Contra el reino de las sombras

AutorJuan José Hoyos
Páginas222-223

Publicado en la revista Arcadia, 13 octubre 2010.

Page 222

Tierras, clases sociales, violencia, ética y poder político han sido algunos de los objetos de estudio de una mujer que ha logrado llevar a cabo una certera radiografía de la historia sociopolítica de Colombia. María Teresa Uribe, una de las sociólogas más brillantes del país.

Es una voz que disuena en medio del coro.

Su obra es una polifonía gobernada por otros cánones y otros pentagramas. Su vida ha estado consagrada al pensamiento y a la palabra, a nuestras guerras y nuestro destino colectivo; a tejer y destejer, como una Penélope de estos tiempos, el velo de nuestra memoria.

María Teresa Uribe es historiadora, socióloga, politóloga, maestra universitaria. Ha pasado más de media vida en los salones de clase, en los archivos de las bibliotecas, leyendo periódicos antiguos; estudiando nuestra constitución como nación, como región y como territorio; las viejas y nuevas guerras civiles; las raíces del poder regional; el desplazamiento forzado provocado por las guerras. Hoy es para muchos la historiadora más lúcida de los procesos de modernización de un país, como el nuestro, de ciudadanías mestizas.

Su vida está marcada por la memoria: los paisajes y las historias que vivió de niña en Urabá, la tierra de sus abuelos. Allí viajó desde Pereira, la ciudad donde nació en 1940, para acompañar a su padre Eduardo Uribe al entierro del abuelo Lisandro, un dirigente liberal que tumbó selvas, abrió potreros, montó haciendas y sembró de hijos a Uramita y sus alrededores.

Antes del viaje, ella sólo había visto indios en las cajetillas de cigarrillos Pielroja. La travesía por las selvas fue algo misterioso, entre el terror y la fascinación: montañas que pare-cían subir hasta el cielo, hondonadas, ríos, selvas. Entonces no había carretera para ir hasta Uramita. Un negro de dos metros la llevaba sobre sus hombros. Después, la vista del pueblo, un caserío perdido en la manigua. El abuelo muerto, en un ataúd, alumbrado por las llamas de cuatro cirios. La casa llena de indios y campesinos pobres con banderas rojas que gritaban: «¡Viva el partido liberal!». Una mujer vestida de negro: Adela Ruiz, su abuela. Los indios y los campesinos lloraban como huérfanos.

Acababa de empezar la última guerra entre conservadores y liberales del siglo XX.

Ella recuerda los rostros de la gente y las banderas rojas en alto. Querían que su padre las recibiera y gritaban: «¡Necesitamos armas! ¡Nos van a matar!». María...

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