Sentimientos hacia el autor del maltrato. apoyo efectivo recibido por la víctima

AutorInés García Zafra
Cargo del AutorLicenciada en Derecho. Jurista del SAVA. Experta en Criminología por la Universidad de Granada.
Páginas211-226

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I Sentimientos hacia el maltratador
1. Sentimientos de la víctima durante y después del maltrato

Se le hicieron a la víctima un conjunto de preguntas de respuesta única sobre sus sentimientos respecto al maltratador en dos instantes distintos: el primero durante los malos tratos (VIII.13.1) y el segundo cuando ya no se producen (VIII.13.2) La opción abierta recoge más información y, posteriormente, se codifican las respuestas. Por último, se hace una gráfica comparativa (VII13.1.3) con las dos anteriores.

VIII.13.1. Sentimientos durante los malos tratos (n = 338)

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Sobre una muestra de 338 mujeres se obtuvieron 1.430 respuestas, con lo cual cada mujer ha expresado más de cuatro sentimientos distintos hacia su maltratador. Así, durante los malos tratos destaca el sentimiento de miedo (81%, 265 mujeres), seguido de la dependencia hacia el maltratador por los hijos (60%, 196 mujeres), la compasión (57%, 187 mujeres) y los motivos económicos (55%, 181 mujeres). Los sentimientos como la venganza y el odio son también muy representativos, apareciendo en el 38% y el 52%, respectivamente (123 y 170

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mujeres). En último lugar, en menor proporción, aparecen los sentimientos de afecto (36%, 119 mujeres), de amor (32%, 104 mujeres) y la indiferencia (26%, 85 mujeres)1.

El miedo es una de las variables que más caracteriza a las mujeres maltratadas. Conociendo su situación y las circunstancias de maltrato, es normal que desarrollen semejante sentimiento hacia su agresor, especialmente si perciben que continúa existiendo un peligro para su seguridad. Muchas mujeres siguen bajo la amenaza del maltrato a pesar de haberse separado y/o divorciado o a pesar de que el agresor tenga una orden de alejamiento o que esté en prisión. El hecho de pensar en la posibilidad de ser otra vez objeto de una agresión genera miedo. El terror se produce cuando la mujer tiene el convencimiento de que existe una alta probabilidad de que los malos tratos prosigan y le causen la muerte. Aun cuando la mujer afirme que no cree que su pareja vuelva a maltratarla, puede comportarse como si le tuviera miedo.

El miedo es una de las razones fundamentales que hace que estas mujeres se mantengan tanto tiempo dentro de la relación. Miedo que crea el propio agresor (está sola, su familia no la cree, no tienen amigos, no tiene dinero, no tiene trabajo, él se quedará con los hijos, ella no es nadie sin él, es una inútil, ya lo ha intentado otras veces y siempre ha vuelto o la ha encontrado, va a destrozar la vida de sus hijos, sí te vas te encontraré y te mataré; si te vas, recuerda que sé donde vive tu familia; si me denuncias, saldré pronto y te encontraré; ¿crees que un juez te va a creer?).

La dependencia puede también tener su origen en otra forma de violencia, la económica. Los hombres maltratradores mantienen el control del dinero y supervisan en que se gasta; la mujer tiene que pedir hasta para comprar las más pequeñas cosas. El maltratador siempre procurará que la víctima dependa de él, a nivel emocional, económico y "utilizando" a los hijos.

Como afirma Sotomayor «la mujer se empobrece con el matrimonio y, por supuesto, en el momento de la separación. Durante la vigencia de la relación, la dependencia económica del marido o pareja (vivida como temporal, pero que deviene permanente) va recortando la empleabilidad de la mujer y se pone de manifiesto con la ruptura»2. Entre las causas que da este estudio sobre la precariedad económica y social -que arrastra a las hijas e hijos- están: a) el incumplimiento por el marido o ex compañero de sus obligaciones, no abonando las pensiones judicialmente establecidas y la escasa cuantía de tales pensiones; b) la menor y peor empleabilidad de la mujer -las mujeres tienen más dificultades para acceder al mercado de trabajo3-; c) los ingresos medios mensuales de las mujeres, respecto a los hombres, también son más bajos4;

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d) las políticas sociales respecto a las familias monoparentales, derivadas de las rupturas de parejas, provocan en ocasiones que estas mujeres se conviertan en usuarias habituales de los servicios sociales.

