El Derecho en el Quijote. Notas para una inmersión jurídica en la España del Siglo de Oro

AutorBruno Aguilera Barchet
Páginas173-217

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1. De best seller a obra erudita

Don Miguel de Cervantes hubiera pasado sin pena ni gloria por la escena de la historia de no haber escrito un best seller. El primero de su tiempo. Y es que el Quijote, apenas aparecido, tuvo un éxito editorial sin precedentes. El libro, la primera novela de la Historia, triunfó de inmediato arrolladoramente en todos los territorios de la Monarquía hispánica. En Castilla -que incluía los vastos territorios indianos de ultramar-, Vascongadas, Navarra, Aragón, Valencia, Mallorca, Cataluña y Portugal -entonces Portugal formaba parte de la Monarquía Hispánica-1. Hay que tener en cuenta que en tiempos de Cervantes Page 174 aún no se había realizado la unificación española y los castellanos, aragoneses, valencianos, mallorquines, catalanes, vascos, navarros y portugueses, aunque compartían un mismo rey, vivían cada uno en un país distinto, cada uno con su derecho y sus instituciones. Una circunstancia a la que hace referencia el propio Cervantes en el Quijote cuando recoge cómo a comienzos del siglo xvii, la época en la que escribe, los justicias castellanos nada pueden hacer para prender al delincuente que cruza la frontera de Aragón. Situación de la que se aprovecha Ginés de Pasamonte, el galeote que tras ser liberado por don Quijote en agradecimiento le robó el rucio a Sancho Panza2:

Este Ginés, pues, temeroso de no ser hallado por la justicia, que le buscaba para castigarle de sus infinitas bellaquerías y delitos, que fueron tantos y tales, que él mismo compuso un gran volumen contándolos, determinó pasarse al reino de Aragón y cubrirse el ojo izquierdo, acomodándose al oficio de titiritero; que esto y el jugar de manos los sabía hacer por estremo

3.

Cervantes al escribir este pasaje tenía sin duda en la memoria el escándalo provocado por Antonio Pérez, ex secretario de Felipe II, quien escapó a la justicia regia mediante el simple procedimiento de cruzar la frontera de Aragón en 1590 -cuando Cervantes rondaba los 45 años- para acogerse a la protección procesal del Justicia Mayor aragonés gracias al llamado «privilegio de manifestación», que a la postre le permitió escapar del monarca más poderoso de su tiempo 4.

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A partir de 1605 los súbditos del Rey Católico también compartieron la pasión por el Quijote, como por supuesto buena parte de los europeos de enton-Page 176ces. Algunos de los cuales por cierto eran igualmente súbditos de un Monarca cuya soberanía se extendía sobre casi toda Italia, los Países Bajos, el Ducado de Luxemburgo y el Franco Condado. Y como el Quijote pronto fue traducido al inglés y al francés, poco tardaron los súbditos de otros Estados, incluidos los regidos por los enemigos más recalcitrantes de los monarcas hispánicos 5, en sucumbir a la imaginación y al ingenio de Cervantes.

Este arrollador triunfo de una obra literaria no se debió, como en principio pudiera parecernos a los europeos del siglo xxi que tendemos a ver en el Quijote ante todo una obra erudita, a la gran cultura media de los lectores de comienzos del siglo xvii. En realidad la novela triunfó simplemente porque Cervantes acertó plenamente con el argumento de su libro y lo escribió con tanta gracia que la gente se desternillaba de la risa al leer las aventuras del Ingenioso Hidalgo 6. Y es que el Quijote no era hace cuatrocientos años un libro para eruditos sino un libro ante todo entretenido. Por eso la gente se arrancaba el libro de las manos y por eso se multiplicaban las ventas de ejemplares. Pronto se vendió la primera edición y fue necesario sacar a toda prisa nuevas ediciones que, unas tras otras, se vendían como rosquillas. Lo cual decía mucho en favor de la popularidad de la novela cervantina ya que entonces no se publicitaban los libros en los medios de comunicación, ni se estilaban las presentaciones públicas con luz y taquígrafos. Cervantes triunfó esencialmente porque su obra se leía con facilidad y la gente se deleitaba con la misma, se lo pasaba en grande leyendo las truculentas desventuras del anacrónico Caballero de la Triste Figura 7.

