Reseña de la obra de Charles Homer Haskins, El renacimiento del siglo XII (El Ático de los libros, 2013)

AutorPedro López Herráiz
CargoEstudiante de doctorado en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid
Páginas347-353

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Muchos lectores pensarán que el título de este volumen presenta una flagrante contradicción. ¡Un renacimiento en el siglo XII! ¿Acaso la Edad Media no es una época de ignorancia, estancamiento y melancolía, que contrasta totalmente con la luz, el progreso y la libertad del Renacimiento italiano posterior? (p. 3)

Estas primeras palabras de la obra del profesor Charles HOMER HASKINS, publicada en 1927, siguen siendo válidas casi un siglo después. Más allá del mundo académico y de aquellos realmente interesados en la Edad Media, esta fase de nuestra Historia continúa teniendo mala prensa. En efecto, parece como si durante mil años la humanidad –devenida en inculta tras la caída de Roma– se hubiera limitado a sobrevivir, asolada por múltiples males. Nuestros ojos modernos han preferido reconocer a las civilizaciones griega y romana o al Renacimiento italiano como el origen de nuestros más valiosos genes, frente a una Edad Media a la que achacamos lo peor del espíritu occidental: la celebración de la ignorancia o un fundamentalismo del que aún no nos hemos deshecho por completo.

HASKINS se propuso desmontar la tesis del afamado historiador suizo Jakob BURCKHARDT que afirmaba que en el Renacimiento italiano de los siglos XIV y XV se encontraban las auténticas semillas de la Modernidad: el individualismo y el secularismo1.

Fue pionero en señalar el valor cultural y científico que tuvieron ciertos periodos de la Edad Media entre los que destaca el siglo XII. En un tiempo que él sitúa aproximadamente entre finales del siglo XI y mediados del siglo XIII (pp. 12-13) la civilización europea recuperó gran parte de la sabiduría clásica en muchos ámbitos del conocimiento (la historiografía, el derecho, la filosofía, la medicina, etc.) y del arte (la poesía o la arquitectura, por ejemplo). Siendo el primer medievalista norteamericano, marcó con esta obra un hito en los estudios medievales. A partir de entonces los historiadores ya no pueden hablar de un solo Renacimiento, en mayúscula e italiano, sino que deben atender a una serie de renacimientos medievales –en minúscula– que le anteceden, le condicionan y le posibilitan.

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Obras fundamentales como Renacimiento y renacimientos en el arte occidental de Erwin PANOFSKY (1960)2siguieron la dirección esbozada por HASKINS, que ya había advertido que en “varias áreas de estudio aún hay mucho por hacer” (p. 5). Su influencia académica es enorme; de hecho se creó en su honor una sociedad de estudios medievales y en 1977 tuvo lugar una importante conferencia que conmemoraba el 50 aniversario de su libro y donde se señalaron líneas prioritarias para el estudio del siglo XII que se han seguido recorriendo en las últimas décadas3. Inevitablemente, con la sofisticación de los métodos historiográficos y, sobre todo, por el “giro lingüístico” de los años 60, han surgido críticas a alguno de sus planteamientos. Gran parte de ellas apuntan a los problemas derivados de un enfoque considerado como excesivamente idealista y modernista4. En ese sentido debe señalarse que HASKINS era representante del optimismo y progresismo liberal propio de la transición entre el siglo XIX y el XX. De hecho, el principal adalid político de dicha tradición intelectual, el presidente norteamericano Woodrow Wilson, le tuvo como asesor en la Conferencia de Paz de París de 19195.

Con esta cuidada edición y traducción, que “El Ático de los libros” ha encargado a Claudia CASANOVA, el mundo hispano dispone finalmente de este clásico de la historia medieval. En estas páginas no pretendo limitarme a dar cuenta somera de los múltiples caminos por los que transita la obra de HASKINS. Por el contrario, centraré mis comentarios en aquellas de sus aportaciones que me parecen más relevantes para el público en general y, especialmente, para los lectores de una revista de carácter jurídico como es esta.

Salvo el arte y la literatura vernáculos, que explícitamente HASKINS excluye de su análisis por considerar que en aquel momento ya eran suficientemente conocidos, esta obra estudia todo lo referido al renacimiento cultural y científico de aquella época. Comienza dibujando los antecedentes históricos (capítulo I), el mapa geográfico de los centros intelectuales (capítulo II) y las obras disponibles (capítulo III) sobre los que se desarrolló tal vitalidad cultural, para dirigir posteriormente sus consideraciones a campos concretos del saber y la cultura. De todos los tipos de centros intelectuales de aquel periodo –los monasterios, las catedrales, las cortes feudales y reales, etc.– hay uno especialmente...

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