Sánchez Gil, J. L., y González-Haba Guisado, V. M.a: Cien cuestiones registrales. Tecnos, 1995

AutorJosé M.<sup>a</sup> Chico v Ortiz
Páginas218-220

Page 218

    SÁNCHEZ GIL, J. L., Y GONZÁLEZ-HABA GUISADO, V. M.a: Cien cuestiones registrales. Tecnos, 1995.

Este singular libro -que prologa nuestro compañero Corral Dueñas- tiene, a mi entender, dos grandes aciertos El primero de ellos es su oportunidad. Llega en el momento en que las Resoluciones de la Dirección General ha crecido de tal manera que ya resulta no sólo difícil, sino pretencioso, conocer todas las que van nutriendo lo que se ha dado en llamar «jurisprudencia hipotecaria». Yo me retraigo a la época en que comencé mis estudios de preparación y los Anuarios de la Dirección General eran libros muy manejables y más bien tirando a «flacos». Hoy se ofrecen anualmente en dos tomos, tirando a «gordos» Recuerdo también que así como ahora es difícil encontrar algún Registrador que no haya tenido un recurso, entonces se hablaba de uno que era el que más recursos había proporcionado a la Dirección General, don Roque Borruel Soriano, y cuyo primer apellido puede hoy día verse prologado en los escalafones de Registros y Notariados. La calificación cada vez va siendo más difícil y es preciso estar muy al día en el contenido de las Resoluciones para poder defender con éxito la nota calificadora

El segundo acierto de este libro es la manera de exponer el caso extraído de la Resolución en forma de pregunta, a la que se añaden las normas legales a consultar, para luego formular en la segunda parte de la publicación la respuesta. Me recuerda (por supuesto, con la natural diferencia de extensión y de materia) el antiguo Catecismo del Padre Astete

Pero aparte de esas dos oportunidades y de la razón de ser o finalidad que los autores dan o quieren dar a la publicación, creo que tiene una singular proyección -que en parte apunta el prologuista-, y es la de complementar los conocimientos teóricos con los «casos prácticos» En este último tramo de mis actividades se me ofreció la ocasión de impartir clases en un «master» en el Instituto de Empresa, y acepté con la seguridad de salir airoso del empeño. Pero muy pronto, quizá en la primera clase, vi que era preciso apoyar todo lo que se iba explicando con ejemplos y casos prácticos, que incluso me obligaban a diseñar en la «pizarra» cuadros sinópticos y esquemas que exigía el ejemplo. Para mí fue una experiencia «alertadora» de la manera y forma que hoy exigen los sistemas de estudio.

Quiero matizar una frase o una idea de los autores respecto a esta clase de publicaciones, pues para ellos la suya es...

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