Prólogo

AutorM.ª Dolores Fernández Tilve/Gonzalo Francisco Fernández Suárez
Páginas9-10

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Vivimos en tiempos difíciles. Hace ya bastantes años un célebre ensayo de Francis Fukuyama predicaba un supuesto final de la historia y la propia historia se ha encargado de demostrar el radical error en que incurría, interesadamente o no, el autor de aquella construcción teórica que, en sustancia, pretendía que el liberalismo económico y político se había impuesto en un mundo destinado a un futuro semejante a una balsa de aceite, con el capitalismo puro triunfante en todo el planeta. Una mirada a los últimos acontecimientos demuestra que, lejos de finalizar, la historia se ha acelerado y complicado infinitamente en los últimos años, de múltiples modos que no son para exponer aquí. Conformémonos con constatar la evidencia fundamental.

Lo que ahora nos interesa es que en este mundo complejo y duro que nos toca vivir el papel de la educación, el papel y los problemas de la escuela adquieren una importancia cada vez mayor. Por una parte, necesitamos saber para formarnos intelectualmente y así poder actuar, vivir, realizarnos en la vida y alcanzar en la medida de lo posible la felicidad personal y colectiva. Los inmensos avances y cambios tecnológicos de nuestro tiempo son, sin duda, una parte fundamental en esta necesidad de formación profesional. Precisamos, también, tener conocimiento para comprender y actuar como personas en sociedad, como ciudadanos, como «animales políticos» en la vieja y buena terminología de Aristóteles, un filósofo que pese a los milenios que desde él han transcurrido puede y debe servir todavía de espejo y ejemplo de pensamiento por su lúcido afán de entender las relaciones humanas para mejorar el mundo.

En este sentido y, más aún si cabe, se hace necesario formarnos en los valores individuales y colectivos que acaben por hacer imposible el triunfo del fanatismo, de la explotación, de la barbarie, de la opresión, de la pobreza material y moral, de la desigualdad injusta y de la violencia en todas sus formas. Estamos obligados a comprender un mundo cada vez más difícil, cada vez más complejo. Tenemos que comprender la historia pasada y presente para construir el futuro como personas libres que buscan la justicia y la fraternidad en la igualdad universal que está

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en los grandes principios de nuestra civilización. Una civilización que, en definitiva, tiene su expresión más alta y su programa y su deseo más profundo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se requiere formarnos a nivel...

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