Rorty y la solidaridad

Autoravier Truchero Cuevas
CargoUniversidad Autónoma de Madrid
Páginas386-406

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1. Introducción

La solidaridad se ha convertido en una idea clave de nuestro acervo moral y hoy en día aglutina un amplísimo consenso social como actitud ante los más importantes retos de nuestro tiempo.1 Prueba de su aceptación es que «solidaridad» es un término de «alta frecuencia», como lo describe Gustavo Bueno en su Trituración del concepto de solidaridad (Bueno, 2004). Un término que goza de una presencia muy significativa en los medios de comunicación y el debate político en la mayoría de las sociedades actuales, especialmente en Europa. En un mundo cada vez más globalizado y más desigual, el discurso de la solidaridad está omnipresente.

Sin embargo, el éxito ha propiciado el abuso. La solidaridad se aplica a asuntos tan dispares como la inmigración, la globalización, la multiculturalidad, el Estado de bienestar o la pobreza. Sirve tanto de elemento retórico como de arma arrojadiza en el debate público y permite justificar posiciones muy distintas sobre un mismo tema. El resultado es que la idea de solidaridad, a medida que trata de explicar experiencias sociales distintas y complejas, se va haciendo más oscura. Como previene Steinar Stjernø en su formidable estudio de la historia de la idea, la solidaridad se utiliza demasiadas veces como un «concepto nebuloso para nada definido» (Stjernø, 2005:2)2. Page 387

En este contexto la propuesta de Richard Rorty adquiere especial interés. Pocos autores contemporáneos se han adentrado tanto en la idea de solidaridad y le han conferido tanta importancia en su propuesta teórica. Lejos de la panacea moral, como han pretendido de la solidaridad otros autores3, Rorty plantea una controvertida solidaridad de mínimos. Aún sin estar de acuerdo, la acotada propuesta del autor norteamericano tiene la virtud, creo, de clarificar el debate conceptual y puede servir como punto de partida para una elaboración significativa y modulada de la idea de solidaridad.

Richard Rorty nació en nueva York en 1931 y el año pasado, junio de 2007, lamentamos su fallecimiento víctima de un cáncer. La misma enfermedad que acabó con la vida de derrida, como él mismo anunció4. Precisamente Manuel Cruz afirmaba con motivo de su fallecimiento: «Richard Rorty, junto con Jacques Derrida, Jürgen Habermas y Gianni Vattimo han constituido -más allá, como es obvio, de las enormes diferencias entre sus propuestas- los cuatro puntales básicos del pensamiento filosófico en el último cuarto del siglo XX»5. Son muchos los que no dudan en afirmar que Richard Rorty ha sido el filósofo norteamericano más importante de los últimos tiempos6.

Aunque, no sin cierta ironía, uno de los objetivos de Rorty fue precisamente combatir cierta concepción de la filosofía, hasta el punto de que uno de sus seguidores como Vásquez Rocca afirma que: «Su contribución fundamental consiste en haber argumentado con claridad contra la idea de que la filosofía pueda imponerse como perspectiva privilegiada del saber» (Vásquez, 2005:33). Como alternativa, nuestro autor propone la literatura o la «crítica literaria» para enriquecer la moral. No en vano en 1983 abandonó la enseñanza de la filosofía para dar clases de literatura comparada. Este planteamiento general, enmarcado en la teoría «conversacional» de la verdad que Rorty sostiene, ha cristalizado en una influyente concepción de la solidaridad, pero también ha dado lugar a multitud de críticas7. Page 388

Contingencia, Ironía y Solidaridad, publicado en 1989, contiene la exposición más clara de la «utopía liberal» de Rorty y de su noción de solidaridad8. En esta obra me centraré en esta presentación. Como veremos, a pesar de la vaguedad del término «solidaridad» y su amplitud de usos, la aproximación «pragmática» de Rorty tiene elementos originales y propone conclusiones provocadoras.

2. La idea de solidaridad en contexto

Al igual que para otros autores previos que se ocuparon de la idea de solidaridad, una de las preocupaciones de Rorty es la compatibilidad del individualismo, de la libertad privada, con la vida en sociedad. En este sentido, aunque la solidaridad en Rorty es en muchos aspectos novedosa, recoge elementos ya presentes en teorías fraguadas en la Europa del siglo XIX.

