Semblanza del profesor Cobo del Rosal

AutorDel Rosal Blasco, Bernardo
Cargo del AutorCatedrático de Derecho penal de la Universidad de Alicante
PáginasXLI-XLII

Conozco a mi maestro, el profesor Cobo del Rosal, desde que soy capaz de evocar los primeros recuerdos de mi memoria, en la casa familiar de mis padres, en Madrid, pues siendo él discípulo de mi padre, el profesor Juan del Rosal, su presencia en dicha casa familiar y en los diversos actos y efemérides de la familia, era lógicamente frecuente. Desde muy niño, recuerdo verle formar parte activa de mi familia y en todos los momentos en los que estuvo presente, la impronta de su marcada personalidad nunca pasó inadvertida, logrando llenar grandes y divertidos momentos. Aunque lejanos en el tiempo, mis recuerdos todavía conservan en buen estado algunos episodios dignos de la mejor comedia de costumbres, en ese Madrid de los sesenta, todavía íntimo, familiar y casi pueblerino, a la vez que también recuerdo el dramatismo y nervios que se palpaban en el ambiente de esas inacabables oposiciones a cátedra, donde el tiempo que transcurría entre ejercicio y ejercicio, o entre el final de los ejercicios y la votación final, era tan extenso que permitía que el opositor pudiera sufrir y reestablecerse de episodios de cólicos nefríticos, de ataques de ansiedad o pánico, o de cualquier otro soponcio variado. Con especial claridad, mi memoria también evoca algunos pormenores de la trastienda de su oposición a la cátedra de Derecho penal de la Universidad de La Laguna, donde compartió éxito con otro querido maestro de la disciplina, recientemente homenajeado, el profesor Rodríguez Mourullo. También son de grato recuerdo las anécdotas de su vida colegial, en el "César Carlos" de Madrid, en donde logró ser un inquilino singular, conocido y popular, ganándose, por su gusto por el buen vivir, un apodo de reminiscencias morunas, que omito transcribir por pertenecer a la intimidad histórica del homenajeado.

Todos esos recuerdos, a los que luego se le suman las anécdotas que yo mismo viví en primera persona como discípulo suyo en la Universidad Complutense de Madrid, muchas de ellas en la compañía de un querido colega de esos tiempos, el profesor Juan Carlos Carbonell Mateu, han ido labrando hacia mi maestro un afecto que trasciende, con mucho, el natural y propio de la estrecha relación familiar. Afecto acompañado, además, de agradecimiento, porque la crianza académica a su vera ha sido para mí, y seguramente para todos los que han tenido la suerte de ser sus discípulos directos, una escuela aventajada de experiencia vital y universitaria y un modelo de lealtad...

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