«Nuevos retos del transnacionalismo en el estudio de las migraciones»

AutorCecilia Eseverri Mayer
Páginas155-158

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CARLOTA SOLÉ, SONIA PARELLA, LEONARDO CAVALCANTI (Coordinadores) (2008) Madrid: Observatorio Permanente de la Inmigración

El libro Nuevos retos del transnacionalismo en el estudio de las migraciones recoge las ponencias presentadas en el Simposio Internacional celebrado, bajo el mismo nombre, los días 14 y 15 de febrero en la Universidad Autónoma de Barcelona. En él se muestra el potencial de abordar el análisis de las migraciones internacionales desde una perspectiva transnacional, al mismo tiempo que se sugiere la necesidad de poner límites a la definición de este fenómeno. Los diferentes ensayos ofrecen al lector un amplio conocimiento sobre las líneas de investigación más innovadoras en el ámbito de la migración y el transnacionalismo. Y recogen, además, los resultados de importantes estudios empíricos realizados en distintos contextos nacionales.

Las aportaciones teóricas más relevantes vienen de la mano de Nina Glick-Schiller, Alejandro Portes, Giulia Sinatti y Lorenzo Cachón. Las indagaciones empíricas y las experiencias de campo son presentadas por Alejandro Portes, Cristina Escobar y Renelinda Arana; Sonia Parella y Leonardo Cavalcanti; Claudia Pedone y Sandra Gil; Anahí Viladrich y David Cook-Martín, Cristina Rocha y Ofelia Woo Morales.

La aportación fundamental de Nina Glick-Schiller en su capítulo «Nuevas y viejas cuestiones sobre localidad: teorizar la migración transnacional en un mundo neoliberal» es la importancia que otorga a las localidades dentro de la perspectiva transnacional. Aboga por un análisis que contemple «la relación entre la ubicación de la ciudad (la localidad), los ámbitos más generales del poder financiero, político y cultural y las trayectorias de salida y asentamiento de los inmigrantes». Se trata de una perspectiva sobre el lugar que lo engloba todo, poniendo en relación los lugares y las personas que viven en ellos y entrelazándolos con los procesos globales. Además, permite valorar el verdadero papel de los inmigrantes, o de los «transmigrantes», como protagonistas de procesos concretos de cambio social. Éstos pueden servir de enlaces transnacionales de inversión de capital, pueden convertirse en agentes que favorecen o se oponen a los procesos de gentrificación o en impulsores del comercio urbano, contribuyendo a que las ciudades adquieran o conserven su atractivo en el ámbito internacional.

Alejandro Portes, por su parte, pone límites al concepto de transnacionalismo y advierte de no caer en la utilización indiscriminada del término, por muy atractivo y novedoso que éste resulte, para describir dinámicas globales o internacionales. Señala tres requisitos que otorgan a este fenómeno el lugar que le corresponde y que permiten al investigador identificar los procesos que se encuentran en marcha:

  1. Que se involucre a una proporción significativa de personas en el universo relevante.

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  2. Que las actividades no sean transitorias ni excepcionales.

  3. Que el contenido de estas actividades no esté incluido ya en los conceptos existentes.

    Bajo esta premisa y en coautoría con Cristina Escobar y Renelinda Arana, desarrolla un estudio empírico sobre la participación en actividades políticas transnacionales de los inmigrantes y las organizaciones civiles de mexicanos, dominicanos y colombianos asentadas en Estados Unidos. Los resultados del análisis ponen en entredicho los argumentos de los defensores del nativismo, según los cuales la integración social se vería mermada por los lazos y el contacto que los inmigrantes mantienen con sus países y comunidades de origen. «La motivación de los inmigrantes latinoamericanos por tomar parte en actividades transnacionales (políticas, civiles, culturales o de otra índole) se encuentra principalmente entre los miembros con los estatus académicos y profesionales más altos y, dentro de ese grupo, entre aquellos que tienen un status legal seguro y cuentan con periodos de residencia más largos en Estados Unidos». Esta afirmación permite a los autores confirmar la hipótesis de que la asimilación y el transnacionalismo van de la mano y no son procesos contradictorios ni excluyentes. Solidarizarse e involucrarse con las causas sociales y políticas del país de origen y sentirse integrado en la sociedad de destino, participando en acciones políticas concretas que afectan a la cotidianidad, es una situación compatible que denota una incorporación positiva de los inmigrantes en las sociedades receptoras.

    No obstante, es importante señalar que los autores identifican diferencias notables en el activismo político de las tres nacionalidades estudiadas. Una vez más se confirma la necesidad, apuntada por Guarnizo (2007), de desarrollar un análisis más fino sobre el alcance de la acción transnacional de los migrantes, teniendo en cuenta y siendo más cuidadosos a la hora de contemplar las diferencias de los «contextos de salida».

    Giulia Sinatti en su capítulo titulado «Migraciones, transnacionalismo y locus de investigación: multilocalidad y la transición de «sitios» a «campos», defiende la necesidad de una mayor implicación de los teóricos del transnacionalismo en la investigación multilocalizada. La autora quiere alejarse de una definición abstracta del transnacionalismo y focaliza la atención allí donde se desarrolla este fenómeno. Es decir, donde los inmigrantes viven sus vidas y realizan sus prácticas itinerantes. Por ello, el enfoque transnacional requiere contemplar múltiples contextos, con el fin de captar la transformación y la fricción que provocan aquellas personas que viven y transitan por lugares espacialmente distantes, aunque humanamente cercanos.

