Seguridad Pensar y estudiar la guerra

AutorLuis de la Corte Ibáñez
Páginas152-156

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A los pocos días de haber estallado la última guerra civil española, el filósofo José Ortega y Gasset, aquejado de una molesta enfermedad y temeroso por los disturbios desatados en Madrid, decidía abandonar su domicilio habitual y refugiarse en la famosa Residencia de Estudiantes. A las pocas horas un conjunto de milicianos, entre ellos algunos alumnos suyos de la Universidad Central, se presentaban en la Residencia. Su propósito era ejercer presión sobre los intelectuales allí guarecidos para que firmasen un comunicado a favor de la Segunda República, institución que el propio filósofo madrileño había contribuido a traer a España por varias vías pero de cuya evolución

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había ido desengañándose con el paso de los años. Tras cierta resistencia inicial, Ortega acabo accediendo a poner su firma en la proclama, más por temor y debilidad física que por auténtica convicción, pues su deseo primero había sido el de evitar que su nombre y su prestigio fueran empleados para dar apoyo a cualquiera de los dos bandos configurados a raíz de la sublevación militar iniciada el 18 de julio de 1936. Aquel episodio convencería a Ortega de la conveniencia de abandonar Madrid y España y, así, en el mes de septiembre ponía pie en Francia donde daría comienzo una nueva vida de exilio voluntario que le llevaría por Europa y América durante años y que nunca concluiría del todo hasta la fecha de su propia muerte.

Por su parte, el pueblo español se disponía a consumar una fractura cuyas trágicas consecuencias irían mucho más allá del inmenso dolor producido por una guerra particularmente cruenta, unas consecuencias que solo comenzarían a superarse con el advenimiento de la democracia que actualmente disfrutamos. No obstante, una de las múltiples secuelas que debemos a la experiencia del conflicto civil y armado concluido en 1939 es una maraña de confusiones, complejos y prejuicios aún prevalecientes que han impedido hasta la fecha el desarrollo de pensamientos y estudios serios y rigurosos sobre un fenómeno tan ubicuo y socialmente determinante como la guerra. De ahí el sentido de esta recensión, dedicada a dos libros recién publicados sobre el citado tema y su conexión (aún pendiente de justificarse) con la peripecia personal de Ortega en el verano de 1936.

No deja de ser sintomático y revelador que ni siquiera don José Ortega y Gasset, uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, cuya carrera y vida resultaron parcialmente truncadas por...

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