Richet, Denis, La Francia moderna: el espíritu de las instituciones, traducción de Marta Torre Álvarez, presentación de Jean-Frédéric Schaub, Ediciones Akal, Madrid, 1997; 183 pp.

AutorJosé María Vallejo García-Hevia
Páginas760-767

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  1. Es La France Moderne: l'esprit des institutions, publicada en 1973, y traducida a nuestro idioma casi veinticinco años después, un valioso y lúcido intento de alcanzar la historia total a partir de la historia de las instituciones. Su autor, Denis Richet, fue un investigador e historiador vinculado a la escuela de los Ármales: así lo demuestra su continuada colaboración, con algunos de sus más importantes artículos, en la revista Annales. Economies, Sociétés, Civilisations, entre 1968 y 1990; o su confesada devoción por la obra de Marc Bloch, Fernand Braudel y Pierre Vilar, y especialmente por la del segundo, a cuya memoria dedicó su libro, publicado postumamente en 1991, titulado De la Reforme á la Révolution. Etudes sur la France Moderne, que es una colectánea de conferencias, lecciones magistrales, estudios monográficos y otros textos dispersos. Richet fue un especialista en la historia social, política y cultural francesa del período de los últimos Valois y de los primeros Borbones, pero, sobre todo, un profesor, dedicado por entero a la docencia universitaria. Esta marcada vocación docente explica, en su caso, su opción por la síntesis como procedimiento de exposición científica de los resultados de sus investigaciones, y, tal vez, la brevedad de su obra (sólo publicó, además de los artículos aludidos, dos libros en vida: el que nos ocupa, y otro, muy conocido, en colaboración con Francois Furet, La Révolution Frangaise, 2 vols., París, 1965, reeditado en 1973, que ha sido igualmente traducido al español, La Revolución francesa, Madrid, 1988), aunque ésta sea sólida, pensada, y muy elaborada. Dicha vocación justifica también la exigencia de concisión, claridad y sencillez que se aprecian en este espíritu de las instituciones de la Francia moderna, un libro nacido de las clases impartidas a sus alumnos de la Universidad de Tours, y que disecciona, y sintetiza -huyendo de toda arbitraria esquematización-, tres siglos de la historia de Francia, de mediados del cuatrocientos a 1789, en apenas ciento sesenta páginas.

    Aunque reconozca su filiación respecto de la escuela de los Annales, Denis Richet no menosprecia la historia del derecho y de las instituciones; todo lo contrario, ya que la sitúa como el punto de partida imprescindible e inexcusable para el conocimiento del pasado, de todo pasado, social, político y cultural. Su propósito no es el de realizar una historia social, sino el de plantear una más fértil, enriquecedora, y viable, historia social de las instituciones. Por eso, concluye resueltamente que «hacer una historia estrictamente social es, al mismo tiempo, imposible y estéril. Sólo dos tipos de estudio diferentes, pero complementarios, nos permiten esclarecer nuestro pasado. De un lado, un estudio económico-social, destinado a escrutar la anatomía y fisiología de los gru-Page 761 pos en función de los lugares que ocupan en las grandes categorías macroeconómicas: la producción, el consumo, los beneficios, la renta y el salario ... De otro lado, una investigación que se sitúa en el punto de convergencia de lo político, lo social y lo cultural; éso es lo que aquí se ha intentado hacer» (p. 178). Pues bien, ese punto de convergencia de la política, la sociedad y la cultura no es otro que el derecho, y su plasma-ción institucional, que ha de guiar nuestra búsqueda por el pasado histórico. Una búsqueda en la que el instrumento de análisis ha de ser jurídico, y el objeto antropológico, una cultura ajena y pretérita, aunque no siempre periclitada, ni mucho menos. Como bien dice Jean-Frédéric Schaub en su Presentación (pp. 5-15), Richet no pretende esbozar la genealogía del sistema político contemporáneo, sino que, por el contrario, la organización social y política de la Francia de los siglos XVI, XVII y XVIII, y su evolución, es considerada como un sistema cultural global.

    La amplia perspectiva de estudio de Denis Richet, liberada de cualquier prejuicio o de una rígida dependencia dogmática, le permite criticar tanto el esquematismo del análisis marxista, basado en una anacrónica lucha de clases entre el capital industrial y el proletariado, que forzadamente se ha querido ver en los conflictos religiosos, y en las revueltas antiseñoriales y antifiscales de la Edad Moderna; como las limitaciones de la sociología corporativa de Roland Mousnier, y sus relaciones de fidelidad, verte-bradoras de la sociedad moderna, cuyo trifuncionalismo ideológico (oratores, bellato-res, laboratores) no se compadece con una realidad social mucho más compleja, muy dependiente, en todo caso, de la renta económica de los individuos, de sus familias, de las diferentes clases sociales. Ahora bien, también es cierto que Richet es deudor de los estudios de Mousnier, que figuran mencionados con frecuencia. Y eso que el aparato crítico de su libro no es amplio, pese a tratarse, en su propósito inicial, de un manual para sus clases: junto a Mousnier aparecen citados, significativamente, Olivier Martin, Ellul, Imbert o Goubert; los autores clásicos, como Malthus, Montesquieu, Marx, Engels, Tocqueville, Rostow o Porchnev; sus maestros, Bloch, Braudel, Febvre, Vilar, además de Chaunu o Le Roy Ladurie; y una casi exclusiva presencia de historiadores franceses: Labrousse, Mandrou, Delumeau, Foucault o Mesnard. Las ausencias son bien notadas, y apuntadas, por Schaub: entre otros, Max Weber, Federico Chabod, Jaime Vicens Vives, Otto Brunner, Ernst Troeltsch, Norbert Elias, Ernst Kantorowicz, Manuel García Pelayo... En cualquier caso, tales ausencias no hacen que pierdan valor las conclusiones, ni los planteamientos, de la obra de Richet, aunque sí podrían haberlos enriquecido, de haber estado presentes. En compensación, el autor, acertadamente, deja hablar a los protagonistas de sus fuentes, que emergen en el texto con una frecuencia considerable, sobre todo, si se tiene en cuenta su reducida extensión: desde el abogado parisino del siglo XVI, Etienne Pasquier, o el jurista de Carlos VIII y Luis XII, Claude de Seyssel, o Jean Bodin, hasta los ministros de Luis XVI, Calonne, Lomenie de Brienne o Necker.

  2. Richet parte de una definición y de una periodización. ¿Qué es el espíritu de las instituciones!, se pregunta. Desde luego, no sólo las leyes que ordenan y regulan la sociedad, abstraídas de su entorno político, económico, religioso, espiritual, intelectual y social, al que reflejan, y...

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