Reflexiones bioéticas acerca del farmacéutico comunitario

AutorGloria Mª Tomás y Garrido
CargoUnidad de Ética y Bioética Universidad Católica San Antonio e-mail: gtomas@pdi.ucam.edu
Páginas172-184

Page 172

1. Diagnóstico

La filosofía actual, según los expertos en el tema, discurre a través de tres grandes corrientes que coinciden, en líneas generales, con las vías filosóficas abiertas a partir de Kant: el movimiento positivista y analítico, la filosofía dialéctica, el vitalismo, el irracionalismo, y el existencialismo.

Mientras que el movimiento positivista y analítico se centra preferentemente en la filosofía de la ciencia y en la lógica; la filosofía dialéctica está incidiendo más acusadamente en la filosofía social; y vitalismo, irracionalismo y existencialismo atraviesan la ética y la estética.

Todas abren caminos -quizás no siempre acertados, pero en todo caso caminos- para la construcción de lo que supone y significa ser persona humana.

El campo del profesional sanitario, por su propia naturaleza pragmática, se nutre de y refleja una filosofía sobre quién es la persona enferma a la que se atiende y cuál es su dignidad, sea consciente o no de hacerlo así; por ello es de particular interés estar alerta sobre cómo incide en este terreno la investigación y el desarrollo de la filosofía y, sobre todo la antropología filosófica, la ética y la bioética, que no deben tener como sede propia, única y exclusiva, el ámbito académico, sino que han de inspirar y, paradójicamente inspirarse, a partir del gran público, del hombre de la calle, de cada persona concreta, y cuántas veces, de la persona más indefensa: el niño, el anciano, el enfermo.

Es Spaemann el que ha puesto el dedo en la llaga sobre la dificultad de abordar este asunto; en la civilización moderna, afirmará, hay una tendencia a transformarse en una civilización de nadie, sin sujeto, en una civilización del sistema, del objeto. Una de sus manifestaciones es la reducción del saber a experimento, descartando la experiencia. En el experimento estamos ante lo fáctico, mientras que, con la experiencia, nos encontramos ante la persona.

Aunque las grandes revoluciones se realicen en nombre de la dignidad del hombre y los grandes documentos declaren que los derechos humanos son el fruto de una toma de conciencia progresiva de esa dignidad, esa dignidad y esa toma de conciencia resultan ahora ambiguas porque se ha desdibujado el significado de la Page 173 vida humana. En consecuencia, la defensa de la vida lleva el precio de muchos sufrimientos y de muchas lágrimas.

El ambiente social no responde, ni corresponde, ni facilita que la persona actúe conforme a lo que es y a lo que está llamado a ser: razonable, libre, responsable, capaz de solidaridad y de amor. Muy al contrario, al desdibujarse lo que supone la vida, el hombre se queda reducido a individuo o incluso a una parcela efímera en el cosmos. Se achatan las posibilidades de ser, y se fomenta solo y llanamente la búsqueda de lo útil y de lo placentero. Curiosamente, para lograrlo, hasta sobra el hombre mismo. El siglo XX, y ojalá no ocurra lo mismo al XXI, pasará a la historia como algo estremecedor pues contando con tantos avances para vivir se tiene miedo a la misma vida humana. Nuestra sociedad se ha hecho permisiva.

Las sociedades permisivas a la hora de resolver sus problemas tienen cierta tendencia a dialogar solamente acerca de las situaciones límites. También en el mundo sanitario, y más en el campo de la bioética, puede parecer que sólo interesa la resolución de esas situaciones. Por ello, entre otros dolorosos temas, nos encontramos con que el desprecio del hombre y de su vida lleva a querer despenalizar el aborto y a legalizar la eutanasia, o clonar humanos. La realidad enseña que, en lo que hay que incidir y formar, es en lo crónico, lo leve... que, según se oriente, entorpece a una persona, la envilece o la dignifica; la influencia de lo no noticiable, del ethos común es, a la larga, lo que marca la actuación «la gota horada la piedra», como reza la sabiduría popular.

Sin dejar de lado las situaciones límite, nos detendremos en estas reflexiones en un papel quizás oculto pero muy conveniente, que es la protección de la vida humana en el transcurso diario del vivir. El crear en las relaciones profesionales una urdimbre humanizadora que proteja a la persona. Algo en lo que puede colaborar eficazmente el farmacéutico comunitario. Aquí se exponen algunos modos de hacerlo, consecuencia del primigenio sentido de la profesión farmacéutica, y se insiste y se sugiere la necesidad de recibir una formación idónea en el ámbito bioético.

Comencemos llegando directamente a la esencia del humano existir. Ahí nos encontramos con que nadie en su vida ha dejado de hacerse una triple e inmemorial pregunta, turbadora, y que sigue en pie en todos los ámbitos y culturas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? Preguntas que expresan la profunda nostalgia de infinito que alberga el corazón humano, que nunca se colma del todo. Y su fragilidad.

La fragilidad conlleva la conciencia de la finitud. Plásticamente queda reflejado en el cuadro de «El Grito» de Munch, pintado en 1893. El autor ha desvelada la situación anímica en la que se encontraba, y que le llevó a engendrarlo: «Una noche anduve por un camino. Abajo estaba la ciudad y el fiordo. Me sentía cansado y enfermo. Me quedé mirando el fiordo cuando el sol se iba poniendo. Las nubes se empaparon de rojo sangre. Sentí como un grito a través de la naturaleza ¡Creí Page 174 escuchar el grito! Pinté ese cuadro con las nubes de verdadera sangre. Los colores chillaban (...). Yo seguí el camino con los amigos. Se puso el sol y el cielo se volvió rojo sangre. Sentía como un soplo de tristeza; me detuve apoyado en la baranda, mortalmente cansado. Por encima de la ciudad y del fiordo flotaban nubes de sangre como lenguas de fuego..., mis amigos siguieron sus caminos; yo me quedé temblando de angustia. Me parecía oír el grito inmenso, infinito, de la naturaleza».

Si consideramos que la enfermedad es la manifestación típica de la fragilidad, podemos observar que, en el espacio y en el tiempo, siempre nos topamos con ella. Es cierto que algunas enfermedades, en Occidente, prácticamente están erradicadas, pero también comprobamos que van surgiendo nuevas, incluso, a causa de excesos personales de comida, de droga, de alcohol, de tabaco, de medicamentos de velocidad.

El eclipse en lo humano que la enfermedad y la indigencia marcan nos refleja la inacabada plenitud humana de la que todos participamos. Aunque no existe una definición perfecta de lo que el hombre es, algo nos acercamos a la realidad al considerarlo como el animal que ríe y el animal enfermable en reflexivo. Desde esta visión se refleja que la persona es consciente de la superación de su perimundo -por eso ríe-, y, a su vez, es consciente de la limitación de su propio ser, que sufre, que sufrió, que sufrirá.

El farmacéutico que esta al pie de cañón en la oficina de farmacia, participa de esas inquietudes e incertidumbres pero, por su estilo profesional, puede tener un «quid» para encaminarlas, para responder acertadamente, o al menos para restaurar un poco el hondón del corazón humano. Lo hace atendiendo a quien le consulte. Consultas que en la oficina de farmacia se realizan con la mirada, con las palabras, con los gestos, con todo lo que muestra fragilidad.

Si el farmacéutico va actualizando su preparación profesional, y ojalá también una vivencia personal de su fe cristiana, enseñará que el valor de la vida conlleva también dolor y sufrimiento, que precisamente hacen aún más valioso el existir.

2. Calidad de vida y salud

En el ámbito sanitario y en todos los aspectos relacionados con la corporalidad humana, han surgido nuevos términos, que conllevan reducción de su grandeza; por ejemplo, salud pública, salud reproductiva, eutanasia, nuevas formas de eugenismo, feminismo radical, género, aborto, homosexualidad, manipulación genética, reducción embrionaria.

La aplicación de sus significados, de algún modo, conlleva la desprogramación del hombre; tienden como objetivo primario a una especie de calidad de vida que se reduce sólo a lo tangible, haciendo que a la persona se le considere exclusivamente consumidora...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR