La represión de lenguas nacionales bajo el autoritarismo en el siglo XX: los casos de Estonia y Cataluña

AutorDelaney Michael Skerrett
CargoUniversity of Queensland/University of Tartu
Páginas251-311

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Agradecimientos

Estaré* siempre agradecido a Marko Remes, a Barbara Skerrett y a Inta Sarapu: su apoyo me ha ayudado en todo sentido, pero fundamentalmente a realizar el sueño de «volver» a vivir en los países de mis antepasados.

Gracias también a Alfredo Martínez Expósito y a Tiina Kirss por haberme animado a aventurarme más lejos en el mundo académico.

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Abreviaturas

EEUU
Estados Unidos (de América).

KGB
Comité de la Seguridad Estatal: la policía de la seguridad estatal en la Unión Soviética (del ruso: Komitet Gosudarstvennoi? Bezopasnosti).

RSS
República Socialista Soviética.

OSCE
Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.

UNESCO
Organización Cultural, Científica y Educacional de las Naciones Unidas (del inglés: United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization).

URSS
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

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La represión de lenguas nacionales bajo el autoritarismo en el siglo xx: los casos de estonia y cataluña

Mantened la unidad de las tierras de España

(Testamento de Franco, 1975, citado en Eixample Web, 2006).

Cuando hace falta un término nuevo que no existe en la lengua respectiva, entonces no hay que inventarlo de nuevo, sino que se debe apropiarse valientemente del ruso, que es la lengua más rica y la internacional en la Unión Soviética. El enriquecimiento del vocabulario de las lenguas de las naciones soviéticas con palabras rusas es perfectamente natural. La influencia de las progresistas lengua y cultura rusas enriquece y desarrolla la cultura y las lenguas de las otras naciones 1

(Bolshevik nº 8 [1952] citado en Misiunas & Taagepera, 1993, p. 117).

Los estoniohablantes (de Estonia) y los catalanohablantes (de España) son dos comunidades lingüísticas que experimentaron el autoritarismo estatal durante el siglo xx. En ambos casos un régimen del extremo del espectro político —en Estonia izquierdistas y en España derechistas— pretendía hacer extender su ideología política, y las lenguas autóctonas de Estonia y los Países Catalanes españoles se veían controladas a través de la censura y la represión. Es más, como parte de sus ideologías, los líderes de ambos extremos querían reemplazar las lenguas autóctonas con las suyas ya que éstas formaban en gran medida parte del nuevo orden que procuraban crear. Al caer la autocracia y volver la democracia los dos territorios se encontraban en situaciones sociolingüísticas en las que las lenguas propias sePage 254amenazaban por las lenguas promovidas por los fascistas españoles y los comunistas soviéticos: el castellano y el ruso. Esta tesis compara y contrasta los diversos métodos de control de lengua y de lenguaje, para demostrar que los estados multilingües centralizados —cualquiera que sea su ideología política— pueden emplear sistemas sorprendentemente parecidos, dejando a las comunidades lingüísticas privadas del derecho de usar y desarrollar sus lenguas propias.

En ambos casos las lenguas habían sido modernizadas y utilizadas de manera significativa por todas las esferas sociolingüísticas durante los períodos anteriores de la Cataluña autónoma y la Estonia independiente. Dadas estas condiciones sociolingüísticas iniciales los regímenes autoritarios nunca lograron su meta de imponer sus ideologías basadas en el control centralizado y el uso de la nueva lengua nacional; al ejercer otra vez la necesidad de utilizar sus lenguas por campos tanto privados e informales como públicos y formales aseguraron la supervivencia de esas lenguas como instrumentos de la sociedad moderna. Esta investigación comparativa tiene ramificaciones e implicaciones también para casos como el francés en Québec: aunque la centralización no siempre sea autoritaria, en los casos de las comunidades lingüísticas pequeñas, sobre todo las minoritarias, a menudo resulta necesaria una política lingüística para alcanzar su difusión por los diversos campos sociales. Esta tesis se enfoca, sin embargo, en los métodos de control más insidiosos de la autocracia pero muchos de ellos pueden —y suelen— ocurrir en sistemas ostensiblemente más democráticos.

I El catalán y el estonio como lenguas nacionales

¿Así es que no puede la lengua de esta tierra por los vientos de la canción subiendo hasta el cielo buscar una eternidad para sí misma? 2

(Kristjan Jaak Peterson [1801-1822], poeta estonio)

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1. Lenguas nacionales, lenguas modernas

Cuando Peterson soñaba con una eternidad para su lengua, soñaba con que el estonio se convirtiera en una lengua de cultura. A pesar de que fue uno de los primeros estonios étnicos en asistir a la universidad, y que el movimiento nacional estonio sólo tendría lugar después de casi cien años, ya le inquietaba el prestigio acordado al alemán en la sociedad estonia, y la falta del prestigio gozado por la lengua autóctona. De alguna manera el joven poeta vislumbraba que la nueva época —la modernidad— iba a dar lugar al nacimiento de naciones y el nacionalismo, un proceso que sigue teniendo relevancia, sobre todo en Estonia y España, hasta el presente. Como Gellner (1983) expone, hasta la llegada de la modernidad —y entonces también la industrialización— «a casi nadie le interesaba crear la homogeneidad cultural [....] Al estado le interesaba extraer los impuestos y mantener la paz y no mucho más»3 (p. 10). Pero el espíritu racional del modernismo requeriría orden y eficacia para lograr el imperativo moderno de descubrimiento continuo, un papel que se cumpliría por un sistema de enseñaza universal: en términos de Gellner (1983) la cultura alta. De hecho Gellner (1997) define la nación como «matrimonio del estado y la cultura [alta]»4 (p. 50). Es más, como afirma Barbour (2000) «las naciones, en el sentido moderno, no pueden existir sin un sentido de identidad compartida, y para que la gente comparta una identidad hay que garantizar un cierto nivel de comunicación»5 (p. 4). La teoría de Anderson (1991) de la nación como comunidad imaginaria ayuda a explicar este fenómeno más: a través de la difusión del capitalismo impreso la nación (el pueblo) podía imaginarse aún más como miembros de la misma comunidad, ya que compartía una lengua de manera escrita. Como veremos, una vez comenzado este proceso de modernización y homogeneización de lengua en un territorio «la aspiración de ser políticamente autodeterminados»6 (Miller, 1995, p. 19) puede resultar en la formación de un estado-nación oficial, o al menos una región con autonomía bastante alta. En ciertas condiciones una simple identidad étnica puede llevar el pueblo al sentimiento nacionalista: «el enfado provocado por la violación delPage 256principio [de la nación] o [...] la satisfacción estimulada por haberlo cumplido»7 (Gellner, 1983, p. 1).

Hoy en día el estonio es hablado como lengua nativa por más de un millón de personas —en Estonia donde es lengua oficial, en áreas fronterizas con Estonia de Letonia y Rusia, y por inmigrantes en los EEUU, el Canadá, Suecia, Finlandia, Gran Bretaña y Australia (Crystal, 1999; Tannberg, Mäesalu, Lukas, Laur, & Pajur, 1997). La mayoría de los expatriados son exiliados políticos y hay comunidades estonias significativas en Toronto, Nueva York, Estocolmo y Sidney (Tannberg et al., 1997). El estonio pertenece a la familia finougria de lenguas (o sea, no es lengua indoeuropea), y a la rama balticofinesa (Crystal, 1999; Raun, 1985, 2001). La lengua principal más cercana al estonio es el finlandés (Matthews, 2005); el húngaro también pertenece a la misma familia pero la relación con el estonio y el finlandés es muy lejana. Hasta el siglo xix la única literatura que existía en el estonio era de carácter religioso: la lengua de administración y de cualquier actividad formal era el alemán dado que los estonios habían vivido bajo el feudalismo alemán desde el siglo xii, a pesar de que el territorio había pasado oficialmente de mano en mano, de los suecos, los daneses, los polacos hasta finalmente a los rusos (Lieven, 1994). La única excepción era el ruso, que se impuso en varias esferas formales a fines del siglo xix, a través del programa de rusificación sistemática del zar. El primer paso significativo en el uso escrito y nacional del estonio era la compilación y la publicación del épico nacional, Kalevipoeg, en 1861 (Lieven, 1994). En 1857 se publicó el primer periódico semanal en estonio, Perno Postimees (El cartero de Pärnu) un acontecimiento importante para el movimiento nacional dado que fue la primera vez que se empleó el término eesti rahvas para referirse al pueblo estonio; antes se había usado sencillamente maarahvas o pueblo de la tierra (Raun, 2001). En 1906 el estonio volvió a ser la lengua de la educación después del período de rusificación y de ahí en adelante iba consolidándose en el campo pedagógico (Raun, 2001). La estandarización de la lengua se basó en el dialecto principal del norte del país ya que la Biblia se publicó en esa lengua vernácula en 1739 (mientras anteriormente sólo el Nuevo Testamento había sido publicado en el dialecto principal del sur); la armonización lingüística nacional sólo se logró en 1914, poco antes de la independencia en 1918 (Lieven, 1994). En la Estonia independiente el estonio era la única lengua oficial pero varias minorías disfrutaban de autonomía cultural, incluyendo enseñanza en las lenguas minoritarias (Raun,Page 2572001). Durante los años veinte y treinta, los lingüistas Johannes Voldemar Veski y Johannes Aavik continuaron el proceso de modernización de la lengua, reemplazando el sistema de ortografía alemán con el del finlandés, ya que se veía como más auténticamente nacional (Raun, 2001; Wright, 2004). También mucho vocabulario alemán fue eliminado de la lengua y sustituido por neologismos basados en dialectos estonios, o préstamos finlandeses e internacionales (Raun, 2001). La independencia del Estonia se acabó en 1939 con la ocupación soviética.

El catalán es hablado por cerca de siete millones de personas:i en España (donde viven la mayoría de los catalanohablantes) en Cataluña, Valencia, las Islas Baleares, la Franja oriental de Aragón, y el Carxe (una pequeña zona de Murcia); en Andorra; en Italia en la ciudad de l’Alguer (en la isla de Cerdeña); y en Francia en el departamento de los Pirineos Orientales (Azevedo, 2005; Fishman, 1991; Hooper, 1995; Keating, 2001; May, 2001; McRoberts, 2001; Strubell i Trueta & Ros i Garcia, 1984; Strubell, 1996, 1998; Wheeler, Yates, & Dols, 1999; Wright, 2004). Estas áreas se denominan Països Catalans (Keating, 2001; Mar-Molinero, 1996, 2000; Strubell i Trueta, 1982; Strubell i Trueta & Ros i Garcia, 1984). Es la lengua oficial en Andorra y la co-oficial en Cataluña, Valencia,ii y las Islas Baleares (Azevedo, 2005; Mar-Molinero, 2002; Wheeler et al., 1999; Wright, 2004). El catalán es una lengua romance, o sea de la familia indoeuropea, y ya había reemplazado al latín como lengua de uso oficial en el territorio catalán en el siglo xiii: de hecho, el primer código feudal y el código marítimo más antiguo de Europa se escribieron en catalán, y fue la primera lengua romance en ser usada en la ciencia y la filosofía (Fishman, 1991; May, 2001). Cataluña mantenía cierta independencia, y por lo tanto también el uso de su lengua, hasta el 1714 cuando se le quitó toda autonomía por el reino español, poniendo fin a 500 años de uso oficial del catalán en la región (May, 2001). Seguía usándose sólo en ámbitos familiares y por la iglesia, y se proscribió en todo campo oficial (May, 2001). Sin embargo, elPage 258desarrollo económico (la industrialización) que experimentó Cataluña en el siglo xix permitió que el catalán se hiciera una lengua hablada por una nueva burguesía próspera y bien educada (May, 2001). Parecido a los acontecimientos contemporáneos en Estonia —de hecho Wright (1998) considera los principios del siglo xx un «período de nacionalismo alto en toda Europa»8 (p. 185)— los movimientos de conciencia nacionalista catalana, Renaixença, y Modernista, promovían el uso de la lengua sobre todo en la literatura, el periodismo y la educación (Azevedo, 2005; Lieven, 1994; Llobera, 1996; Mar-Molinero, 1996, 1997, 2000, 2002; May, 2001; Raun, 2001; Vilarós, 1999; Wright, 1998, 2004). No obstante, a diferencia del caso estonio, los catalanes podían referirse a una historia bastante larga de uso oficial y cultural de la lengua en campos oficiales, y la lengua tenía una ortografía y una gramática estándares ya en la edad media (Fishman, 1991; May, 2001). Durante el siglo xv gozó de una edad dorada de literatura (Strubell, 1996). En ambos casos la lengua pasó a ser el enfoque de los movimientos nacionales y esto dio lugar a la modernización (y la estandardización) del catalán y del estonio y a la publicación de nuevos diccionarios y gramáticas modernos (Ager et al., 1995; Lieven, 1994; Mar-Molinero, 1997, 2002; May, 2001; Raun, 2001; Wright, 1998). Entre los años 1914- 1925 y 1931-1936 Cataluña disfrutó de cierta autonomía y la lengua de uso co-oficial con el castellano pero todo esto acabó con la guerra civil (en 1936) y la victoria de Franco en 1939 (May, 2001).

2. Lenguas minoritarias, lenguas minorizadas

El poeta estonio, Peterson, debe de haber sido consciente del hecho de que una lengua debe usarse en todas las esferas sociolingüísticas para que sobreviva en el mundo moderno. Como afirma el sociolingüista quebequés Maurais (1998), «una lengua se difunde (o desaparece) según sus funciones y sus dominios de utilización»9 (p. 221). Los planificadores tanto catalanes como estonios, al salir del autoritarismo, se enfrentaban a sociedades bastante asimétricamente bilingües. Como veremos, por necesidad los estonios y los catalanes debían conocer la lengua del régimen, pero la gente de otras etnias rara vez manejaba bien los idiomas autóctonos. Según el censo de 1989, sólo 14,9% de la población no autóctona de Estonia (entonces losPage 259otros grupos étnicos formaban 38,5% de la población entera (Järve, 2003)) hablaba el estonio con fluidez (Kolstø, 1996). En 1975 la proporción de catalanohablantes en Cataluña era 60 %, en Valencia 55 % y en Islas Baleares 75% (Hooper, 1995); en Cataluña entonces había 2.265.000 habitantes sin la capacidad de hablar la lengua (McRoberts, 2001). La normalización —para emplear el término del programa lingüístico oficial catalán— del uso de las lenguas autóctonas, entonces, ha debido aprovechar de una política que favorezca la lengua «minorizada»10 (Skutnabb-Kangas, 2000, p. 642), o sea una lengua que una vez disfrutó de autonomía pero al incorporarse en un estado perdió estatus y poder. Había que tener en cuenta «que bajo relaciones de poder desiguales, un tratamiento igual produce condiciones desiguales»11 (Druviete, 1997, p. 181). Maurais (1997), justificando la política lingüística de Cataluña, Estonia, Québec y otros casos similares cita al sociolingüista catalán Puig, quien mantiene que «la libertad de elegir [la lengua de enseñanza en la escuela] es el mejor sistema para perpetuar desigualdades culturales y lingüísticas»12 (p. 144). Maurais (1997) continúa: «[p]ero en realidad es más: vista de una perspectiva histórica, la libertad de elegir prepara el terreno para la asimilación etnolingüística»13 (p. 144). Así que se puede resumir que la normalización, tal como ha sido el proceso en Estonia y Cataluña, consta de: tres tareas... a) investir de poder a lenguas minoritarias [o minorizadas] para que sea posible que satisfagan las necesidades de una sociedad moderna; b) aumentar el número de hablantes/usuarios y aumentar la competencia comunicativa de usuarios actuales, y c) ampliar el alcance geográfico de una lengua dentro de un área específica14 (Cobarrubias citado por Mar-Molinero, 2000, p. 80).

Los «bilingüistas» (Strubell, 1998, p. 168) de Cataluña que se oponen al método de usar medidas proteccionistas para normalizar el uso del catalán, entonces, básicamente «exponen el derecho de los (castellano)hablan-Page 260tes de seguir siendo monolingües»15 y «lo que aquí vemos son sencillamente dos formas de nacionalismo, una mayoritaria española y una de la minoría catalana (aunque sólo la última se denomina así)»16 (May, 2003, p. 139). Esteva Fabregat, de manera parecida afirma que: [m]ientras el biculturalismo promovido por el Estado es de un carácter imperialista porque asume una política de representación y hasta una preferencia sustituidora de una etnia sobre otra, el biculturalismo promovido por una etnia anfitriona con las etnias inmigrantes no tiene el carácter de eliminación de culturas en las bases de sustento, sino que más bien de asumir la integración cultural por motivo individual, ya que, en todo caso, las etnias inmigrantes continúan su existencia en su territorio de origen independientemente a la posición que obtienen y el papel histórico que ejercen sus individuos en el territorio de otras etnias17 (citado por Bastardas i Boada, 2000, p. 165).