    Lorenzo Cachón (capítulo V), reflexiona sobre la orientación práctica de las políticas de integración de y con los inmigrantes en el nuevo contexto transnacional. Según él, es necesario superar la tentación de vincular las políticas de integración con la «gestión de las diferencias». Esta tendencia, que inspira algunas de las nuevas políticas destinadas a la integración de inmigrantes, esquiva las verdaderas problemáticas sociales ligadas al empleo y a la igualdad de derechos sociales.

    El autor propone un modelo de incorporación que se articula en base a tres dimensiones: redistribución, reconocimiento y representación. Se trata de tres órdenes diferentes que se corresponden, se encadenan y se tocan mutuamente. El argumento se apoya en la necesidad de impulsar un Estado de Bienestar fuerte «que acoja efectivamente a los inmigrantes como nuevos ciudadanos en plenitud de derechos y en igualdad de condiciones». Únicamente en estas circunstancias estaríamos preparados para reflexionar sobre la nueva identidad, reconocer y respetar las diferencias sin poner en riesgo la liber-Page 157tad individual y hacer efectivo el derecho a la representación y la participación política. «La inclusión social es, además de una cuestión de justicia, un factor de eficiencia económica». Las sociedades más justas podrán ser sociedades más prósperas y estarán más preparadas para afrontar los inevitables conflictos derivados de la transformación demográfica y la acomodación entre las poblaciones nativas e inmigrantes. Para ello, Lorenzo Cachón propone comenzar por crear «redes normativas transnacionales» que ayuden a potenciar «modos de pertenencia» planteados desde la realidad española y europea del siglo XXI».

    En relación a los estudios etnográficos o empíricos, llama la atención el peso que tienen en el libro las indagaciones sobre los efectos de la migración transnacional en las familias y los roles de género y generacionales. Claudia Pedone y Sandra Gil Araújo en su capítulo titulado «Maternidades Transnacionales entre América Latina y el Estado Español. El impacto de las políticas migratorias en las estrategias de reagrupación familiar», advierten del modo en que la creciente presencia de las mujeres latinoamericanas en las corrientes migratorias internacionales está generando una «reacomodación de las relaciones de poder dentro del grupo doméstico». Asimismo, las autoras ponen en evidencia la importancia de analizar estas cuestiones en relación con las políticas de migración familiar. Esta base normativa configura, en buena medida, las estrategias de los migrantes, los planes de separación temporal y la negociación de los roles y tareas en el seno de las familias transnacionales.

    Por otro lado, Ofelia Woo Morales (capítulo VIII) aporta algunas claves para entender las relaciones de cooperación, solidaridad y conflicto en las trayectorias de las migrantes urbanas mexicanas en Estados Unidos. En sus indagaciones se destacan los lazos o vínculos afectivos y emocionales que desarrollan los migrantes con su familia y sus comunidades de origen. La autora descubre que «las mujeres establecen estrategias para mantener el tacto y el apoyo moral y económico de sus familiares, tanto en México como en Estados Unidos», pero señala, a la par, que no es claro que todas estas acciones puedan considerarse como prácticas transnacionales, en el sentido que las definen Portes, Guarnizo y Landolt (2003).

    Hallazgos a los que sí llegan Sonia Parella y Leonarno Cavalcanti (capítulo IX) en su investigación sobre el modo en que los migrantes bolivianos, peruanos y ecuatorianos construyen «campos (o espacios) sociales transnacionales» en las ciudades de Madrid y Barcelona. De su trabajo se desprenden dos impactos concretos del campo social transnacional. Por un lado, sus indagaciones sobre los vínculos de gestión del afecto y del cuidado en el seno de las familias transnacionales, les sirven para averiguar que los miembros de las familias definen sus estrategias, dirigen y gestionan los procesos de cambio bajo la constricción de sus condiciones materiales de existencia (clase social, relaciones de género, hábitat, momento del ciclo vital, etc...). Por otro lado, observan que, en Madrid y Barcelona que los inmigrantes desarrollan «un mecanismo de autodefensa y reafirmación colectiva contra la discriminación» a través de los vínculos transnacionales y el mantenimiento de sus valores y su identidad de origen. Esta «etnicidad reactiva» puede ayudar a las personas a enfrentarse a entornos hostiles y discriminatorios, haciendo que su incorporación social en el país de destino resulte menos dolorosa.

    La necesidad de los migrantes de mantener vivos los lazos familiares, socioeconómicos, culturales y políticos está presente en todos los análisis que recoge este libro. El estudio de este hecho social desmiente la idea preconcebida de que las actividades transnacionales obstaculizan la integración de los inmigrantes en las sociedades de acogida y señala, como muy aconsejable, la puesta en marcha de nuevos instrumentos normativos que ayuden a hacer efectivos losPage 158derechos de los migrantes tanto en las localidades de origen como en las de destino. Es decir allí donde su esfuerzo y su participación están presentes.

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