Reflexiones actuales sobre libertad y autonomía: la convergencia de capacidad, reciprocidad y relación

AutorCristina Monereo Atienza
CargoUniversidad de Málaga
Páginas177-203

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1. Introducción: dignidad y autonomía el concepto liberal clásico de autonomía y críticas

El ser humano se ha cuestionado incesantemente sobre el significado y valor de sí mismo, y ha tratado de conceptualizar la noción de dignidad humana. No obstante, ofrecer racional o convencionalmente una respuesta a esta cuestión resulta muy complejo. De ahí que la dignidad se haya convertido en un axioma de carácter indiscutible y con un fuerte carácter emotivo 1, pero sin existir en realidad una única definición o un acuerdo generalizado en cuanto a su semántica y exigencias concretas, tampoco en el marco occidental 2.

Hay que recordar que la dignidad emerge en la Modernidad como un término abstracto al que se reconducen los valores de libertad, igualdad y solidaridad 3. Desde ciertas posiciones, la dignidad humana se esgrime como fundamento de los derechos acudiendo a un discurso histórico-racional que se remonta principalmente al Renacimiento 4. En ese momento, el ser humano

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comienza a tener un papel activo en la determinación de su propia vida. El Humanismo del periodo reinterpreta los textos clásicos para tratar la dignidad del ser humano, y ofrece una confianza absoluta en la naturaleza y razón humanas, más allá de los dogmas religiosos (aunque no necesariamente rompiendo totalmente con la Religión 5).

A partir de ello, en la historia occidental, la dignidad se conecta con la libertad individual de elección y libre albedrío, y con el fin del ser humano que es la felicidad. Inmanuel Kant formuló este principio en relación al individuo, entendiendo que todo ser humano es un fin en sí mismo y nunca un medio para conseguir cualquier otro fin:

"Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo, y nunca solamente como un medio" 6.

La Modernidad ilustrada ofreció una nueva concepción del mundo y del sujeto basados en la razón. El sujeto ilustrado se basaba en la acción, y usaba la razón para explicar el mundo y caminar hacia el progreso y la emancipación humana. Con la razón se introdujeron los valores de la libertad, igualdad y la solidaridad, que luego se concretaron en una serie de derechos fundamentales del ser humano.

Fue más tarde cuando se comprobó un significativo desfase entre las premisas ilustradas de universalidad y la práctica real, que excluía irremisiblemente a ciertos grupos sociales, entre ellos a las mujeres. El sujeto moderno era un sujeto racional y, también, un sujeto masculino 7.

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La denominada cuestión social de los siglos XIX y principios del XX fue el reflejo de las incongruencias teórico-prácticas del sistema liberal burgués. Se planteó como un fenómeno multidimensional que ocupó transversalmente todos los ámbitos de la esfera social, y cuyas causas determinantes se hallaban en la crisis total producida como consecuencia de las disfuncionalidades e incoherencias de la ordenación liberal de la vida, entendida en su más amplio significado. Las más inminentes fueron la implantación del liberalismo individualista, económico y político. La cuestión social fue también la cuestión de las mujeres 8.

Desde entonces, el proyecto de Modernidad en relación a los valores y derechos fundamentales puede ser entendido (no sin controversia) como un proyecto inacabado que manifiesta la difícil, aunque necesaria, relación entre la idea individual universal y abstracta, y la idea social contextual y concreta de los individuos. A pesar del impulso de la idea social y las matizaciones de la idea individual, especialmente durante las constitucionalizaciones del siglo XX y hasta la actualidad, existe aún una inestabilidad o, si se prefiere, un equilibrio muy precario entre ambas ideas.

Esto es evidente todavía hoy en nociones como la de autonomía. La autonomía es el valor predominante en la ideología del liberalismo, y se define como la capacidad de desarrollar el propio concepto del bien y la vida buena. Como se sabe, fue un término utilizado por Inmanuel Kant para designar la capacidad humana de darse por sí misma la ley moral, sin hacerla derivar de algo inferior (como los deseos o pasiones en general), ni tampoco de algo superior (como puede ser Dios) 9.

Para este filósofo, el concepto de libertad es la clave para explicar la autonomía de la voluntad. Así se pregunta:

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"¿Qué puede ser, pues, la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es, propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma? Pero la proposición: "la voluntad es, en todas las acciones, una ley de sí misma", caracteriza tan sólo el principio de no obrar según ninguna otra máxima que la que pueda ser objeto de sí misma, como ley universal. Esta es justamente la fórmula del imperativo categórico y el principio de la moralidad; así, pues, voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma cosa" 10.