Como mantiene Ozolins (2003) en cuanto al caso estonio «[l]a preocupación no era de controlar el uso personal en las interacciones, sino de asegurar la capacidad de comunicar en la lengua nacional a nivel apropiado, para que un médico o un dependiente fuera de hecho capaz de hablar la lengua nacional si fuera necesario»18 (p. 223). Maurais (1998) afirma que «[a]l menos dos factores legitiman la intervención en la lengua del trabajo: el derecho de los ciudadanos de trabajar en su lengua [y] el derecho de los consumidores de recibir atención en su lengua»19 (p. 221). En una encuesta de 2003, el 16% de estonios étnicos afirmaron que habían usado el rusoPage 261con dependientes durante el mes anterior; el 8 % lo habían usado con funcionarios del Estado (T. Vihalemm, Masso, & Vihalemm, 2004). Sólo el 13% de los rusohablantes de Estonia hoy declaran que no hablan el estonio en absoluto, sin embargo el 27% sostienen que nunca lo usan (T. Vihalemm et al., 2004). En una encuesta de 1995, el 87,3 % de participantes nacidos en Cataluña de padres catalanes afirmaron usar el catalán en tiendas cuando la lengua del dependiente se desconoce; el 77,9 % de personas nacidas fuera de Cataluña y 54,4 % de personas nacidas en Cataluña de padres no catalanes (o sea la mayoría en ambos casos) usan el castellano (McRoberts, 2001). No cabe duda que la situación por lo general ha mejorado en los últimos años en ambos casos —en Estonia según el censo de 2000 el 38,3 % de rusohablantes hablaban el estonio (Statistical Office of Estonia) (un aumento de más de 100 % durante 11 años) y en Cataluña según el cens lingüístic de 2001 el 74,5 % de la población hablaba la lengua autóctona (Generalitat de Catalunya, 2003)— pero está claro que la política lingüística debe favorecer la lengua minorizada para compensar la asimetría entre el uso de las lenguas.

Aunque esta tesis se enfoca en el período de represión del estonio y del catalán, es preciso dar un análisis breve de los acontecimientos sucedidos después de la caída de la Unión Soviética (1991) y la muerte de Franco (1975). La Llei de normalització lingüística a Catalunya de 1983 declara que «el català és la llengua pròpia de Catalunya» (Keating, 2001; Secretaria de Política Lingüística, p. 2). Establece el bilingüismo oficial entre el catalán y el castellano dado que la constitución española garantiza el estatus del castellano como lengua del Estado Español, con la excepción de que los topónimos sólo tienen forma catalana (McRoberts, 2001; Secretaria de Política Lingüística). Los medios de comunicación financiados por el gobierno regional, sin embargo, pasaron a ser a base del catalán ya que, según la Llei, la Generalitat tiene la obligación de promover el catalán a través de estos medios (Keating, 2001; McRoberts, 2001). En 1985 un decreto introdujo el requisito de capacidad del catalán para funcionarios; a los que todavía no dominaban la lengua se les dio un período para adquirirla (Keating, 2001; McRoberts, 2001). Ya en 1978 el Decret del català estableció una cantidad mínima de horas por semana en que los alumnos (de enseñanza básica y media) tenían que estudiar el catalán, pero los castellanohablantes podían seguir haciendo la mayor parte de sus estudios en su lengua materna (McRoberts, 2001). Sin embargo, todos los profesores deben hablar el catalán y los alumnos no se pueden graduar sin capacidad en la lengua (Ager, 2001).

La Llei de política lingüística de 1998 introdujo medidas para promoverPage 262el uso del catalán en la universidad; el mismo decreto estableció cuotas para los medios de comunicación (50 % de la programación general en la televisión por cable y la radio, y 25 % de la música en la radio, deben ser en catalán) (Ager, 2001; McRoberts, 2001). Más significativo y a diferencia a Estonia (véase abajo), sin embargo, eran las nuevas estipulaciones en cuanto a la lengua en los negocios privados (Ager, 2001; McRoberts, 2001). La atención al público debe ser disponible en catalán (y también en castellano), siendo ambas «les lengües oficials a Catalunya» (Secretaria de Política Lingüística, p. 15); las empresas públicas y privadas deben «emplear, al menos, el catalán en los carteles y las comunicaciones magnetofónicas»20 (Secretaria de Política Lingüística, p. 15).

En 1989, el estonio fue declarado la única lengua oficial de Estonia por el Soviet Supremo de la República Socialista Soviética (rss) Estonia (Gal- breath, 2005). Esta política lingüística inicial permitía el uso paralelo continuado del ruso y no regía las esferas privadas (Adrey, 2005; Galbreath, 2005; Järve, 2002). Después de la independencia se introdujo legislación que les requeriría a los empleados tanto públicos como privados un nivel mínimo de capacidad del estonio pero en 2000 la ley fue modificada dado que la osce (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) y la Unión Europea presionaban a los legisladores estonios para que retiraran la mayoría de los requisitos para compañías privadas (Kelley, 2004; Ozolins, 2003). El resultado fue una lista de las profesiones en que se consideraba que el conocimiento del estonio era de «interés público justificado» (Ozolins, 2003, p. 223), pero no hay ningún requisito lingüístico en general para la atención al cliente (Kelley, 2004). Los funcionarios del Estado, sí que deben hablar el estonio, pero como en Cataluña, los que tenían puestos antes de la implementación de la ley tenían un período para adquirir el nivel mínimo requerido. El estonio es la única lengua del parlamento (Ozolins, 2003). Existían planes para convertir la enseñanza media de habla rusa en habla estonia para el año 2003, pero otra vez la presión de organizaciones internacionales resultó en una dilución de la política: ahora los cambios están planificados para el año académico 2007/8 y la proporción de clases en el estonio será de 60% (Adrey, 2005; Asser, Pedastsaar, Trasberg, & Vassilchenko, 2002). No obstante la mayor diferencia entre las políticas lingüísticas de Estonia y Cataluña es posiblemente el requisito de que los inmigrantes que llegaron durante el período soviético en Estonia se naturalicen si quieren ser ciudadanos estonios, y una de las exigencias principales del proceso de naturalización es un examen de estonio.

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No sorprende, en fin, que Estonia y Cataluña hayan aprovechado de maneras distintas la política lingüística dados los distintos marcos sociopolíticos dentro de los cuales los planificadores deben trabajar. Estonia tiene los instrumentos de un país soberano (como el control de la ciudadanía y la lengua oficial); Cataluña está más restringida por un lado, en el sentido de que no goza de independencia completa, pero por el otro lado, como región, no está sujeta a las mismas presiones y exámenes rigurosos internacionales como Estonia. Como próximamente veremos, sin embargo, las experiencias de ambos territorios bajo regímenes autoritarios, aunque ideológicamente opuestos, fueron, en gran sentido, paralelas, y las condiciones iniciales al volver a la democracia son comparables, justificando la clasificación de ambos casos de lenguas minorizadas.

II La represión autoritaria: los franquistas y los soviéticos
1. El catalán y la ideología franquista

Hay tambien [sic], desgraciadamente dentro de nuestro territorio peninsular, españoles espureos [sic], malos españoles, que reniegan de España, su madre aunque no la quieran, y se empeñan en el insensato afan [sic] de demostrar que sus regiones son, por su derecho, naciones y estados completamente diferentes e independientes de España, que constituyen para ellos su verdadera Patria, siendo España una mala madrastra que por la fuerza se les impone para ocupar el lugar de su madre. Estos son los separatistas vascos y los catalanistas, los cuales pretenden erigir estados independientes a las provincias vascongadas y a Cataluña, respectivamente [...] De ahi [sic] el empeño de [sic] nuestro Caudillo Franco tiene en mantener la unidad de la Patria, para hacerla grande extirpando el maldito virus separatista

(de Burgos y Mazo, Real Academia de Ciencias Morales y Politicas, 1940, citado en Eixample Web, 2006).

Según Hooper (1995) el catalán sufrió más que nunca antes bajo el régimen de Franco (1939-1975): «una campaña contra la lengua [...] sin paralelo en la historia de la región»21 (p. 413). Al ocupar Cataluña, los fran-Page 264quistas acabaron con la autonomía de la región (McRoberts, 2001). La región en sí dejó de existir y fue dividida en cuatro provincias gobernadas por Madrid (Fishman, 1991; May, 2001). Los líderes catalanes fueron asesinados o exiliados (Keating, 2001; Wright, 1998). El catalán oficialmente dejó de existir y fue declarado «mero dialecto»22 (Conversi, 1997, p. 114; Fishman, 1991, p. 297; Labanyi, 1995; May, 2001, p. 242) del español (o sea, castellano), «utilizando un concepto de ‘dialecto’ más propio del siglo xviii que del xx» (Moreno Fernández, 2005, p. 228). Se les decía a los catalanohablantes en cuanto al uso de la lengua autóctona «estamos en España»,iii «no ladres como un perro» y «habla en cristiano» (M. Strubell Trueta, comunicación personal, 3 de octubure de 2006) (Ager et al., 1995; Azevedo, 2005; Fishman, 1991, p. 297; Mar-Molinero, 2000; May, 2001, p. 242; Sánchez & Dueñas, 2002). Según Moreno Fernández (2005) «[s]i eres español, habla la lengua del Imperio» (p. 228) constituía declaración pública de la dictadura. De hecho, todo aquello formaba parte del «glorioso Movimiento nacional» de Franco que tenía como una de sus metas la sustitución del catalán por el castellano, «la lengua del Imperio» (Conversi, 1997; May, 2001, p. 242; McRoberts, 2001, p. 41; Strubell, 1998, p. 156). Para Franco el castellano era símbolo de «la Patria» y una única identidad nacional española y se pretendía limitar, o bien eliminar, las otras lenguas del estado (Mar-Molinero, 2000, p. 84; Richards, 1996; Shohamy, 2006; Stewart, 2002; Strubell i Trueta & Ros i Garcia, 1984; Strubell, 1998).

Conversi (1997) afirma que el «franquismo adoptó la política de asimilación contra las culturas no castellanas la más radical en la historia española moderna»23 (p. 109) según la que todos tenían el deber de hablar el castellano con fluidez, la lengua de la «Hispanidad» (p. 110; véase también Richards, 1996). Como Wright (1998; véase también Wright, 2004) expone, «[l]a coerción y la represión se empleaban para lograr la meta de un estado fuerte y unitario con una sola lengua, una sola historia, y un sentido de una tradición única»24 (p. 187). La declaración —ahora famosa— del intelectual derechista y Ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, «España, antes roja que rota» refleja la suma importancia —la «obsesión»— de un país unitario para los franquistas (Conversi, 1997, pp. 109-110; Strubell, 1998,Page 265p. 156). Imponían, además, su ideología de la nación unida de manera señaladamente represiva en regiones como Cataluña que habían sido más regionalistas (además que más socialistas) (Wright, 2004), una política bien resumida con el término estigmatizador «rojoseparatista» (Conversi, 1997, p. 110). Richards (1996) mantiene que el régimen construyó una división ideológica binaria entre «España»25 y «anti-España»,26 según la cual la única identidad legítima era la españolista, la patriótica (p. 150). Franco se apropió de los símbolos de la España del siglo xv, la época de Fernando e Isabel: los españoles patrióticos (castellanohablantes) hacían una cruzada a favor de la «civilización cristiana»,27 triunfando sobre «los poderes extranjeros malignos»28 (Richards, 1996, p. 150). La celebración del descubrimiento de la América como victoria española sobre los no españoles y los no cristianos simbolizaba la victoria franquista sobre los separatistas y los pueblos no castellanos de España en general, o sea aquellos «elementos envenenados política y moralmente»29 (Richards, 1996, p. 158).

La ideología del franquismo en realidad era un compuesto de varias «sub-ideologías»: la Hispanidad (en la que se basaría la unidad católica de la Patria), el regeneracionismo, el Tradicionalismo (el monarquismo autoritario carlista), el monarquismo alfonsino a través de la Acción española y la Renovación española, y el programa de 26 puntos de la Falange fascista (Richards, 1996). Estos procesos de modificación política y social, encabezados por el regeneracionismo, significaban el renacimiento de la Patria a través de la purificación: una purga de los sectores sucios y enfermos —el virus— de la sociedad después de la Guerra Civil, que sólo se podía lograr a través del sufrimiento dirigido por el «cirujano de hierro»30 y la «personalidad conquistadora e ‘imperiosa’»31 de Castilla (Richards, 1996, p. 153). La enfermedad —el virus que vivía como parásito en la sociedad española— era sobre todo el secesionismo, el nacionalismo regional, es decir, el patriotismo falso (Richards, 1996). Como comentó el Ministro del Interior, Serrano Suñer, sobre Barcelona, la ciudad estaba «completamente bolchevizada»32 y habría que tratarla como «un minusválido»33.

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Como en el caso del comunismo soviético (véase abajo), se elogiaba la clase considerada portadora de los valores ideológicas de la nueva nación: en este caso los campesinos castellanos quienes poseían el verdadero carácter español (Richards, 1996). También como el caso soviético, se creaban mitos para que la gente creyera en un nuevo orden estatal —un «santo»iv imperio y un pasado común— imprescindible para poder creer en el futuro positivov (Richards, 1996). Se valorizaba de manera alta el militarismo: Franco estableció un paralelismo entre su «triunfo glorioso»34 y los históricos españoles de Felipe II y el Cid (quien, significativamente, había conquistado Valencia); los desfiles de victoria recreaban los de los héroes de la Edad Media (como el Cid); los textos escolares establecieron una continuidad directa entre Franco y aquellos vencedores históricos (Richards, 1996). Sin embargo, se propagaron mentiras al miso tiempo para establecer la noción de que, en el fondo, el régimen era de carácter pacífico: el mensaje del documental oficial del 1959, El camino de la paz, era que los franquistas —a través de la Guerra Civil— habían salvado al pueblo español del caos del período anterior (Ellwood, 1995).

Conversi (1997) califica la política de los franquistas de orwelliano, citando a Oriol Pi-Sunyer: «un sistema totalitario intentaba controlar la totalidad de la cultura civil; no era sólo el Estatuto de Autonomía que se abrogó sino también cualquier entidad que podría desafiar el estado, que fuera una tropa escultista o una coral»35 (p. 111); y a Clark «hasta le sentenciaron a la gente por conversaciones casuales [...] en las calles públicas en las lenguas [regionales]»36 (p. 111). La denunciación de y el espionaje sobre los otros se hicieron comunes (Conversi, 1997). Claro que los soviéticos se han comparado con la obra de Orwell también, como luego veremos.

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2. La ideología soviética en Estonia

Algunos camaradas prefieren el aislamiento nacional y no apoyan la influencia progresista de la lengua rusa ?

(Cı-n¸a [1960] citado en Knowles, 1990, p. 152).

Según Raun (1985), el control sobre el lenguaje en la Estonia soviética se contrastó nítidamente con la política comparativamente liberal de la época de independencia de entreguerras. Aunque las gramáticas y diccionarios normativos no eran un fenómeno nuevo, «[m]ás que en el pasado, los varios diccionarios de uso correcto se consideraban la última palabra en asuntos lingüísticos, y a través del control central de toda publicación, el estado [ejerció] una influencia poderosa sobre el lenguaje escrito»38 (Raun, 1985, p. 22, cursivas mías). Lauk (1999) afirma que el enfoque soviético del lenguaje se basaba en «cierto uso deliberado y [contribuyó] al cambio de actitudes de la gente y a la adopción deliberada de modelos de comportamiento preferidos»39 (p. 24). Por lo tanto, el sistema soviético no sólo controlaba la forma del lenguaje, sino también el contenido, y también intentaba controlar el efecto. Ilie (citado por Lauk, 1999) hace un comentario sobre el caso de la Rumanía de Ceausescu:

la imagen distorsionada de la realidad social, que se codifica[ba] en las estructuras lingüísticas institucionales recurrentes y produc[ía] violaciones deliberadas de significado, las cuales contribu[ían] a remodelar gradualmente la realidad social a través de violaciones de las normas sociales40 (pp. 24-5).

