El régimen local de la restauración

AutorEnrique Orduña Rebollo
Páginas483-535

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I Introduccion

Este período histórico tiene sus raíces inmediatas en ]a proclamación de

Alfonso XII como rey de España, acaecida en ]a mañana del día 29 de diciembre de 1875 en Sagunto, a iniciativa de] general Martínez Campos. Con tal acto político-militar se daba fin a ]a corta experiencia republicana y se iniciaba el proceso de todos sabido y conocido popularmente por e] de Restauración. A los impulsores de este acontecimiento histórico, no se les puede negar una voluntad manifiesta de corregir todos los errores y defectos de la política y de la sociedad española del reinado anterior. Prueba de esta voluntad fue la adaptación de la Constitución de 1869, calificada como democrática a la de 1876, con algunas modificaciones.

Pero si con aquella proclamación se trataba de reponer en el trono de España al hijo de Isabel 11, no es menos cierto que este hecho no supuso profundas reformas en la sociedad española, sino más bien todo lo contrario, pues pese a los indudables propósitos modernizadores del Estado y de España en general, que animaban al artífice civil de la operación, Cánovas del Castillo, a la larga fueron desvirtuados, a] consagrarse la continuidad de una oligarquía dominante, plagada de defectos y con muy pocas de las virtudes de sus homónimas en los países europeos industrializados.

Pensemos por un momento en los ejemplos próximos: la Inglaterra victoriana, la Francia republicana o la Alemania bismarckiana, concretamente esta última que por las mismas épocas comenzó su despegue y transformación desde las premisas de una sociedad rural hacia estructuras urbanas e industrializadas. Culminada esta fase, Alemania inmediatamente ocupó un puesto de primer orden entre las potencias europeas. Por aquellos años, la sociedad española, pese a los esfuerzos de Cánovas y Sagasta, continuó con pertinencia digna de

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mejor causa, aferrada a estructuras rurales y caciquiles, 10 que imprimió un carácter a la época, a los sucesivos reinados y al mismo sistema político.

El caciquismo y las guerras coloniales, con sus secuelas militaristas, como manifestaciones perniciosas de todo el período fueron los motivos y causas directas de la quiebra del sistema político de partidos de turno primero, y a la postre de la propia institución monárquica. El caciquismo tenía su desarrollo principalmente en los ayuntamientos rurales, condición característica de la inmensa mayoría de las corporaciones locales españolas y esta situación condicionó permanentemente los planteamientos reformistas de] régimen loca] surgido de la Restauración de 1875. Este fenómeno socia], verdadera lacra, se infi]-tró en ]a vida pública española, con raíces tan profundas, que costó muchos años su erradicación al ser utilizado como práctica habitual por los partidos turnantes en su gestión y como instrumento de las contiendas electorales.

Si en el ámbito socia] la figura dominante en la Restauración fue e] caciquismo, las actividades militares y políticas estaban marcadas por e] signo de una contienda civil primero y una inacabable guerra colonia] después, que alcanzó hasta los últimos años del siglo, momento en el que ]a decepción y e] desencanto abrumó a los españoles. Frente a tal desencanto, producido más por el agotamiento y ]a ausencia de un proyecto político i]usionante que por ]a catástrofe bélica, se alzó ]a voz de los regeneracionistas, encabezados por Giner de los Ríos, Salmerón, Costa, Ganivet, Macías Picavea, Lucas Mallada, Gumersindo de Azcárate, José Ferrando González, incluso don Antonio Maura, como veremos posteriormente, con su propósito de «hacer la revolución desde arriba» o los esfuerzos del partido reformista, al que se vincularon posteriormente algunos de los individuos citados anteriormente.

