El derecho del pueblo de Dios (hacia un sistema de Derecho canónico), de Lombardía Hervada.

AutorJosé A. Alvarez Caperochipi
Páginas1761-1767

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    HERVADA, LOMBARDÍA: El derecho del pueblo de Dios (hacia un sistema de Derecho canónico). Pamplona, 1970.

  1. Presentación general del libro

    Los libros se escriben siempre con un objetivo, desde una posición moral y política, suelen tener delante una doctrina a la que continúan o frente a la que innovan (es decir, son dialécticos), y suelen tener unos fines y presupuestos ideológicos. Por eso lo más enriquecedor de la polémica científica es exponer las implicaciones y fundamentos extrajurídicos de un libro. El libro de los profesores Hervada y Lombardía es un claro paradigma de esta afirmación: no es importante en cuanto innovación personal de sus autores, sino por las corrientes teológicas, culturales y sociales que subyacen entre sus líneas y que lo explican. El libro recoge las aspiraciones y objetivos de todo un modo de ser de cierta sociedad española, que pretende adaptarse a lo moderno sin abandonar las esencias «eternas» nacionales. Si se me pidiese resumir en muy pocas palabras el contenido del libro, yo diría que el conflicto entre lo «eterno» y lo moderno se pretende resolver aceptando lo ajeno «formalmente» (terminología, rito y gesto), pero conservando lo propio esencialmente. Esa clave más profunda del libro traducida a lenguaje teológico-canónico significa que escrito en un tono rabiosamente escolástico y tradicional, toma terminología, actitudes y modos protestantes; en definitiva, se va a presentar como «europeo» en todo aquello que no sea sustancial. Se trata de una reinterpretación del mundo desde la perspectiva teológica de «siempre», pero «traducida» a modernidad terminológica en todo lo que no atente contra el «dogma». En definitiva, puede decirse que lo más característico de la obra es la pretensión de hacer católica y ortodoxa la terminología protestante, o si se quiere, presentar con terminología protestante el dogma católico más tradicional.

    Creo, po.r tanto, que la perfecta comprensión de los planteamientos del libro nos exige situar la crisis de la conciencia española en el contexto general de la crisis de la conciencia europea. Crisis enmarcada por la terrible tragedia de las dos guerras mundiales y la pérdida de la supremacía cultural y política europea.

  2. La crisis de la conciencia europea y sus claves teológicas

    Resulta evidente para cualquier pensador europeo que la terrible tragedia que se abatió sobre Europa en las dos guerras mundiales es algo más que la obra de unos desalmados, corruptos o perversos alemanes. La explicación más razonable a dicha tragedia es la de ser el resultado de Page 1762 los planteamientos y líneas generales del idealismo burgués del siglo XIX, con profundas raíces teológicas. Por ello, las corrientes más progresistas de la teología cristiana europea, tanto católica como protestante, ha abandonado el optimismo hegeliano de la preguerra y se muestra decisivamente influida por una crisis de conciencia teológica de raíz kierkegaardiana.

    Puede afirmarse que en Teología el siglo xx se abrió con el célebre curso en la Universidad de Berlín del renombrado teólogo luterano Adolfo von Harnack sobre la esencia del cristianismo. Von Harnack teologizaba el ideal hegeliano de identificar Dios y la historia, y presentaba al pueblo alemán, protagonista de la gesta de la Reforma protestante, como escogido por la historia para hacer presente el ideal humanista del desarrollo del espíritu. El propio Harnack y los más importantes teólogos alemanes encabezaban el manifiesto de apoyo de los intelectuales a la política belicista del emperador Guillermo II, publicado el 4 de agosto de 1914. La guerra era justificada por la teología «oficial» luterana como la universidad de la historia, y la victoria el estandarte prometido a Alemania, el nuevo pueblo sacerdotal. Es el ambiente que domina todo el movimiento del Kulturprotestantismus, cuyo terrible epílogo final será el demoníaco nacional-socialismo. Un führer, un partido y un pueblo no son sino la manifestación real de la identificación total entre el hombre y el Estado, entre religión y civilización, entre organización y pueblo (que tiene sus más profundas raíces filosóficas en !a obra hegeliana). Un panteísmo histórico y una organización divinizada que arrojan al nombre inerte a los pies del Estado, y siendo el pecado la individualidad, le niega el derecho a buscar refugio tanto dentro de sí mismo como en Dios y en la verdad.

    No es extraño entonces que subrayando las claves religiosas de la tragedia europea, la reacción de la teología protestante de postguerra se centre en subrayar la idolatría profunda de la organización divinizada. La renovación de la teología alemana tiene dos nombres decisivos: K. Barth y P. Tillich; ambos se declaran profundamente influidos por la filosofía de Kterkegaard, autor que representa en el plano filosófico la más radical reacción contra la filosofía hegeliana. Frente al optimismo de la historia como espíritu, subraya Kierkegaard la noción personal de pecado (en sus libros, la desesperación o el pecado y el concepto de la angustia); frente al hombre integrado en la totalidad del sistema, aparece el hombre solitario, desnudo y abandonado ante su Dios (es el tema de temor y temblor); frente a la identidad individual del hombre, subraya Kterkegaard la importancia de lo femenino: la mujer es más perfecta que el hombre, la salvación por la mujer, las organizaciones exclusivamente masculinas presentan perfiles de lo demoníaco, la guerra es obra de hombres, los hombres solitarios carecen del personalismo del alma femenina y se dejan llevar por la tentación de absolutivizar el poder (es el tema de ejercitación del cristianismo y de los dos diálogos sobre el primer amor y el matrimonio), el hombre es mezquino, la mujer es humilde y está más próxima a Dios que el hombre. Frente al optimismo del...

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