El concepto de solidaridad se venía usando en el derecho desde tiempo de los romanos9, pero no será hasta después de la Revolución Francesa cuando aparezca en la filosofía y la teoría política. El Código Civil napoleónico de 1804 codificó las obligaciones solidarias y permitió popularizar el concepto entre los intelectuales del momento 10, ávidos de nuevas ideas para hacer frente a los rápidos cambios sociales y la inestabilidad política. En efecto, la secularización de Europa y los cambios en las relaciones laborales a causa de la transformación económica requerían una nueva justificación de la unión social y del poder soberano (Frankenberg, 1996:1370). Por ello, autores utópicos o pre-socialistas primero y positivistas después centraron sus preocupaciones y sus obras en la cuestión de la desintegración social y la relación entre el individuo y la comunidad. Page 389

Aunque el liberalismo dominaba el pensamiento político y filosófico de la época, muchos pensadores eran conscientes de las limitaciones de la idea de contrato como único vínculo social11. Y en ese contexto, la solidaridad ofrecía un contrapeso o, en algunos casos, una explicación alternativa al excesivo énfasis en el individuo del liberalismo ilustrado12.

Con estos antecedentes no extraña que la dimensión política de la idea de solidaridad parta habitualmente de la crítica al liberalismo individualista y trate de completar o matizar su preconcepción auto- interesada de la persona y su explicación meramente contractual de la unión social. Así, se puede sostener con Victoria Camps que la solidaridad es un contrapunto al «prejuicio egoísta» (Camps, 1990:38). Esta nota característica también está presente en la propuesta de Rorty. El papel de la solidaridad en su teoría, como veremos, funciona como contrapunto al paradigma del individuo liberal y ofrece una guía para la vida en común.

Además de su particular relación con el liberalismo, durante este periodo inicial también se definen otros aspectos de la solidaridad. Entre estos primeros «científicos sociales» sin duda el más importante e influyente fue Emile Durkheim (1858-1917). No sólo será el autor francés uno de los primeros en incorporar el concepto de solidaridad a las ciencias sociales sino que identificará ya desde ese primer momento sus principales atributos. De hecho, la mayoría de las concepciones posteriores, incluida la de Rorty, parten de su formulación.

En La división del trabajo social (1893), uno de sus trabajos más importantes, pretende responder con la solidaridad a la que para él es la cuestión fundamental: ¿qué mantiene a la sociedad unida? En otras palabras, ¿cómo lograr la paz social y la cohesión en las nuevas sociedades liberales y plurales? Así, ya desde sus albores, la solidaridad se incardina en las ciencias sociales como hecho social que explica la estructura de la sociedad (Zúñiga, 2001:XXII).

Pero la solidaridad para Durkheim no sólo tiene valor descriptivo, sino que también es un fenómeno enteramente moral (Durkheim [1893], 2001:784). Funciona como principio de cohesión que transforma a un grupo de individuos en sociedad: «Puede decirse que es moral todo lo que constituye fuente de solidaridad, todo lo que fuerza al hombre a contar con otro, a regular sus movimientos con arreglo a Page 390 algo más que los impulsos de su egoísmo, y la moralidad es tanto más sólida cuanto más numerosos son sus lazos y más fuertes» (Ibidem, p. 468). Durkheim reconduce así su pregunta sobre qué mantiene a la sociedad unida a la más concreta de qué produce solidaridad.

Sobre este aspecto, Javier de Lucas ha señalado que para Durkheim la solidaridad es un principio de cohesión social que está en la base de la moral y del derecho y no se puede desligar el aspecto puramente descriptivo de los requerimientos que suponen esos otros ámbitos (de Lucas, 1993:39-43). La implicación normativa de la solidaridad, su insistencia en que requiere cumplir con ciertas obligaciones sociales basadas en valores y normas particulares, es una de las grandes aportaciones de Durkheim a la noción actual de solidaridad (Hechter, 2001:14590).

El fundamento de la solidaridad también aparece tratado en la obra de Durkheim e influirá mucho en autores posteriores como el propio Rorty. Para Durkheim la solidaridad depende de la naturaleza del grupo cuya unidad asegura y por tanto varía en función de los distintos tipos de sociedad. En este sentido, Durkheim establece la ya clásica distinción entre solidaridad mecánica y solidaridad orgánica.

La solidaridad mecánica es fruto de las semejanzas, de los elementos comunes a todos los miembros de la sociedad. Según Durkheim, los seres humanos tienen dos conciencias, una colectiva y otra personal: «El conjunto de las creencias y de los sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad, constituye un sistema determinado que tiene su vida propia, se le puede llamar la conciencia colectiva común» (Durkheim [1893] 2001:94). Esta forma de solidaridad, en consecuencia, es dependiente de las semejanzas sociales y por tanto propias de cada sociedad.

La solidaridad orgánica por su parte es la que se establece entre individuos especializados y que, por tanto, dependen unos de otros para la satisfacción de todas sus necesidades. Una sociedad entre individuos desiguales pero interdependientes, que se reparten las funciones sociales a través de la división del trabajo.

Paradójicamente, aunque Durkheim privilegia la solidaridad orgánica como más adecuada para la sociedad liberal de su tiempo, Rorty se inspira sobre todo en la solidaridad mecánica...

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