Redes sociales y deliberación pública: el debate sobre la independencia de cataluña

AutorJoan Balcells - Albert Padró-Solanet
Páginas130-163

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1. Introducción

¿Pueden los medios digitales posibilitar la participación de masas en entornos comunicativos que faciliten asimismo la deliberación? ¿Pueden estos medios paliar la tan denostada crisis de legitimidad y de confianza en las democracias representativas?

Tradicionalmente, se ha justificado la representación política con la idea de que existe una contraposición entre deliberación y participación de masas, aunque ambos objetivos sean democráticamente deseables (Ackerman y Fishkin 2004). La inclusión de las multitudes supone rebajar las exigencias deliberativas, limitando la aportación individual a la mínima expresión de la opinión (muchas veces en forma de simple consentimiento), en vez de facilitar espacios donde poder genuinamente dialogar, discutir y confrontar ideas. En cambio, la buena deliberación -la que permite la emergencia de decisiones

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para el grupo político que sean más aceptadas o legítimas (Dahl 1989; Habermas 1985; Rawls 1993) y en distintos sentidos mejores (Estlund 1997; Landemore 2012)- requiere de unas condiciones que solo se suponen viables y factibles en pequeños grupos, a una escala reducida (pensemos en Madison o Burke). Esto parece implicar la necesidad de unas elites que representen lo mejor posible a la diversidad de intereses sociales. Pero precisamente la actual "crisis de representación" de las democracias establecidas -que los especialistas detectan en la desafección y desconfianza en la política convencional, en la baja afiliación a los partidos y en una menguante participación electoral- es una crisis de confianza en estas elites, que son percibidas por grupos significativos de la sociedad como demasiado alejadas y no representativas. Para resolver esta cuestión, reformistas políticos como Fishkin (1991) han ideado propuestas en las que grupos deliberativos - construidos como microcosmos representativos de la diversidad de ideas sociales- sean los que discutan entre posiciones contrapuestas. Sin embargo, la radicalidad democrática de estas propuestas se ve comprometida cuando son lideradas por las propias elites políticas. Si las nuevas instituciones deben ser creadas por los mismos políticos representativos a los que pretenden complementar, no es probable que estos permitan un funcionamiento no restringido en tanto que anticipen que van a terminar erosionando su poder o legitimidad, eliminando así un elemento clave de la deliberación: la libertad de proposición y discusión de los temas.

El entorno digital ha emergido para algunos teóricos y visionarios como la solución a este dilema, permitiendo llevar la deliberación al mismo nivel que la participación de masas. El entorno digital -accesible a un número creciente de individuos con capacidad real de publicar su opinión y de asociarse según sus intereses- permite la emergencia de debates políticamente relevantes, la contraposición de opiniones diversas e incide en

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la configuración de la agenda política, escapando en cierta medida al control de las elites políticas y económicas. Naturalmente, esta posición es polémica, ya que, para otros especialistas, el entorno de internet incentiva un tipo de interacción que se aleja diametralmente del objetivo de la buena deliberación, propiciando la fragmentación de la opinión pública en múltiples enclaves desconectados y polarizando a la sociedad en temas políticos esenciales.

Esta investigación estudia una precondición clave para la emergencia de la deliberación: la disposición de los individuos a intervenir en el debate político confrontando argumentos con puntos de vista rivales en el entorno digital. En este sentido entronca con la literatura sobre "participación discursiva" interesada en los factores y condicionantes que explican la conversación política informal entre ciudadanos (ver, por ejemplo, Cook, Delli Carpini, y Jacobs 2007). La predisposición a debatir no es un tema menor, pues afecta, en última instancia, no solo a la diversidad de argumentos y opiniones disponibles en el espacio público, sino también a la posibilidad de experimentar y enfrentarse a argumentos contrarios a los propios, uno de los requisitos básicos para que una conversación adquiera una dimensión realmente deliberativa (Mansbridge 1999). La investigación, focalizada en el debate sobre el estatus político de Cataluña, tiene en cuenta la amplia repercusión de este debate en las redes sociales digitales como espacio para la discusión y la movilización de apoyos, para responder a las tres cuestiones siguientes:

  1. ¿En qué medida los espacios de interacción de las redes digitales permiten la emergencia del debate político? Los datos de encuesta nos permiten comparar la predisposición a hablar de la independencia de Cataluña en las redes sociales (Facebook y Twitter) con la que existe en otros espacios privados y públicos de comunicación cara a cara -en concreto, la familia y el lugar de

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    trabajo-. Las características de hiperpublicidad de internet permiten suponer que para muchos individuos va a ser difícil revelar sus puntos de vista, especialmente en un tema potencialmente tan divisivo como el tema del estatus político de la comunidad. Un objetivo de la investigación es, por tanto, conocer hasta qué punto la nueva esfera pública de internet es considerada como propicia para hablar de estos temas políticos.