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Desgraciadamente para él no sacó don Miguel todo el provecho económico que hubiera podido esperarse de su best seller, por la sencilla razón de que la protección de los derechos de autor era en aquella época tan insuficiente como imperfecta, hasta el punto de que los escritores tenían graves dificultades para controlar a los editores; una circunstancia que se traducía en la aparición de ediciones defectuosas, plagadas de graves errores de impresión. En relación con el primer punto es bien conocida la clamorosa omisión del episodio protagonizado por Ginés de Pasamonte el delincuente común que le roba a Sancho su montura aprovechando que es liberado de la cadena de galeotes por don Quijote 8; un episodio de la Primera Parte realmente desternillante en el que sin embargo falta el detalle de cómo Pasamonte robó a Sancho su pollino. Pasaje que no apareció en la edición original por una omisión del impresor, como nos desvela el propio Cervantes en la Segunda Parte cuando escribe cómo: «este Ginés de Pasamonte, a quien don Quijote llamaba Ginesillo de Paradilla, fue el que hurtó a Sancho Panza el rucio; que por no haberse puesto el cómo ni el cuando en la primera parte, por culpa de los impresores, ha dado en qué entender a muchos, que atribuían a poca memoria del autor la falta de emprenta[...]» 9.

Pero si los autores no tenían posibilidad de controlar la calidad de las ediciones de sus obras, los editores tenían a su vez las peores dificultades para controlar las ediciones piratas que florecían al margen del consentimiento y conocimiento de autores y editores. No en vano el propio Cervantes empleó gran parte de su tiempo y de su energía durante los diez últimos años de su vida tratando de proteger los derechos de una obra que por su gran éxito de público hubiera podido significar el comienzo de su fortuna y el final de sus endémicas estreches financieras. A pesar de lo cual no sólo siguieron apareciendo ediciones fraudulentas sino que incluso un escritor desconocido llamado Avellaneda, trató de sacar tajada del éxito cervantino escribiendo una segunda parte apócrifa de las aventuras don Quijote y Sancho. Una circunstancia que tuvo su lado positivo ya que obligó a don Miguel a escribir diez años después de la publicación de la Primera parte, en un plazo récord -de menos de un año-, su Segunda Parte, que al resultar casi mejor que la primera invalidó sin lugar a dudas el conocido refrán castellano de que «nunca segundas partes fueron buenas». Por supuesto al término de su Segunda Parte Cervantes se cuida de dar muerte a don Quijote con objeto de que nadie pudiera volver a resucitarlo 10. Aunque elPage 178 mal estaba hecho, como refiere el propio Cervantes en las repetidas alusiones que hace a la continuación apócrifa de las aventuras del Ingenioso Hidalgo. Como cuando por ejemplo don Quijote dicta su testamento, pasaje en el que Cervantes aprovecha la última manda para mandar otro envite a Avellaneda. Concretamente cuando el moribundo se disculpa y pide le perdone por haberle dado ocasión de escribir tantos disparates 11. Lo que no impide que con la perspectiva actual la obra de Avellaneda tenga un innegable valor literario que le ha valido ser reeditada 12.

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2. El Quijote en clave jurídica

Hoy el Quijote, a pesar de sus cuatrocientos años, pasa por ser una de las obras maestras de la literatura universal. Por eso afirman los entendidos que todo el mundo debería leerlo y dictaminan ex cátedra que quien no es capaz de comprenderlo debe ser considerado un patán aquejado del cáncer de la incultura. Recriminación injusta a todas luces porque no resulta fácil para un europeo del siglo xxi leer el Quijote. Simplemente porque el lenguaje cervantino tiene cuatro siglos, ya que era el practicado en la época de Shakespeare -cuyo inglés tampoco hoy resulta fácil para los ingleses de a pie-, cuando Felipe III ordenaba la construcción de la plaza Mayor de Madrid y los españoles empezaban a descubrir la costa de California. Sin contar con que la propia estructura de la novela no responde al ritmo actual de los best sellers. No es dinámica ni entretenida para el lector no avezado 13 y en muchos pasajes parece escrita a trompicones 14. Aunque la mayor dificultad radica sin duda en que el mundo que refleja el Quijote es tan ajeno y distinto del actual que hay que leerlo en clave, con un conocimiento previo de las circunstancias en que Cervantes escribió su obra. A lo que hay que añadir que resulta más que conveniente estar familiarizado con la azarosa vida de don Miguel; tarea esta última nada fácil porque hay más lagunas que certezas en la vida del Manco de Lepanto, dado que en su época no fue una figura relevante y apenas destacó salvo quizás por su mala reputación.

Por ello, y a pesar de los intentos realizados por autores como Cristóbal Pérez Pastor 15, James Fitzmaurice-Kelly 16 Luis Astrana Marín 17, Jean Canavaggio 18, Page 180 Krzysztof Sliwa 19, Alfredo Alvar Ezquerra 20 o Manuel Fernández Álvarez 21, entre otros 22, hay aún más imprecisiones y zonas de bruma en la vida del autor del Quijote que certezas. Lo que no ha impedido que Cervantes se haya convertido, como autor de la novela española más conocida y difundida en...

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