Recensiones

AutorConsuelo Laiz Castro
Páginas108-110
nº 10 julio-diciembre 2013
Gestión y Análisis de Políticas Públicas
Nueva época
sociología, es la sociología misma en la medida en que in-
tenta explicar los hechos”. También Lasswell (1968: 3) sos-
tenía esta tesis: “El enfoque científico es inevitablemente
comparativo” y Almond (1970: 254) señala que “si la cien-
cia política es una ciencia, entonces es comparativa en su
enfoque”. Esta visión, aún hoy defendida, pone de relieve
dos cuestiones, de una parte se reconoce a la comparación
como un instrumento para conocer e incluso, como parte
del método científico, pero de la otra se aprecia la existen-
cia de comparaciones implícitas y éstas pueden conducir
a la denominada por algunos, comparación inconsciente.
El modo en que se puede intensificar el significado de la
comparación, desde su acepción más general a otra es-
pecífica y concreta es mediante la distinción del conjunto
de procedimientos que permiten realizar comparaciones
explícitas y conscientes en ciencia política y mediante un
método. Dejamos así abierta la polémica, puesto que no
condiciona la necesidad de recurrir, en todo caso, al mé-
todo comparativo, cuya importancia crucial reside en que
nos proporciona los criterios para someter a control y ve-
rificación nuestras generalizaciones e hipótesis y además
contribuye por vía inductiva a la construcción de teorías.
Para Sartori no hay duda de que es el mejor método de
control sobre la validez de nuestras hipótesis, generaliza-
ciones, explicaciones y teorías.
Los comparatistas de los años sesenta del siglo XX
apostaron por realizar grandes comparaciones. La recu-
peración, apertura y expansión de la política en esos años
invitaba a emprender nuevos estudios fuera del espacio de
las democracias occidentales consolidadas y aplicar un alto
nivel de abstracción para abarcar muchos casos y muy di-
ferentes, pero los resultados no fueron tan exitosos como
se esperaba. Aun así, en esos años se sentaron las bases
de la política comparada con obras ya clásicas como las de
Almond y Powell (1966), Almond, Cole y Macridis (1955),
Almond y Verba (1965) o Laswell (1968), entre otras. Años
más tarde, a partir de los ochenta, la política comparada
logró avanzar y consolidar un status comparativo más
satisfactorio, en cuanto al tratamiento de los grandes con-
ceptos referidos a su objeto y más riguroso en cuanto al
diseño metodológico de las investigaciones.
En dicha orientación, cada vez más metodológica y
también más plural de la política comparada, son ilustra-
tivas las palabras con las que Badie y Hermet (1993: 7)
comienzan su obra Política comparada: “La política com-
parada no constituye sólo un sector de la ciencia política
con métodos, objetos de análisis y autores de referencia
propios; asimismo –y tal vez sobre todo- es un modo de in-
vestigar el conjunto de los fenómenos políticos, una mane-
ra de profundizar en el análisis empírico y en la teoría po-
lítica en todos los sectores del conocimiento”. Es decir, es
un modo de investigar y una forma de explicar la realidad
social y política, valiéndose de los datos sobre la realidad
en los que basar las comparaciones y utilizando también
RECENSIONES
Sánchez de Dios, Manuel. Política compa-
rada. Madrid: Editorial Síntesis, 2012.
La política comparada es una especialidad extensa y
compleja de la ciencia política. Tal es así que su amplitud
y diversidad ha originado en ocasiones, que la parte sea
tomada por el todo. Sin embargo, el espacio de la política
comparada puede ser acotado siempre y cuando se delimi-
te el objeto y el método; es en la combinación de ambos
donde la política comparada encuentra su identidad.
Pese a esta última afirmación, para muchos teóricos
de la política comparada la subdisciplina se caracteriza por
una metodología específica aplicada al análisis e investi-
gación de los fenómenos políticos. Según esto, la políti-
ca comparada sería un campo definido por su método y
no por su objeto o contenido, al contrario de lo que ocu-
rre en la mayoría de las ramas de saber y también en la
ciencia política; cuando citamos el ámbito de las relacio-
nes internacionales, de la administración pública, de las
políticas públicas o de la teoría política, estamos haciendo
referencia a distintos objetos de estudio, sean cuales sean
los métodos empleados en su conocimiento. Sin embar-
go, no fue así como se abordaron los primeros estudios
de política comparada, nacidos en los Estados Unidos de
América entre los años cincuenta y sesenta del siglo XX. En
aquellos trabajos, la política comparada se entendía como
el estudio de los fenómenos políticos en uno o en varios
países extranjeros, es decir, los “comparatistas” eran los
que estudiaban países diferentes al propio, incluido el es-
tudio de un solo caso. Se trataba por lo tanto, de un sector
o un área sustantiva de conocimiento, identificado por su
objeto de estudio.
Hoy la expresión política comparada abarca más y va-
riados contenidos, es decir, es más amplia, plural y flexible
en su objeto, y también es más metodológica, aunque ello
tampoco esté exento de dificultades y diferencias. Este
sector de la ciencia política no se ocupa de un objeto de
estudio único, en muchos de sus estudios se suele abor-
dar la comparación sistemática entre países, pero también
entre instituciones o, respecto a un mismo fenómeno po-
lítico ocurrido en distintos países, como las transiciones,
las revoluciones o los fenómenos de violencia política. Por
eso para algunos estudiosos, esta subdisciplina no es una
parte de la ciencia política sino la metodología básica de
toda la disciplina.
Efectivamente, la importancia de la comparación ha
llevado a algunos autores a defender la tesis que afirma
que todos somos por fuerza, voluntaria o involuntaria-
mente, animales comparantes. En las ciencias sociales,
esta tesis fue defendida por Durkheim (1947: 73) quien de-
cía que “La sociología comparativa no es una rama de la

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