Reflexiones sobre la Justicia y el Derecho

AutorGregorio Peces-Barba Martinez
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas21-36

El texto de este artículo recoge la Lección jubilar que el Profesor Gregorio Peces-Barba pronunció el 14 de enero de 2008 en el Aula Magna de la Universidad Carlos III de Madrid.

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1. Las lecciones jubilares y el modelo de profesor

Por halago de la fortuna y por mi coyuntural buena salud, he podido llegar a este día clave en la vida de un universitario, al menos en la tradición académica de los juristas a la que pertenezco, de la lección jubilar en torno a la fecha en la cual cumplo 70 años. Agradezco al director del Departamento de Derecho Internacional Público, Eclesiástico del Estado y Filosofía del Derecho, Profesor Eusebio Fernández y a todos los compañeros que hayan convocado y organizado este Acto, a todos los funcionarios y trabajadores que con su esfuerzo y su trabajo lo han hecho posible, al Sr. Rector que haya querido presidirlo y su presencia a todas las personas que han decidido acompañarme en el mismo. La pluralidad de los asistentes y su número me ayudan mucho y su compañía me conforta sobremanera. En la tradición académica están muy presentes estas ceremonias jubilares que suponen la comunicación entre las generaciones. Por encima de todas sobresale la que pronunció Kelsen en la Universidad de California, en Berkeley, el 27 de Marzo de 1952.

Además, he conocido y reflexionado sobre otras que también me han impresionado y me han hecho pensar. Así la que tituló Don Ramón Carande "mis acreedores preferentes", refiriéndose a sus maestros, entre los que cita a Ortega y Rubio, a Faustino Álvarez del Manzano, a Giner de los Ríos y muy especialmente a Flores de Lemus. Con su proverbial buen humor dirá: "...con los setenta años escalamos, en los hombros de Cronos, una cumbre altiva, al borde de precipicios. Los setentones con salud y ánimo somos unos cuantos sujetos privilegiados que, en el momento del relevo, pasamos a ser dueños absolutos de nuestro tiempo y, en plena dedicación, podemos hacer sin molestar a nadie, lo que nos de la gana...". Recorriendo la lectura gratificante de quien se autodenomina "jubilado jubilante"1encontramos su mensaje final: "Creo que en el hecho de difundir la vocación intelectual y la sed de conocer está la recompensa del magisterio".

La última lección de Norberto Bobbio fue el 16 de Mayo de 1.979, en la Facultad de Ciencias Políticas de Turín, donde impartía la clase de Filosofía Política desde 1.972 cuando abandonó la Facultad de Derecho. En una anotación de Alberto Papuzzi, que es normal y abundante en su Autobiografía, leemos lo poco que existe sobre su última lección al jubilarse: "...La última clase el 16 de Mayo, miércoles. En la mesa un gran ramo de flores con una hojita: "De parte de sus es-

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tudiantes del último curso." Bobbio cita a Max Weber: "La cátedra universitaria no es ni para los demagogos ni para los profetas. No hay referencia al tema tratado. Debió ser una clase normal. Unas palabras de Bobbio en una entrevista en la Stampa parece confirmar esta idea: " ... La última clase es un hecho natural, previsto. En la vida sólo los acontecimientos extraordinarios nos cogen desprevenidos. También es relevante la Lección Jubilar de Arthur Kaufmann en los años 90 después de treinta y cinco años de ininterrumpida actividad docente e investiga-dora en la Universidad de Munich sobre La Filosofía del Derecho en la Postmodernidad o la del Profesor Peter Haberle en la Universidad de Bayreuth sobre Las Ciencias del Derecho como Forma de Vida2, pronunciada el 17 de Julio de 2.002.

Finalmente en nuestro país he conocido la compartida en 12 de Marzo de 2.001 por el Profesor Alejandro Nieto en la Universidad Complutense sobre Las limitaciones del conocimiento jurídico3, o la que impartió en nuestra Universidad Carlos III de Madrid el gran amigo y colega Antonio Morales, catedrático de Historia Contemporánea.

En todos estos profesores, y entre los maestros que han contribuido a mi formación, y a abrir en mí la pasión y la vocación por la enseñanza y por el conocimiento, coinciden una serie de rasgos personales e intelectuales que identifican al profesor auténtico: Por mi experiencia de las personas y por mi propia reflexión yo señalaría los siguientes:

  1. Los valores del profesor, son valores desinteresados. La vocación por la investigación y por la ciencia no deben estar impulsados por ningún fin práctico ni por intereses materiales.

