Recordando a Víctor Fairén Guillén

AutorJuan Manuel Alonso Furelos
CargoProfesor Titular de Derecho Procesal Universidad Nacional de Educación a Distancia
Páginas453-467

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El lunes 13 de Mayo del 2013 nos abandonó. En un mes signifi cado también denominado mes «de las fl ores». Un día, también, especial en el calendario católico referido al Milagro y Misterio de Fátima este último desentrañado no hace muchos años.

Había nacido en 1921 por lo que su vida fue larga. Tenía 91 años y próximo a cumplir los 92 en Noviembre, pero sobre todo fue una vida fecunda por lo que se refi ere a su dedicación a la Universidad y al Derecho, muy especialmente al Derecho Procesal, como seguidamente abordaremos. Y esto debe destacarse, pues desde que le conocí como alumno en 1980 en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid su salud le dió muchas sorpresas lo que, sin lugar a dudas, le supuso un límite a su labor investigadora.

No es un secreto que Don Víctor –como le llamábamos sus alumnos o, igualmente, Profesor Fairén– llevaba muchos años con la salud delicada. Expresamente lo manifestó en varios trabajos.

Así en el libro dedicado a la teoría general del Derecho Procesal publicado en Méjico tras el prólogo –donde quien lo prologa refi ere las especialidades de la legislación Mejicana–, en las páginas introductorias el profesor Fairén se refi ere a la sorpresa y tristeza que le causó su jubilación anticipada en 1987 por la Ley de un Ministro de cuyo nombre muchos

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profesores prefieren no acordarse y se refiere a varias operaciones quirúrgicas sufridas unos años antes. Igualmente, casi al final de su vida, en los Estudios de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación correspondientes al año 2011, especialmente, en la página 152 se refiere a tres inter-venciones quirúrgicas graves y a su delicado estado de salud, así como al de su esposa Jeannine recientemente fallecida poco antes que él.

En efecto D. Víctor poseía una inteligencia brillante y además era muy trabajador por lo que su producción científica necesariamente tenía que ser muy fecunda. Lo es cuantitativa como cualitativamente.

Cuantitativamente porque el número de libros y artículos publicados en las revistas de máximo prestigio es muy numeroso. Posiblemente, podría decir con ligero riesgo a equivocarme, sea el procesalista español con la obra más extensa. Y creo que puedo afirmar sin género de dudas que entre los procesalistas que habían ganado la cátedra antes de 1950 –el profesor Fairén la ganó en 1948 en Santiago de Compostela– es el que tiene la obra más extensa, prolífica y densa si descontamos los «manuales al uso».

No voy a citar su amplia bibliografía por una sencilla razón. Estaría ocupando un espacio innecesario en esta semblanza fúnebre cuando basta con meterse en internet y acceder a la Biblioteca Nacional y comprobarla. O basta con mirar, si no se desean ver los índices de las revistas jurídicas especialmente las de derecho procesal, los libros de bibliografía de derecho procesal –por orden alfabético de autores– para ver la cifra tan numerosa de sus artículos.

Cualitativamente porque el profesor Fairén Guillén no se limitó a investigar sólo el derecho procesal sino todo el horizonte jurídico. Ya sé que no es fácil dedicarse a investigar sólo el derecho procesal; sé que el derecho procesal no es una disciplina estanca, ni un compartimento estanco, sino que por el contrario su actuación al caso concreto exige del conocimiento del resto de las disciplinas jurídicas materiales que se actúan y que son como los vasos comunicantes de éste para conseguir, como último fin, la tutela jurídica.

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En efecto, Fairén, además de conocer todas las ramas del derecho procesal por tanto el derecho procesal civil, penal, administrativo, laboral, militar, internacional y constitucional, junto al consuetudinario (aplicado en la Huerta de Valencia y Murcia) dominaba a la perfección la historia del derecho, el derecho civil, el derecho mercantil, el derecho político y constitucional, el derecho administrativo, el derecho penal, el derecho canónico y el derecho foral aragonés y valenciano. No es que lo diga yo, es que D. Víctor de forma palpable y por escrito lo manifiesta a lo largo de toda su obra y esto determina además la calidad científica de su obra. Todo esto hace que su obra sea de una gran calidad en su conjunto.

Esta obra, recalco de nuevo, con ese contenido cuantitativo y cualitativo fue posible quizá no sólo debido a la brillante inteligencia de Fairén y a su incansable trabajo. Si la concurrencia de ambos requisitos –inteligencia y trabajo– son de suma importancia para valorar la obra de D. Víctor se añadían otros condicionantes que paso a describir.

D. Víctor procede de una familia de catedráticos e investigadores. Unos dedicados al mundo del derecho, otros dedicados a los diversos campos del saber.

El padre de D. Víctor fue un eminente otorrinolaringólogo. Pero igualmente un investigador que fue «pensionado» por la Junta de Ampliación de Estudios para ir a investigar al extranjero. Ello puede verse en la Memoria publicada por la propia Junta en el año 1922 aunque referida a años anteriores donde y con respecto al Derecho Procesal se da cuenta que por esas fechas estaban pensionados los españoles Casais Santaló en Italia donde trabajó con Chiovenda y tradujo la obra de éste Principios del Derecho Procesal; Beceña González creo recordar si la memoria no me falla en Suiza; y Bonilla Marín en Alemania. El profesor Fairén en la obra antes mencionada donde aborda la teoría general del derecho procesal –edición mejicana– en las páginas introductorias se refiere a juristas antecesores suyos entre los que destaca Guillén Caravantes que nos dejó un libro dedicado al derecho foral privado aragonés.

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D. Víctor hizo parte de la carrera de Derecho en Alemania donde su padre estaba trabajando. Es durante la Segunda Guerra Mundial y con ocasión de ésta cuando su familia se traslada a España, en concreto, a Zaragoza y él tiene que convalidar parte de las asignaturas de derecho que había superado en Alemania para poder licenciarse por esta Universidad de Zaragoza lo cual fue «una prueba de fuego» –que superó con las máximas calificaciones– dadas las diferencias notables entre el derecho alemán de base germánica y el derecho español de base latina. Su conocimiento perfecto de la lengua alemana fue decisivo en el futuro para su carrera docente e investigadora de fuerte base germanista y sin duda influyó en que su profesor de derecho procesal en los últimos años de la carrera y después «Maestro» Prieto Castro, también germanista, le prestara su apoyo incondicional convirtiéndose desde ese momento en su principal discípulo.

Repito en esta época, comienzos de los años 1940 conoce a su profesor de derecho procesal Leonardo Prieto Castro que se convertiría en su «Maestro» y al que siempre consideró como tal el propio D. Víctor.

Cuando digo decisivo, en el penúltimo párrafo, lo hago...

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