfrentamientos aparecen por motivos religiosos, en los que cada parte pretende tener la "Verdad" absoluta y en consecuencia cree fervientemente no poder permitir la supervivencia del error4 del otro. Page 54

El terreno de la libertad religiosa es justamente el que mas problemas ha provocado a la admisión de la tolerancia y motivó la famosa carta de J. Locke5, que si bien la pregonaba para todos los que creían en cultos diversos y practicaban distintas religiones, no la admitía para con los ateos. Esto porque sostenía que los no creyentes no tenían razón alguna para guardar fidelidad a promesas, ni para respetar juramentos de acuerdo al viejo apotegma que dice que si Dios no existe, "todo está permitido".

De la misma manera y en este terreno de la religiosidad Santo Tomás argüía que a veces la Iglesia (católica) ha tolerado los usos religiosos de herejes y paganos, sólo si el número de infieles era "muy grande". Si ello no ocurría para el aquinate la tolerancia religiosa estaba prohibida6, con excepción del caso de los judíos con quienes se compartía un pasado común y que por ello merecían una consideración y respeto mayores que los cofrades de otras creencias. Justamente por esta intolerancia raigal, Locke también excluía a "los Papistas" de la virtud de la tolerancia.

En este campo sacro es donde mas firmemente resuenan los argumentos que dicen que la tolerancia no es otra cosa que debilidad e indiferencia y que proviene, tal como decía Chesterton, de la gente que carece de creencias firmes, por lo que dista mucho de ser una virtud y se parece mas a una anomalía de la voluntad (la ya mencionada indiferencia). El elemento básico que creo hay que subrayar para entender claramente la distinción entre tolerancia e indiferencia, con exclusión de la existencia de valores superiores, radica en la circunstancia que por definición atribuye a aquélla la aptitud para soportar "cosas no deseadas", en lugar de observar fríamente hechos que (para el sujeto activo) son indistintos ya que da lo mismo que pasen o que no ocurran.

De alguna forma, como bien señala Gianformaggio en todo acto de tolerancia cobra relevancia "el mal a tolerar" que es el objeto de la relación7 disposicional y que implica la necesidad de asumir una Page 55 concepción de la tolerancia que no resulta indiferentista ni escéptica. Tal vez haya sido esta configuración débil (la que la asemeja a la indiferencia) la que haya llevado a B. Croce a sostener que entre "los tolerantes no siempre se encontraban los espíritus mas nobles y heroicos. A menudo se hallaban los retóricos y los indiferentes. Los espíritus vigorosos mataban y se hacían matar"8.

También hace falta distinguir la tolerancia de la simple renuncia a la represión que puede estar guiada por meras razones prudenciales, como las del tomismo, y que nada tienen que ver con las circunstancias de la tolerancia. Por eso de alguna manera al decir de Gianformaggio la tolerancia siempre comporta una actitud de relación positiva que no asume la diversidad como un desvalor9.

Como bien señala Bobbio10 el significado histórico de tolerancia se ceñía en un primer momento a la convivencia entre religiones diversas, luego se extendió a las distintas creencias políticas y actualmente se aplica en las sociedades urbanas occidentales que se encuentran cruzadas por el multiculturalismo que exige convivencias étnicas, lingüísticas, raciales y en general con todos los que son considerados "diferentes" (homosexuales, discapacitados, individuos que provienen de varias "tribus urbanas", etc.) por las mayorías numéricas o por quienes detentan el poder.

Como bien señala el autor citado la tolerancia entre creencias (religiosas o políticas) implica distintas concepciones acerca de la verdad y la coherencia mientras que la que exige igual trato para los diferentes sitúa en un primer plano el problema de la discriminación y el prejuicio que son extremadamente notables en todo aquello que implique cuestiones raciales o de género.

Estas se sostienen, en efecto, sobre la base de prejuicios que se sustentan aparentemente en opiniones pseudo científicas, como la que hace menos aptos intelectualmente a los negros con base en espurios tests de inteligencia11 o naturalmente avaros y culpables de Page 56 acumulación de metales preciosos, que derivan en la ruina económica de los países en que habitan a los judíos12, o "naturalmente" distintos a los hombres de las mujeres, diferencias éstas que "justifican" una relación de dominación (que se dediquen a cuidar la casa, los niños, a "servir" al marido). Todo el discurso racista o sexista se basa en este tipo de aseveraciones...

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