En su propuesta, la libertad se identifica con la autonomía. De esta manera, tener libertad significa, por una parte, tener una voluntad que no está influenciada por ninguna fuerza externa al propio individuo. Esta sería la dimensión negativa de la libertad. Por otra parte, es darse a uno mismo una ley, es decir, establecer los propios fines y tener un poder causal especial para hacerlos realidad. Esta sería la definición positiva de la libertad (también llamada "reflexiva" 11). Así, la libertad es el poder de llevar a cabo las propias acciones en un modo distinto a la forma en que las leyes de la naturaleza actúan basándose en el principio de causalidad, porque el individuo no está determinado por ninguna fuerza externa, sino compelido únicamente por su propia voluntad. Definida de este modo, la autonomía coincide con la noción de libertad en este sentido positivo, que no es más que el imperativo categórico.

No en vano hay que recordar que esta concepción de autonomía parte de un punto de vista marcadamente individualista al asociarse con la autosuficiencia y la capacidad individual de búsqueda del propio concepto del bien y la vida buena, sin interferencia alguna de factores externos (es lo que algunos llaman "autoperfeccionamiento 12). Esta idea se generalizó en el pensamiento liberal, donde los individuos rompen sus ataduras y roles sociales para buscar por sí mismos la felicidad. Se presentan como seres independientes y autosuficientes con un derecho inviolable de tomar decisiones sobre la propia vida. La libertad como autonomía se conecta, así también, con el reclamo de Justicia. De hecho, la libertad moderna tiene una faceta individual innegable de abstención o no interferencia por parte de otros en las decisiones propias sobre el bien y la vida buena.

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Sin duda, el principal problema de esta concepción no es el valor de autonomía en sí, sino la interpretación excesivamente individualista y también marcadamente masculina de la misma. El inconveniente está en la imposición de un tipo de individualismo: el masculino 13, posesivo y propietario 14. El individualismo afectó a la esfera personal, económica y política, ofreciendo una visión masculina y abstracta del individuo, y un enfoque simplificado de la Sociedad y el Estado cuyas bases se encuentran en las teorías liberales contractualistas de Thomas Hobbes, John Locke o Inmanuel Kant.

Lo que en general se ha criticado fervientemente del liberalismo clásico es la masculinización, y la excesiva abstracción y descontextualización social de la aplicación de las reglas liberales y de los individuos. Se desmiente la diversidad individual, la importancia del individuo como ser social, y la considerable influencia externa en las decisiones sobre el concepto del bien y la vida buena procedentes del propio entorno. Se ignoró la idea de libertad social 15.

Hace ya unas décadas, la heterogénea corriente comunitarista rescató antiguos argumentos 16, y atacó lúcidamente el individualismo liberal por considerar atomísticamente a los individuos y pensarlos erróneamente como seres independientes y autónomos de su propio contexto 17.

Para el comunitarismo, la utopía liberal gira en torno a la idea de auto-nomía del sujeto y a la neutralidad del Estado y el Derecho. El liberalismo

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entiende que los sujetos dirigen sus vidas y adoptan sus propias concepciones del bien, sin estar influenciados por el contexto. El Estado lo único que tiene que hacer es respetar los derechos individuales de los sujetos en la esfera pública, y no especificar ni imponer una idea del bien en la esfera privada. La idea de los derechos prima sobre cualquier idea del bien común. Ni siquiera el bienestar social general puede ser una buena razón para imponer el bien sobre los derechos individuales. El Estado ha de ser neutral y no defender ninguna concepción del bien. Solamente ha de cuidar de que exista pluralidad de concepciones del bien.

La crítica comunitarista se ha dirigido a esas dos tesis. Por una parte, se entiende que difícilmente los individuos pueden elegir una concepción del bien autónomamente, esto es, autodeterminarse sin verse influenciados directamente por su contexto social. En esta línea, Alasdair MacIntyre afirmaba que:

"Para ser capaz de juzgar por sí mismo, el individuo debe aprender de los demás sobre lo bueno en general y sobre lo bueno para él mismo, y los primeros de quienes se aprenden suelen ser padres, tías, cuidadores, etc. Ahora bien: para desarrollar sus facultades como razonador independiente y florecer así qua miembro de su especie, cada individuo debe pasar de la aceptación de esas primeras enseñanzas a la elaboración de sus propios juicios...

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