Las raíces del ilícito

AutorTerenciano Álvarez Pérez
Cargo del AutorAcadémico Correspondiente
Páginas127-140
I Introducción

Antes de entrar en la cuestión propuesta, y sin ánimo de agotar el tema, debo señalar, a los solos efectos de que se entienda mi planteamiento de la cuestión (no hay lugar para más), que al referirse al comportamiento humano, deben hacerse varias advertencias iniciales.

Primero.- El hombre pertenece al mundo de la naturaleza. Total y absolutamente está en el mundo de la naturaleza. El hombre está rigurosamente sujeto a la ley de la gravedad, de la impenetrabilidad de los cuerpos etc. El hombre tiene que alimentarse para seguir viviendo. Tiene que respirar oxígeno para no morir. Tiene que resguardarse del frío y de la humedad. Y, como todos los animales, tiene que proteger a la prole. Hombres y animales nacen, crecen, envejecen y mueren de la misma manera y por las mismas causas. El hombre no puede substraerse ni un solo momento a ninguna de las leyes de la naturaleza.

El hombre ha vencido las leyes de la gravedad -se clama al hablar de la invención del avión. Pero eso sólo puede decirse en sentido figurado. En efecto, el hombre es capaz de volar, pero no en contra de las leyes de la gravedad o por encima de ellas. El hombre, precisamente porque conoce extensa e intensamente la ley de la gravedad con todas su implicaciones, es decir, toda esa serie de atracciones y repulsiones de los cuerpos, ha aprovechado esos conocimientos para construir aparatos voladores, que no son más que una aplicación y por ello una consecuencia de esas leyes físicas. y no su negación. Page 128

Segundo.- Establecer ya de entrada y sin un análisis previos una separación entre el mundo de la necesidad, que es el de la naturaleza, y el de la libertad y de la finalidad, que es el del hombre, me parece falto de base.

Pero a los efectos que aquí analizamos hay un elemento especialmente diferenciador. ¿Y qué es ello? Es perfectamente sabido, el hombre dispone de la razón.

Y la razón, que sirve al hombre para el conocimiento y la comprensión de la naturaleza física que le es común con otros animales, le sirve asimismo para el conocimiento y la comprensión de su universo específicamente humano de la sociedad de los hombres.

Los animales tienen un conocimiento de la naturaleza fuerte y profundo, porque si no, no sobrevivirían. Se nos pone como ejemplo la tremenda aventura de las especies que emigran a miles de kilómetros todos los años y llegan al sitio conveniente, la asombrosa capacidad de predecir el clima por otras, etc.

Pues bien el hombre no tiene tales capacidades instintivas de captación de la realidad. Pero, como sabemos, tiene la razón y sus conocimientos son capaces de ser representados en esquemas muy simples, pero de alcance general. Su aprensión de la naturaleza y su comprensión de la misma se efectúa mediante conceptos universales e ideas abstractas. El hombre puede abarcar un enorme caudal de conocimientos.

Porque es capaz de sintetizarlos, puede condensar sus conocimientos en fórmulas muy simples pero de enorme alcance. Y en cuanto a su capacidad de comprensión de lo conocido es absolutamente diferente de la captación de realidades de los animales. Y en sus posibilidades de profundización, rigor y contenido del pensamiento humano es asimismo incomparable con los animales.

No es necesario argumentar las nociones suficientemente estudiadas por la Lógica y la Teoría del Conocimiento sobre el razonamiento humano, así como su alcance y naturaleza. Baste aludir a ellos para preparar el análisis de la materia a tratar.

Recordar que el hombre puede también pensar en sus propios pensamientos. y razonar sobre sus conocimientos. Y la razón humana puede también relacionar, clasificar y sintetizar esos conocimientos expresados en conceptos e ideas.

Y puede razonar también sobre la certeza o inexactitud de lo que conoce. Por ello su conocimiento es crítico y progresivamente perfectible, dirigiéndose siempre a ser verdadero y completo. Page 129

Tercero.- Si nos proponemos contemplar la realidad del ser humano entiendo que no existe una comprensión innata de lo que es conveniente y lo que es inadecuado, en su comportamiento con los demás, mayor que la comprensión que el hombre tiene de la alimentación, de la sucesión de las estaciones o de los cuidados a la infancia. y no se pueden establecer leyes rigurosas sobre la medicina natural o la astronomía natural. La ley natural impresa en la conciencia de cada hombre o el concepto del deber ser aparte de la compresión del mundo del ser han sido temas de estudio que han ayudado a la compresión de lo jurídico, lo mismo que puede partirse de esas ideas elementales mencionadas para un análisis en profundidad del mundo de la medicina o de la astronomía.

Sin embargo, las normas de convivencia convenientes en cada sociedad y en cada momento no pueden sustentarse necesariamente en esas nociones naturales, lo mismo que no pueden bastar las ideas elementales de medicina natural o de astronomía natural, que efectivamente tienen los hombres, para resolver los complejos problemas de una convivencia racional y conveniente en la sociedad humana. Éstas deben ser producto de un análisis detenido y profundo de las necesidades y las posibilidades, de medios y fines, etc.

Y para producir y aplicar unas normas verdaderamente útiles a la convivencia razonable y ordenada de una sociedad humana concreta se necesita un estudio riguroso de todos los componentes de esa sociedad y de cuáles son los objetivos que nos proponemos.

En un estudio serio, riguroso y profundo de las raíces de lo ilícito, es inevitable hacer una alusión, aunque sea apresurada, de esos puntos de partida.

Y como es sabido, todo lo anterior da unas posibilidades al hombre, no solo de conocer, sino también de dominar la naturaleza en un grado exclusivamente humano.

¿Y para qué les sirve a los hombres ese conocimiento y esas consecuencias prácticas? Para lo mismo que a los animales el suyo: para alimentarse, para resguardarse del frío y de la humedad, para proteger la prole etc. En definitiva para sobrevivir .

Y, como a los otros animales sociales, para convivir.

II La...

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