Síntesis final y conclusiones

AutorJordi Cabezas Salmerón
Páginas269-284

Page 269

Como cuestión previa, pasemos fugaz revista a lo esencial1de este trabajo de investigación que ha tenido como trasfondo la bipolarización entre el Derecho Penal y la Nueva Criminología. Así, según las nuevas tendencias criminológicas, la clave de estudio se halla, ahora, en los aparatos de control, de forma que el Derecho Penal no es sino uno de esos medios de control; el Derecho Penal importa como causa del delito, como factor de criminalización.2Hemos afirmado que sin libertad de voluntad no hay alter-nativas de comportamiento, y sin esas alternativas no puede existir reproche de culpabilidad. La polémica sobre si la persona actúa determinada o indeterminadamente, está servida.

Si nos alineamos con el determinismo, la persona regida por sus miedos e instintos no puede actuar de forma distinta, aunque los demás crean que sí y ello elimina el fundamento del reproche.

Page 270

Si lo hacemos con el indeterminismo, el reproche tiene razón de existir, al haber podido elegir el sujeto su forma de actuar. Si el determinismo le «come» el terreno al indeterminismo, los penalistas se quedan sin base para un reproche de culpabilidad, y como en definitiva nada se sabe sobre el poder de cada cual para actuar de otra forma, al no considerar de forma plena su biografía —y sus entornos sociales condicionantes—, se acude al sutil concepto del poder medio para actuar de modo distinto. Nace el «hombre medio», no real sino ideal. El cambio del hombre real por el del hombre medio facilita la tarea. Pero en nuestra sociedad, con sus desigualdades, el hombre real está muy alejado del medio, que por consiguiente no resulta válido, aunque pueda resultar útil.

Por lo demás, el reproche de culpabilidad por actuar de modo distinto al hombre medio, impide observar que, como hemos señalado, el delito no es nunca obra de un sólo individuo, sino el resultado de un conjunto de factores externos e internos.

Nuestro gran filósofo Jaime Balmes3nos comenta algunas de las reglas para juzgar la conducta de los hombres, y pone énfasis especial en el conocimiento del hombre concreto a juzgar —alejado quizás del «medio»—,4de su biografía, etc. lo que conecta de pleno con el objeto de este trabajo.5Así, mantiene Balmes que:

Caben en esta materia (el juzgar la conducta de los hombres) reglas de juiciosa cautela, que nacen de la prudencia de la serpiente y no destruyen la candidez de la paloma.

Regla 1ª. No se debe fiar de la virtud del común de los hombres, puesta a prueba muy dura.

La razón es clara; el resistir a tentaciones muy vehementes exige virtud firme y acendrada. Ésta se halla en pocos. La experiencia nos enseña que en semejantes extremos, la debilidad humana suele sucumbir, y la sagrada Escritura nos previene de que quien ama el peligro, perecerá en él.

Regla 2ª. Para conjeturar cual será o fue la conducta de una persona en un caso dado, es preciso conocer su inteligencia, su índole, carácter, moralidad, intereses y cuanto pueda influir en su determinación.

Page 271

El hombre, aunque dotado de libertad de albedrío, no deja de estar sujeto a una muchedumbre de influencias que contribuyen poderosamente a decidirle. El olvido de una sola circunstancia nos puede llevar al error. Así suponiendo que un hombre está en un compromiso del que le es difícil salir sin faltar a sus deberes, parece a primera vista que, sabiendo cual es su moralidad y cuales los obstáculos que a la sazón median para obrar conforme a ella, tenemos datos bastantes para pronosticar sobre el éxito. Pero entonces no llevamos en cuenta una cualidad que influye sobremanera en casos semejantes. La firmeza de carácter. Este olvido podrá hacer muy bien que defraude nuestras esperanzas un hombre virtuoso y las exceda el malo, pues que para sacar airosa la virtud en circunstancias apuradas sirve admirablemente el que obren a favor pasiones enérgicas. Un alma de temple fuerte y brioso se exalta y cobra nuevo aliento a la vista del peligro; en el cumplimiento del deber se interesa entonces el orgullo; y un corazón que naturalmente se complace en superar obstáculos y arrostrar riesgos, se siente más osado y resuelto cuando se halla animado por el grito de la conciencia. El ceder es debilidad; el volver atrás, cobardía; el faltar al deber es manifestar miedo, es someterse a la afrenta.

El hombre de intención recta y corazón puro, pero pusilánime, mirará las cosas con ojos muy diferentes. «Hay un deber que cumplir, es verdad; pero trae consigo la muerte de quien lo cumpla y la orfandad de la familia. El mal se hará también de la misma mane-ra, y quizás los desastres serán mayores.

