Sobre la cuestión de una «nueva punitividad» - Actitudes sancionadoras y política sancionadora

AutorHelmut Kury; Martin Brandenstein
Cargo del AutorInstituto Max Planck para Derecho penal extranjero e Internacional, Universidad Albert-Ludwig, Friburgo de Brisgovia
Páginas369-402

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1. Introducción

En los últimos años, tanto en la criminología alemana como en la internacional se ha planteado cada vez con más frecuencia la cuestión de en qué medida se han intensificado entre la población las actitudes sancionadoras o el comportamiento sancionador de las instancias oficiales de control y sanción. En reiteradas ocasiones se llega al resultado de que las reclamaciones de sanciones por parte de la población se hubieran intensificado, como mínimo, frente a determinados grupos de delincuentes, como pueden ser los delincuentes sexuales o los delincuentes (juveniles) violentos, y sobre todo de que los tribunales, en parte por el trasfondo existente de leyes más severas, también sancionaran con mayor dureza, impusieran más penas privativas de liberad y fueran más reticentes por cuanto respecta a las medidas de redención en el cumplimiento de las penas o a la excarcelación anticipada (cfr. Kury 1999; Kury y Obergfell- Fuchs 2006; Kury y otros, 2004). Con el trasfondo de las evoluciones sociales y los debates sobre la delincuencia y la seguridad interior, en los últimos años y décadas ha ido aumentando la sensibilidad de la población. Continuamente se han ido «descubriendo» (por ejemplo, por parte del movimiento feminista) «nuevos» ámbitos de delincuencia, y se ha ido exigiendo un endurecimiento de las penas. Baste pensar, por ejemplo, en la violencia (sexual) contra las mujeres y los niños, en la violencia en el seno de la familia o, más recientemente en Alemania, en el acoso (stalking). Por regla general, la referencia a estos ámbitos delincuenciales, hasta ahora mayoritariamente poco atendidos, va acompañada de la reclamación de ayudas, más prevención y, sobre todo, de la imposición de penas más duras y consecuentes a los autores. El «redescubrimiento» de las víctimas de hechos delictivos está ligado por regla general a la exigencia de más protección para las mismas, la cual las más de las veces, siguiendo un patrón milenario, se ve en primer término en un endurecimiento de las penas para los delincuentes, con la esperanza de que con ello no sólo se arredrarán los au -tores, sino, con un sentido de prevención general, también potenciales delincuentes futuros. Page 370

En este proceso de atizar actitudes sancionadoras más duras entre la población desempeñan un papel fundamental los medios de comunicación. La aparición de emisoras privadas y la ingente expansión de la oferta mediática provocó ante todo, entre otros factores, una competencia claramente mayor por los ín dices de audiencia y las cifras de abonados. Para captar la atención de los so -bresaturados destinatarios era necesario informar de manera cada vez más es -pectacular y «única». Como el sex and crime es tradicionalmente un tema que atrae la atención de la población, se pasó a volcarse sobre todo en informar sobre casos criminales (graves). Por ejemplo, en septiembre el caso de Natascha Kampus, que fue raptada por un hombre en las cercanías de Viena cuando tenía diez años de edad y que permaneció secuestrada durante ocho años en una mazmorra en un sótano antes de lograr huir de su captor, consiguió un alto grado de atención internacional: la primera entrevista televisada efectuada a la muchacha tuvo índices de audiencia enormemente altos, y posteriormente se han realizado análisis e interpretaciones del caso. La selección de los casos criminales de los que se informa es, evidentemente, en extremo selectiva: únicamente se informa sobre aquello que es «noticia», y por tanto algo destacado, espectacular y extraordinario. En este sentido, para la mayoría de los medios las «malas noticias» son «buenas noticias». Si en el año 2000 el tiempo promedio que los mayores de 14 años veían la televisión en Alemania era 185 minutos, en 2005 la cifra aumentaba a 220 minutos. Sólo el consumo de radio lograba mantener el paso (cfr. Schwind 2006, pp. 280 y ss.). Se informa de manera extremadamente selectiva, incluso sobre las penas aplicadas o que deben aplicarse; puesto que una amplia mayoría de la población apenas tiene o utiliza otras fuentes de información sobre la delincuencia, se genera una imagen enormemente tergiversada de lo que es la delincuencia y de cómo debe abordarse el control de la misma (cfr. Schwind 2006, pp. 278 y ss., Kerner y Feltes 1980; Beckett y Sasson 2004, pp. 73 y ss.).

Si la mentalidad sancionadora en los países industrializados de Europa occidental y del norte, como por ejemplo en Alemania, es aún relativamente moderada, en las encuestas los ciudadanos de los estados de la antigua Unión Soviética (como continúa ocurriendo en el territorio de la antigua RDA) exigen sanciones más severas, bien pudiera ser porque crecieron con ellas y han «aprendido» que con ellas se puede y se debe mantener «bajo control» la delincuencia (cfr. por ejemplo, respecto a Azerbaiyán, Kury y otros, 2006). Por tanto, la tradición sancionadora de un país también influye sobre las actitudes de sus ciudadanos, algo que es necesario para garantizar la seguridad interna. Si la delincuencia aumenta algo, de facto o sólo en cuanto a los casos registrados, se exige un plus del remedio, es decir, más sanciones o sanciones más severas.