  2. ¿Facilitan las redes sociales digitales el encuentro entre puntos de vista contrarios? Solo podrá emerger una auténtica deliberación cuando haya una parte de la población suficientemente amplia dispuesta a debatir con posiciones contrarias. Si no es así, y la participación se produce únicamente en entornos homogéneos donde las conversaciones solo reiteran y se refuerzan los mismos puntos de vista, se corre el riesgo de formar las denominadas "cámaras de resonancia" (echo chambers) (Sunstein 2001, 2007) que aíslan a los distintos grupos sociales fragmentando del espacio público (la denominada "ciberbalcanización") y, a la larga, conducen a la polarización social (Sunstein 2002, 2009).

  3. ¿Reaccionan los dos sectores en contienda (unionistas e independentistas) de la misma manera ante el clima de opinión percibido? Es posible que la predisposición a hablar del tema político se vea afectada por el lado en el que se encuentra en el tema de conflicto. Así, aunque los que se inclinan a favor de uno de los lados estén dispuestos a hablar con los otros, la conversación o la deliberación no va a poder emerger si no hay una disposición recíproca en el otro lado.

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    El debate sobre la independencia de Cataluña resulta especialmente adecuado para estudiar la capacidad de los entornos digitales para alojar una auténtica deliberación porque refleja un "momento constitucional" con un nivel excepcional de movilización política. El tema afecta tanto a la definición de la comunidad política como a los procedimientos de toma de decisiones y, consecuentemente, a las políticas que finalmente van a ser llevadas a cabo. No debe extrañar, pues, que se haya convertido en los últimos años en el tema de debate político entre la ciudadanía catalana, especialmente desde el momento en que la creciente movilización favorable a la independencia se ha ido convirtiendo en mayoritaria dando mayor verosimilitud a que finalmente se pueda producir la secesión.

2. El papel de las redes sociales digitales en la deliberación pública

Internet y las redes virtuales aparecen como unos entornos potencialmente idóneos para la deliberación pública, al permitir el acceso a una gran variedad y diversidad de información y opiniones, en comparación con el carácter más limitado de las redes personales de ámbito local. La pregunta que se plantea es si las nuevas redes sociales y los medios de comunicación sociales derivados de las TIC favorecen la emergencia de espacios de interacción donde la estructura de incentivos se acerque a las condiciones ideales de la deliberación. La relación específica de las nuevas tecnologías con la deliberación se ha explorado en los últimos dos decenios con distintas perspectivas y con conclusiones contrapuestas.

Un primer impedimento para la deliberación es la fragmentación del espacio público compartido. Para Sunstein (2001), internet significa el fin de

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la era de la comunicación de masas (también, Wilhelm 2000). Putnam (2000), por su parte, piensa que internet va a producir "ciberbalcanización" y "ciberapartheid". Según Kamarck y Nye (2002), la fragmentación rompe el sentido de comunidad y afecta a la legitimidad de los gobiernos. Todo ello resulta de la capacidad de los medios on-line para exponernos a una dieta informativa homogénea acorde con nuestros gustos. Por un lado, internet permite filtrar contenidos a través de mecanismos como la suscripción a fuentes de información específicas. Por otro lado, la fragmentación se induce de forma velada a través de los sistemas de seguimiento de las búsquedas realizadas con anterioridad y de la navegación, que condicionan el tipo de información a la que vamos a poder acceder. La "Googlearchy" (Hindman 2008; Hindman, Tsioutsiouliklis, y Johnson 2003) implica que los algoritmos de priorización de los resultados de las búsquedas condicionan el mundo que vamos a ser capaces de recobrar y reconocer en internet. Sin embargo, los mismos instrumentos que facilitan el filtrado de información son los que permiten acceder a la información que importa al individuo (Farrell y Drezner 2008), por lo que facilitan que internet se pueda convertir en un espacio compartido para...

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