Las víctimas reclaman otra razón: razón, memoria y religión

AutorJuan José Sánchez Bernal
Páginas110-123

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Hay un hilo rojo que atraviesa la obra de Reyes Mate: es la memoria de la esperanza no cumplida de las víctimas como interpelación e interrupción del pensamiento, como exigencia de otra razón que la racionalidad moderna que ha configurado nuestro mundo occidental, ilustrado, capitalista y laico. Su obra está escrita, como pedía Walter Benjamin, uno de sus grandes mentores, a contrapelo de la lógica del logos, de la filosofía dominante, y representa por eso un inquietante desafío que merece tomarse completamente en serio.

No es una moda ni una manía. No es lo mismo un logos que otro, una racionalidad que otra. Y no es una cuestión meramente teórica que ocupe a los filósofos de profesión. Está en ella en juego el derecho a la felicidad de los caídos en las cunetas de la historia, y por tanto la justicia y el sentido de lo humano. Es por tanto una cuestión, como diría Kant, de «sumo interés» para la humanidad.

Esa cuestión atraviesa, como digo, la obra de Reyes Mate desde sus primeros inicios hasta sus más recientes escritos. Con acentos distintos, pero con la misma fuerza y en la misma dirección: la de alumbrar «otra razón», más amplia y diferente, amasada en la memoria de los derechos pendientes, abierta a lo que queda excluido de la racionalidad dominante, a «la dimensión perdida», a «lo que falta», a «lo que viene de fuera»..., a lo expresado en las tradiciones religiosas.

Y no es fácil, reconoce con razón, mantener esa constancia y esa coherencia en la crítica y en la resistencia a la racionalidad dominante, a la razón moderna ilustrada. No es fácil en Occidente en general, y menos aún en este país, donde con superficial facilidad puede ser capitalizada por las instancias religiosas conservadoras dominantes, o bien desacreditada por las instancias opuestas de un laicismo pseudoilustrado excluyente, insensible a cualquier sentido que pueda venir de la religión.

La obra de Reyes es por eso de lo más atípico en el panorama filosófico ilustrado español, pero lo es, como anticipaba, por constituir un verdadero desafío -un desafío genuinamente ilustrado- al pensamiento, que merece ser escuchado.

1. La conciencia de la dialéctica de la razón ilustrada

He dicho que la conciencia de la necesidad de «otra razón» atraviesa la obra entera de Reyes Mate, y es verdad. Pero hay un punto de inflexión en la génesis de esa conciencia

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y es, a su vez, la toma de conciencia de la «dialéctica de la Ilustración», de que la razón moderna ilustrada ha conducido a la emancipación de la humanidad, pero también a la barbarie. Y este punto de inflexión, aunque se da muy pronto, no lo hallamos en los primeros escritos.

Su tesis doctoral sobre «el ateísmo como problema político»,1de 1972, está centrada en el desafío de alumbrar una razón no meramente teórica, sino práctico-política, una praxis capaz de responder al desafío de la verdad de la crítica a la religión desde el ateísmo (marxista). No vale la respuesta teórica al ateísmo, pero tampoco la crítica ideológica a la religión: ambas son dogmáticas. La verdad se decide en la praxis. También sus trabajos en torno al «desafío socialista», inmediatamente posteriores, reflejan la misma posición. Hay, es verdad, como lo expresa en la introducción, conciencia de que la historia moderna de la humanidad ha sido «la historia del progreso y de la emancipación», pero también «la historia de la deshumanización».2Sin embargo, no es aún la conciencia de la dialéctica de la propia razón moderna ilustrada.

No es sólo su caso. Tampoco tiene aún relevancia en la filosofía crítica del momento histórico, por ejemplo, en la del heredero de la Escuela de Frankfurt, J. Habermas, ni, por supuesto, en la teología más abierta, como fue la de J.B. Metz, que tan decisivamente inspirará su pensamiento, y concretamente sus reflexiones sobre la razón. A pesar del determinante influjo que ejerció en la revuelta de estudiantes del 68, la conciencia de la dialéctica de la ilustración no calará en la reflexión filosófica (y teológica) hasta finales de los setenta. También en Reyes Mate. Por ejemplo, en su recensión de libros «La filosofía mira a la religión»,3de 1980, donde ya -en lo que se me alcanza, por vez primera- expresa la necesidad de «revisar la Ilustración» y de cómo esa revisión, esa crítica, va ligada «a una vuelta a la religión»,4conciencia que echa en falta en el libro Sobre la religión de A. Fierro, que comenta. Éste, como él mismo en los años anteriores, está preocupado por la recta «praxis política y económica», pero en esa reducción ve ahora ya uno de los síntomas de «la crisis de la razón ilustrada». Falta la conciencia de que la cuestión principal de esa crisis es la del sujeto de la Ilustración, y por tanto de la historia, que no es el sujeto «ya constituido», sino aquellos que «han sido excluidos» de esa convocatoria: los pobres, los vencidos, las víctimas... Esa Ilustración es una Ilustración sesgada, no suficientemente ilustrada, una Ilustración «sin memoria».

