Revolución en el mediterráneo: ¿hacia un Islam democrático? El problema de la libertad de religión

AutorMario G. Losano
CargoUniversità del Piemonte Orientale'Amedeo Avogadro
Páginas15-43

Page 16

1. Definiciones: "liberal" como "democracia liberal"

Uno de los aspectos más problemáticos de las comparaciones políticas tiene que ver con la homogeneidad de los términos a comparar, porque en política las delimitaciones son más débiles y los términos más indefinidos que en las ciencias naturales. No es científicamente aceptable, por ejemplo, comparar la teoría del Estado comunista con la realidad de un Estado demo-crático (ni por supuesto a la inversa) y tampoco lo sería comparar un Estado

Page 17

islámico ideal con la realidad de un Estado democrático-liberal (ni por supuesto a la inversa).

Para evitar este peligro, se ha precisado esto en el título: no creo que hoy -frente al desconcierto de los Estados del área meridional del Mediterráneo- pueda resultarnos de interés una confrontación entre la teología islámica y la teoría política liberal-democrática. El problema sobre el que discutimos desde hace algún decenio, y que a día de hoy se ha convertido en un asunto de rabiosa actualidad, es si (y en caso afirmativo, en qué medida) las estructuras fundamentales del Estado democrático-liberal se pueden transferir sin más a un Estado cuya clase dirigente y cuya población profesen en su mayo-ría la religión islámica. En resumen, ¿pueden Egipto, Libia, Argelia, Túnez y Marruecos transformarse en un periodo de tiempo razonable en Estados cuyas estructuras correspondan a aquellas que existen en los Estados demo-cráticos, es decir, que tengan elecciones libres y periódicas, Estado de Derecho, instituciones independientes y partidos libres?

Esta pregunta es un arma de doble filo. En primer lugar corremos el riesgo de etnocentrismo. En efecto, esta pregunta contiene implícito un juicio de valor positivo a favor de los occidentales, acerca de la superioridad de sus ordenamientos políticos. ¿Por qué la democracia liberal, que encaja bien en Occidente, debe ser necesariamente bienvenida también por una población islámica? Y además, ¿puede exportarse con éxito esta democracia liberal? En algunos casos sí (La India, Japón, Corea del Sur, América Centro-Meridional: obviamente con matices diversos y con caídas clamorosas de regímenes autocráticos). Pero en ciertos casos, parecería más bien que no: Iraq y Afganistán son problemas sin resolver. Tras años de guerras y de intentos de democratización se pueden escuchar declaraciones como ésta: "Los talibanes dejaban colgando el cadáver del ahorcado durante cuatro días. Nosotros lo haremos durante un periodo más corto: unos quince minutos [...]. También las lapidaciones públicas continuarán, pero usaremos piedras pequeñas"1. Esta declaración es de un juez de la Corte Suprema afgana y vio la luz en diciembre de 2001. En definitiva, Afganistán se mueve en una ambigüedad poco compatible con los modelos democráticos, como veremos mejor en el apartado quinto de este artículo.

Page 18

Y en segundo lugar, la aceptación del modelo occidental implica la separación entre Estado y religión, es decir, el laicismo que -en diferente medida- caracteriza a los Estados occidentales. Así que volvemos al problema definitorio. El Islam, como todas las religiones, se siente depositario de una verdad absoluta y por tanto incompatible con el relativismo del Estado laico. Según el teólogo católico Hans Küng, todas las religiones monoteístas, en general, son propensas a una separación entre Estado y religión. Sin embargo, en concreto, existen Estados teocráticos "cuyas instituciones estatales coinciden esencialmente con las religiosas".

Desde el punto de vista teológico, se trata de excepciones, pero el Islam es una de ellas. Con respecto a esto, Küng escribe: "era imposible una separación entre Estado y religión. Estaba en juego la soberanía de Dios en el sentido más amplio posible, fenómeno que puede encontrarse de igual modo en el cristianismo, aunque sólo en casos excepcionales como por ejemplo en la Ginebra de la reforma de Calvino, en el reino anabaptista de Münster en Alemania y, sobre todo, en el Estado eclesiástico romano fundado en el siglo VIII y existente hasta hoy como Vaticano"2.

Una vez aceptada la relación entre Estado y religión en el Islam, es necesario evitar caer en un doble error que, aunque en ocasiones deliberado, se comete a menudo en estos días convulsos. El primero es un error de carácter pesimista: negar a priori que un Estado democrático pueda convivir con el Islam. Y el segundo es un error de carácter optimista: confundir nuestras propias esperanzas democráticas con las posibilidades efectivas de desarrollo de los movimientos populares actuales.

