La saca de cosas vedadas en el derecho territorial castellano

AutorMiguel Pino Abad
Páginas125-241

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1. Aproximación a las causas que aconsejaban vedar la saca de determinados bienes desde Castilla a otros Reinos

Como es sabido, en la época del Bajo Imperio se gestaron dos fenómenos que definirían la vida económica del Occidente europeo en los siglos siguientes. Nos referimos a la formación de las grandes explotaciones agrarias y a la progresiva decadencia de las ciudades como centros mercantiles. Pese a ello, el citado predominio en la Alta Edad Media de la economía agraria señorial no acarreó la extinción de la economía de cambio 1

En el caso concreto de España, fue a partir de la conquista del territorio peninsular por los musulmanes cuando esa situación económica se transformó profundamente. Bien es cierto que toda la zona de Al-Andalus siguió en contacto económico con Oriente, aprovechando las rutas del comercio ya exis-Page 196tentes y que las ciudades de la España islámica mantuvieron un llamativo desarrollo industrial. En palabras de Henri Pirenne: «el Mediterráneo que había sido un lago romano, se transformó en un lago musulmán»2. Por contra, la economía de los territorios cristianos no participó en el disfrute del beneficio reportado por ese fructífero comercio, sino que, en cambio, cada vez dependía más irremediablemente de la agricultura. Las sucesivas campañas militares y el ambiente de inseguridad propio del período determinaron que existiera una generalizada despoblación de las tierras que, en los primeros siglos de la Reconquista, permitieron su libre ocupación mediante la conocida figura jurídica de la presura o aprissio, lo que provocó la aparición de abundantes pequeñas y medianas propiedades rústicas, fundamentalmente en el Valle del Duero, a lo largo del siglo X 3. Desde el siglo XI, esas pequeñas propiedades de tierras dieron paso a la formación de los grandes dominios mediante la progresiva concentración en pocas manos de los antiguos minifundios 4. Sin embargo, lo curioso de este proceso es que los señoríos estaban integrados por tierras a veces muy dispersas entre sí, lo que hará inviable en Castilla y León el surgimiento de un régimen de economía agraria cerrada o doméstica5.Page 197

A pesar de que la agricultura apareció como la fuente principal de riqueza en los reinos cristianos, lo cierto es que el paso del tiempo no supuso la introducción de reformas sustanciales tendentes a mejorar la rentabilidad de las cosechas, pues seguían utilizándose las viejas técnicas heredadas de la época romana y las condiciones climatológicas condicionaban que la producción estuviese centrada casi en exclusiva en los cereales y algo de hortalizas. Junto a ésta, en muchas ocasiones rudimentaria agricultura e incluso con menor importancia si cabe, debemos destacar la producción artesanal que quedó reducida a los limitados círculos de la economía familiar o a lo sumo vecinal. Esta artesanía se centraba en la fabricación de utensilios domésticos, prendas de vestir, aperos de labranza y arreos de cabalgar que después eran transportados al mercado local donde se intercambiaban por otros objetos necesarios para la vida. Generalmente, a estos mercados acudían los labradores y artesanos para vender al detalle sus productos6y junto a ellos, participaron de forma creciente mercaderes llegados desde la España musulmana. Estos comerciantes procedentes del sur vendían en los mercados artículos de lujo que eran adquiridos por los ricos señores y por los monasterios más poderosos 7. Lo más llamativo es que, a buen seguro, muchos de estos artículos habían sido fabricados en los, mejor equipados, talleres de artesanía de Al-Andalus, con materias primas, como el cuero o la seda, compradas a bajo precio en alguno de los mercados celebrados en la zona cristiana.

Surge aquí precisamente algo que se mantuvo constante a lo largo de los siglos medievales y modernos. Castilla apareció, ante todo, como una tierra exportadora de materias primas 8a otros reinos e importadora de productos manufacturados, provocando con ello un evidente desequilibrio económico en su balanza comercial que padecieron especialmente los subditos, sobre todo porque las exportaciones se centraron en bienes básicos para su sustento. Ante esta tesitura, se comprende que los diferentes monarcas se viesen forzados a arbitrar una serie de medidas protectoras que, a costa de poner trabas a la libre circulación de mercancías, garantizase el abastecimiento a precios controlados en favor de los naturales del reino, para que éstos no se encontrasen desprovistos de esos objetos imprescindibles en su desarrollo vital9. De esta forma, «la economía de cambio fue sustituida por una economía de consumo» 10, si bien es cierto que en muchas ocasiones esa política, sin proteger adecuadamente a los consumidores, acarreó graves perjuicios a losPage 198 productores y únicamente benefició a los especuladores 11. En suma, puede afirmarse que Castilla careció de coherencia en su política económica, y así un mismo producto podía presentar precios muy distintos en diferentes zonas del reino, situación que se agudizaría en la Edad Moderna con la llegada de los metales preciosos traídos desde el Nuevo Mundo 12.