Kaiser (1996, pp. 985 y ss.) informa que aún en 1882 el 76,8% de los delincuentes que en el territorio del Imperio Alemán eran denunciados ante un tribunal alemán eran condenados a penas privativas de libertad ejecutivas. Este porcentaje fue disminuyendo constantemente a lo largo de las décadas siguientes, hasta situarse en la actualidad en aprox. 5,5%. Si en 1882 el 22,2% de todas las sanciones eran multas pecuniarias, a mediados de los años noventa del siglo pasado alcanzaban ya cerca del 85%. Lo que apunta a que el patrón sancionador ha Page 371 sufrido una completa modificación; y en este contexto, también la actitud de la población, a menudo con cierto retraso en el tiempo.

Con razón se hace continua referencia a que precisamente en EE.UU., aun cuando se trata de un país occidental industrializado, las sanciones criminales son relativamente duras, lo cual también se aplica (como era de esperar, por no decir consecuentemente) a la actitud de la opinión pública. En cuanto sigue van a discutirse algunas cuestiones relativas a la evolución de la actitud sancionadora, tomando como base datos de encuestas procedentes sobre todo de EE.UU., comparados con otros países occidentales industrializados.

2. Actitudes sancionadoras
2.1. Actitudes sancionadoras en EE UU

Tal como cabe esperar, en amplios grupos de la población estadounidense predomina una actitud sancionadora dura. Así lo muestran las primeras encuestas, como las realizadas por Gallup ya en 1936. En ellas se preguntaba por la actitud ante la pena de muerte («Esta Vd. a favor de la pena de muerte para una persona condenada por asesinato»). Si se compara la evolución de la actitud frente a la pena de muerte a lo largo de los últimos setenta años (cfr. Fig. 1), llama la atención que las respuestas afirmativas eran relativamente infrecuentes desde mitad de los años sesenta hasta mitad de los setenta, y que una vez (en todo caso como una excepción auténticamente singular), cayeron por debajo de 50%. En 1966, según esta encuesta de Gallup, el 42% estaba a favor, pero el 47% en contra (11% no manifestaba opinión). Nunca más se obtuvo un resultado semejante. Sobre este rechazo relativamente intenso de la pena de muerte podría haber influido sustancialmente el debate público internacional, en aquella época muy amplio y controvertido, sobre el caso Chessman, quien logró varios aplazamientos de la sentencia, que fue demorada de manera continuada, se defendió con todos los medios contra la ejecución, se imbuyó en persona de numerosa bibliografía jurídica especializada para poder defenderse mejor, pero que finalmente acabó ejecutado. Por el contrario, en la segunda mitad de los años ochenta y principios de los noventa la pena de muerte era defendida en parte por más del 80% de la población; porcentaje que en 2005 se sitúa en 74%.

Carroll (2004) proporciona un resumen sobre las nueve encuestas que Gallup realizó entre 2001 y 2004 sobre la actitud frente a la pena de muerte. Dado que Gallup realiza encuestas en EE.UU. al menos dos veces al año con las mismas preguntas sobre la actitud frente a la pena de muerte, la combinación de los resultados obtenidos a lo largo de los últimos años permite obtener afirmaciones muy estables. Los resultados se basan en entrevistas telefónicas realizadas a 6.498 adultos de EE.UU. mayores de 18 años. En promedio, a lo largo de dichos años el 80% de los republicanos apoyaba la pena de muerte, así como el 65% de los independientes y el 58% de los demócratas. Los encuestados predominantemente conservadores la apoyaban en un 74%, los moderados en un 68% y los liberales en un 54%. Page 372

Fig. 1: Resultados de las encuestas Gallup en EE.UU. sobre la actitud de la población ante la pena de muerte («A favor o en contra de la pena de muerte para los condenados por asesinato.»)

(Figura en Documento Pdf)

Los resultados de una encuesta más reciente de Gallup en EE.UU., Gran Bretaña y Canadá mostraron que los mayores índices de apoyo a la pena de muerte se presentaban en EE.UU. La encuesta de octubre de 2005 mostró que el 64% de los estadounidenses, pero sólo el 44% de los canadienses y el 49% de los británicos (en diciembre de 2005) votaron a favor de la pena de muerte en casos de delincuencia con violencia grave. Mientras que durante los últimos años el apoyo ha disminuido en Canadá y Gran Bretaña, en EE.UU. ha permanecido en el mismo nivel. En las tres naciones el menor apoyo correspondió a las personas entre 18 y 29 años de edad Gallup Poll (nota de...

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