Aquellos hombres conocían profundamente e] problema loca], lo vivían y lo sentían en sus carnes y espíritus. Eran conscientes de que uno de los males de España estaba en la secular marginación y abandono del mundo rural y en la ausencia de una organización municipal efectiva, honesta y democrática. El propósito que les guiaba, tanto en sus escritos como en sus discursos, era el de lograr un adecentamiento de ]a vida pública española, estimulando a ]a opinión nacional, por entonces emergente, para que luchase contra la corrupción y el caciquismo. Pero sus esfuerzos eran vanos, su voz clamaba en el desierto espi-ritual de España y sus desvelos se estrellaron contra la incomprensión egoísta y el cerrilismo, privando sobre las propuestas por ellos defendidas, ]a cómoda mediocridad de unos caciques listos y hábiles en las astucias y en las artimañas, pero de escasa visión, preocupados sólo por el medro de sus turbios intereses que, desde luego no eran los de] común público (AZCÁRATE y ORDUÑA, Estudio preliminar ... , pág. XII).

Aunque se ha reiterado en muchas ocasiones las tácticas caciquiles, creemos conveniente insistir sobre e] esquema de sus mecanismos en el sistema de los partidos de turno durante la Restauración: La corona concedía el poder al jefe de gobierno, que convocaba y hacía las elecciones, consiguiendo un Parlamen-484

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to a su medida, para lo cual había manipulado conveniente no sólo el sistema electoral, sino los resultados, sirviéndose de dos componentes sociales reales, por un lado, la oligarquía política dirigente, formada por individuos de los dos partidos turnantes, conectados a su vez con los representantes de la oligarquía económica y por otro, una supervivencia señorial en las zonas rurales, representada por personas de prestigio social, económico o administrativo (los caciques) en comarcas, pueblos y aldeas, que por su influencia real controlaban directamente a amplios sectores de población rural.

Con este sistema la Constitución era letra muerta desde el primer momento, porque aunque el Rey pudiese disolver las Cortes y encargar a otro político la formación de gobierno y la convocatoria de elecciones, las candidaturas eran pactadas con los partidos políticos del régimen y con las oligarquías locales, resultando de tales pactos el «encasillado» hecho en el Ministerio de la Gobernación, (TUÑÓN, Historia ... , pág. 498), por lo que el nuevo gobierno tenía la mayoría asegurada. En definitiva la cadena iniciada en Madrid por los políticos y el Ministerio de la Gobernación se transmitía a los Gobernadores civiles y al cacique comarcal, configurando las tres piezas básicas del funcionamiento real del sistema (JOVER ZAMORA).

Sin embargo en las ciudades las manipulaciones eran más difíciles, precisamente por la existencia paulatina de una conciencia política más desarrollada, así en Madrid en las primeras elecciones legislativas después de la promulgación de la Ley del Sufragio Universal (1891) obtuvo la mayoría la candidatura republicana o en Barcelona, diez años más tarde fue la Lliga quien resultó gana-dora. Pero el sistema aún tenía otro mecanismo para no perder nunca unas elecciones, pues la ley primaba la representación de los distritos rurales.

Si éste era el medio en el que se desarrollaban las elecciones generales, las locales ofrecían pocas variantes, pues la designación de candidatos pasaba obligatoriamente por el criterio y la voluntad de los partidos, y sí los caciques y agentes electoreros manejaban a la masa de electores, no podían existir dudas sobre los resultados finales, que incluso estaban supeditados a todo tipo de alteraciones, compra de votos y manipulaciones diversas, coacciones, etc.

Con el centenario de la crisis noventa y ochista se puso de nuevo la rememoración de la derrota ante los Estados Unidos, su impacto en la sociedad española, menos del supuesto, sus consecuencias yel entorno sociopoIítico. Al margen de otras consideraciones hemos de hacer una corta reflexión sobre la eficacia de los medios de comunicación del momento, referidos claro es a la prensa escrita. Se ha hablado mucho de la existencia de una opinión pública o de una conciencia nacional. Creemos que ninguna de las dos cosas era real, primero por las reducidas tiradas de los diarios y su práctica carencia de medios, salvo algunas excepciones, pero principalmente debido al elevado índice de analfabetismo en España, próximo al 40 por 100, que en las mujeres llegaba en algunas provincias al ochenta, unido a la deficiencia de las comunicaciones, en mucho casos las noticias y la información llegaban a la población rural sólo por

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medio de los párrocos, que en los púlpitos daban lectura a las Boletines de las Diócesis.

Por tanto, esta opinión pública no podemos...

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