Así también en la Unión Soviética, un nuevo vocabulario político se introdujo con la intención explícita de crear la imagen de un pueblo unido y feliz que vivía en una sociedad bella, mientras tanto formando el conceptoPage 268del «enemigo de la sociedad soviética»41 (Lauk, 1999, p. 25) y fomentando el odio hacia estos enemigos. Raag (2003) afirma que:

como todos los otros fenómenos en la Unión Soviética, el lenguaje se sujetaba a la nacionalización y era un instrumento de la propaganda comunista. Con el establecimiento del reinado comunista, nuevos formularios se introdujeron a la lengua. El uso cambiado se caracterizaba por palabras concretas y una fraseología específica, los clichés de las cuales se hicieron obligatorios en toda situación pública (y a veces también en privado), incluyendo por supuesto el uso de la palabra impresa (p. 241, cursivas mías).

Por lo tanto la literatura, las bellas artes (el objetivo del arte era educativo, no estético), la formación, la investigación, el teatro, el cine, las exhibiciones, la publicidad, todo tipo de material impreso públicamente disponible (incluso los horarios del transporte público, los envoltorios de los bombones, los billetes, las postales, y los calendariosvi), y hasta las estadísticas eran objetivos de la máquina de propaganda y la censura (Lauk, 1999; Lauristin & Vihalemm, 1993): «toda actividad social adquirió un significado simbólico relacionado con la ideología comunista. Penetrando las rutinas más mínimas de la vida cotidiana, esta ideología llegó a poseer un carácter religioso en la sociedad soviética»42 (Lauristin & Vihalemm, 1993, p. 180). Estas ideas formaban la base de la manera de pensar soviética en cuanto al control de toda forma de expresión: toda actividad poseía significado y se tenía que regular para que la gente supiera cómo comportarse adecuadamente; los medios de comunicación en general, y el periodismo en particular, tenían un papel clave en la educación de las masas (Lauristin & Vihalemm, 1993). Lauk (1999) expone, «[l]os medios de comunicación se empleaban para crear una realidad alternativa, ‘un ambiente simbólico ideológicamente correcto, lleno de contenido diseñado para socializar al público a las ideas y los valores del comunismo’»43 (p. 19). Por lo tanto, laPage 269poesía que trataba del amor o la naturaleza, por ejemplo, siendo apolítica, no podía cumplir con este requisito pedagógico y se estimó «hostil hacia la gente»44 (Lauristin & Vihalemm, 1993, p. 182). Lauk (1999) se refiere a la censura soviética como «un cáncer político y social»45 (p. 21) que «extendía las metástasis en las instituciones culturales y educativas, las empresas, las organizaciones, y hasta los correos»46 (p. 21). Sin embargo, oficialmente la censura no existía el la Unión Soviética, y la constitución de la rss Estonia por ejemplo garantizaba la libertad de expresión y de prensa a todos los ciudadanos con la condición de que estas libertades se usaran para «la consolidación y desarrollo del orden comunista»47 (Põhiseadus citado en Lauk, 1999). Cualquier referencia pública a la censura se disfrazaba cuidadosamente, por ejemplo en letón, «bez attiecı-gu orga-nu ieprieksˇe-jas atl¸aujas»: «sin el permiso previo de las organizaciones respectivas»? (Veisbergs, 2003, p. 238). Sólo en el año 1986, Gorbachev reconoció durante una entrevista con un periódico comunista francés que la censura existía en la Unión Soviética (Lauristin, Vihalemm, Briksˇe, Bulota, Duze, Sˇulmane etal., 1993).

Específicamente en cuanto al lenguaje, el aparato del estado soviético introdujo un nuevo sistema de expresión entero, incluyendo nuevas palabras en el estonio, clichés, eufemismos, y eslóganes (muchas veces sin sentido alguno). Raag (2003) denomina este vocabulario introducido a la fuerza «neolengua»,49 apropiando el término de Orwell para describir el lenguaje manipulado su novela famosa 1984. Este vocabulario creó dogmas y mitos, lavando (o intentando lavar) el cerebro de la gente para que creyeran que formaba parte de una nueva era de la historia, que la clase obrera era la más progresista, y que la Unión Soviética era una «fortaleza de paz»,50 y que creyeran en varias mentiras y distorsiones sobre la historia, incluyendo la noción que la ocupación de Estonia fue por revolución de la clase obrera (Lauk, 1999, p. 25).

También se crearon mitos para que la gente creyera en el estatus superior de la lengua rusa. Clachar (1998) afirma que, desde los 50, se presionaban los pueblos soviéticos no rusos a hacerse bilingües y se hacía énfasisPage 270en el ruso como lengua de «comunicación internacional»51 (p. 108). Krushchev, y después Breshnev, comenzó a distanciarse de la tesis previa de «nacionalista de forma, socialista de contenido»,52 que había brindado cierta esperanza para la promoción de las lenguas autóctonas, y el ruso acabó siendo «uno de los distintivos más fuertes [del régimen]»53 (p. 108). Krushchev introdujo nuevos eslóganes soviéticos como «[ruso] como segunda lengua nacional»,54 «iazyk mezhnatsional’nogo obshcheniia» (lengua de comunicación internacional), «dobrovol’no priniatyi» (adoptado voluntariamente), «obshchii leksicheskii» (fuente léxica común), «vzaimoobogashchenie iazykov» (enriquecimiento mutuo de las lenguas) (Clachar, 1998, p. 108), lo que, se suponía, se podría lograr a través de «sblizhenie i sliianie natsii» (convergencia y fusión de los pueblos) (Knowles, 1990, p. 150). La meta final sería «ravnopravie no ne vsegda ravnotsennost» (derechos iguales pero no siempre estima igual) (Knowles, 1990, p. 154). Representan, entonces, una convergencia de dos mecanismos de manipulación de lenguaje: la invención de terminología nueva —para justificar la imposición (cada vez mayor) de la lengua rusa sobre las nacionalidades no rusas.

3. La manipulación lingüística autoritaria

Si queremos ser dignos de esa redención y honrar a quién nos ha redimido, todos los españoles debemos hacer tres cosas: pensar como Franco, sentir como Franco y hablar como Franco, que, hablando, naturalmente, en el idioma nacional, ha impuesto su Victoria

(Galinsoga en La Vanguardia, el 3 de julio de 1939, citado en Eixample Web, 2006).

La propaganda política requería la censura y la manipulación de las esferas lingüísticas que ya existían. En España se destruyeron todos los libros en catalán que se podía hallar en las librerías, las bibliotecas tanto públicas como privadas, y las casas editoriales (Hooper, 1995; Labanyi, 1995; Wright, 1998). La «colección invalorable»55 (Hooper, 1995, p. 413) de li-Page 271bros de Pompeu Fabra —estimado ingeniero-lingüista quien había establecido las normas para estandardizar el catalán en 1913— se quemó en la calle (George, 2002a; Mar-Molinero, 1996; Moldoveanu, 2002; Strubell, 1996). En total, o se hicieron pulpa, o se quemaron en público, cientos de miles de libros, sobre todo en Barcelona (Conversi, 1997; Strubell, 1998). Se prohibieron las publicaciones, los carteles y los avisos en catalán, y los que existían fueron retirados por los fascistas en cuanto tomaron el poder como parte de la «caza de separatistas»56 (Conversi, 1997, p. 111); las organizaciones que no se adaptaran a los reglamentos fueron cerradas y los individuos podían ser (y fueron) despedidos, detenidos, encarcelados o multados (Conversi, 1997; Fishman, 1991; Mar-Molinero, 2000; Wright, 1998, 2004). La correspondencia se censuraba y numerosos documentos en catalán se destruyeron (McRoberts, 2001). La censura de los correos se realizaba hasta el año 1948 (Conversi, 1997). Otros símbolos culturales también se deshicieron: el himno y la bandera de Cataluña fueron declarados ilegales y se destruyeron monumentos y estatuas patrióticos (Conversi, 1997; McRoberts, 2001).

Los nombres de las ciudades, y los pueblos se castellanizaron; la calle de la Virgen de Monserrat (la patrona de Cataluña) se denominó la calle del Redentor y la Biblioteca de Cataluña pasó a ser la Biblioteca Central (Hooper, 1995; Labanyi, 1995; May, 2001). Se prohibió el uso del catalán en todos los ámbitos públicos: la administración, los negocios (incluso las etiquetas), la prensa, la radio, y (después) en la televisión, además que en la educación y la iglesia; hasta la conversación entre individuos en catalán se consideraba peligrosa (Ager et al., 1995; Conversi, 1997; Fishman, 1991; Hooper, 1995; Keating, 2001; Labanyi, 1995; May, 2001; McRoberts, 2001; Sánchez & Dueñas, 2002; Spolsky, 2004; Strubell i Trueta & Ros i Garcia, 1984; Strubell, 1996, 1998; Wright, 2004). Los «barbarismos» —los préstamos extranjeros— fueron declarados ilegales (Labanyi, 1995). Los diálogos de las películas sólo podían ser en castellano (doblados): «prescindiéndose, en absoluto, de los dialectos» (Labanyi, 1995; Mar-Molinero, 2000; Moreno Fernández, 2005, p. 228). En el País Vasco las lápidas con lengua vasca tenían que ser reemplazadas por la familia del difunto (Labanyi, 1995). En cuanto al uso idiomático de la iglesia, oficialmente las jerarquías católicas catalanas estaban de acuerdo con la política lingüística de Franco, una orientación que «entr[ó] en contradicción con la práctica lingüística de la acción pastoral en los territorios bilingües» de España, ya que el uso la lengua autóctona por la iglesia «había sido palmario en Ca-Page 272taluña desde el siglo xvi» (Moreno Fernández, 2005, p. 228). Aunque obispos anti-catalanes se mandaron a Tarragona, Lleida, Barcelona, y Tortosa, los sacerdotes locales en general nunca apoyaron la política lingüística de la dictadura y, como veremos, la iglesia de hecho llegaría a formar una parte muy importante del movimiento oposicionista (Conversi, 1997).

Lo curioso, sin embargo, es que por lo visto la dictadura franquista no considerase necesario establecer el nuevo orden idiomático en ningún documento legislativo «de primer rango» (Moreno Fernández, 2005, p. 226). Irónicamente, fueron los republicanos (también llamados progresistas) en 1931 quienes habían declarado por primera vez en la constitución estatal que «[e]l castellano es el idioma oficial[,] [que t]odo[s] tiene[n] obligación de saberlo [....] [y que] a nadie se le podrá exigir el conocimiento ni el uso de ninguna lengua regional» (citado por Moreno Fernández, 2005, p. 226). O sea, lo que luego —antes de la accesión al poder de Franco— sucedió era una inversión de las políticas lingüísticas de los polos opuestos ideológicos (Moreno Fernández, 2005). Los republicanos habían sido partidarios de la ideología soviético-marxista (Moreno Fernández, 2005), la de una lengua unificadora del pueblo, pero como esta tesis acentúa, ambos extremos políticos son capaces de manipular la situación sociolingüística para tratar de endurecer el liderazgo del estado. El régimen franquista no se aprovechó de ninguna de sus proclamaciones jurídicas principales para imponer la hegemonía lingüística castellana; en cambio, empleaban varias legislaciones menores como el decreto de 1938 que requería que la inscripción de todos los nombres en el Registro Civil fuera en castellano, y el de 1940 que les obligaba a los funcionarios a usar sólo la lengua estatal (Moreno Fernández, 2005). La legislación sobre nombres proscribía nombres catalanes y los apellidos catalanes tenían que transcribirse al castellano (McRoberts, 2001). Quizás fuera precisamente porque sus enemigos políticos e ideológicos habían declarado abiertamente la primacía del castellano, que los franquistas debían hacerlo de manera más clandestina. Como veremos, la manipulación idiomática soviética también era de carácter no explícito, y sólo en los años 70 llegaron a declarar de manera pública la intención de que todos los ciudadanos soviéticos se hicieran, a lo largo, monolingües rusos (Clachar, 1998).

Los rusos, siendo los residentes hermanos mayores en cada república tenían su propios periódicos de partido y juveniles, aunque en el Báltico y en el Cáucaso las cantidades de publicaciones en las lenguas titulares eran mayores que las en ruso (Lauristin & Vihalemm, 1993). Sin embargo en aquellas partes que no tenían la suerte de tener el estatus de república (para unos seis millones de tártaros por ejemplo) las publicaciones en ruso do-Page 273minaron (Lauristin & Vihalemm, 1993, p. 185). En el año 1978 el Consejo de Ministros de la URSS les envió un decreto no publicado de «recomendaciones» a los ministros de educación de las repúblicas individuales; el motivo de las instrucciones era la introducción de medidas para incrementar el uso del ruso en los asuntos públicos y la formación (Misiunas & Taagepera, 1993; Ozolins, 1999). El decreto otorgó primacía absoluta, más explícitamente que nunca, al ruso: como afirma Clachar (1998) pretendió ir «más allá de la lingua franca»57 y declaró al ruso «el único medio de participación activa en la vida social»58 (p. 109). Creó unas etapas nuevas en la política lingüística para «someter a los estonios y las otras naciones de la Unión Soviética a presión social y psicológica [...] a fin de que adquirieran el ruso»59 (Clachar, 1998, p. 110). Las etapas comenzaron con el monolingüismo inicial en la lengua nacional, hasta llegar al bilingüismo total, con una etapa final prevista de posbilingüismo en la que el ruso se habría hecho «la nueva lengua nativa»60 (Clachar, 1998, p. 110).

La influencia del ruso, debido a estas recomendaciones, se extendía más en la vida cultural: el uso de la lengua se incrementaba en la radio y la televisión y hasta las actividades informales como los grupos de aficionados de teatro llegaron a someterse a requisitos lingüísticos (Misiunas & Taagepera, 1993). La popularidad creciente de la televisión de la época (los resultados de una investigación letona afirmaron que la gente pasaba siete de 20 horas libres por semana viendo la televisión) sólo sirvieron para fortificar la rusificación: en Estonia en los años 1975-6 74 % de emisiones eran en ruso (Misiunas & Taagepera, 1993) y en 1980 era 83 % (Nørgaard, Hindsgaul, Johannsen, & Willumsen, 1996; Raun, 1985). En el festival de canciones de 1980 por primera vez todos los discursos eran en ruso (Misiunas & Taagepera, 1993).

Afortunadamente, el alfabeto cirílico «probablemente no se consideró durante la era estalinista porque el estonio escrito (así como el letón, el lituano, el georgiano y el armenio) estaba ya demasiado desarrollado para ponerse el la misma categoría que las otras lenguas soviéticas emergentes»61 (Raun, 1985, p. 23). Existían propuestas, sin embargo, para introducir unaPage 274ortografía más eslava para palabras extranjeras en estonio —sobre todo para adecuarse a la manera estándar rusa de transliterar nombres propios— con la introducción de letras como c y en vez de ts y tsˇ, que ya estaban establecidas en la ortografía estonia (Raun, 1985). Estas letras existen en el estonio contemporáneo pero sólo para préstamos extranjeros directos como por ejemplo «CD» (que normalmente se pronuncia, sin embargo, tal como en inglés, /si:di:/, no como si fuera «ts»).

En el sistema soviético, la literatura jugaba un papel sumamente importante. Eran fundamentales el control y la modificación de lo que ya se había publicado (Lauk, 1999). Aún durante la guerra listas de libros prohibidos se habían preparado y publicado por los soviéticos (Misiunas & Taagepera, 1993) y en total miles de títulos se prohibieron (Clachar, 1998). Se ordenó a las escuelas, las librerías, y las bibliotecas que se quitaran páginas de libros tanto de ficción como de no ficción que no estaban de acuerdo con la ideología soviética, o que desecharan los libros por completo —sobre todo los de «autores nacionalistas» (Misiunas & Taagepera, 1993). Tan sólo en la biblioteca de la Universidad de Tartú se quemaron 70.000 libros (Clachar, 1998); durante el primer año de la ocupación en Estonia, se destruyeron 200.000 ejemplares de libros; durante los años 1944-8 casi medio millón de publicaciones se quemaron, incluso literatura publicada durante la ocupación alemana (1941-4); a partir de 1947 hubo un período de cinco años de limpieza de las bibliotecas de las escuelas, y se destruyeron unos 250.000 libros por año: se ha calculado que se deshizo de entre 10 y 20 millones de publicaciones durante este proceso de «limpieza»62 de bibliotecas y librerías que duró hasta los años sesenta (Lauk, 1999, p. 21). Para entonces más de un 86% de los libros publicados en la Estonia independiente y todos los periódicos se figuraban en las listas de literatura prohibida (Lauk, 1999). También aparecían listas de literatura soviética prohibida y estos libros también se destruyeron; libros en lenguas extranjeras (por ejemplo el chino o el japonés) se eliminaron ya que los censores no podían asegurase de la aceptabilidad del contenido (Lauk, 1999).