»Es necesario dar al tiempo lo que es suyo; la entereza no ha de convertirse en terquedad; los deberes no han de considerarse en abstracto, es preciso atender a todas las circunstancias; las virtudes dejan de serlo si no andan regidas por la prudencia».

El buen hombre ha encontrado por fin lo que buscaba: un parlamentario entre el bien y el mal; el miedo con su propio traje no servía para el caso; pero ya se ha vestido de prudencia; la transacción no se hará esperar mucho.

He aquí un ejemplo bien palpable, y por cierto nada imaginario, de que es preciso atender a todas las circunstancias del individuo que se ha de juzgar. Desgraciadamente, el conocimiento de los hombres es uno de los estudios más difíciles, y por lo mismo es tarea espinosa el recoger los datos precisos para acertar. Pero debe hacerse... si se desea «acertar».

Regla 3ª. Debemos cuidar mucho de despojarnos de nuestras ideas y afecciones y guardarnos de pensar que los demás obrarán como obraríamos nosotros. La experiencia de cada día nos enseña que el hombre se inclina a juzgar a los demás tomándose por pauta a sí mismo. De aquí han nacido los proverbios: «quien mal no hace

Page 272

mal no piensa» y «Piensa el ladrón que todos son de su condición». Esta inclinación es uno de los mayores obstáculos para encontrar la verdad en todo lo concerniente a la conducta de los hombres.

Se ha comentado como tan sólo cabe reprochar penalmente una conducta a quien siendo capaz de comprender su ilicitud tenga conocimiento de su prohibición y posea también la capacidad de dirigir su actuar conforme a ese conocimiento. No cabe por tanto reprochar penalmente las conductas infractoras de quienes sean inimputables, ni de quienes incurran en error.

Y si no es culpable quien por causas biológicas, psicológicas o tóxicas no comprende la ilicitud del hecho o quien, por esas mismas causas, no es capaz de actuar conforme a esa comprensión, ni tampoco es culpable quien incurre en error... ¿por qué no considerar asimismo otras causas al efecto de tipo sociológico (influencia del entorno en la interiorización de determinados valores, etc.), que generen la misma disminución en la capacidad de motivación por la norma6A lo largo del desarrollo de este trabajo se ha incidido en el paralelismo entre los efectos desmotivadores causados por el error y por los condicionantes nacidos del entorno social. De considerarse esas causas sociológicas, así como su influencia en la capacidad de motivación, y habida cuenta de los múltiples entornos sociales existentes en nuestra sociedad no igualitaria, deberá huirse también del patrón «hombre medio» —figura que, como se dicho, es además interesada por parte de quienes desean perpetuar la actual situación—, para sustituirlo por el hombre real, alejado de aquél.

Lo que comportará conocer y considerar la biografía de cada sujeto, moldeada y condicionada por los factores socioculturales y económicos de su entorno concreto,7sin aceptar la excusa de que tal estudio biográfico no puede realizarse; excusa que además comporta contradicción con la necesidad de trabajar, en la fase de ejecución de condena, con esa biografía «que no podía realizarse en el momento del juicio». Se ha mantenido que únicamente así se logrará una solución justa, en tanto persista la

Page 273

actual desigualdad social, y también se han apuntado otras vías transitorias para resolver esa problemática del «hombre medio».

También se ha constatado en este trabajo cómo los diferentes entornos socioculturales existentes, son fruto de las desigualdades de la actual sociedad, y que tales desigualdades existen a pesar de las cotas elevadas de libertad individual alcanzadas. Se ha indicado, asimismo, cómo las estrategias encaminadas al mantenimiento del actual estado de cosas, no excluyen la posibilidad de cambios sociales, cuando surgen las oportunidades para ello.

Tras esa cuestión previa, corresponde a este apartado resumir los objetivos planteados, las hipótesis de partida y su confirmación, así como las conclusiones alcanzadas y sus argumentaciones. Aportará asimismo una rápida visión de los aspectos más relevantes desarrollados a lo largo de este trabajo de investigación.

Así, el trabajo que concluye tenía como objetivos, los siguientes:

1) Evidenciar una omisión interesada: la no consideración seria de los condicionantes socioculturales y económicos del sujeto en la apreciación de su culpabilidad. Interesada, pues comporta la perpetuación del actual estado de desigualdad social, poniendo el derecho al servicio de los intereses de los mejor ubicados social y económicamente.
2) Poner de manifiesto las contradicciones patentes que gene-ran las excusas planteadas para negar la posibilidad de remediar aquella omisión. Excusas tales como la supuesta imposibilidad de considerar la biografía del encausado en el momento del juicio, y la obligación, por imperativo constitucional, de conocerla una vez condenado, para posibilitar, así, su tratamiento...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR