Redes sociales, espacios de encuentro y construcción colectiva del conocimiento

AutorManuela Fernández
Páginas299-316

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1. El Autoestopista Galáctico

La Guía del Autoestopista Galáctico1 (Adams 1979, p. 139) es un relato de ciencia ficción que de forma divertida plantea algunas cuestiones de las que trataremos en este texto. Por ello, nos vamos a permitir no solo citarle, sino hacer un pequeño resumen del relato con el que arranca toda la obra.

La casa se alzaba en un pequeño promontorio, justo en las afueras del pueblo. Estaba sola y daba a una ancha extensión cultivable de la campiña occidental. No era una casa admirable en sentido alguno; tenía unos treinta años de antigüedad, era achaparrada, más bien cuadrada, de ladrillo, con cuatro ventanas en la fachada delantera y de tamaño y proporciones que conseguían ser bastante desagradables a la vista. La única persona para quien la casa resultaba en cierto modo especial, era Arthur Dent, y ello sólo porque daba la casualidad de que era el único que vivía en ella.

Así, este sencillo vecino, Arthur Dent, una mañana encuentra delante de su casa una grúa amarilla. Resulta que el ayuntamiento va a derribar su casa porque justo por ahí pasa una Vía de Circunvalación. Aunque había oído rumores, no les prestó la menor atención, «para qué iba a querer el ayuntamiento construir una Vía de Circunvalación». Un trabajador municipal le anunció el derribo de su casa antes de que acabara el día.

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Arthur protestó, era la primera noticia que tenía y no aceptaba perder su casa. El trabajador municipal tuvo que explicarle (irritado, «porque la gente nunca entiende nada«) que los planos habían estado expuestos en la Oficina de Planificación Local, en el Departamento de Exposición, durante nueve meses. Los ciudadanos tenían derecho a hacer sugerencias o a presentar objeciones. Arthur había tenido la posibilidad de presentar las oportunas alegaciones, en el plazo y forma establecidos. Como no lo hizo, iba a perder su casa.

El derribo, pues, era inminente.

Unas enormes naves amarillas cubrieron el cielo de toda la Tierra. Todas las radios, televisores, altavoces... quedaron conectados para comunicar un mensaje a los terrícolas. Prostetnic Vogon Jeltz, de la Junta de Planificación del Hiperespacio Galáctico anunció la construcción de una ruta directa hiper-espacial a través del sistema estelar de la Tierra; el planeta sería demolido, dentro de los Planes para el Desarrollo de las regiones remotas de la Galaxia. No tenía sentido fingir sorpresa, ya que los planos y las órdenes de demolición habían estado expuestos en el Departamento de Planificación Local, en Alfa Centauro, a sólo cincuenta años terrestres, tiempo suficiente para presentar cualquier queja formal. Los ciudadanos terrestres tenían derecho a hacer sugerencias o a presentar objeciones.

La demolición de la Tierra fue inmediata.

Este relato puede ser una fotografía de lo que actualmente acontece: la actual democracia representativa legitima que amplias capas de la población (las minorías que forman la gran mayoría) no tomen parte de las decisiones que afectan directamente a sus vidas. Entonces, aquí, habría que reflexionar en tomo a la participación ciudadana. Ocurre que las reflexiones en tomo a la participación ciudadana pasan necesariamente por la reflexión - cuestionamiento de otros conceptos (que al fin y al cabo conforman nuestras cosmovisiones, inspiran los para qué de las acciones): modelos de desarrollo local - global; modelos de gestión; papel de la ciudadanía; culturas populares; espacios y sus usos; autoorganización vecinal... Por eso queremos resaltar el carácter transversal y procesual de la participación.

2. De dónde partimos

El marco metodológico del que partimos es la investigación acción participativa. A continuación exponemos una de sus definiciones:

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Se trata de una corriente en las Ciencias Sociales que postula la generación de «conocimiento útil» para la población «no experta» a partir de que las personas «expertas» colaboren con ella: en definir sus necesidades y problemas, en intercambiar mutuamente conocimientos científicos y populares y en comprobar la utilidad del conocimiento mediante la promoción de acciones de cambio«(Martinez López 1997, p. 5).

Una de las diferencias de estos diagnósticos respecto de otro tipo de estudios radica fundamentalmente en que en una investigación clásica unos expertos metodológicos estudian una realidad -objeto- y elaboran un diagnóstico de esa realidad. Eso significa que un experto estudia a unas personas (en muchos casos sin que ellas sepan por qué, ni para qué, ni para quién), establece unas conclusiones y, a veces, esas conclusiones se devuelven a la población en forma de acciones, proyectos, leyes, ordenanzas municipales, planes de desarrollo, planes de ordenación urbanística, políticas agrarias... que acaban afectando a esas personas -objetos de estudio-, que continúan sin saber el por qué, ni el para qué, ni el para quién... de esas acciones.

Repetimos la idea, las personas así, son concebidas «objetos» de estudio.

Desde la investigación participativa esos «objetos» de estudio toman la categoría de sujetos; son sujetos activos en la investigación: las personas implicadas pasan de ser investigados a ser investigadores de su propia realidad. La función de l@s investigador@s consiste en proporcionar las herramientas para que se produzcan los procesos reflexivos y dialógicos. Para poder discutir desde un supuesto plano de igualdad, cada uno según sus capacidades, siendo el conocimiento producido de forma colectiva.

A esta forma de generar ciencia le llamamos construcción colectiva del conocimiento y parte de la premisa de que existen diferentes saberes. Es decir, se asienta en la capacidad que tod@s tenemos de definir nuestra realidad.

También hablamos de la socialización de los saberes, que quiere decir que tod@s tenemos derecho no sólo a construir conocimiento, sino también a participar de aquello que llamamos la Ciencia. Entonces, la Ciencia no debería ser el patrimonio de un grupo de expertos; de forma que esos expertos tienen que aprender nuevas formas de estar y relacionarse, para que la Ciencia esté a disposición de tod@s (o de much@s, o al menos de más gente).

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Por ejemplo, en un curso, un «experto metodológico» defendía su posición de privilegio para establecer el diagnóstico de una situación familiar y emitir un diagnóstico sin la participación de esa familia. El argumento continuaba explicando cómo un alicatador alicata, mientras que el resto no alicatamos porque no sabemos. Claro, que:

- Primero, el alicatador alicata donde el dueño o la dueña de la casa dice.

- Segundo, por lo general, las grandes decisiones (en los ayuntamientos, diputaciones, entidades de desarrollo, dispositivos para el empleo...etc.) no las toman los alicatadores, ni albañiles, ni agricultores, ni mineros... etc. ¿Quiénes -entonces- acaban tomando las decisiones realmente importantes en los asuntos públicos?

Otro ejemplo que suele ponerse para argumentar que la gente no puede participar «porque no sabe» es el del médico de cabecera. En el centro de salud, dicen, el médico - la médica decide por ti... «porque tú no sabes». Entonces, no podríamos preguntar por qué la medicina científica, a veces, no puede convivir con la medicina tradicional de fuerte tradición oral. Y debería enriquecerse de remedios naturales ancestrales.

Desde nuestra perspectiva, trabajamos desde los saberes populares y los saberes técnicos y políticos.

Gráfico 1

[ VEA EL GRAFICO EN EL PDF ADJUNTO ]

José Antonio Castro (2004, p.12) señala que «como consecuencia, el proceso de construcción de conocimiento científico, despersonalizado por la ideología de la ciencia, es comparable a una gran maniobra de distracción para hacer posible un «cambio de manos». En él se traspasa a otros «más virtuosos» el control de la propia realidad, y se priva a las personas de la posibilidad de que transformen aquello que viven».

Desde esta premisa, la de la colectivización de los saberes, propiciamos procesos que resignifiquen la realidad, intentando con ello: a)Page 303 Propiciar la escucha entre las partes; b) Abrir espacios de comunicación.

Queremos hacer especial hincapié en el peso que tienen estas dos cuestiones en los procesos de investigación: propiciar la escucha y abrir espacios de comunicación. Esto significa que las personas tengamos lugares donde expresar cómo vemos las cosas, cómo nos gustaría verlas y qué queremos hacer para cambiarlas. Y que en esos lugares podamos tomar decisiones y esas decisiones sean respetadas y asumidas por aquellos que en su día se tomaron -o les dimos- el poder de decidir.

Pasamos a explicar la importancia de esta estrategia.

Como sabemos, los esfuerzos por abrir canales de participación desde las administraciones, instituciones, organizaciones no gubernamentales y ciudadanía en general se están multiplicando en los últimos años. «Lo participativo» está de moda, podríamos decir. Algunas de estas experiencias ponen especial énfasis en la recogida / difusión de información.

Nuestro enfoque no parte del todo de esta premisa, la importancia no está tanto en la información (los datos) como en los procesos de construcción de esa información, y en general, en los procesos de construcción del conocimiento.

Es decir, en la capacidad de todas las personas de definir su propia realidad, y a partir de aquí, en la posibilidad de poder redeñnirla, moldearla, transformarla, en la interacción con otras personas. Por eso es importante crear espacios de escucha donde se puedan confrontar y recrear las diferentes visiones de la realidad, para llegar a diagnósticos que respondan a la mirada que sobre la realidad tienen sus protagonistas.

Entonces, convenimos en que, por una parte, la realidad no es algo «dado»...

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