Debido al poco espacio del que disponemos, no se podrán explicar las grandes dicotomías (sunníes y chiíes, católicos y protestantes) ni los miles de matices indispensables para hablar de una comunidad de casi mil millones y medio de fieles que se despliegan desde Marruecos hasta Indonesia. Razonaremos a través de "paradigmas", según la definición de Kuhn, para quien los paradigmas son una constelación global de convicciones, valores y modos de comportarse compartidos por los miembros de una comunidad.

Page 19

2. Estado y religión en el Islam: tres corrientes de pensamiento

El siglo pasado se caracteriza por una profunda evolución en el mundo islámico, en el que hoy se pueden distinguir tres corrientes distintas, que habitualmente están en conflicto entre sí: los modernistas, que proponen una occidentalización del mundo islámico al menos en cuanto a los aspectos sociales, económicos y jurídicos; los tradicionalistas, que en cierta medida corresponden a los reformistas clásicos, es decir, a aquellos fieles del Islam tolerante, abiertos a Occidente y preparados para renovar -pero no a renegar de ella- su propia tradición cultural; y finalmente los fundamentalistas, que predican la reacción incluso violenta ante todo lo que sea occidental, la vuelta a la fe integral del pasado, la construcción de un Estado teocrático y la aplicación rigurosa y extrema de la ley coránica.

El error de la postura occidental consiste en ignorar esta pluralidad de tendencias e identificar el Islam actual sólo con el fundamentalismo, tanto a causa de la violencia que acompaña a sus reivindicaciones -con vistas a la toma del poder- como a causa del retraso social que se deriva de su ejercicio del poder. Los fundamentalistas tienen más visibilidad mediática, pero son una minoría con respecto a la población de los Estados que nos obstinamos en llamar "musulmanes": en este sentido, podemos recalcar el comportamiento maniqueo de Al Quaeda, que identifica de igual modo a todos los Estados occidentales como estados "cristianos". Sin embargo, cuando se habla de Estados, debemos referirnos a la forma del régimen, no a la religión.

A cada una de las tres corrientes del Islam mencionadas corresponden tres visiones del Estado moderno en los territorrios islámicos.

La consolidación de los regímenes inspirados en el fundamentalismo islámico, hoy comúnmente llamados "fundamentalistas", ha abierto una discusión mundial sobre la situación de la mujer en el Islam, discusión general-mente enturbiada por preconceptos etnocéntricos y políticos. Sin embargo, el Islam admite una cierta libertad de la mujer. Ésta tiene una capacidad más bien limitada en el derecho de familia, pero bastante más amplia en el ámbito negocial. El problema de la mujer en el Islam actual es que estas posibilidades existen en la teoría, pero se aplican con poca regularidad (e incluso de forma restrictiva) en la práctica. Los modernistas están a favor de un progresivo acercamiento a los modelos occidentales (por ejemplo en el Líbano); los tradicionalistas son más favorables a una cautelosa autonomía femenina

Page 20

(por ejemplo en Egipto, pero también, con respecto a ciertos aspectos profesionales, en Irán); los fundamentalistas, sin embargo, van más allá de una interpretación restrictiva de la carta del Corán (como con la segregación femenina o la prohibición de instrucción o de inserción laboral, por ejemplo en Afganistán)

Para evitar generalizaciones erradas, hay que tener presente que ni en el plano teórico ni en el práctico existe un único Islam, del mismo modo que no existe un único cristianismo.

3. Las relaciones entre estado y religión en la historia del Islam

La relación entre Estado y religión es radicalmente diferente en la tradición islámica y en la occidental. El cristianismo de los orígenes tuvo que enfrentarse con una entidad estatal fuertemente estructurada como era el Imperio Romano; por lo tanto, para poder hacerle frente, tuvo que asumir una estructura análoga. Basta con observar hasta qué punto el derecho canónico se ha inspirado en el derecho romano. El Islam de los orígenes, en cambio, se encontró con la situación contraria: la predicación de Mahoma nace como predicación religiosa en un contexto de tribus nómadas y ciudades descoordinadas. El embrión del Estado islámico nace cuando Mahoma es llamado de la Meca a Medina para integrar a todas las tribus en un sola comunidad: es desde la religión como nace el Estado. En síntesis: la religión cristiana tuvo que adaptarse al Estado romano preexistente, mientras que el Estado islámico se fue modelando con base en la religión islámica existente. Desde estos inicios hasta ahora han...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR