La regulación, su cuantía y coste

AutorJuan Rosell Lastortras
CargoPresidente de Fomento del Trabajo Nacional
Páginas7-12

La regulación es necesaria para la estabilidad y el progreso de las sociedades. Es una precondición para permitir que el mercado funcione eficientemente y cumpla su cometido de asignar los recursos con eficiencia productiva y en servicio de los intereses de los ciudadanos. Ambos configuran conjuntamente el sistema en que se apoya la civilización occidental y que ha permitido un aumento de la población y del nivel de vida sin precedentes en la historia de la humanidad.

La regulación, junto con los usos y costumbres y los organismos públicos que la escriben y proclaman, vigilan su cumplimiento y sancionan su incumplimiento, configuran el metamercado, esto es, el conjunto de «instituciones» que hacen que el comportamiento ajeno se limite a las cosas que en cada momento se pueden hacer o hay la obligación de hacer y se evite lo que está vedado. El respeto a esas «instituciones» da predictibilidad a la conducta humana, con el consiguiente ahorro de costes de transacción, es decir, de aquellos que deben aceptarse además del precio para hacer y exigir un pacto -incluyen la obtención de información, la supervisión de la conducta, la evaluación de resultados y la penalización de incumplimientos-.

Un metamercado en el que las costumbres permitan saber a qué atenerse respecto a los demás, las normas se respeten y se haga pagar por la transgresión de modo que se desincentive es idóneo para favorecer la inversión y la división del trabajo, y con ambas atraer el emplazamiento de recursos y la creación de empleo. La obra del premio Nobel de economía Douglas C. North explica e ilustra históricamente que si los tres niveles están basados en los mismos principios y se refuerzan mutuamente, la sociedad respetará los derechos de cada uno y la propiedad estará bien asignada y utilizada. En este entorno, los costes de supervisión se minimizan y se genera confianza. Incluso en un entorno así se requiere supervisión y control, pero su coste será compatible con el impulso al crecimiento.

Entender la necesidad de las normas y la importancia de su cumplimiento está lejos de instar a que todo se regule. La normativa siempre tiene un coste y más allá de cierto punto ahoga la creatividad e impone cargas difíciles de soportar. El coste de las normas se inicia con los estudios previos acerca de qué y cómo se debe regular, escribir los textos legales, discutirlos, promulgarlos, supervisar el cumplimiento y arbitrar las penas para quienes incumplan o eludan sus obligaciones. Esta primera parte de coste obliga a las Administraciones y a las Agencias Públicas y recae sobre los contribuyentes, que deben pagar impuestos para sostener esa superestructura. En segundo lugar, los particulares y las empresas deben conocer las normas y pagar asesores, llevar registros, informar a las autoridades, recibir inspecciones, soportar tasas y aceptar riesgos de penalización por incumplimientos, errores y omisiones. Habitualmente, la forma de realizar actividades productivas se ve afectada por cambios legales, algo que desvaloriza inversiones hechas y comporta más costes de adecuación. En tercer lugar, los consumidores deben aceptar costes más elevados para atender a nuevas exigencias, con Page 8 el consiguiente riesgo de deterioro de la eficiencia productiva.

La cuantía de los costes impuestos por la regulación ha llevado a que algunos países hayan recurrido a aligerar las obligaciones administrativas impuestas a las empresas para, por esta vía, obtener una ventaja competitiva capaz de dar un mayor rendimiento a las inversiones. El objetivo...

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