Como en Cataluña, las autoridades se aprovecharon del renombramiento politico-ideológico. A menudo se cambiaron los nombres propios, sobre todo nombres de lugares y calles (Raag, 2003) —los ejemplos en Rusia son famosos (Leningrado y Estalingrado)— y la capital histórica de la isla más grande de Estonia, Saaremaa, pasó de Kuressaare a nombrarse Kingissepa (en honor de un comunista estonio) (Taagepera, 1993). Las calles nombradas por héroes soviéticos (Lenin, Stalin, etcétera) en Estonia eranPage 275obligatorias y copiosas. El sociolingüista quebequés Maurais (1997) expone la eficacia particular del cambio lingüístico visible (como por ejemplo el renombramiento de las calles): «para que la política lingüística tenga éxito, algunos de los señales de progreso deben ser visibles» (p. 152),63 citando carteles públicos como ejemplos de «manifestaciones concretas y altamente visibles del lenguaje»64 (p. 152).

El lenguaje ideológico era quizás lo más evidente, sin embargo, en los medios de comunicación, hasta los nombres propios de las publicaciones: se hacía hincapié en el carácter comunal de la gente soviética, su futuro común y dedicación al comunismo. El periódico principal de Estonia era Rahva Hääl (La voz de la gente); otros eran Kommunismiehitaja (Constructor del comunismo), Tee Kommunismile (El camino hacia el comunismo), Võitlev Sõna (La palabra peleas), Punalipp (La bandera roja), y Edasi (Adelante), anteriormente Postimees (El cartero); la revista juvenil Noorus (La juventud) se cambió de nombre a Stanlinlik Noorus (La juventud estalinista),vii y la revista para agricultores Eesti Põllumajandus (La agricultura estonia) se hizo Sotsialistlik Põllumajandus (La agricultura socialista) (Lauristin & Vihalemm, 1993; Lauristin, Vihalemm, Briksˇe, Bulota, Duze, Kaalep,

Klockins et al., 1993; Raag, 2003). En Letonia el periódico principal era Cı¯n¸a (La lucha) y en Lituania Tiesa (La verdad -ze, Kaalep, Klockins et al., 1993).

4. La represión sociocultural

La mayoría de la elite cultural y política catalana dejó de existir: los líderes de la región huyeron, fueron encarcelados o asesinados (McRoberts, 2001). Durante un período de sólo seis días en mayo de 1939, 266 personas fueron ajusticiadas por consejos de guerra, y entre 1938 y 1953 unos 3.800 más fueron asesinados;x hasta 100.000 de una población aproximada (enPage 276Cataluña) de tres millones quedaron permanentemente exiliados (Conversi, 1997; McRoberts, 2001). El presidente de la Generalitat fue fusilado en octubre de 1940 (Conversi, 1997). Ser socio de muchas organizaciones culturales y deportivas catalanas fue declarado ilegal por una ley de 1939, implementada también de manera retroactiva y de acuerdo a la cual muchos profesionales culturales fueron «purgados»,65 sobre todo periodistas (Labanyi, 1995, p. 208; McRoberts, 2001). En 1939 Franco acabó con la Junta Permanent de Català fundada en los años treinta para crear normas para examinar y calificar a estudiantes de catalán como lengua extranjera, y ésta no fue reestablecida hasta 1980 (Strubell, 1996). Joan Miró, nativo de Barcelona, huyó de Cataluña a París en 1936 al estallar la Guerra Civil; volvió a España en 1940 pero sólo a Mallorca, donde permaneció hasta la muerte (McRoberts, 2001). Salvador Dalí escapó de Cataluña a los EEUU al comienzo de la Segunda Guerra Mundial; volvió de vez en cuando y al fin se murió en su pueblo nativo, Figueres (McRoberts, 2001). A través de esta represión social, Barcelona, una vez «la ciudad de anarquistas revolucionarias y artistas experimentales [...] se había hecho otro pueblo español provincial y gris más»66 (Rosenthal, citado por Conversi, 1997, p. 113).

Se intentaba prohibir el baile nacional de los catalanes, la sardana, al menos en los centros urbanos, además de las canciones catalanas (Conversi, 1997). Las vestiduras sacerdotales góticas se calificaban de «separatistas»67 y se les aconsejaba a los curas que pronunciaran el latín de las homilías con acento castellano (Conversi, 1997, p. 113). Entre 1946 y 1953 la mayoría de literatura se publicó en el extranjero: entre 1939 y 1976 450 libros y 180 periódicos se publicaron en el catalán fuera de España, la mayoría en México y Francia (Conversi, 1997). Los intelectuales que se quedaron en Cataluña, tal como en Estonia, si seguían trabajando, debían hacerlo de manera clandestina; grupos pequeños de amigos, y sobre todo la familia, se hicieron el nuevo núcleo cultural nacional (Conversi, 1997; Misiunas & Taagepera, 1993). Este proceso de eliminar cualquier expresión de la identidad catalana se ha denominado «genocidio cultural»68 por muchos académicos (McRoberts, 2001).

La manipulación de la cultura por el régimen franquista era omnipresente. Hasta el deporte era objetivo de la censura y la ideología: las camisasPage 277rojas del equipo de fútbol español se reemplazaron por azules (London, 1995). El saludo fascista se hizo obligatorio al comienzo de los partidos de fútbol y para las ceremonias de medallas de los otros deportes (London, 1995). Estaba prohibido que los catalanes y los vascos (y las regiones en general) usaran los «dialectos» para denominar sus equipos o como lenguas de uso oficial; hasta el inglés se quitó del campo deportivo, el «Sporting de Gijón», por ejemplo, pasó a ser «Deportivo Gijón» (London, 1995, p. 204).

Muchas organizaciones culturales se deshicieron también en Estonia (Misiunas & Taagepera, 1993; Clachar, 1998) y sucursales bálticas de versiones del Estado soviético se establecieron, aunque las elites intelectuales y culturales locales no se entusiasmaban con el cambio; se vivificaba, se alienaba y se acosaba la iglesia (aunque esto era más evidente en —la fuertemente católica— Lituania) (Misiunas & Taagepera, 1993). En cada provincia de la Unión se editaban revistas académicas sobre literatura cuyo contenido era mitad literatura y mitad discusión sobre asuntos públicos y políticos (Lauristin & Vihalemm, 1993).

Al principio de la ocupación soviética (entre los años 1939 y 1941 y del año 1944 hasta la muerte de Stalin), todas las formas de expresión se estandarizaron: se prohibieron los estilos complejos y los influidos por las culturas nacionales, dado que la expresión del modernismo y nacionalismo se proscribió (Lauristin & Vihalemm, 1993). Aunque los estilos más personales llegaron a permitirse después de la muerte de Stalin en 1953, antes de este año la amenaza manifiesta del terror para no conformistas se acompañaba la manipulación de la sociedad: la aprobación de Lenin del uso de la represión se apropió directamente por los estalinistas para justificar sus formas brutales y totalitarias de remodelar la sociedad (Lauristin & Vihalemm, 1993). Después del año 1956 llegó a ser posible hablar de un «renacimiento de la cultura nacional en la esfera pública en los Países Bálticos»:69 más concretamente cuándo y cómo era posible se aclara abajo.

Entre la mitad y dos tercios de los escritores estonios huyeron y otros muchos fueron deportados a Siberia y muy a menudo murieron ahí (Misiunas & Taagepera, 1993; Clachar, 1998). Los que permanecieron solían declararse personas no gratas, aunque fueran comunistas fieles (Lieven, 1994) y muchos otros escribían muy poco: durante los primeros años de la ocupación la producción literaria nacional casi se detuvo por completo (Clachar, 1998), pero no sorprende, dados los requisitos ideológicos impuestos. Como hemos visto, esa ideología incluía el elogio del ruso, y el po-Page 278eta letón, Ja¯nis Grots, demuestra ese prestigio que se le otorgaba: «[l]a lengua rusa me parece ser un puente enorme de rayos de sol, [s]obre el que el corazón letón sube a altos horizontes»70 (citado por Misiunas & Taagepera, 1993, p. 118; Lieven, 1994, p. 92). Varios escritores se cambiaron de profesión (a menudo para trabajos manuales y/o de baja categoría) como el personaje de un cuento de Jaan Kross (escritor estonio destacado) afirma: «a fines de los años 50, como todos recordamos, los artistas y poetas ya no se encontraban trabajando en tiendas de segunda mano, pero los ‘poetas vigilantes de noche’ o los ‘poetas fogoneros’ todavía no estaban de moda»71 (Kross, 1995, p. 217). Muchas veces los escritores se limitaban a la traducción de clásicos rusos y cualquier obra significativa era «para el cajón»72 (Misiunas & Taagepera, 1993, p. 121). Pero también se castigaba a los escritores por su silencio: entre los años 1949 y 1951, por ejemplo, nueve de los 16 miembros de la Unión Literaria Lituana fueron expulsados por falta de actividad (Misiunas & Taagepera, 1993). La cultura nacional se representaba de manera cáustica y las publicaciones, aun en el idioma nacional, y aunque eran «ideológicamente correctas», se criticaron por Moscú, como manifiesta la siguiente cita sobre el periódico comunista estonio Rahva Hääl:

[e]n vez de desenmascarar el intento de la literatura estonia burguesa del pasado de drogar la conciencia de los lectores, se enfoca en la vida personal de escritores estonios burgueses ... Rahva Hääl no desenmascara la cultura podrida del Oeste (citado por Misiunas & Taagepera, 1993, p. 118).

El sistema educativo de todas las regiones españolas se centralizó bajo Franco, y pasó a ser una de las vías principales del régimen para intervenir en la cultura y forma de pensar de la gente; así podría realizar las metas de re-hispanizar y re-catolizar a los pueblos del estado (Alted, 1995). A los profesores catalanes —incluso en las escuelas privadas— se les ordenó enseñar sólo en castellano: de lo contrario perderían el trabajo (May, 2001). Los pedagogos considerados partidarios de la causa catalana fueron mandados a otras partes de España, otros de áreas fieles al gobierno se llevaron a Cataluña, y hay testimonios que ellos solían tener actitudes hostiles hacia Page 279el catalán (Ager et al., 1995). Conversi (1997) afirma que entre abril y agosto de 1939, 700 profesores de Castilla y Extremadura se enviaron a Cataluña para sustituir a los que habían sido deportados; se suponía que formarían parte de la asimilación a la cultura castellana dada su «ignorancia total»73 de la lengua, cultura e historia catalanas. En la Universidad de Barcelona, todas las materias relacionadas con la cultura catalana se abolieron y la «purga»74 de profesores, a través de la que se expulsó más que la mitad del profesorado, sobrepasó a las de otras regiones (Conversi, 1997, p. 112)

En la Unión Soviética, la profesión del profesor se consideraba especialmente importante y sensible ideológicamente: la escuela era «forjadora de nuevos cuadros»75 y se publicaba una revista para profesores en cada república (Lauristin & Vihalemm, 1993, p. 184). Aunque se puede suponer que disfrutaban de mayor libertad que las publicaciones centralizadas, los profesores se restringían con instrucciones ideológicas. En el período de la posguerra había una falta de profesores —sobre todo en las universidades— dado que muchos se habían exilado (quedaba menos de 22% del profesorado de la Universidad de Tartú) (Lieven, 1994), y durante los primeros años de la ocupación hasta un tercio de los profesores en las escuelas no eran titulados (Misiunas & Taagepera, 1993). Comenzó entonces el proceso gradual de traer nuevos profesores de otras partes de la Unión Soviética, y de indoctrinar profesores actuales con la ideología soviética (Misiunas & Taagepera, 1993). Las historias nacionales se escribieron de nuevo para poner énfasis o fabricar amistad histórica entre los pueblos bálticos y los rusos y los otros pueblos eslavos; además se atribuía el nivel de desarrollo y la pura existencia de las naciones bálticas al apoyo ruso (Clachar, 1998; Misiunas & Taagepera, 1993). No se reconocía que había existido animosidad hacia, ni guerras con, los rusos; se les denegó la legitimidad hasta a los marxistas bálticos y se clasificaron «seguidores pasivos del liderazgo ruso»76 (Misiunas & Taagepera, 1993, p. 120). Canciones y bailes tradicionales se introducían al Báltico en cantidades cada vez mayores en forma de nuevos festivales de «cultura de masas»77 (Misiunas & Taagepera, 1993, p. 115).

Durante el período de rusificación intensificada a fines de los años 70, los profesores de ruso se convirtieron en educadores ideológicos ya que yaPage 280no tenían que enseñar sólo la lengua rusa sino también «los valores, la estética e incluso el humor rusos»78 (Clachar, 1998, p. 110 ). Como comenta el jefe del Instituto de Investigación Científica para Escuelas no Rusas, en 1982:

como la literatura rusa es un tesoro de valores ideológicos, morales y estéticos sin límite ... factor poderoso en el fortalecimiento del pueblo soviético y la fusión continua de las naciones, su recepción no debe impedirse por gusto ni conceptos particulares79 (citado por Clachar, 1998, p. 110).

Los profesores del ruso recibían atención especial de forma de educación superior, congresos, asociaciones, y certificación regular (cada cinco años) (Clachar, 1998), y se les pagaba más (Druviete, 1997).

5. La censura y los mecanismos de oposición: Estonia

Temas prohibidos en la Estonia soviética incluían las versiones no oficiales de la historia (o sea las no marxistas, en el caso de Estonia, las que no se adecuaban a la idea de que los estonios habían luchado por, y dado la bienvenida a, el ingreso en la Unión Soviética a través de la revolución social), tradiciones nacionales —sobre todo los que tenían que ver con las fiestas religiosas, la religión en general, la mención de la presencia de las fuerzas armadas soviéticas, descripción demasiado explícita del sexo, cualquier mención de la homosexualidad, la prostitución, y varias enfermedades que, según se decía, no podían existir en la Unión Soviética (Lauristin & Vihalemm, 1993; Moesgaard, 2003; Veisbergs, 2003; Zauberga, 2003). Más sensibles eran los secretos estatales, un par de ejemplos interesantes de los cuales son (1) la población exacta de cualquier pueblo con menos de 10.000 habitantes porque se creía que, si se controlaban las fluctuaciones de dichos pueblos, se podría descubrir la ubicación de las unidades militares, y (2) las rutas de vuelo de los pájaros migratorios porque se creía que era posible que el oeste podría contagiarlas de alguna manera para hacer daño al pueblo soviético (y así también a la reputación del estado) (Lauristin & Vihalemm, 1993). Todo material para publicación en el extranjeroPage 281debía ser acompañado por una declaración del autor afirmando que no contenía ninguna información nueva o de valor, ¡incluso artículos para revistas académicas! (Lauk, 1999). Lo que sí se permitía y se fomentaba era todo lo que demostraba que la sociedad soviética era armoniosa, feliz, cohesiva y progresiva: «[t]odo lo bueno era ‘nuestro’, todo lo malo ‘suyo’. Si uno de ‘nosotros’ cometía un acto vergonzoso, una inspección más detallada revelaba que no era totalmente ‘nuestro’»80 (Lauristin & Vihalemm, 1993, p. 183). Tal como en España, los ciudadanos se veían obligados a vivir de acuerdo con la ideología estatal: de ser español o soviético según el caso, y conformar con la visión correcta oficial del uso del lenguaje. Esta taxonomía de usos sancionados llegaría a influir directamente en la situación sociolingüística de Estonia, o sea la función que podía mantener la lengua autóctona de la república en la sociedad.

