Los recientes estudios de moriscología: de Míkel de Epalza a Soledad Carrasco Urgoiti

AutorL.F. Bernabé Pons
Páginas169-177

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En poco más de un año, el que va de octubre de 2008 a diciembre de 2009, desaparecieron dos de las figuras más destacadas de los estudios referidos a los moriscos: Sole-dad Carrasco Urgoiti y Míkel de Epalza. Con ellos también se iban dos formas distintas -que no antagónicas- de entender y analizar la cuestión morisca, a los neocristianos convertidos del islam y a todas las circunstancias que rodearon su conflictiva existencia. La sola mención de sus nombres remite a dos polos de estudio encabezados por ambos y que marcaron cada uno a su modo los estudios moriscos, renovándolos en un principio y llenando después de significado parcelas mal o apenas atendidas antes de ellos.

Eran, además, dos figuras que se conocían y se apreciaban sinceramente, con mutua admiración intelectual pero también con un sentimiento personal de simpatía cercanía. Aunque las circunstancias de sus vidas no fueron obviamente las mismas ambos habían experimentado -aun sin romper con su país- la sensación de exilio derivado de la guerra civil y esa sensación de distancia/cercanía les había acompañado durante su vida. Algunos elementos de sus biografías intelectuales no pueden ser explicados de forma completa sin tener en cuenta el valor de cierto exilio (físico, académico, intelectual) en sus personas. Desde los años setenta en que se conocieron en Madrid, su relación fue continua, cordial y en ocasiones de colaboración. Ambos inter-cambiaban lecturas y opiniones sobre los moriscos en España y fuera de España y compartían coloquios, congresos y reseñas. Ambos sentían, además, fascinación por la fiesta de los Moros y Cristianos, en especial su variante levantina, con su derroche de color, palabras y ruido en simbologías cruzadas. De esta relación de años surgió incluso un trabajo concreto, «Errores de los moriscos de Granada (Un núcleo criptomusulmán del siglo XVIII)»,1en el que los dos sacaban a la luz un documento que testimoniaba la supervivencia secreta del islam en el interior de unas familias granadinas hasta el primer cuarto del siglo XVIII. Se trataba de un islam fuertemente ritualizado y adherido a las «verdades» de los libros plúmbeos del Sacromonte, pero todavía muy consciente de su identidad morisca. Se trata de un trabajo de profundo significado y gran importancia que pasó algo desapercibido posiblemente por el estado de los estudios moriscos por aquel entonces.

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Porque allá por 1979, año de redacción de este trabajo conjunto, la historiografía morisca, pese a contar ya con jalones importantísimos, aún no había desarrollado algunas de las vertientes críticas que en los últimos años han ofrecido más y mejores resultados: el estudio de las familias moriscas y su peculiar intrahistoria, el concepto de identidad aplicado a los moriscos, sus estrategias de solidaridad, el papel de la fe musulmana como articuladora -o no- de pautas cohesionadoras, el panorama intelectual de los moriscos o el complejo y fascinante microcosmos de los moriscos granadinos de alta alcurnia, con el fenómeno del Sacromonte al fondo. Y muchos de esos temas sobre los que ahora se reflexiona y se debate se encuentran ya encapsulados en ese texto publicado en 1980. Fue, desde luego, una gran pena que ninguno de ellos pudiese disfrutar (y empleo el verbo a sabiendas) de los actos que el mundo académico organizó a lo largo de 2009 para analizar y poner en común nuestros conocimientos sobre los moriscos, en el cuatrocientos aniversario de su expulsión. Sus nombres fueron allí invocados en muchas ocasiones precisamente como ejemplo de trabajo científico a la vez renovador y perdurable.

Los estudios sobre los moriscos han conocido en los últimos tiempos una portentosa catarata de trabajos que han supuesto, sin exageración, una auténtica transformación en la definición y comprensión de los objetos de estudio. Diversificando intereses, se han alejado de preguntas ya viciadas que se habían heredado de generaciones anteriores, profundizando aspectos fundamentales y cubriendo espacios que se habían dejado en el olvido. Se ha invocado y procurado la cooperación interdisciplinar, la puesta en cuestión del marco interpretativo, así como las revisiones conceptuales y metodológicas. Un buen puñado de estupendas publicaciones, de congresos memorables y de discusiones científicas parecen haber conducido de los estudios sobre los moriscos a la moriscología, término discutido que acuñara Epalza en 19892y que parece, poco a poco, ir imponiéndose.