No obstante lo anterior, el abastecimiento de productos para los castellanos no dependía solamente de las fluctuaciones de los precios consecuencia de las actuaciones de los especulares. Quizá, el problema básico vino marcado por el clima reinante en Castilla que hacía de ella una tierra propicia, casi en exclusiva, para el cultivo de cereales. En efecto, el clima continental peculiar de la España interior, con inviernos muy fríos y poco húmedos, y veranos excesivamente calurosos, dejaba pocas posibilidades a la introducción de otros cultivos alternativos al cereal 13. Tampoco debe olvidarse las escasas innovaciones introducidas en las técnicas o en las formas de cultivo, lo que acompañado a la falta de abonos adecuados para mejorar la fertilidad de las tierras, desembocaba en una pobre productividad 14. Ese arcaico sistema de producción no correspondía convenientemente a una población en crecimiento, afectando de manera esencial a la generalidad de los subditos, a los que resultaba materialmente imposible, en muchas ocasiones, subvenir el pago de los bienes básicos para su sustento, incluso en los años de buenas cosechas 15.

En resumidas cuentas, la excesiva supeditación a las condiciones del clima generaba que una serie de años secos o con temporales produjese una profunda crisis de subsistencia, con la propagación de epidemias y pestes que incidían con mayor rigor en una población que se alimentaba básicamente de los cereales 16.Page 199

Este permanente riesgo de desabastecimiento de bienes de primera necesidad que acechaba a la población castellana fue la causa de que destacados contemporáneos propusiesen una serie de medidas tendentes a mejorar la productividad y, de paso, el nivel de vida de los subditos. De entre los políticos, teólogos o moralistas preocupados por este tema, debemos destacar los pertenecientes a la llamada escuela mercantilista castellana. Uno de sus más insignes representantes fue el contador Luis Ortiz, quien en 1558 remitió un Memorial a Felipe II en el que señalaba las medidas que, desde su punto de vista, deberían ponerse en práctica para paliar la grave crisis económica que existía en aquellos momentos y que venía arrastrándose desde mucho tiempo atrás. Luis Ortiz advertía en su escrito que las exportaciones españolas se centraban casi en exclusiva en materias primas y alimentos (trigo, vino, aceite, miel, seda, lana o cuero), careciendo de relevancia las manufacturas. Para romper con esta dinámica, el autor aconsejaba que se incrementaran las explotaciones de regadío con el aprovechamiento de las aguas perdidas, lo que permitiría no sólo elevar el rendimiento de las cosechas, sino también introducir cultivos alternativos desconocidos hasta entonces y, sobre todo, el desarrollo de un plan de industrialización que pasaba irremediablemente por vedar la saca de primeras materias y la entrada de productos fabricados. No obstante, el propio autor del memorial era consciente de la falta de preparación técnica de los castellanos para acometer este plan y, así, consideraba que debía aguardarse cuatro años, «porque en este tiempo los naturales aprendan oficios, y en el pregón se ha de apercibir que no se dará otra prorrogación, con lo cual se darán prisa a aprenderPage 200 oficios...» 17. De todas formas, los buenos propósitos del contador, plasmados en su Memorial, alcanzaron escaso eco entre los ulteriores economistas, algo que para José Larraz se debió a que «Ortiz fue un escritor perdido y aislado en la mitad del siglo XVI, por lo que entre él y los mercantilistas posteriores hay una solución de continuidad» 18.

Con parecidos términos, en el año 1619, otro mercantilista, Sancho de Moneada, escribió una serie de discursos donde sostenía que la restauración económica de España se fundaba, de una parte, en no sacar de ella materias primas, y, de otra, en prohibir la entrada de mercaderías labradas procedentes del extranjero. En su opinión, se trataba de conseguir la máxima producción de materias primas que después no podrían salir del reino, lo que ocasionaría la formación de un gran stock. Si a ello se le unía la, anteriormente señalada, prohibición de que entrasen bienes manufacturados, parece claro que todo desembocaría en la necesidad de desarrollar nuevas fábricas con las que se aumentaría la...

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