Aquí aflora ya claramente la conciencia de la dialéctica de la Ilustración. A partir de este momento, inicios de los ochenta, la crisis de la racionalidad moderna, el fracaso de la Ilustración, se convertirá en preocupación prioritaria de su pensamiento. Un punto de inflexión que podemos rastrear igualmente en la teología política de su mentor, J.B. Metz, y, salvadas todas las distancias, también en la teoría crítica de Horkheimer y Adorno a partir de la publicación de la Dialéctica de la Ilustración.

No sin razón reconoce Reyes Mate que en la conciencia de esa dialéctica y de lo que ella implicaba los Frankfurtianos se adelantaron a la religión, al cristianismo y sus teólogos. Y en su obra paradigmática ve «un supremo esfuerzo» por reconocer el fracaso de la Ilustración sin por ello «abandonar la inspiración de origen», es decir, sin capitular del proyecto histórico y político emancipador que fue su contenido y «la herencia de Europa».5Sin embargo, esta consecuente fidelidad al proyecto original ilustrado, con

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ser encomiable frente a las falsas salidas a la crisis -de una caída en la premodernidad, por una parte, o un despido postmoderno de la modernidad, por otra- no convence a nuestro autor. «La nobleza del intento no puede...disimular su debilidad».6Reyes ve en ella un empeño cuestionable, no suficientemente ilustrado, de los críticos de la ilustración en sostener la autosuficiencia de la razón, en querer beber sólo de su propio pozo, en bastarse con sus «propias reservas críticas».7Esta autosuficiencia es la que también llevó al fracaso el primer intento de una autocrítica o dialéctica de la Ilustración en la filosofía de Hegel. Hegel, recuerda Reyes Mate, acertó al detectar la causa del fracaso de la Ilustración en su emancipación de la religión, en su «incapacidad de pensar los temas dignos de una filosofía que se precie: la verdad y Dios»,8en definitiva, en su incapacidad para «resolver la relación entre religión y razón».9Pero erró en su propuesta de superación de esa crisis al relegar a la religión al ámbito del sentimiento. Ése fue también el fracaso de su propia filosofía, cima de la filosofía idealista y plenitud de Europa. Y es que Hegel sólo piensa en Atenas y desde Atenas. No reconoce que de la religión, de Jerusalén, pueda venir no solo la fe, el sentimiento, sino también el espíritu. Por eso él mismo termina disolviendo la religión en la filosofía. Y con ello cae también él en el mal de la Ilustración, en lo que el teólogo Metz denominara la «parcelación o reducción del espíritu» (Halbierung des Geistes), la ignorancia y la exclusión de la «otra matriz» de la razón moderna ilustrada, de la «otra herencia» de Europa. Y así no se sale de la crisis de la Ilustración. Así, la propia religión queda reducida a «tautología de la razón»,10y ésta, la razón, a pura tautología, es decir, a «mitología»: «repetición de lo mismo» e «ideología de lo existente».11También aquí, en esta conciencia, se adelantaron los frankfurtianos Horkheimer y Adorno con su paradigmática autocrítica. La caída de la Ilustración no consciente de su propia dialéctica en mera tautología, y con ello su recaída en el mito, del que «nunca supo escapar», es, en efecto, una denuncia central de la Dialéctica de la Ilustración.12Y también para ellos esta recaída constituye una irracional, mítica, «restauración de la inmanencia» y con ella «el triunfo de lo existente».13Pero Reyes insiste en distanciarse de la estrategia de esta autocrítica de la Ilustración, de su «confianza última» en la razón ilustrada, de la autosuficiencia del principio de subjetividad sobre la que descansa esta autocrítica de la Ilustración y a la que, según él, sus autores no renuncian porque eso sería para ellos «entregarse a fundamentaciones religiosas».14Su mirada sobre la génesis y el destino de la razón moderna detecta ahí justamente, en esa autosuficiencia, la raíz de su crisis, y ello le lleva a proponer otra salida a la misma: «Los males de la Ilustración no se solucionan con un repliegue en la razón ilustrada».15

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2. Lógica, destino y límites de la razón moderna

La crisis o el fracaso de la razón moderna ilustrada radica para Reyes Mate, como para los autores de la Dialéctica, en que esa razón, que surgió como distanciamiento y liberación del mito, al final de ese ingente y complejo proceso que se extiende desde Grecia hasta nuestros días y que Max Weber caracterizara certeramente como desencantamiento del mundo, ha desembocado en una recaída en el mito, por tanto en una despedida de su propio proyecto. En multitud de lugares vuelve nuestro autor sobre esta paradójica trayectoria de la razón ilustrada, preocupado por su significación...

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