Significación del Modernismo (1983) de Rafael Gutiérrez Girardot

AutorCarmen Ruiz Barrionuevo
Páginas135-141

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La aparición en 1983 del libro Modernismo de Rafael Gutiérrez Girardot significó una verdadera clarificación de las líneas de investigación acerca del modernismo hispánico. Las carencias que adolecía desde antiguo el estudio de esta época crucial de la literatura fueron puestas de manifiesto por su autor con implacable crudeza al trazar las páginas introductorias1a la vez que planteaba los aspectos que luego iría valorando en las páginas subsiguientes. Pero si este objetivo ya se justificaba en sí mismo en un final de siglo, el del siglo XX, en el que además se cumplía el centenario de la mayor parte de las obras modernistas, por otro lado, junto a la investigación proyectada, aparecía la evidencia de la verdadera dimensión de una metodología de estudio que el ensayista colombiano había ido consolidando en las décadas precedentes en diferentes trabajos.

Ya en 1963 al evaluar la literatura del momento en un ensayo destinado a las «Lecturas dominicales» que publicaba el periódico colombiano El Tiempo, comenzaba resaltando en las primeras líneas un postulado social que clarificaba la evolución de la literatura contemporánea: que la progresiva difusión de las ideas de la Revolución Francesa en los países de Europa significó también la «paulatina desaparición de la vieja burgue-

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sía del antiguo régimen y con ello su ideal de cultura»,2una observación que luego extenderá a la cultura de los países hispánicos. Es así como, apoyándose en las ideas de Hegel y en otros varios autores centroeuropeos, plantea que frente a la estética de la armonía de origen clásico, se ha acabado por imponer en las literaturas europeas la estética de la disonancia y de la disolución, y esta estética está definiendo la esencia misma de la literatura contemporánea. Pero lo que aquí nos importa es la ampliación de la premisa, lo que lo obliga a afirmar desde ese mismo momento, sin vacilación alguna, que «La evolución literaria en los países de lengua española no ha sido, por aparentemente diferente, esencialmente distinta», con lo que estas literaturas no se apartarían de la inclinación general en su conexión europeísta, es decir, nuestras literaturas en lengua española no pueden valorarse fuera de ese ámbito que traza y define la cultura occidental de nuestro tiempo y nada obliga a observarlas como aisladas o diferentes. Ello explicaría, por ejemplo, la naturalidad de la recepción de los autores decadentistas franceses por parte de Rubén Darío y lo que en esta ocasión es su tema de estudio: la utilización del grotesco en numerosos ejemplos de la narrativa del momento. No se puede olvidar que el autor escribe su artículo en plena década de los sesenta y en el mismo comienzo del llamado Boom de la narrativa latinoamericana, y aunque este fenómeno no pueda ser visible todavía -justo en ese mismo año se publicaría Rayuela (1963) de Cortázar y cuatro años después Cien años de soledad- toda una serie de títulos están marcando según su análisis esta benefactora presencia de las corrientes nacidas en el continente, y todos los libros de los autores que cita, como Miguel Ángel Asturias, Rodolfo Usigli, José Revueltas o José de la Cuadra entre otros, no se pueden explicar sino como «un producto del contacto con las literaturas europeas».

La idea de la europeización como definidora de la literatura de los países de América y de España constituye la máxima fundamental que guió el proyecto crítico e investigador de Rafael Gutiérrez Girardot desde sus mismos comienzos, y su justificación y desenvolvimiento temporal, aplicado a todas estas literaturas, serían analizados con gran persistencia y continuidad en sus trabajos. De este modo el ensayista pudo ver y evaluar el cordón umbilical que unía, en común y con los autores de Occidente, a los narradores hispanoamericanos, cuya producción sería imposible de explicar sin los movimientos europeos. Pero como nuestra aproximación se ciñe fundamentalmente a destacar su metodología en relación con los estudios del modernismo, tan sólo situaremos algunos de sus títulos en el tiempo para valorar sus aportaciones en torno a esta literatura finisecular, siempre con la provisionalidad que estos análisis sobre la obra del autor colombiano presentan hasta el momento.

Un paso fundamental en la comprensión del modernismo dentro de estos razonamientos se ofrece en su ensayo «Literatura y sociedad en Hispanoamérica», texto de una conferencia pronunciada en alemán en la Universidad de Bonn en febrero de 1968, en la que analiza el problema de la aceptación y el rechazo del movimiento en Hispanoamérica para establecer, a partir de la famosa definición de Federico de Onís (el modernismo es «la forma hispánica de una crisis universal de las letras y del espíritu que inicia la disolución del siglo XIX, hacia 1885; crisis que se iba a manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política y demás aspectos de la vida entera, con todos los caracteres de un hondo cambio histórico cuyo proceso continúa hoy»),3que tras la ridiculizada simbolo-

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gía modernista de la torre y el cisne «subyace un fenómeno social», y concluir que principios como el individualismo, el trabajo y el hedonismo son notas características de la «sociedad burguesa»4sin cuya interacción no puede entenderse tampoco este movimiento en Hispanoamérica. Es decir que su interpretación social, frente a las banales interpretaciones esteticistas e impresionistas que guiaron la crítica española, como es el caso de Guillermo Díaz Plaja con su libro Modernismo frente a Noventa y ocho, y Pedro Salinas con La poesía de Rubén Darío,5gira de forma segura en torno a una vertiente social que propiciaba su metodología desde la asimilación de la filosofía de Hegel hasta los tratados de Lucien Goldman, Georg Lukács, y más que nada, los sucesivos ensayos de Walter Benjamin que Gutiérrez Girardot lee muy pronto en alemán. Especialmente productiva es la idea que toma de Hegel y que alude al «fin del arte», lo que le lleva a postular la progresiva sustitución de la lírica por la narrativa porque corresponde a una «realidad ordenada ya en prosa»6y que entroncaría con la especial efervescencia de la narrativa hispanoamericana a fines de los sesenta y que en último lugar da origen en su artículo a la cita de La ciudad y los perros del joven Mario...

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