Igualmente encontramos sentimientos muy dispares. Así, por un lado, está el odio y la venganza, por otro, el amor, el afecto y la compasión. Estos sentimientos y reacciones de la mujer maltratada frente a la violencia son normales y necesarias para sobrevivir, dadas las circunstancias. Hay que romper el mito de que está loca o disfruta del maltrato. Las mujeres desarrollan mecanismos de defensa5como estrategias psicológicas de supervivencia ante el maltrato -como simpatía, amor, compasión- defendiendo, protegiendo y justificando a su agresor; a veces, minimizan las agresiones, las niegan, las ignoran o tratan de olvidarlas. En consecuencia las mujeres maltratadas manifiestan sentimientos ambivalentes -como amor/odio, venganza/compasión- que demuestran los "deseos y fuerzas contrarias" a las que se enfrentan, su vida es un "tobogán de altibajos emocionales"6.

En el apartado "otros sentimientos" destacaría la sensación de "impotencia", los sentimientos de "rabia", "asco" o de "rechazo", los sentimientos de "soledad" o el de abandono -"no tener donde ir"-, de esperanza -"de cambio"-, y de vergüenza -"vergüenza a la reacción a la gente". Igualmente se aprecia, en menores cotas aunque no despreciables, la dependencia afectiva o emocional.

A continuación, se tratarán los sentimientos una vez que ha cesado la violencia contra la mujer.

VIII.13.2. Sentimientos hacia el maltratador después de los malos tratos (n = 260)

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Cuando los malos tratos ya no se producen, la afectividad de la mujer hacia el maltratador se relaja no manifestando tantos sentimientos simultáneos como cuando está siendo maltratada, con una media de 2,6 de respuestas por cada mujer. El número de contestaciones ha sido de 756 sobre una muestra de 260 mujeres.

Hay tres grandes bloques, en el primero continúa destacando el miedo, con un porcentaje de un 59% (153 mujeres); la indiferencia, -en este momento en el que el maltrato ya no se produce-, con un 55% (142); y la compasión, con un 44% (115). En un segundo bloque están presentes la dependencia, tanto económica como por los hijos - en menor proporción que en el momento de producirse los malos tratos- con un 30 y un 23%, respectivamente (70 y 60). Y, en último lugar, continúan los sentimientos de venganza, con un 22% (58) y de afecto y amor, con un 20 y 14% (53 y 37), respectivamente.

Catherine KirkWood refiere en esta fase dos modalidades de miedo: en un primer momento, este sentimiento es expresión de temor de que algo malo les puede suceder en cualquier momento, unido a la certeza de que deben permanecer siempre vigilantes frente a un peligro inminente, incluso adquirirá fuerza para aquellas mujeres que deseen iniciar una nueva relación; después surge un tipo de miedo que consiste en el resurgimiento periódico del terror experimentado durante la convivencia cuyas manifestaciones principales son pesadillas o recuerdos vividos o pantallazos7.

La dependencia económica continúa después del maltrato. Siguiendo con el estudio del IAM anteriormente citado, al producirse la ruptura o separación, la dependencia económica se hace más evidente y la necesidad de "salir adelante" hace que se incorporen al mercado laboral, con las dificultades de estar poco cualificadas, en su mayoría, y de tener que compatibilizar la jornada laboral con el cuidado de sus hijas e hijos. A esto se añade que el grado de incumplimiento de la obligación del pago de las pensiones es muy elevado, resultando además su cuantía insuficiente para cubrir las necesidades económicas de los hijos8.

En el apartado "otros" continúan los sentimientos de "rabia" o de "impotencia", aunque en menor medida. Ahora que no se producen los malos tratos se destaca el deseo de "no verlo", "que no me moleste", "que todo se acabe" y "que me deje en paz". Por otro lado está el miedo, pero en este momento en relación con los hijos -"miedo a que se lleve a sus hijas", "sólo me preocupa cuando él está con nuestra hija". En "otras dependencias", que representa el 12,7%, destaca nuevamente la emocional, los sentimientos de lástima y de vergüenza, el verse en los juzgados y, por último, la situación de emigrante.

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Los sentimientos expresados por la mujer maltratada en el gráfico encajan con el proceso patológico de adaptación que el maltrato continuado genera en la mujer, denominado "Síndrome de la mujer maltratada"9, el cual se caracteriza por: a) Indefensión aprendida: Tras fracasar en su intento por contener las agresiones y en un contexto de baja autoestima -reforzado por su incapacidad por acabar con la relación- la mujer termina asumiendo el maltrato como un castigo merecido. En este momento existirán sentimientos de amor y afecto y de compasión por su agresor; b) Pérdida de control: Consiste en la convicción de que la solución a las agresiones le es ajena. En este momento, la mujer se torna pasiva. No hay sentimientos de ataque o defensa, aunque sí de miedo y, en menor medida, de odio; c) Baja respuesta conductual: La mujer decide no buscar más estrategias para evitar las agresiones y su respuesta ante los estímulos externos es pasiva. Su aparente indiferencia le...

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