Prólogo

AutorEmilio Javier Verón Bustillo
Páginas13-16

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Cuando los países se desmoronan y se caen lo único que queda de ellos es la cultura, por eso es tan importante. Un país sin cultura va a la desaparición

.

Alejandro Jodorowsky

En la Constitución Española de 1978 se alude al hecho cultural con profusión. En su mismo preámbulo se proclama su vínculo con «una digna calidad de vida». El derecho a la cultura se considera, en esta idea, unido al desarrollo del individuo y acreedor de la más alta tutela por parte de los poderes públicos. La conservación y promoción del patrimonio histórico, cultural y artístico, como bienes de rango constitucional, demandaron de la voluntad del legislador la atribución al Estado la competencia exclusiva para la «defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental español contra la exportación y la expoliación», dotándole al mismo tiempo en su desarrollo jurídico de un andamiaje administrativo y un no desdeñable blindaje penal. Con toda evidencia, el nacimiento de cada hecho cultural –que tendrá siempre una inequívoca vocación de perdurar y hacerse universal– quedará férreamente ligado al tiempo en que se produjo y a la sensibilidad de las personas que supieron entenderlo y engrandecerlo y, consecuentemente, quedará indisolublemente unido a una herencia recibida desde el pasado pero cuyo disfrute y conservación, traspasando a las fronteras, a todos concierne por igual.

Quizá el paseante quiera ver en las venerables ruinas de la celtíbera Numancia toda la fuerza y la determinación de conquista del pueblo romano y podrá también imaginar de qué tácticas y estrategias se sirvieron si un buen guía se las explica. Si se abstrae un poco más, es posible que pueda retroceder mentalmente en el tiempo y ver en toda su crudeza la tragedia

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de un pueblo y la gesta y el terrible sacrificio de los hombres y mujeres que se quitaron la vida para evitar la humillación de la derrota y la indignidad de soportar a un nuevo dueño. Quizá, por el contrario, también vea allí los albores de la romanización y del portentoso efecto que para la civilización habría de tener o, tal vez espoleado por la fuerza de su imaginación, haga un ejercicio de ucronía y especule sobre qué formas culturales subsistirían si los esfuerzos de los primeros escipiones se hubiesen estrellado contra el poder de Cartago. Todo está allí, sin duda, como aula abierta y testigo silente de unos hechos que finalmente conformarían una parte tan sustancial y determinante de la historia de España...

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