Durante todo el período autoritario, la censura y la ideología soviéticas no sólo influyeron sobre qué se podía escribir sino también cómo. Se empleaban a menudo el pasivo y construcciones impersonales, aprovechando lo abstracto y lo impreciso. Raag (2003) da los siguientes ejemplos: «Ühisloomakasvatuse ette seatud ülesannete eduka täitmise huvides» (en el interés común del cumplimiento exitoso de las tareas fijadas por la cría común de animales); y «Tartu linna Ülejõue raamatukogus korraldatakse pidevalt näitusi mitmesugustel teemadel» (varios tipos de exhibiciones se organizan continuamente en la biblioteca del distrito de Ülejõe en Tartu) (citado por Raag, 2003, p. 244). Como comenta Raag (2003): a pesar de que el papel principal de un periódico es de informar las noticias y proveer información, el lector en el primer caso no sabe quién fijó qué tarea. En el segundo ejemplo el lector no puede averiguar quién organizó las exhibiciones y de qué se trataron81 (p. 244). Raag (2003) también cita el uso extensivo de clichés en la prensa estonia haciendo que las publicaciones fueran «monótonas y aburridas»82 (p. 244), un ejemplo saliente siendo el empleo del verbo estonio juurutamaPage 282(«introducir») para designar la introducción de cualquier cosa nueva en vez de otros sinónimos más adecuados: por ejemplo, «Tbilisi jalatsivabriku nr. 1 eeskujul juurutatakse käesoleval aastal tootmisse tallaääre vahatamise masin» (según el ejemplo de la primera fábrica de calzado en Tbilisi, una máquina para sacarle brillo al lado de los zapatos se introducirá este año) (nótese también la construcción pasiva). Otro cliché que cita es teostama (cumplir): «ühes brigaadis on müürsepad, kes teostavad ainlult müüritöid» (los canteros en una brigada cumplen solamente con la construcción de paredes) (citado por Raag, 1999, p. 244).

Los eufemismos eran también comunes: cualquier imperfección de la realidad soviética debía disfrazarse y el término usual en estonio era kitsaskoht (literalmente un lugar estrecho), por ejemplo, «kavandada efektiivseid abinõusid olemasolevate kitsaskohtade kõrvaldamiseks» (diseñar maneras efectivas para elimiar lugares estrechos actuales) (citado por Raag, 2003, p. 246). Ajutised raskused (dificultades temporales) era otro eufemismo claro y común (Raag, 2003). Otra característica de la neolengua era el empleo de términos militaristas para hablar de la vida cotidiana, según lo cual, «un ciudadano soviético no trabaja o estudiaba, sino que luchaba como combatiente movilizado en una batalla con vistas a dar el golpe final»83 (Raag, 2003, p. 246). Algunos ejemplos interesantes en estonio son: «ees on suurte saakide eest peetud lahingu viimane etapp —saagidkoristus» (adelante está la etapa final de la batalla para una buena cosecha— el cosechar) (citado por Raag, 2003, p. 247); «on mobiliseeritud kõik patriootlikud jõud nende ülesannete täitmiseks»(todas las fuerzas patrióticas han sido movilizadas para cumplir las tareas) (citado por Raag, 2003, p. 248); y, «oma vanamate seltsimeste õpetajate ja õppejõudude juhtimisel jätkab meie kasvav põlvkond selle kindluse ründamist, mille nimi on teadus» (a través del consejo de los camaradas y profesores mayores, nuestra generación creciente sigue atacando la fortaleza, el nombre de la cual es el conocimiento) (citado por Raag, 2003, pp. 248-249).

No había cómo escapar completamente de este control del lenguaje. Todas las publicaciones estaban controladas por ciertas instituciones estatales y no se permitía a los individuos publicar nada: los periódicos políticos se controlaban por el Partido Comunista, los periódicos para profesores por el Ministerio de Educación, periódicos culturales por el Ministerio de Cultura, y revistas literarias por la Unión de Escritores (Lauk, 1999; Lauristin & Vihalemm, 1993). Sin embargo, el sistema soviético de los me-Page 283dios de comunicación era de carácter sumamente jerárquico, lo que a la larga permitía a los medios de comunicación jugar un papel importante en el mantenimiento de la cultural nacional y en la oposición al control central (Lauristin & Vihalemm, 1993; P. Vihalemm & Lauristin, 1997). Vihalemm y Lauristin (1997) distinguen cinco niveles de control de los medios de comunicación, divididos en dos categorías —la ideológica y la cultural— la primera era la más estrictamente controlada y la segunda la que permitía más libertad de expresión. El nivel más alto se subordinaba directamente a Moscú (al Partido Comunista en sí y a la agencia estatal de noticias TASS) e incluía Pravda y las publicaciones de partido en ruso de las distintas repúblicas, en el caso de Estonia Sovetskaya Estonia (P. Vihalemm & Lauristin, 1997). Estas publicaciones, que versaban sobre la historia, la política, y la ideología internacionales y de Toda Unión formaban parte de «una institución sumamente canonizada, la cual no tenía nada que ver con el periodismo, sino que era productor de una realidad virtual ideológicamente colorada, parecida al Ministerio de la Verdad orweliano»84 (Lauk, 1999; P. Vihalemm & Lauristin, 1997, p. 104). Publicaciones a este nivel se controlaban por los censores de la kgb y miembros del Comité Central del Partido en Moscú: «no se toleraba ni una opinión independiente, ni una diversión no sancionada de la línea del partido, o cualquier duda sobre la exactitud»85 (Lauristin et al, 1993, p. 191).

El segundo nivel pertenecía al Partido Comunista de las repúblicas individuales y sus publicaciones se versaban de los mismos temas que el primer nivel pero para publicación y distribución en las repúblicas en la lengua autóctona respectiva: a este nivel el control era menos rígido, sobre todo por la barrera ofrecida por la lengua nacional ya que los oficiales principales fueron siempre de habla rusa (por lo menos en Estonia y Letonia) y por lo tanto «la capacidad de usar juegos de lengua estaba sumamente bien desarrollada por periodistas estonios bajo estas condiciones»86 (P. Vihalemm & Lauristin, 1997, p. 106). El tercer nivel era periódicos especializados y la prensa municipal, por ejemplo Edasi de Tartú, tratándose del trabajo, la vida cotidiana y la formación: la censura a este nivel era la responsabilidad del redactor jefe y cuán lejos se arriesgaba fuera de los lí-Page 284mites prescritos dependía de esa persona (y su buena disposición y bravura) (P. Vihalemm & Lauristin, 1997). El nivel más bajo del control estatal y el cuarto de la jerarquía era el que regulaba la prensa cultural: en esta esfera, periodistas, aun en ruso, eran bastante capaces de ser creativos con la lengua y los lectores se acostumbraron a leer entre las líneas de las metáforas, parodias, analogías y alusiones (P. Vihalemm & Lauristin, 1997).

El último nivel del esquema era el que no correspondía al control estatal: la literatura disidente de la prensa clandestina, o samizdat (P. Vihalemm & Lauristin, 1997). Aunque estaba estrictamente prohibida y era obviamente peligroso involucrarse en ella, la samizdat ofrecía un camino para los esfuerzos rebeldes contra la rusificación y sovietización lingüísticas y culturales (Doersam, 1977; Misiunas & Taagepera, 1993). Vihalemm y Laursitin (1997) afirman que en Estonia su papel era menor: los disidentes en sí eran pocos y la prensa clandestina pequeña. La mayoría de la población titular era en todo caso anti-soviética y encontraba oportunidades para expresar el sentimiento nacional o resistencia política a través de los tipos menos controlados de los medios de comunicación —que jugaron un papel sustitutivo imprescindible, compensando la falta de capacidad de participar significativamente en la sociedad civil (Lauristin, Vihalemm, Briksˇe, Bulota, Du-ze, Sˇulmane et al., 1993)— o a través de otras actividades culturales como los estivales de canción.

Como ya se dijo antes, un cierto renacimiento cultural en Estonia también iba lentamente desarrollándose, permitido por primera vez con las condiciones a fines de los años 50. Poco a poco lo que escribían los autores era más abiertamente crítico y ya en 1968 se podían mencionar y reconocer las obras de los autores no comunistas muertos o exiliados (Taagepera, 1978). Paradójicamente estas ganas de hablar de lo nacional de nuevo no surgieron por debilidad de identidad por la rusificación sino por reforzamiento en respuesta a ella (Doersam, 1977) tal como sucedía en Cataluña, como veremos, con el castellanización (Conversi, 1997): las lenguas autóctonas se hicieron el enfoque de las identidades nacionales. Ejemplos de escritores disidentes del canon estonio incluyen Jaan Kross quien escribe en su alegoría entre el período zarista y comunista del 1978, Keisri Hull (El loco del zar), «manuscritos, que sean eruditos o ficticios, no maduran tan bien como los coñacs o los oficiales militares que acumulan estrellas automáticamente alrededor de sus cuellos, incluso dejados en sus barriles o reservas»87Page 285(Kross, 1992, p. viii, cursivas originales). Otro escritor estonio, Jaan Kaplinski escribió, aún más temprano, un trabajo alegórico sorprendentemente crítico, como las siguientes citas de un poema suyo de los años setenta:

¡Que así sea, imperator! Que haya sólo una lengua en su república, una fe y un pueblo que el camino sea seguro y tranquilo para sus soldados, comerciantes y ladrones

[...]

Su estado vendrá y se irá

[...]

Son la mano mía y la mano de mi gente que lo derrocan

[...]

Haga lo que quiera:

Sé que la espada y el garrote me esperan porque todos los que merecían vivir en la tierra de Avernia son muertos (Kaplinski, 1990, pp. 8-9).88

6. La censura y los mecanismos de oposición: Cataluña

Bajo Franco, la censura promovía una cultura oficial «firmemente castellana»89 pero tal como en la Unión Soviética, llegó a afectar a toda la sociedad (Rodgers, 2002a, p. 98). La censura de la prensa y del cine era la más estricta, dada la gran difusión de estos medios; como en Estonia, los edito-Page 286res y los censores tenían que controlar el contenido de todas las noticias y estaban subordinados a la Delegación de Prensa del Ministerio de Educación (y desde 1951, el Ministerio de Información y Turismo) (Labanyi, 1995; Rodgers, 2002a). Aunque el Estado designaba a todos los editores de periódicos y revistas, podrían ser multados por falta seguir las normas oficiales de la Delegación; los editores privados podían ser multados, se les podía quitar el pasaporte o cerrar la editorial (Labanyi, 1995; Rodgers, 2002a). El primer encargado de la censura era el Ministro de Interior, Serrano Suñer (Labanyi, 1995): el mismo que había calificado a Barcelona de «minusválida». Los censores cortaban y suprimían los textos, los escribían de nuevo, y también producían sus propios documentos para publicación (Labanyi, 1995). Como los soviéticos, los franquistas pretendían controlar hasta lo más minúsculo dentro de la esfera cultural pública: las «ensaladas rusas» en las cartas de restaurantes fueron cambiadas por «ensaladas imperiales» o «ensaladas nacionales» en los años 40; Caperucita roja pasó a denominarse Caperucita azul (Labanyi, 1995, p. 207). En 1972 la Fosforera General Española fue multada por el diseño en sus cajas de fósforos ya que se parecía a una mujer que masturbaba (Labanyi, 1995). Las obras de teatro, la música, y a partir de 1940 también cualquier presentación en público, tenían que ser aprobadas de antemano por los censores (Labanyi, 1995). Tal como en la Unión Soviética las obras escritas en lenguas más exóticas no se permitían ya que los censores no podían leerlas y las escritas por exiliados quedaron prohibidas (Labanyi, 1995).

La Junta Superior de Orientación Cinematográfica tenía que aprobar todas las películas antes de estrenarlas tanto en público como en privado (Rodgers, 2002a). A partir del año 1943, los cines debían mostrar con las películas uno de los Noticiarios y Documentales Cinematográficos —oficialmente sancionados— llamados NO-DOs (Ellwood, 1995; Rodgers, 2002a). Así el gobierno gozaba del control total también de las noticias visuales, y como en la Unión Soviética, las autoridades españolas hacían gran hincapié en el hecho —en realidad, la mentira— de que «nuestro» estándar de vida era mucho más alto que en el resto del mundo, el mundo malo (Ellwood, 1995). Los países comunistas eran el objetivo de crítica continua de los franquistas: las guerras en Corea, Vietnam y el «hambre en China»90 (Ellwood, 1995, p. 202), todos se representaron para desacreditar la ideología opuesta a la «nuestra». La iglesia también tenía una división de censura; publicaba las clasificaciones propias de las películas en los periódicos y solían prohibir producciones que habían sido aprobadas (Labanyi, 1995;Page 287Rodgers, 2002a). A la iglesia le interesaba principalmente, como a los soviéticos, que los medios de comunicación prescindiera de cualquier manifestación o mención del sexo, pero más rígidamente aún, la iglesia franquista empleaba «retocadores» para, por ejemplo, cubrir los torsos de los boxeadores y reducir el tamaño del pecho de las mujeres en las revistas y los periódicosxi (Labanyi, 1995; Rodgers, 2002a, p. 99).

En teoría la censura no existía en España pero era fácil imponerla: el artículo 12 de la Ley de Prensa del 1938 afirmaba que «todo español [podía] expresar libremente sus ideas mientras no atent[aran] a los principios fundamentales del Estado» (Labanyi, 1995, p. 209, cursivas mías; Yanes Mesa, 2005). Cada censor tenía que revisar un promedio de 500 libros por mes; en 1941 un atraso de 6.000 películas se había acumulado (Labanyi, 1995). A veces los libros sólo se aprobaban para exportarse y desde fines de los años 50 se producían versiones paralelas para difusión local e internacional (Labanyi, 1995). Los discursos de Franco debían ser impresos en primera plana con letras de cierto tamaño (Labanyi, 1995). La lista de temas que no se podían mencionar incluía: los banquetes en honor de Franco durante los «años de hambre», las personas asociadas con el gobierno anterior, las detenciones, los juicios, las ejecuciones, las actividades de las guerrillas, las huelgas, la familia real, el crimen, los suicidios, la bancarrota, las caídas de la bolsa, las devaluaciones, la falta de comida y viviendas, los incrementos de precio, los accidentes industriales o de tráfico, las epidemias, las sequías, las inundaciones, el daño causado por tormentas, y sobre todo la censura; tampoco se podía mencionar los errores cometidos por los árbitros ni las faltas de los jugadores (Labanyi, 1995, p. 209).

Oficialmente la censura de medios escritos se acabó al proclamar la Ley de Prensa e Imprenta en 1966, pero en realidad sólo resultó en la práctica de la autocensura, ya que las autoridades seguían pudiendo suprimir los materiales después de publicarse (Rodgers, 2002a, 2002b). Llegaron a ser permitidas las películas norteamericanas pero el doblaje de los diálogos aseguraba que igual se evitara cualquier cosa no tolerable (Labanyi, 1995; Rodgers, 2002a). De hecho, muchas veces se reinventaron los diálogos de manera significativa: en Arco de triunfo cuando se le preguntó a Ingrid Bergman si su amante era su esposo, la respuesta doblada fue «sí» mientras la actriz decía que no con la cabeza (Labanyi, 1995).

Los escritores de España, como los de Estonia, llegaron a ser creativosPage 288bajo la censura y empleaban varias tácticas para superarla: entregaban las mismas obras con nuevos títulos; sabían que era más fácil que las publicaciones se aprobaran durante el verano cuando los censores de rangos superiores estaban de vacaciones; entregaban obras de carácter político peligroso en francés y las de moral dudosa en alemán ya que los editores políticos solían saber alemán y los que controlaban la moral más estrictamente solían saber francés pero no al contrario (Labanyi, 1995). Se podía hacer comentarios sociales en la prensa refiriéndose a épocas antiguas españolas o a otros países (Labanyi, 1995).