  2. Cualquier modificación de las conclusiones de la investigación, y pienso especialmente en el campo de las ciencias sociales y jurídicas, sean cuales sean sus razones, patrióticas, políticas, religiosas e incluso morales, que supongan el más mínimo arreglo o maquillaje de la verdad posible, deben suponer la exclusión de quien sea responsable de la categoría de los profesores dignos. Naturalmente se excluyen los Dictámenes a instancia de parte donde se buscan las mejores ra-zones para defender las tesis del cliente que los ha encargado.

  3. Cualquier adhesión a verdades a escuelas o a concepciones que no sean compatibles con la posible existencia de otras, con la idea de

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    tolerancia positiva, con la aceptación de poder estar en el error y con una postura crítica ante cualquier idea empezando por las propias, excluye la posibilidad de situarse en el colectivo honroso de los profesores.

  4. Ni el pensamiento comprometido, ni su opuesto, el pensamiento neutral y encerrado en una campana de cristal, son escenarios adecuados para el saber, para la enseñanza o para la investigación. El compromiso o la neutralidad deben siempre ceder ante los resultados de la ciencia.

  5. Los profesores deben estar al margen de lo que Julien Benda llamaba "la organización intelectual de los odios y de los rencores políticos y sociales". Un profesor se descalifica si alienta, de palabra o por escrito las pasiones religiosas de raza, de partido, de clase o de nación, desde la dialéctica amigo enemigo o del bien y del mal, desde la xenofobia o desde la proscripción de los semejantes.

  6. No se debe partir, para mantener dignamente la condición de profesor, de las morales especiales ni de los particularismos, despreciando la moral universal. Deben defender la concepción del mundo que desde Platón hasta Kant y hasta nuestros días sitúan la noción de bien en el corazón del hombre universal y desinteresado4.

  7. El fundamento moral del profesor debe ser el respeto a la dignidad humana, a los valores de libertad de cátedra, de la ciencia y de la investigación, de la democracia, de la libertad, de la igualdad y de la solidaridad. La profesión exige una vocación, una llamada para dedicar la vida a aprender y a enseñar, y poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano, su desarrollo personal e intelectual, desde la dialéctica de la persuasión y no desde el auto-ritarismo.

  8. El respeto a los maestros de vida y de pensamiento, su recuerdo y su reconocimiento son elementos necesarios a la condición de profesor, sabiendo situarse al final de la hermosa fila. Desde este estatuto, desde esa relación y desde ese crédito, cabe la duda, la crítica y la refutación. Es la forma de progreso de la cultura y de la razón y siempre resistiendo a la envidia, al rencor, a la descalificación o a la traición.

  9. Las relaciones entre profesores y también entre maestros y discípulos se deben plantear siempre desde el reconocimiento de la calidad

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    y de la excelencia, lo que supone como dijo Weber en su trabajo La ciencia como vocación un cierto tipo de aristocracia intelectual con el rechazo de cualquier favoritismo y prevaricación en los criterios de promoción5.

    Popper hablará de pluralismo crítico como escenario donde el profesor desarrolla su tarea que hace posible la discusión académica que se basa en tres grandes principios que coinciden con algunos de los puntos con los que he identificado al modelo de docente e investigador. Estos principios son: El principio de "falibilidad": Quizás yo estoy equivocado y quizás tú tienes razón. Pero es fácil que ambos estemos equivocados ... ; el principio de "discusión racional". Debemos intentar sopesar, de forma tan impersonal como sea posible, las razones a favor y en contra de una teoría: Una teoría que es definida y criticable..."El principio de aproximación a la verdad". En una discusión que evite los ataques personales, casi siempre podemos acercarnos a la verdad. Puede ayudarnos a alcanzar una mejor comprensión incluso en los casos en los que no alcancemos un acuerdo6.

    En definitiva me parecen sabias y certeras unas palabras del Prof. Emilio Lledó sobre el Profesor y sobre la educación:

    "Toda educación debe mantener y estimular ese intercambio entre semilla que se siembra, palabra, mensaje, discurso que se comunica, y permitir que esos "objetos" verbales, al anidar en la mente de quien las recibe, fomenten y alienten otros vuelos teóricos, crezcan en otras pala-bras, originen un caudaloso fluir en el cauce del futuro"7.

    Es una lluvia de semillas que alargan el ceñido tiempo de cada momento y aspiran a crear una forma estable de inmortalidad, trascendiendo el tiempo de cada uno de nosotros; por eso, a mi juicio, la mejor forma de esa inmortalidad a la que puede aspirar un profesor es dejar huella en la cultura y en la historia. Todo lo anterior sirve para conocer el modelo de los profe-sores de Derecho. Sin excesos y desde una discreta moderación, tan vieja como la historia desde la...

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