Revisión, a modo se síntesis, de la noción de prudencia

AutorRicardo Dip
Páginas93-96

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La prudencia es un hábito del entendimiento práctico, que tiene en común con la sindéresis la misión de rectificar258 la razón práctica, pero se diferencia de la sindéresis porque esta tiene por objeto los primeros principios de la acción humana259, y la prudencia, referible al universal —incluso conociendo, además de los primeros principios, normas que provienen tanto de la razón inferior como de la superior260—, abarca, de modo particular, la concreta situación del caso261 y la ponderación de sus circunstancias peculiares262.

Así, la prudencia es un conocimiento de toda la realidad263: su materia propia, dice Ramírez, es exactamente lo «agible humano concretísimo y

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personal»264. La prudencia, pues, es un conocimiento directivo de la realidad agible265, en la que concurren lo universal (principio sinderético, principio de la ciencia ética, el buen uso de la razón) y la experiencia, de la que se distingue el hábito de la prudencia, en gran medida debido al carácter de universalidad del saber prudencial266.

La prudencia es virtud (del vocablo latino virtus, utis, fuerza; que, a su vez, deriva de vir, viri, hombre) porque es hábito que dispone a operar bien (al contrario, el vicio es el hábito de obrar mal); es también una de las cuatro virtudes cardinales267 (de cardinalis, cardinale, gozne, bisagra); i. e., una de las virtudes principales, en cuanto a los medios268, porque en ellas —prudencia, justicia, fortaleza y templanza— se funda y se desarrolla toda la vida humana.

No obstante, a diferencia de lo que ocurre con las otras virtudes cardinales, que son de naturaleza moral —y cuyos sujetos psíquicos son, en la justicia, la voluntad; el apetito concupiscible, en la templanza; en la fortaleza, el irascible—, la prudencia es virtud intelectual por su esencia (sujeto psíquico o materia en la cual se forma: in qud), aunque sea, en cierto sentido, una virtud moral, según la materia a que se refiere (materia circa quani).

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Las virtudes cardinales tienen una principalidad secundum quid, pues esas virtudes no son principales en términos absolutos (bastaría no solo considerar las teologales —fe, esperanza y caridad—, sino, además de ellas, otras virtudes morales: p. ej., la piedad, la religión). Se trata aquí de la principalidad de los medios, y como estos son electivos, y esa elección es tarea de las virtudes morales, la cardinalidad de las virtudes es, pues, propia de las virtudes morales. Si la prudencia, a despecho de ser hábito formalmente intelectivo —asentándose en el entendimiento, más específicamente en el entendimiento práctico y en el cogitativo269 —, se cuenta como virtud cardinal es «(...) porque sobre ella se afirman y desarrollan todas las otras virtudes, al ser su regla»270.

La...

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