Los retos actuales del transporte en la ciudad. El nuevo paradigma de la movilidad sostenible en los desplazamientos urbanos

AutorAntonio Fortes Martín
Páginas475-499

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Antonio Fortes Martín

Profesor Titular de Derecho Administrativo

Universidad Carlos III de Madrid

SUMARIO: I. INTRODUCCIÓN: LA REALIDAD DEL TRANSPORTE URBANO EN EL CONTEXTO (TAMBIÉN URBANO) DE LA CIUDAD. II. LA (RE) ORDENACIÓN DEL TRANSPORTE URBANO POR IMPERATIVO DE LA MOVILIDAD SOSTENIBLE. 1. Lo que la movilidad (realmente) mueve: la obligada (re)definición del transporte urbano ante la emergencia de los desplazamientos urbanos sostenibles. 2. El reconocimiento jurídico (urbanístico) del fenómeno de la movilidad en el transporte urbano. III. LAS DEMANDAS DE DESPLAZAMIENTO EN LOS ENTORNOS URBANOS. SU REGULACIÓN A TRAVÉS DE LA PLANIFICACION. 1. En busca de la perfecta imbricación entre la planificación del uso del suelo y la oferta de transporte público de la ciudad: el potencial de la planificación de la movilidad. 2. El alumbramiento de un nuevo “status ciudadano de movilidad”: la apuesta jurídica por formas sostenibles de desplazamiento urbano. IV. APUNTES FINALES ACERCA DE LA SOSTENIBILIDAD DEL SISTEMA URBANO DE TRANSPORTE EN LA CIUDAD. 1. La “fiebre” reciente por la movilidad hipocarbónica y su incidencia en el funcionamiento del transporte urbano. 2. ¿Quo vadis, movilidad? Una movilidad sostenible para el transporte… ¿urbana y/o urbanística?1

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Introducción: la realidad del transporte urbano en el contexto (también urbano) de la ciudad

El transporte urbano representa uno de los más destacados factores determinantes del cambio urbano en las ciudades en lo atinente a su estructura física y a su composición social. Los modos de transporte en la ciudad presentan un gran potencial a la hora de afectar en gran medida al uso del suelo, a los emplazamientos habitacionales, la movilidad (la residencial y la ocupacional), y otros tantos aspectos que condicionan el modo de vida urbano. Este presupuesto, en el escenario de las principales ciudades (europeas y españolas) dados los continuos problemas circulatorios como consecuencia del uso (y abuso) del vehículo privado, nos conduce a una realidad, intrincada y también innegable, a la que sólo de un tiempo a esta parte se le está prestando atención en sede jurídica.

El transporte (urbano) constituye para la Comisión Europea un factor crucial en el crecimiento de las ciudades 2 en su doble consideración de causa y efecto de las decisiones afectantes, no sólo de las medidas de acción para reducir los elevados niveles de contaminación, como de las referidas al uso del suelo y al medio ambiente urbano. Es más, como señala, justamente, el Libro Blanco sobre la política europea de transportes de cara al 2010 3, “el transporte, elemento fundamental del funcionamiento de las economías modernas, se halla ante una contradicción permanente, entre una sociedad que siempre solicita mayor movilidad y una opinión pública que soporta cada vez menos la congestión de algunas redes, el deterioro del medio ambiente y la calidad mediocre de las prestaciones que ofrecen algunos servicios de transporte”.

Precisamente, la ciudad es ese locus en el que, a través de la organización del espacio y los distintos usos del suelo, tiene lugar la armonización social 4 entre las exigencias del desarrollo económico, la satisfacción de las demandas energéticas de los ciudadanos y las industrias, la movilidad y el transporte, y los requerimientos del medio ambiente. No es de extrañar, por ello, que las zonas urbanas desempeñen un papel esencial en el cumplimiento de los objetivos del Tratado de la UE por lo que se refiere ahora al desarrollo sostenible y, con él y a través de él, de la política de transporte urbano.

Como quiera que en las ciudades se realizan la mayoría de las inversiones y operaciones económicas de mayor calado es también en las mismas donde se concentran la mayor cantidad de problemas energéticos y ambientales que padecen

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los ciudadanos (por lo que aquí más nos interesa, niveles elevados de tráfico y congestión, ruido, emisiones de gases de efecto invernadero, crecimiento urbano descontrolado, etc). Es así como las propias políticas urbanas centran necesariamente la atención en el transporte urbano y en las ciudades mismas 5, a las que se les presupone una función determinante en el proceso de cambio de los modos de vida, de la producción, del consumo, y de las pautas de distribución del espacio.