Si buscáramos un concepto nuclear a partir del cual poder aglutinar el grueso de las reflexiones sobre los moriscos en los últimos años éste sería quizás el de la identidad. Posiblemente sobre ningún otro se ha escrito y debatido tanto en lo relativo a los moriscos, en sus variados perfiles: autoidentidad y alteridad; identidad social, cultural y religiosa; reconocimiento, límites, construcción e incluso destrucción de la identidad... La identidad percibida por los moriscos, por sus vecinos cristianos y por las autoridades son vistas ahora más como realidades dialécticas que como hechos fatales.3Tras decenios de dominio tiránico del marco conceptual del enfrentamiento inevitable de culturas y civilizaciones, que plantaba sus semillas en la misma Edad Media y que aún verdea en algunos espacios de nuestro presente, se ha pasado a percibir una circunstancia morisca de facetas infinitamente más complejas.

Complejidad. Posiblemente el segundo de los términos que mejor defina la transformación de la visión sobre los moriscos en los últimos años. Los moriscos ya no son un grupo humano fácilmente identificable, aislable y caracterizado, como querían los que abominaban de ellos en el siglo XVI. Tampoco son un grupo homogéneo en la fortaleza de su fe, como querían y querrían otros. Ni siquiera una comunidad aislada social, económica o culturalmente, como se ha venido sosteniendo hasta hace poco. O por lo menos no son sólo eso. Los estudios contemporáneos sobre los moriscos, espe-

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cialmente los focalizados en la microhistoria, han mostrado tal variedad de situaciones que ahora mismo resulta temerario establecer las generalizaciones que hace poco resultaban moneda común. Igualmente los estudios moriscos se han abierto de forma irreversible tanto hacia la interdisciplinariedad como a la incorporación de nuevas corrientes de interpretación: estudios antropológicos, de análisis del discurso, poscoloniales o religiosos, de historia del arte o jurídicos se han incorporado plenamente al análisis de los moriscos, mostrando vías de investigación y resultados de mucha consideración. Hoy en día, en palabras de José María Perceval, se asume el estudio de los moriscos desde la complejidad.4Realidad identitaria compleja y cambiante. La historiografía ha puesto al descubierto también enfoques y desenfoques en la visión que de los moriscos se deriva de los propios estudios. Aunque ahora parece casi obligado el caveat del envenenamiento de las fuentes contemporáneas (¿pero qué fuentes no lo padecen en realidad?), aún escasean los testimonios de los siglos XVI y XVII sometidos a una verdadera crítica del discurso que los coloque en la perspectiva que los ha generado y analice sus contenidos y sus silencios a partir de esos parámetros. ¿Son las fuentes más sinceras cuando retratan la islamicidad de un morisco o cuando hablan de un morisco sinceramente cristiano? O, en el caso de lo primero, ¿qué es más válido para un historiador, un testimonio inquisitorial, un manuscrito aljamiado o una visita pastoral? ¿Son los textos literarios también documentos históricos o deben ser tomados como creaciones que rinden sus cuentas únicamente a criterios estéticos? ¿Son las fuentes oficiales representativas de una opinión unánime, o sólo de la verdad establecida? O, en el envés, ¿son los textos religiosos moriscos también completamente representativos de una comunidad?

Estas cuestiones no se ligan únicamente a consideraciones metodológicas, sino que se hallan en la base del propio análisis de las comunidades moriscas. Musulmanes oprimidos, cristianos nuevos agraviados, oscilaciones espirituales -y sociales, y políticas- de hombres desorientados, gentes sombreadas por el disimulo vital... todo eso han ido siendo los moriscos en la moriscología de los últimos años. A una visión de comunidad contumaz en su creencia y amparada en el ocultamiento de ésta (la ominipresente taqiyya morisca), construida por Cardaillac y otros,5se superpone la advertencia de un grupo humano en fuerte trance de asimilación pero mediatizado por la visión oficial cristiana, según los análisis de Márquez Villanueva,6o inmersos en una conversión sincera de la que quizá dudamos más de lo que se debería...

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