Exclusión social y empresas de inserción

AutorCarlos Arroyo Abad
CargoUniversidad Católica de Ávila
Páginas191-202

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I La exclusión social y su contexto

Son muchas las definiciones que a lo largo de los años se han formulado sobre la realidad de la exclusión social, si bien la vaguedad en sus términos ha permitido una valoración acomodaticia y flexible en atención a los distintos contextos temporales, geográficos y socio-económicos desde los que ha sido observada. De igual forma, el análisis de la exclusión social ha venido muchas veces acompañado del análisis de otras realidades como pobreza o desigualdad social. Estas otras realidades, no por graves, no dejan de ser distintas a la exclusión social.

La desigualdad social, implica la inexistencia de un trato homogéneo dentro del marco social. Es por tanto una característica innata a las sociedades humanas, si bien su grado de evolución o crudeza viene ligado al grado de desarrollo de dicha sociedad.

La pobreza lleva aparejado una privación material para la satisfacción de las necesidades básicas. A su vez, el grado de indisponibilidad de esos recursos materiales nos permitirá diferenciar entre la pobreza severa o absoluta, entendida ésta como una inexistencia total de recursos para sobrevivir; y la pobreza relativa, entendida ésta por la presencia de unos ingresos por unidad de consumo, inferiores al 60%. Es decir, la pobreza absoluta se conforma exclusivamente sobre la realidad individual del sujeto sin requerir de un análisis de factores de comparabilidad, como pasa con la pobreza relativa.

La exclusión social, a diferencia de la pobreza, no se asienta exclusivamente en la presencia de escasos o nulos recursos económicos, sino que va más allá de éstos, identificándose con una privación de la ciudadanía, entendida por derechos y libertades básicas de toda persona. En este sentido y tomando como punto de referencia el Libro Verde sobre Política Social Europea, la exclusión social "no reside tan solo en las disparidades entre los más favorecidos y los más desfavorecidos de la escala social, sino también en las que existen entre quienes tienen un lugar en la sociedad y los que están excluidos de ella"1 En

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este contexto, la exclusión social no ha de entenderse como un sinónimo de pobreza sino, desde una perspectiva más compleja, como un fenómeno de expulsión de nuestro espacio socio-político, económico y cultural.

Estamos, por tanto, ante una realidad dinámica en la que la exclusión social toma presente las distintas adicciones como desafecciones (aislamiento, incomunicación, pérdida de sentido,...) de nuestra Sociedad moderna2.

Tres son los factores que aplicados al análisis de la desigualdad social hemos de extender al campo de la exclusión social: riqueza, desde una perspectiva económica y patrimonial; prestigio, desde una perspectiva de reconocimiento y aceptación social; y poder, desde una perspectiva de autonomía personal. Sobre la base de estos tres valores, D. Oscar Rebollo, viene a manifestar: "si cuantificar la riqueza, los recursos materiales, o incluso el prestigio y el poder, nos puede permitir estratificar a las personas y a los grupos sociales en una jerarquía arriba-abajo, la combinación de todos esos factores en los extremos más bajos de la estratificación ya no nos habla sólo de los que están abajo, sino que nos remite directamente a los que se quedan fuera"3. De este modo, la exclusión social supone la presencia de barreras en tres grandes dimensiones: una dimensión económica, en tanto dificulta la participación en el proceso productivo; una dimensión política que incide en el acceso limitado a los sistemas de protección social; y una dimensión social, que se materializa en el aislamiento del sujeto4.

Buscar la conceptualización más acorde a nuestra realidad así como analizar los efectos que ocasiona esta exclusión, son elementos necesarios para poder justificar las políticas que se vienen a articular como instrumento de lucha ante dichos estados de necesidad así como la radical necesidad de mantenimiento de las mismas.

Si queremos identificar nuestra realidad teniendo presente parámetros tales como riesgo de pobreza, carencia material severa u hogares sin empleo o con baja intensidad de empleo, nos encontramos en la actualidad ante una tasa de exclusión social de 27%, que se dispara al 30,4% para el colectivo de personas entre los 16 y los 29 años5Este mismo colectivo se ve gravemente

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atenazado por unas tasas de desempleo que vienen a superar en la actualidad el 50%, frente a una la tasa de desempleo juvenil en el año 2005 del 18,6%6.

En este mismo sentido, el crecimiento de la pobreza se viene a concentrar en hogares con sustentadores principales jóvenes así como en hogares con menores.

En cuanto al factor riqueza, desde la perspectiva de renta disponible por persona, ha caído en términos reales cerca de un 9% en el periodo comprendido entre los años 2007 y 2010, mientras que la renta media por unidad de consumo ha descendido cerca de un 8% durante el mismo periodo de tiempo7.

Siendo el pleno empleo y las políticas sociales los elementos vertebradores del modelo de sociedad de bienestar, los elevados datos de desempleo así como la modificación en las estrategias para hacer frente a la actual situación de crisis, está desembocando en un profundo cambio social y replanteamiento del Estado de bienestar, donde la sociedad es cada vez más frágil y la actuación del Estado frente a unos excluidos en creciente número, se hace cada vez más insuficiente.

En este marco, tres van a ser los factores que empujan hacia la exclusión:

- Altas tasas de desempleo y precarización en las condiciones de trabajo.

- Debilitamiento en las redes de protección familiar pese a que la unidad familiar compleja se ha configurado como un colchón o barrera de freno a las situaciones de exclusión y en especial al aislamiento del sujeto.

- Flujos migratorios procedentes de países pobres que vienen a desembocar en la creación de guetos de marginalidad a partir de situación de irregularidad unido a la imposibilidad de regularización.

El primero de los tres factores mencionados se materializa en tres ejes, como son el desempleo, el subempleo y la precariedad en las condiciones laborales.

- En cuanto al desempleo, de cara a identificar su mayor o menor incidencia sobre los estados de exclusión social, no puede ser...

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