A través de los años el estado de la lengua catalana iba mejorando (Sánchez & Dueñas, 2002) pero las concesiones eran pocas y el proceso lento: May (2001) y Fishman (1991) afirman que después de 20 años de dictadura pasó a tolerarse parcialmente el uso por la iglesia. A mediados de los años 40 se permitió la publicación de libros y la representación de obras de teatro en catalán (Conversi, 1997; Hooper, 1995). Como Strubell (1996) expone, sin embargo, sólo se permitían nuevas ediciones de libros por autores no vivos anteriormente publicados (véase también Conversi, 1997), y tenían que ser de acuerdo con las normas anteriores a Fabra; más tarde se permitían publicaciones por autores vivos pero sólo de poesía. Esta práctica concordaba con la política de la «dialectización»91 del régimen —en el sentido de que se negaba la existencia de una lengua estandarizada (Conversi, 1997). En 1946 fueron publicados 12 libros en catalán, 60 en 1948, y 96 en 1954 (Conversi, 1997); en 1975 la cifra sólo alcanzó 590 (Strubell i Trueta, 1982). En los años 60, el régimen había comenzado a demostrar recopilaciones —a la unesco por ejemplo— de libros en catalán para dar la impresión en la esfera internacional de una sociedad abierta y liberal (Rodgers, 2002a). El 7º Congreso Internacional de las Lenguas Romanes se celebró en Barcelona en 1953, probablemente permitido sólo por su carácter estrictamente filológico (Conversi, 1997). En 1954 la Notícia de Catalunya de Jaume Vicens Vives fue publicada, estableciendo un nuevo diálogo sobre la identidad de la región (Conversi, 1997). En 1955 se publicó la obra de Josep Ferrater i Mora, Les formes de vida catalana, que aunque era de tono explícitamente no separatista, también contribuyó a una consciencia (re)naciente catalana de modo significativo (Conversi, 1997). Este proceso del nuevo despertar nacional quedó dormido en Estonia durante un tiempo más largo, dado que era más fuertemente prohibido y controlado en la Unión Soviética; sólo podía desempeñar en los años ochenta bajo Gorbachev (y por lo tanto la necesidad, en períodos anteriores, de ser muy creativo con la lengua: véase arriba).

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El Institut d’Estudis Catalans, fundado en 1907, donde había trabajado Fabra para estandardizar la lengua, fue cerrado y reemplazado, al principio de la dictadura, por el Instituto Español de Estudios Mediterráneos, que en realidad sólo existía en nombre (Conversi, 1997; George, 2002a). El Institut, sin embargo, volvió a comenzar sus actividades clandestinamente en 1944 (George, 2002a) y llegó a ser «medio tolerado»:92 organizaba —aunque en privado— reuniones, cursos de lengua, literatura e historia catalanas y hasta editó libros y folletines, algunos de los cuales fueron comprados por el estado para mostrarlas en exhibiciones internacionales (Conversi, 1997; Hooper, 1995, p. 413). En 1942 también habían comenzado a dar clases semejantes en los Estudis Universitaris Catalans (Conversi, 1997). Bastardas i Boada (2000) afirma que «[e]ls eslògans humiliants i el discurs estigmatitzador» (p. 170) hacia el catalán comenzaron a diminuir a partir de mediados de los años 60. Algunos intelectuales, como los poetas Carles Riba y Pere Quart, volvieron a la región y se pusieron a estimular las «nuevas generaciones»93 (Conversi, 1997, p. 115).

Según Wright (1998; 2004) la dictadura comenzó a ser más tolerante en general desde mediados de los años 60. Había comenzado una «era algo más liberal»94 y se podían escuchar otra vez las lenguas no castellanas hasta en los cines y también en la televisión; pero de acuerdo con la política de dialectización, el castellano siempre se empleaba para asuntos importantes, como las noticias internacionales y estatales, y entonces el catalán para lo menos prestigioso, como los temas «más sencillos» relacionado con el campo (Mar-Molinero, 2000, p. 85). El movimiento de la Nova Cançó comenzó (véase abajo) y la revista católica mensual Serra d’Or empezó a publicarse (Wright, 1998). La censura comenzaba a volverse menos intransigente a partir del año 1958, y traducciones de lenguas extranjeras fueron las primeras obras en publicarse (Conversi, 1997). Se organizó en 1968 la conmemoración del centenario del nacimiento de Pompeu Fabra, La llengua d’un poble (Conversi, 1997). En 1970 se formó Català a l’escola a través de la movilización por los derechos lingüísticos (Conversi, 1997) y se propuso una nueva ley que les permitiría la enseñanza del catalán a niños (pero no en la lengua): ésta sólo se ratificó en 1975, o sea el año en que murió Franco (Fishman, 1991; May, 2001). La enseñanza a adultos había sido legalizada en situaciones muy específicas ya durante los años sesenta (Fishman, 1991); la sociedad cultural catalana Òmnium Cultural financiaba las clasesPage 290(Conversi, 1997; Wright, 1998). El régimen cerró Òmnium Cultural en 1963 pero se estableció de nuevo en 1967, y de 1969 en adelante otorgaba la beca anual Premi de les Lletres Catalanes (Conversi, 1997).

Cataluña fue «la fuente principal de oposición» durante las dos primeras décadas de la dictadura: la primera huelga general de la posguerra fue en Barcelona en 1951 y hubo boicoteos de masa del transporte público en 1951 y 1956, pero, como en Estonia, la mayoría de la oposición era simbólica (sobre todo cuando la comparamos con la violencia posterior del caso vasco) (Hooper, 1995, p. 413). En 1947, por ejemplo, se usó el catalán en una celebración en que 70.000 personas se reunieron para exaltar a la Virgen de Montserrat al trono y se izó la bandera catalana (Conversi, 1997; Llobera, 1996; McRoberts, 2001). En 1960 el público en el Palau de la Música cantó el himno nacional de Cataluña ante Franco cuando estaba de visita en la región (Hooper, 1995). El 11 de septiembre de 1964 un grupo de catalanes celebraron la fiesta nacional catalana, la Diada Nacional, de manera bastante pública y de ese año en adelante se conmemoraba por multitudes cada vez más grandes (Llobera, 1996; Wright, 1998).

El movimiento popular social La Nova Cançó (La Nueva Canción) comenzó con la formación de un grupo musical en 1956 que tocaba canciones en catalán entre representaciones de obras de teatro y todos los miembros del movimiento cantaban en catalán durante los primeros años (George, 2002b). Para muchos la meta de La Nova Cançó era la promoción y la recuperación de tradiciones musicales populares más antiguas: muchos de la nueva generación de nacionalistas catalanes actuaban dentro de la iglesia y veían como antirreligioso el período de autonomía de principios de siglo (George, 2002b; McRoberts, 2001). En 1954 se formó el grupo Cristo i Cataluña y en 1959 uno de sus miembros, Jordi Pujol, dirigió una campaña pública contra el editor del periódico barcelonés La Vanguardia, Luis de Galinsoga, ya citado supra, quien había gritado en público durante una misa «todos los catalanes son una mierda» (Conversi, 1997, pp. 119-120; McRoberts, 2001).

Pujol, que también ayudó a publicar un folletín anti-Franco, fue sentenciado a siete años de encarcelación (McRoberts, 2001); como concesión importante, sin embargo, Galinsoga fue despedido por orden directa de Franco (Conversi, 1997). Como afirma McRoberts (2001) la iglesia comenzaba a tener un papel importante: la nueva forma del nacionalismo «persistía [...] protegida por la iglesia, que era la única institución catalana que el régimen de Franco no podía reprimir»95 (p. 43). Conversi (1997) tam-Page 291bién expone: «las iglesias y los monasterios en toda Cataluña se convirtieron en refugios para la militancia catalanista»96 (p. 127). De hecho, la primera revista de gran circulación durante la dictadura fue publicada por la Abadía de Montserrat (Publicacions Abadia de Montserrat) (Conversi, 1997).

Otros músicos de la Nova Cançó en años posteriores se dedicaron a canciones de protesta y tanto los músicos como el público se arriesgaban al asistir a los conciertos —la policía solía entremeterse y muchos de los conciertos eran bastante políticos en carácter (George, 2002b; Mar-Molinero, 2000). La adaptación musical del movimiento de la poesía de Salvador Espriu (Walters, 2002), Assaig de càntic en el temple (Ensayo de cántico en el templo) casi llegó a ser himno oposicionista (Conversi, 1997). A los grupos culturales en general se les permitía poco a poco más libertad de expresión nacional catalana, pero siempre de manera no oficial (Wright, 1998). En las penyas (grupos informales que se reunían en restaurantes, bares, y otros lugares públicos), asociaciones de sardanistes, escultores, cantantes, estudiantes, deportistas, los catalanistas podían juntarse (Conversi, 1997). Una coalición de grupos nacionalistas e izquierdistas clandestinos, la Assemblea de Catalunya, se formó a principios de los años setenta, y comenzaron a pedir que se acabara la censura, se les ofreciera la amnistía a los prisioneros políticos y que volviera la autonomía (Conversi, 1997; Wright, 1998). Como en Estonia, los artistas se arriesgaban a ser poco a poco más críticos en sus obras, y también de manera creativa (por necesidad). Rodgers (2002a) cita las obras de teatro de Buero Vallejo y la película La caza de Saura como ejemplos alegóricos bajo el franquismo en que se alude a la violencia que había experimentado la sociedad española —cabe mencionar, sin embargo, que fueron censuradas las referencias más explícitas a la Guerra Civil (Labanyi, 1995).

Igual que en Estonia, la represión lingüística sólo sirvió para aumentar la conciencia nacional con la lengua como enfoque central y «punto de resistencia»; en ambos casos la lengua seguía usándose —en Cataluña sólo en privado, pero por sectores privilegiados de la sociedad (Keating, 2001; May, 2001, p. 242; Spolsky, 2004). Paradójicamente, la oposición al régimen en Cataluña no se extendía a las clases sociales más ricas ya que por lo general los franquistas contaban con la colaboración de la burguesía (McRoberts, 2001). No obstante y crucialmente, hasta los burgueses mantenían una identidad catalana y la ideología en torno al castellanismo no llegó a tener mucha influencia en ellos (Conversi, 1997).

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7. La inmigración y el desarrollo de la diglosia

¡Hay que decir español y no castellano! El español es la lengua de todos. Se ha transformado ya en la lengua de España (...) Haré todo lo posible para evitar que se destruya la unidad nacional (...) Porque Cataluña fue ocupada por Felipe IV, fue ocupada por Felipe V, que la venció, fue bombardeada por el general Espartero, que era un general revolucionario, y la ocupamos en 1939 y estamos dispuestos a ocuparla tantas veces como sea necesario y para ello estoy dispuesto a coger el fusil de nuevo. Por consiguiente, ya saben ustedes a qué atenerse, y aquí tengo el mosquetón para volverlo a utilizar

(Fraga, 1967, citado en Eixample Web, 2006).

Como el caso estonio, uno de las causas principales del cambio sociolingüístico en Cataluña ha sido la inmigración (sobre todo 1959-72), y, tal como en el país báltico, el motivo de la inmigración ha sido la industrialización y falta de trabajadores para cumplirla (Conversi, 1997; Hooper, 1995; May, 2001) aunque algunos académicos mantienen que los regímenes franquista y soviético empleaban la inmigración como táctica premeditada para diluir las poblaciones autóctonas (Misiunas & Taagepera, 1993; Wright, 2004). Durante los años 50 y 60 llegaron más de un millón de castellanohablantes a Cataluña (McRoberts, 2001). Si tomamos en cuenta también el hecho de que alrededor de 200.000 personas se huyeron de los territorios de habla catalana (Conversi, 1997) podemos comprender los cambios sociolingüísticos que tuvieron lugar. La proporción de catalanohablantes declinó del 90% en el 1939 al 60 % de la población en el 1975 (May, 2001). Los estonios étnicos formaban 88,2 % de la población en 1934, 74,6 % en 1959, y 61,5 % en 1989 (Järve, 2002; Lieven, 1994). Durante los «años de desarrollo» de la posguerra llegaron andaluces en cantidades cada vez mayores a Cataluña, y aunque ésta no fue la primera inmigración de masa a la región, sí que fueron los andaluces los primeros que no hablaban el catalán o que no tenían relación alguna histórica con Cataluña (Hooper, 1995). Igual que en Estonia, los inmigrantes no tenían ningún incentivo —ni mucha posibilidad además— para aprender la lengua local (May, 2001). Los murcianos que habían llegado principalmente durante los años veinte se habían integrado en la sociedad catalana por lo general ya que entonces, y durante los años 30, el catalán disfrutaba de uso significativo en la región y se veía como «lengua de movilidad social» (Ho-Page 293oper, 1995; May, 2001, p. 243). Un anciano murciano que puso a su hija mayor el nombre de Monserrat llegó a ser un estereotipo (y héroe) de la causa nacional catalana (Hooper, 1995).

La situación sociolingüística bajo el autoritarismo —tanto en Cataluña como en Estonia— se puede clasificar de diglosia,xii es decir una relación en que una modalidad baja (B) se encuentra subordinada a una modalidad alta (A) [....] [L]a alta se usa en situaciones formales y actividades consideradas de alto prestigio, como los debates en el parlamento, los trámites en los tribunales, los negocios del gobierno, y las actividades de alta cultura, entre éstas la educación, la alta literatura, [y] los periódicos de gran circulación (Azevedo, 2005, p. 324).

La noción de la diglosia como fenómeno sociolingüística debemos al sociolingüista norteamericano Charles Ferguson, que la planteó en un artículo del 1959, pero ésta sólo se refería a situaciones en las que se utilizaban distintas variedades de la misma lengua en distintos campos sociales (Blas Arroyo, 2005; Wardhaugh, 2006). No obstante, la definición que empleo, que incluye situaciones sociolingüísticas como las aquí descritas (Estonia y Cataluña), proviene de la revisión de Joshua Fishman de 1967 quien amplió el término para que también admitiera casos de diglosia entre lenguas diferentes (Blas Arroyo, 2005; Wardhaugh, 2006). La definición fergusoniana se refería al mundo de habla árabe, la Suiza de habla alemana, Grecia y Haití: las variedades coloquiales locales (en el caso de Haití es un criolloxiii) se usan en la vida cotidiana por la población en general, pero el árabe clásico, el alemán alto, el Katharévousa, y el francés (respectivamente) pertenecen a esferas formales e internacionales (Azevedo, 2005; Blas Arroyo, 2005; Wardhaugh, 2006).

La diglosia no siempre significa que la variedad B sea socialmente inferior: si los que hablan la B como lengua nativa también tienen la oportunidad de aprender la A, y la B no se considera de bajo prestigio social (Azevedo, 2005); en los casos anteriormente mencionados el de Haití debe ser el más carece de igualdad lingüística: muchos haitianos nunca dominan el francés y por lo tanto quedan fuera de las esferas de prestigio (Wardhaugh,Page 2942006). En Cataluña y Estonia, sin embargo, la diglosia experimentada en el siglo xx sí que era una desventaja para las lenguas locales y sus hablantes nativos. En Cataluña, por ejemplo, el uso restringido del catalán en el campo escrito (o sea en esferas formales y los medios de comunicación) creó una situación en la que mucha gente entendía la lengua pero no la sabía escribir ni leer y muchos otros tenían dificultades para leerlo ya que estaban acostumbrados a un mundo oficial escrito totalmente castellanizado (Fishman, 1991; Hooper, 1995; Keating, 2001; May, 2001; Strubell i Trueta, 1982; Strubell, 1996). En 1979 entre personas nacidas en Cataluña sólo 19,2 % sabían escribir en catalán; la cifra entre personas nacidas fuera de la región era un minúsculo 1,7 % (McRoberts, 2001). Muy pocos eran capaces de enseñar la lengua y no había funcionarios del Estado experimentados en su uso oficial (Strubell, 1996). Es más, la lengua de casa de muchos catalanohablantes no era el catalán: en los casos que estaban casados con un castellanohablante solía ser el castellano ya que ambos lo hablaban bien pero muchas veces el castellanohablante no dominaba bien el catalán (Hooper, 1995) sobre todo en Valencia (Strubell i Trueta, 1982). El catalán, no obstante, no les queda muy alejado a los castellanohablantes (si tienen la motivación de aprenderlo) y muchos de los habitantes inmigrantes de la región sí que poseen un conocimiento al menos pasivo de la lengua (Mar-Molinero, 1994, 1995), a diferencia de la situación en Estonia dado que el ruso y el estonio ni siquiera son de la misma familia lingüística.

