La soberbia y la justicia

AutorManuel Cobo del Rosal
Páginas177-182

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Recuerdo, precisamente, que una mañana de frío invierno castellano, primer quinquenio de los años cincuenta, nos decía en su clase, seria pero afablemente, mi siempre respetado y apreciado D. Marcelo González, Profesor de Religión, a los estudiantes de 3º ó 4º curso de la Licenciatura en Derecho de la añorada Universidad de Valladolid, que la soberbia era un pecado muy grave, un mal gravísimo y que, por eso, la Iglesia Católica le denominaba "pecado capital" y era, desde luego, el primero, y capital porque era una de las cabezas, fuente y raíz, de muchos males.

En la mitología griega precristiana, la diosa sober-bia siempre fue una leal y eficaz aliada de Júpiter, que éste utilizaba para cegar y condenar al más absoluto fracaso a los otros dioses, que sin poder ver, debido a la acción de ella, se estrellaban y sucumbían sin remisión.

La soberbia, en la escolástica católica va a ser, como exponía Santo Tomás, el apetito desordenado de la propia excelencia. El apetito desordenado, valga el símil, no se conforma con la recta razón, más aún, no se conforma con razón alguna, ni puede saber lo que es, sino que se devora en el fuego de su necia egolatría. Debiera existir siempre, aunque a veces es muy difícil mantener, una línea divisoria, que no debiera verse maltrecha, entre la auténtica soberbia y el legítimo amor propio, y que a veces se confunde o se pretende confundir. La soberbia, es algo distinto al amor propio;

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la soberbia es, como se decía por autores que han sido elevados a los altares por la religión católica, "la reina" de todos los demás pecados pues, sin duda, tiene una gran influencia en todos los demás. Y ello es lógico y natural, porque en la moral católica la soberbia implica la falta de sujeción a Dios, y el apartamiento de Este. No se trata, pues, simplemente de una exaltación hegeliana del yo. Es algo más fuerte y patológico. Perverso, desde luego.

En el anterior sentido, no debe olvidarse el trato dispensado por Cristo a los "fariseos soberbios", como se ha dicho eruditamente "porque ellos se tenían por justos y despreciaban a los demás". En la doctrina católica, se afirma que Dios, tan profundamente humano, aborrece a los soberbios porque, en cierto modo, éstos pretenden, en el colmo del disparate y del paroxismo, medirse con Dios de igual a igual y correrán el peligro de hundirse, entonces, en el abismo de su propia y auténtica miseria.

¿En qué medida se puede ser justo, o aproximadamente justo...

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