A mayor abundamiento, esa estrecha interrelación existente entre el medio urbano y el transporte (urbano) no ha pasado desapercibida, como no podía ser de otra forma, para la Comisión Europea 6 dado que la comprensión del sistema de transporte urbano no puede alcanzarse sin el reconocimiento previo de la estructura urbana en general y de las condiciones económicas y del modo de vida desarrollado en el medio urbano. Es más, a lo largo de los años noventa, la Comisión Europea se ha preocupado por destacar la importancia, tanto de la política de transportes sostenible 7, como de las potencialidades que ofrece el medio ambiente urbano 8. De hecho, la cristalización de la movilidad sostenible tiene lugar partiendo de la estrecha interrelación existente entre el medio ambiente urbano y el transporte en la ciudad.

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En efecto, la situación a la que se enfrentan las principales ciudades a la hora de abordar la regulación de los transportes urbanos viene representada, de un tiempo a esta parte, por el alumbramiento de una conciencia social ante el problema de la movilidad a la que le han seguido respuestas de corte político y jurídico –a partir de la estrategia de movilidad sostenible emprendida por la UE 9– para atajar el conflicto que hoy día provoca el vehículo privado. Y en este escenario, gran parte de la responsabilidad del fenómeno actual (y, paradójicamente también, gran parte de la solución al problema) radica en la planificación urbana y en su importante influencia en el crecimiento del tráfico rodado 10. Porque constituye un hecho incuestionable que la planificación urbana viene asociada (de siempre) con los problemas del tráfico rodado. Justamente por eso, y no es casual, la movilidad sostenible y todas las estrategias de desarrollo urbano sostenible son también “urbanas” (se habla, de hecho, de movilidad urbana sostenible) como quiera que la forma física de las áreas urbanas presenta importantes implicaciones en el modo que tienen de desplazarse los ciudadanos, bien sea a pie, en bicicleta, en coche, o en transporte público. En este sentido, las zonas urbanas han pasado a convertirse en laboratorios, en auténticos bancos de pruebas para la innovación tecnológica y organizativa de cara a suscitar cambios en las pautas de movilidad de los ciudadanos 11, en una recreación tal que alcanza en la actualidad a su plena caracterización como Smart cities, ciudades inteligentes, e incluso ciudades saludables.

Pese a que el modo de desplazamiento urbano sigue dependiendo aún en gran medida del uso del vehículo privado a raíz de la forma urbana (y urbanística) de gran parte de nuestras ciudades, la alta densidad de población sumado a la también elevada proporción de desplazamientos de corta distancia –como consecuencia de la segregación de las actividades urbanas– provoca que, cada vez en mayor medida, las ciudades hayan avanzado obligadamente hacia políticas de movilidad sostenible para poner freno, sobre todo, a los elevados niveles de tráfico y

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congestión que se padecen día tras día 12 en su firme apuesta por otras formas de desplazamiento más sostenibles y accesibles para todos, como lo son los realizados a pie, en bicicleta, o en transporte público.

Unas políticas de movilidad que, empero, no se están desarrollando teniendo en cuenta la planificación urbana y, por tanto, no encuentran su razón de ser en una cuestión de naturaleza urbana (movilidad urbana stricto sensu) o incluso estrictamente ambiental (por motivos de pura sostenibilidad –movilidad sostenible–). Más bien, las actuaciones seguidas en pos de la movilidad sostenible se vienen sustentando en la lucha contra los elevados índices de contaminación atmosférica 13 asociados al tráfico (transporte) urbano que padecen las ciudades como consecuencia de la creciente motorización experimentada en las últimas décadas. Esto mismo es lo que explica que las propias políticas en materia de movilidad sostenible estén centrando necesariamente la atención en el transporte urbano para posibilitar el desplazamiento de los ciudadanos de una forma tal que sea posible superar la siempre preocupante congestión del tráfico.

La (re)ordenación del transporte urbano por imperativo de la movilidad sostenible
1. Lo que la movilidad (realmente) mueve: la obligada (re)definición del transporte urbano ante la emergencia de los desplazamientos urbanos sostenibles

La necesidad de mitigar las consecuencias negativas de los...

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