Como el ruso en la antigua Unión Soviética, el castellano goza de un privilegio social según el cual muchos de los hablantes nativos de la lengua previamente impuesta creen tener el derecho de seguir siendo monolingües o de usar esa lengua aun cuando saben hablar la lengua local; los catalanes y los estonios, además, muchas veces se sienten obligados a usar el castellano y el ruso respectivamente (Druviete, 2003; Lauristin & Heidmets, 2002; McRoberts, 2001; Strubell i Trueta, 1982; Strubell, 1996; T. Vihalemm et al., 2004). Como comenta Blas Arroyo (2005), en las partes de habla catalana de España (pero sobre todo en la Franja oriental de Aragón) el uso del catalán puede verse «bruscamente sustituido por el español [sic] en el paso a los dominios formales, así como en la conversación con desconocidos» (p. 407). En la Cataluña actual existe la posibilidad de que ocurra una situación peculiar y algo sorprendente: de que dos catalanohablantes conversen en castellano sin darse cuenta que el otro habla catalán —una circunstancia que ha surgido porque la mayoría de gente de habla catalana hoy en día habla el castellano sin acento, y supone que el interlocutor es castellanohablante y automáticamente usa esa lengua (Strubell, 2001). Druviete (2003) denomina este fenómeno de uso automático de la lengua de prestigio ante-Page 295rior en la Letonia independiente actual «complejo de minoría»97 (p. 5) gracias al «nivel alto de tolerancia lingüística»98 (p. 5) formado bajo el autoritarismo. Está claro que en ninguno de los casos aquí investigados podemos hablar un nivel bajo de autoestima de los hablantes nativos y es precisamente la identidad basada en la lengua la que permitió su supervivencia bajo el autoritarismo, y Sánchez y Dueñas (2002) afirman que las lenguas de las minorías de España en general llegaron a tener cierto prestigio como símbolos de oposición al autoritarismo. Blas Arroyo (2005) afirma que el catalán en Cataluña no «sufrió una merma significativa de prestigio pese el largo paréntesis franquista [...] tanto entre los hablantes nativos como [...] entre los inmigrantes de origen hispanohablante» (pp. 408-409). El hecho de que el catalán siguiera usándose durante la dictadura por personas de las clases socioeconómicas más altas ha contribuido a que —al menos en Cataluña— el catalán se vea vinculado al éxito económico (Blas Arroyo, 2005; Spolsky, 2004). Como expone Conversi (1997), sin embargo, «[e]n los años 50, hubo un momento de verdadero peligro que el catalán se hiciera una lengua familiar, extinto en la esfera pública»99 (p. 117). Así como Hooper (1995) expone, cuando «Franco murió, la lengua catalana había entrado en una crisis [que si hubiera] [...] continuado, tarde o temprano, la [habría] liquidado»100 (pp. 416-7). El politólogo de Tartú Evald Mikkel (comunicación personal, 2006) afirma, de manera parecida, que durante los años ochenta algunos padres estoniohablantes comenzaron a inscribir a sus hijos en escuelas de habla rusa y que el estonio se acercaba a un punto crucial sin vuelta atrás. Los padres catalanohablantes en Valencia solían dirigirse a los hijos en castellano durante la dictadura dado que en esa parte del país la variedad local había pasado a «interpretarse como marca de ruralidad [...] y de gentes sin cultura» y eso naturalmente ha afectado la transmisión intergeneracional de la lengua autóctona (Blas Arroyo, 2005, p. 409). De los que hablan la variedad valenciana hoy, hasta un tercio no la usan en muchos contextos públicos como tiendas, hospitales, y lugares de ocio; en una investigación sobre el uso de catalán en la Franja oriental de Aragón en 1995, más de 80 % indicaron que no lo usan en dominios relacionados con la sanidad y la iglesia (Blas Arroyo, 2005; Boix i Fuster & Vila i Moreno, 1998).

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8. Las lenguas en contacto

Las lenguas de las tres repúblicas bálticas soviéticas se han influido por la incorporación indiscriminada de, o el tomar como modelo, una gran cantidad de palabras rusas, ellas mismas siendo inventadas por razones pedagógicas y para denotar conceptos actuales ideológicos e intelectuales en la sociedad soviética 101

(Knowles, 1990, p. 149).

Strubell (2001; véase también Wright, 2004, p. 208) afirma que el catalán sigue amenazado por la influencia del castellano, más de dos décadas después de la muerte de Franco: «[e]xiste el peligro de que las características específicas del catalán —en cuanto a la fonética, la gramática y la sintaxis, y al léxico— vayan perdiéndose gradualmente, y de que el catalán se esté haciendo, en efecto, un mero dialecto de otra lengua (el castellano)» (p. 277). Este peligro se debe al hecho de que —a diferencia de países como los EEUU o Australia en los que los inmigrantes provienen de distintos países y por lo tanto tienen distintas lenguas maternas— en Cataluña la mayoría de inmigrantes es castellanohablante nativa y la interferencia del castellano es inevitable (Strubell, 2001). De modo muy parecido, los rusohablantes forman la mayor parte de los inmigrantes en Estonia. La variedad de catalán hablada en Valencia ha influido mucho más por el castellano gracias a una presencia menor del catalán en el sistema de educación de esa región y el lenguaje coloquial en particular incluye cientos de préstamos del castellano (Strubell, 2001). Existe también el término (ofensivo) catanyol para denominar «el proceso de hibridación en que se encuentra el catalán actual, por influencia del español [sic], especialmente entre los sociolectos más bajos» (Blas Arroyo, 2005, p. 390), lo que atestigua la interferencia del castellano bastante significativa al menos entre algunos grupos de catalanohablantes.

La forma del castellano hablado en Cataluña también ha sido influida por la otra lengua; Blas Arroyo (2005) da los ejemplos de ¡ya vengo! en vez de la ¡ya voy! del castellano estándar, y sácate la chaqueta en vez de quítate la chaqueta, ambas expresiones por influencia del catalán (pp. 386-7). NoPage 297está bien claro que sean de uso habitual entre castellanohablantes nativos en la región, sin embargo el sociolingüista posteriormente menciona el uso del partitivo, que en castellano estándar no existe, como en la frase, «me gusta el disco, pero los hay de mejores», afirmando que «a diferencia de otros fenómenos reseñados anteriormente, no se detecta entre los monolingües» (Blas Arroyo, 2005, p. 556; véase también Moreno Fernández, 2005). El uso de frases posesivas en vez de preposicionales, como detrás mío en vez de detrás de mí (Stewart, 1999, p. 114) también se atribuye al catalán, como las peculiaridades morfosintácticas como «¿está la Julia?xiv» y «nadie no lo ha visto», y el rasgo léxico «voy derecho a Barcelona» en vez de directo del catalán dret (Stewart, 1999, p. 186). En cuanto al castellano estándar, está ahora aceptado —hasta en El País— la ortografía catalana de la Generalitat mientras antes se empleaba la Generalidad (Stewart, 1999).

El ruso llegó a tener una influencia significativa en el vocabulario del estonio durante el período soviético, pero esto fue sólo desde 1940 —influencias anteriores fueron el alemán y también el finlandés (Lieven, 1994; Raun, 1985). El alemán, de hecho, había contribuido al contenido del estonio (y el letón) durante siglos: hasta un tercio del vocabulario del estonio es de origen germánico (Raun, 1985; Viires, 2004). La influencia del ruso soviético parece ser más insidiosa, sin embargo, teniendo en cuenta la manera deliberada y política de los cambios. Traducción por préstamos o calcos formaban la mayor parte de las nuevas unidades léxicas, con ejemplos en estonio como täitevkomitee (comité ejecutivo), viisaastakuplaan (plan de cinco años) y lööktöö (trabajo de choque) (Raun, 1985). Préstamos directos también existían, aunque menos frecuentes, y tenemos ejemplos como kulak (dueño de tierra), narodnik (un término político socialista ruso), y oblast (una cierta área administrativa) (Raun, 1985); éstas eran especialmente frecuentes cuando no existía un equivalente metalingüístico, o sea para conceptos completamente nuevos (Knowles, 1990; Vinay & Darbelnet, 2004), y un término estonio entonces habría sido «o imposible o sumamente artificial»102 (Raun, 1985, p. 24). Había ocasiones, sin embargo, en que la publicación de uso correcto (mencionada arriba) abogaba por el uso de terminología basada en estonio cuando existían formas paralelas: por ejemplo läbipääsluba debía usarse en vez de propusk (un permiso), y särgik en vez de maika (una camisa sin mangas) (Raun, 1985).

La introducción directa de terminología ideológica del ruso muchas veces chocó con las tradiciones culturales nacionales. Estonia había sidoPage 298durante mucho tiempo una sociedad individualista, y los términos para las actividades comunales impuestas por los soviéticos debían importarse del ruso: mientras que tenían precedentes en las tradiciones culturales comunales de Rusia, en Estonia sencillamente no existieron (Lauk, 1999; Lauristin & Vihalemm, 1993). Kolhoos (finca colectiva) y sovhoos (finca estatal) son probablemente los dos ejemplos más salientes de este fenómeno. Otros términos importados incluyen kosmonaut (astronauta), y partorg (secretaria del partido). Kosmoselaev (Raun, 1985) es un ejemplo interesante de una combinación de calco («espacio» + «nave» [laev]) y préstamo directo del ruso (kosmos [forma nominativa] por lo tanto kosmose [forma genitiva]).

Raag (2003) distingue entre la introducción de palabras ficcionales y las fenomenales. Palabras ficcionales son las que «proyectan imágenes sin base social alguna en la realidad soviética, y se empleaban por razones propagandísticas»103 (p. 243), con ejemplos en estonio como avangard (la vanguardia), idealism (idealismo), demokraatlik tsentralism (centralismo democrático), parteisisene demokraatia (democracia interna de partido), helge tulevik (futuro brillante), kommunismi ehitamine (construcción del comunismo) y töövalve (supervisión del trabajo).xv Ejemplos de palabras fenomenales, «denotando verdaderos fenómenos en la Unión Soviética»104 (p. 243), son las palabras ya mencionadas para los varios tipos de fincas comunales y el plan de cinco años, así como autahvel (tablón de honor) (Raag, 2003).

Ciertas palabras adquirieron nuevas connotaciones (Knowles, 1990; Lauk, 1999; Raag, 2003; Raun, 1985). Palabras anteriormente neutras en estonio como partei (partido político),xvi apoliitiline (apolítico), y plaan (plan) pasaron a ser positivas; un término negativo como diktatuur (dictadura) se transformó en positivo a través de proletariaadi diktatuur (dictadura del proletario). Otras palabras empleadas estrictamente de manera positiva en la neolengua eran proletario, revolución, comunismo y socialismo, mientras estrictamente negativas eran nacionalista, nación, burguesía y capitalista: esto fue para reafirmar la dicotomía entre «nosotros los bue-Page 299nos» y «ellos los malos» (Lauk, 1999). El nacionalismo ahora sólo podría referirse al nacionalismo burgués (Raun, 1985). Cualquier mención de las comunidades de estonios refugiados en el extranjero era peligrosa: no había que mencionarlas, o sólo de manera negativa (Lauk, 1999). La palabra kodumaa (patria) sólo podría referir a la Unión Soviética en lenguaje oficial: la primera lección de historia estonia comenzaba con la línea (del texto escolar): «Nuestra patria es la Unión Soviética y su capital es Moscú»105 (Lauk, 1999, p. 26). Como forma de rebeldía, los estonios comenzaron a emplear isamaa (patria = padre + tierra, mientras kodumaa = hogar + tierra) aunque oficialmente se prohibía estrictamente (Lauk, 1999). Meie (kodu)vabariik (nuestra república [hogar]) oficialmente se sancionaba pero hasta Eesti (Estonia) no se toleraba (Raag, 2003). «Intelectualidad estonia» sólo se podría referir a los que eran pro-soviéticos y se refería a cualquier individuo anteriormente nacionalista como «intelectual mezquino burgués»106 (Lauk, 1999, p. 26). De la misma manera se refería a los líderes de la Estonia independiente como «una banda de reaccionarios»107 y al período de independencia como «el orden burgués-fascista»108 (Lauk, 1999, p. 29).

Ha habido también por supuesto influencia más «natural» entre el ruso y el estonio, demostrado por la mayor parte por los préstamos directos adaptados por el ruso del estonio (y también del letón y del lituano en esos países) (Clachar, 1998; Knowles, 1990, 1999). Tal como los préstamos directos tomados por el estonio para denotar fenómenos soviéticos (o conceptos ficcionales) que antes no existían en Estonia, la influencia sobre las formas del ruso habladas en el báltico se puede atribuir a la creación de palabras para objetos nuevos que antes no había en el campo social ruso. En Lituania se ha creado la palabra klumpy para zuecos, del lituano klumpe˙s, y kankles para kanklies, o sea gusli (una especie de instrumento músico) (Knowles, 1990). Los de habla rusa en Estonia han calcado del estonio el sustantivo complejo «centro comercial», kaubamaja (kauba = mercancías [forma genitiva de la nominativa kaup]; maja = casa). También es el nombre del centro comercial más grande del centro de Tallin. Los estonios (y letones también) usan liberalmente davai (bueno, vale) del ruso y vot (literalmente aquí en ruso pero se usa de varias maneras en la lengua informal, normalmente para expresar una especie de acuerdo con el interlocutor).

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Conclusiones

Llobera (1996) establece un paralelismo entre la resistencia nacional de los Países Bálticos bajo la Unión Soviética al re-independizarse y el fenómeno semejante en Cataluña. Citando a Smith (1996a; 1996b) afirma que «el nacionalismo no había nunca desaparecido, sólo había adoptado otras formas culturales»109 (p. 192). Mar-Molinero (2000), comenta sobre el caso catalán, pero podríamos fácilmente sustituir Franco por los soviéticos: en la campaña de propaganda astuta del régimen había un error costoso: el rechazo, incluso el ridiculizar, de las lenguas minoritarias llegaron a ser tan estrechamente vinculadas con la ideología del régimen de Franco que también sirvió como punto de referencia para construir la oposición contra él. La lengua llegó a ser un portador estándar simbólico por y contra el régimen110 (cursivas mías, p. 85)

De modo parecido, Conversi (1997) podría estar escribiendo sobre cualquier de los dos casos aquí investigados: «¿Cuáles fueron, entonces, las razones de la oposición? Resumiendo, se puede decir que la movilización nacionalista se consideraba necesaria para corregir [...] [tres] injusticia[s]: la represión cultural, la falta de libertad política, la explotación económicaxvii»111 (p. 137); y «la dictadura tenía que aceptar el hecho de que la cultura [...] no podía ser borrada por decreto»112 (p. 138).

Como mantiene Raag (2003) sin embargo, y como hemos visto, el lenguaje oficial soviético estonio poseía «un sabor generalmente militarista. Un ciudadano progresista soviético no caminaba o daba un paseo, sino que se dirigía o marchaba en fila para cantar y bailar»113 (p. 249). Durante añosPage 301los catalanes no podían hablar su lengua en público por miedo de ser multados, encarcelados o sencillamente llamados perros o no cristianos. En el caso estonio, nuestra preocupación debe ser por el hecho que, aunque durante los años posteriores disminuyeron «los rasgos militaristas no desaparecieron por completo del léxico estonio durante toda la ocupación»114 (p. 249). Podemos suponer que, aunque generalmente se reconocía y se entendía que era propaganda, el alcance de las descripciones largas y vagas, los eufemismos, los clichés, y el uso explícito de la censura, llegó a influir en la lengua, la cultura y la sociedad estonias a la larga; en el caso catalán también es cierto que la censura y la imposición más fundamental de la lengua opresiva han dejado cicatrices profundas. En Estonia, los rusismos y los modos de expresión rusos eran menos obvios, sin embargo, y es bastante probable que hayan dejado su impresión sintáctica (de colocación). Este tipo de cambio velado es posiblemente más insidioso en el caso estonio (comparado con el letón, por ejemplo) en el sentido de que pierde (parte de) su carácter distintivo como lengua no indoeuropea. Por cierto, la influencia indoeuropea es evidente dado que ahora se clasifica en forma de transición desde lengua aglutinativa (el finlandés, la lengua principal más cercana al estonio todavía se clasifica como aglutinativo) hacia lengua flexiva (Erelt, 2003). Por el otro lado también se podría suponer que el castellano influye más fácilmente en el catalán, siendo de la misma rama y la misma familia lingüísticas.

Me parece, sin embargo, que la consecuencia sociolingüística más grave de las épocas soviética y franquista fue la falta de producción significativa: severas restricciones en cuanto a qué se podía decir y cómo, atrofiaron el desarrollo natural de producción en estonio y catalán, y entonces también las lenguas en sí. En Cataluña y en Estonia, la restricción de uso de las lenguas a ciertos ámbitos no permitió el desarrollo necesario para adaptarse a los cambios sociales contemporáneos (May, 2001). La investigación terminológica no existía en Cataluña (Strubell, 1996). Así como declara Lauk (1999), «la censura soviética en Estonia claramente tenía el objetivo de rusificación y destrucción de la cultura nacional estonia»115 (p. 21); el franquismo, como hemos visto, tenía metas semejantes muy evidentes contra los catalanes.

