SERNA ARANGO, Julián Somos tiempo. Crítica a la simplificación del tiempo en Occidente Rubí, Anthropos, 2009

AutorJuan Carlos Moreno Romo
Páginas197-200

Page 197

El libro es interesante, y está bien construido y documentado. Y aunque sus referencias filosóficas fundamentales sean Nietzsche y Heidegger, dos autores que devoran talentos y personalidades como dos inmensos torbellinos, la prosa de Julián Serna es amable y se lee con agrado. El buen talante colombiano, o la buena influencia de Borges, al parecer, han podido más en el autor que la soberbia y las brumas nórdicas.

El contenido ideológico del libro, sin embargo, sí que está casi por completo atado a la influencia de los dos grandes pensadores alemanes (tras los cuales, lo he señalado ya en otros lugares, se hace sentir la sombra de Lutero). «Una sospecha atraviesa la historia de la filosofía -escribe Julián Serna a la entrada de su libro-, una sospecha proteica que no cesa de reinventar sus formas sin sacrificar su esencia, cuando diversos pensadores han creído identificar un desliz, un azar, una bifurcación desafortunada en la cultura griega, la misma que sesgaría desde entonces lo que se conoce como Occidente» (p. 11). Como si dijéramos que, tras la búsqueda de un «cristianismo primitivo», no contaminado ni de Iglesia ni de filosofía, se «sospechó» que habría que buscar asimismo una especie de «Revelación», o de «Elección helénica», anterior a Aristóteles también, y a Platón, y al «enfermo» de Sócrates.

A la «muerte de la tragedia» lamentada por Nietzsche, y al olvido del ser pontificado por Heidegger, lo mismo que a la reducción del discurso a discurso apofántico denunciada por Janke y al pensamiento binario combatido por Derrida, y también a las taxonomías puestas en jaque por Deleuze y Guattari, Julián Serna le agrega el diagnóstico de la simplificación del tiempo: el pecado original de nuestra civilización consiste, propone el investigador colombiano, en su simplificación del tiempo, que nos ha condenado primero a la filosofía de la historia, y que en su fase actual nos ha confinado en el presente. «Definido el tiempo como tiempo continuo -escribe Julián Serna-, sucesivo, y en definitiva como tiempo espacializado a partir de las relaciones del antes y el después que Aristóteles importa del léxico del lugar, nos ocupamos de taxonomías pero no de conflictos trágicos.» Y concluye que es por eso que «el intelectual degenera en cartógrafo» (p. 13).

Y armado de las clásicas etimologías de la lengua griega tan caras a los filólogos, y a los filósofos alemanes en los que se inspira (esos griegos redivivos tan magistralmente radiografiados por Philippe Lacoue-Labarthe y por Jean-Luc Nancy en El mito nazi [Anthropos Editorial, 2002], y tan oportuna y certeramente contrastados por Rémi Brague en Europa, la vía romana [Gredos, 1995]), Julián Serna visitará la arcaica literatura griega, y aun los evangelios apócrifos, para documentar en ellos que «el tiempo se dice de muchas maneras».

Los mitos cosmogónicos de origen órfico nos hablan, subraya el autor, de un «chrónos prôtogonos» que no es el tiempo «espacializado» de Aristóteles y de la física, y la literatura griega en general abunda en la exposición del aiôn, que es el «tiempo de la vida», así como del «kairós, que alude a la singularidad de ciertos momentos... que harían posible el acontecer histórico como bifurcación» (p. 15).

En una interesante digresión, fundada en el trabajo de...

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