Se puede concluir que la mayoría de la gente no hizo caso al lenguajePage 302público oficial o a su ideología en ambos casos. Se puede hablar de dos mundos sociolingüísticos en Estonia, el uno oficial y sovietizado; el otro no oficial y de carácter muy nacional (P. Vihalemm & Lauristin, 1997). Los catalanes también mantenían tenazmente su mundo cultural y lingüístico privado y sobre todo, «hay que reconocer que [la oposición a la dictadura después de unos años] giraba en torno a [asuntos de] la lengua y su resurgimiento»116 (Conversi, 1997, p. 137).

El efecto del control centralizado en la cultura nacional y entonces también la lengua, sin embargo, no debe descontarse: por ejemplo, «el nivel alto de tolerancia lingüística entre letones»117 (Druviete, 2003, p. 5) con personas de habla rusa aun si ellos hablan letón se plantea por Druviete (2003) como parte de la continuación del «complejo de minoría»118 (p. 5) que formó durante el período soviético. Por cierto, este tipo de acuerdo lingüístico es menos frecuente en Estonia pero aún existe; en Cataluña parece ser bastante habitual. Como exponen Vihalemm y Lauristin (1997) sobre los Países Bálticos —pero con suma relevancia también para la Cataluña posfranquista— «la adaptación subconsciente al patrón cognitivo y conductual soviético que dominó en el ambiente espiritual de los pueblos bálticos durante décadas era aún bastante grande y [seguirá siendo] presente por mucho tiempo»119 (p. 108).

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* NB. La traducción es del autor.

[1] «When a new term is needed which the given language does not have, then it must not be created anew but must be boldly taken from the Russian, which is the richest of languages and which in the Soviet Union is the international language. Enrichment of the vocabulary of the languages of Soviet nations with Russian words is perfectly natural. The influence of the Russian progressive culture and language enriches and develops the culture and languages of the other nation».

[2] «Kas siis selle maa keel

Laulutuules ei või

Taevani tõustes üles

Igavikku omale otsida?»

[3] «almost no-one [had] an interest in promoting cultural homogeneity [...] The state [was] interested in extracting taxes and maintaining the peace and not much else».>

[4] «marriage of state and [high] culture».

[5] «nations in the modern sense cannot exist without a shared sense of identity, and for people to share an identity a certain minimum level of communication [...] must be guaranteed».

[6] «the aspiration to be politically self-determining».

[7] «anger aroused by the violation of the principle [of the nation], or the [...] satisfaction aroused by its fulfilment».

i. La cantidad frecuentemente citada. Una estimación menos conservadora de la Generalitat (el gobierno de la Autonomía de Cataluña) calcula que la cifra es 10,8 millones; el catalán sería, entonces, la séptima lengua más hablada en la Unión Europea (Wright, 2004).

ii. La variedad hablada en Valencia a veces se considera lengua propia denominada «valenciano» (Azevedo, 2005; Mar-Molinero, 2000, 2002; McRoberts, 2001; Moreno Fernández, 2005; Wright, 1998) y los valencianos mismos lo llaman «valencià» desde el siglo xv (Strubell, 1996). Según Azevedo (2005) el valenciano y el mallorquín (de Mallorca) son variedades del catalán ya que tienen «pequeñas diferencias de pronunciación, morfología, sintaxis y vocabulario» (p. 38), aunque vale la pena mencionar que la distinción entre lengua y dialecto carece de valor (socio)lingüístico (Hudson, 2001; Wardhaugh, 2006).

[8] «a period of high nationalism throughout Europe».

[9] «une langue se diffuse (ou disparaît) selon ses fonctions et selon ses domaines d’utilisation».

[10] «minorized» [sic].

[11] «that under unequal power relationships, equal treatment produces unequal conditions».

[12] «freedom of choice [of language of instruction in school] is the best system for perpetuating cultural and linguistic inequalities».

[13] «[b]ut it is actually more than that: seen from a historical perspective, freedom of choice paves the way to etholinguistic assimilation».

[14] «three tasks... a) to empower minority [or minorised] languages in order to make it possible for [them] to satisfy the communicative needs of a modern society; b) to increase the number of speakers/users and increase the communicative competence of current users, and c) expand the geographic scope of the language within a given area».

[15] «are [...] arguing for the right of [...] (Spanish) language speakers to remain monolingual».

[16] «what we see here are simply two versions of nationalism, a majoritarian Spanish one and a minority Catalan one (although only the latter is termed as such)».

[17] «[m]entre el biculturalisme promogut per l’Estat és de signe imperialista perquè s’assumeix com una política de representació i fins i tot de sobreposición substitutòria d’una ètnia sobre altra, el biculturalisme promogut per una ètnia amfitriona en relació amb les ètnies hostes no té el caràcter d’eliminació de cultures en les seves bases de sustentació, sinó que més aviat s’assumeix com una integració cultural a títol individual, ja que en tot cas les ètnies hostes continuen la seva existència en els seus territoris d’origen amb independència de la posició que obtinguin i del paper històric que exerceixin els seus individus en el territori d’altres ètnies».

[18] «[t]he concern was not to monitor individual use in interactions, but to ensure capacity for communication in the national language at an appropriate level, so that the doctor or shopkeeper could in fact speak the national language if required».

[19] «[a]u moins deux facteurs légitiment l’intervention législative sur la langue du travail: le droit des citoyens de travailler dans leur langue [et] le droit des consommateurs de recevoir des services dans leur langue».

[20] «almenys, el català en la retolació i en les comunicacions megafòniques».

[21] «a campaign against the [...] language unparalleled in the region’s history».

[22] «mere dialect».

iii. Según Strubell Trueta (comunicación personal, el 3 de octubre de 2006) esta expresión sigue usándose hoy en día.

[23] «Francoism adopted the most radical politics of assimilation against non-Castilian cultures in modern Spanish history».

[24] «[c]oercion and persecution were employed to achieve the goal of a strong, unitary state with a single language, a single history and a sense of a single tradition».

[25] «Spain».

[26] «anti-Spain».

[27] «Christian civilisation».

[28] «malignant foreign powers».

[29] «politically and morally poisoned elements».

[30] «iron surgeon».

[31] «conquering and imperious ‘personality’».

[32] «completely Bolshevised».

[33] «an invalid».

iv. Claro que los comunistas eran ateos pero la ideología comunista asumía una cualidad religiosa (veáse Lauristin & Vihalemm, 1993).

v. cf. el brillante del caso comunista (abajo).

[34] «glorious triumph».

[35] «a totalitarian system attempted to control the totality of civil culture; it was not simply the Statute of Autonomy that was abrogated but any entity that might seem to pose a challenge to the sate, whether a boy scout troop or a choral society».

[36] «jail sentences were imposed for even casual conversations carried out in [regional] language on public streets».

[37] «Some comrades lean towards national seclusion and do not support the progressive influence of the Russian language».

[38] «[m]ore so than in the past the various dictionaries of correct usage [were] looked upon as the final word in linguistic matters, and through its central control of all publication the state [exerted] a powerful influence on the written language».

[39] «certain and deliberate ways, contributes to the [sic] changes in people’s attitudes and to a deliberate adoption of preferred models of behaviour».

[40] «the distorted image of social reality, which is encoded in recurring institutional linguistic structures produces deliberate meaning violations which in turn contribute to gradually reshaping social reality through social norm violations».

[41] «enemy of Socialist society».

vi. Una investigación tuvo lugar para encontrar la persona culpable que había impreso 10.200 calendarios en 1947 para el año siguiente según el formato que se había empleado durante la ocupación alemana: las semanas comenzaban con domingo, no lunes como debía ser en los calendarios soviéticos; también faltaban los feriados soviéticos.

[42] «every social activity acquired symbolic meaning related to communist ideology. Penetrating the minutest [sic] routines of everyday life, this ideology came to possess a religious character in Soviet society».

[43] «[t]he media were used for creating an alternative reality, ‘an ideologically correct symbolic environment, filled with content designed to socialize [sic] the audience to the ideas and values of Communism».

[44] «hostile to the people».

[45] «political and social cancer».

[46] «spread its metastases in the cultural and educational institutions, enterprises, organisations and even postal services».

[47] «the consolidation and development of the socialist order».

[48] «without the prior permission of the respective organizations [sic]».

[49] «newspeak».

[50] «fortress of peace».

[51] «international communication».

[52] «nationalist in form, socialist in content».

[53] «one of [the regime’s] strongest hallmarks».

[54] «[Russian as] second national language».

[55] «priceless collection».

[56] «hunt for the separatist».

[57] «beyond the lingua franca».

[58] «the only means of active participation in social life».

[59] «place social and psychological pressure on Estonians [and] other nationalities of the Soviet Union [...] to acquire Russian».

[60] «new native language».

[61] «was probably not considered during the Stalinist era because written Estonian (like Latvian, Lithuanian, Georgian, and Armenian) was simply too developed to be placed in the same category with the bulk of the emerging Soviet languages».

[62] «cleaning up».

[63] «in order for language policy to succeed, some signs of progress have to be made visible».

[64] «[h]ighly visible, concrete manifestations of language».

viii. Se quitó el nombre de Stalin del título (de todas las publicaciones) y se quitaron todos los retratos y esculturas del líder de lugares públicos después del congreso XX del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956 cuando la “culta la personalidad” del dictador oficialmente se condenó (Lauristin, Vihalemm, Briksˇe, Bulota, Duze, Kaalep, & Tapinas, 1993).

ix. cf. el periódico de la RSS Rusia Pravda.

x. Según Richards (1996) nunca se sabrá exactamente cuántas personas murieron a manos del régimen ya que miles fueron asesinadas sin que fuera registrado.

ix Lauristin, Vihalemm, Briksˇe, Bulota, Du

[65] «purged».

[66] «the city of revolutionary anarchists and experimental artists [...] had become another grey provincial Spanish town».

[67] «separatist».

[68] «cultural genocide».

[69] «a revival of the national cultural public sphere in the Baltic countries».

[70] «[t]he Russian language seems to me like a huge bridge of sunbeams [o]ver which the Latvian heart will climb to high horizons».

[71] «the end of the 1950s was, as we all remember, a time where artists and poets no longer found themselves jobs in second-hand shops, and nightwatchmen or stoker poets were not yet in fashion».

[72] «for the drawer».

[73] «total ignorance».

[74] «purge».

[75] «forger of new cadres».

[76] «passive followers of Russian [...] leadership».

[77] «mass culture».

[78] «Russian values, aesthetics and even humour».

[79] «since Russian literature is the treasure trove of limitless ideological, moral and aesthetic values ... the mighty factor in strengthening the Soviet people and in the further merging of nations, its reception must not be blocked by particular tastes or concepts».

[80] «[e]verything good was ‘ours’, everything bad was ‘theirs’. If a person from among ‘ours’ committed a disreputable deed, closer examination revealed he [sic] was not entirely ‘ours’».

[81] «[i]n spite of the fact that the primary task of a newspaper is to report news and provide information, the reader in the first instance does not get to know who set which tasks. In the second example the reader does not learn who organised the exhibitions and what the exhibitions were about».

[82] «monotonous and dull».

[83] «a Soviet citizen did not work or study, but struggled as a mobilised fighter in a battle with the view of giving a finishing blow».

[84] «an extremely canonised institution, which had nothing to do with journalism, rather a manufacturer of an ideologically coloured virtual reality similar to the Orwellian Ministry of Truth».

[85] «not a single independent opinion, not a single unsanctioned diversion from the party line or any doubt about its correctness was tolerated».

[86] «capacity to use language games was extremely well developed by Estonian journalists under these conditions».

[87] «manuscripts, be they scholarly or fictional, do not age as well as cognacs or military officers who automatically accumulate stars around their necks even when left in their barrels or reserves».

[88] «So be it, Imperator. Let there be one language in your republic, one faith and one people, let the road be secure and smooth for your soldiers, merchants, and thieves

[...]

Your state will come and go

[...]

It is my hand and the hand of my people that will bring you down

[...]

Do what you want and will:

I know sword and club await me because all who deserved to live in the Avernian land are dead».

[89] «resolutely Castilian».

[90] «starvation in China».

xi. Sin embargo, en la Unión Soviética, no se permitía la importación de publicaciones de países no comunistas, y por lo tanto no había por qué censurar las revistas y los periódicos de esta manera..

[91] «dialectisation».

[92] «half-tolerated».

[93] «new generations».

[94] «somewhat more liberal era».

[95] «pesisted [...] sheltered by the church, which was one the one Catalan institution the Franco regime could not suppress».

[96] «churches and monasteries all over Catalonia were turned into safe havens for Catalanist militancy».

xii. No era la primera vez, en ninguno de los dos casos, que existía la diglosia: Moreno Fernández (2005) afirma que los procesos sociolingüísticos del siglo xix ya formaban parte del «largo camino de la diglosia» en España (p. 206), tal como las circunstancias en Estonia bajo el feudalismo alemán hasta fines del siglo xix/principios del siglo xx.

xiii. Un criollo es un pidgin (lengua simplificada usada como lengua franca —o sea, lengua materna de nadie) que se ha hecho lengua materna de una comunidad y expandido sus campos y posibilidades de expresión y uso (Platt, Weber, & Ho, 1984).

[97] «minority complex».

[98] «high level of linguistic tolerance».

[99] «[i]n the 1950s there was a moment of real danger that Catalan would become a family language, extinct in the public sphere».

[100] «Franco died, the Catalan language had entered a crisis [which] [...] if allowed to continue would sooner of later finish it off».

[101] «The language of all three Soviet Baltic Republics have been strongly influenced by the wholesale incorporation or modelling of a very large stock of Russian words which have themselves come into existence in order to denote multiple realia and many ideological and intellectual concepts current in Soviet society».

xiv. Sin embargo, este fenómeno es usual también en Chile, por ejemplo. 102. «either impossible or highly artifical [sic]».

[103] «project images devoid of any social basis in Soviet reality, and were used for propaganda reasons».

xv. Un ejemplo de este término es «asunud töövalvele partei XX kongressi auks» (ha partido en supervisión del trabajo en honor del congreso XX del partido) (Norte Hääl, citado en Raag, 2003, p. 245). Es un ejemplo claro de un término que en realidad carece de significado (Raag, 2003).

[104] «denoting real phenomena in the Soviet Union».

xvi. Note que hoy en día se prefiere la palabra de origen estonio, erakond, en vez de partei.

[105] «Our homeland is the Soviet Union and her capital is Moscow». 106. «petty-bourgeois intellectual».

[107] «gang of reactionaries».

[108] «bourgeois-fascist order»

[109] «nationalism had never disappeared, it had just taken other cultural forms». 110. «the regime’s clever propaganda drive made one costly mistake: the rejection and even ridicule of the minority languages became so closely associated with the ideology of the Franco regime that it also served as a point of reference around which to build the opposition to it. Language became a symbolic standard bearer for and against the regime».

xvii. Esta tesis no incluye análisis de la cuestión económica bajo el autoritarismo, pero está aceptado por lo general que Estonia y Cataluña, regiones más prósperas de la Unión Soviética y España, sufrieron económicamente por el control de Moscú y Madrid (véase sobre el caso catalán por ejemplo Conversi, 1997; y el caso estonio Küng, 1980).

[111] «What, then, was the rationale of the opposition? Summarising, it can be said that the nationalist mobilisation was deemed necessary in order to redress [three] injustice[s]: cultural repression, lack of political freedom, and economic ‘exploitation’».

[112] «the dictatorship had to come to terms with the fact that that [...] culture could not be erased by decree».

[113] «a general militaristic flavour. A progressive Soviet citizen did not walk or stretch his [sic] legs, but headed for or marched in lines to sing and dance».

[114] «the militaristic traits did not disappear completely from Estonian lexicon as long as the occupation lasted».

[115] «Soviet censorship in Estonia clearly served the objective of Russification and destruction of Estonian national culture».

[116] «it must be recognised that [opposition to the dictatorship after some years] centered on [issues] of language and its recovery».

[117] «high level of linguistic tolerance among Latvians». 118. «minority complex».

[119] «the unconscious adaptation to the Soviet cognitive and behavioural patterns that dominated in the spiritual environment of the Baltic people for decades was still quite large and [will remain] present for a long time».

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