Prólogo

AutorCarlos Marín Calero
Cargo del AutorNotario

Las páginas que siguen contienen una sorpresa. En el ámbito notarial no puede serlo, desde luego, la noticia de que un trabajo de Carlos Marín ha obtenido un premio jurídico. Hace muchos años que se reconocen la originalidad de sus planteamientos, su hondura interpretativa y su facilidad para orientarse en las frondas más espesas del Derecho. La sorpresa deriva de que, en una materia casi tan antigua como la aparición del homo juridicus, que en tiempos de Justiniano ya rebosaba bibliografía sobre los morbo laborantes, todavía resulte posible practicar una vigorosa innovación conceptual.

Quien recorra la obra hallará muchas aportaciones valiosas, en particular un tratado breve pero exhaustivo sobre esa institución en lentísimo rodaje que se llama patrimonio protegido, o las sugerencias imperiosas para el desarrollo de la facultad de mejorar atribuida al cónyuge, que es otra figura infrautilizada no obstante su potencial inmenso al servicio de la autonomía de la voluntad. Sin embargo, a juicio del prologuista es en el planteamiento de la propia institución -la discapacidad configurada como derecho subjetivo en sí misma- donde radica el mayor mérito del trabajo.

El autor cataloga el tratamiento legal de la materia partiendo de una dicotomía: o convierte al discapacitado en sujeto pasivo de protección o le reconoce el derecho a la plena integración en calidad de sujeto activo. Acto seguido, con asertos difícilmente refutables, identifica el primer criterio con la concepción tradicional y el segundo con la exigencia evolutiva. Con este punto de vista recorre los cambios legislativos y alcanza una pronta y desconsoladora conclusión: en la adaptación a los vientos nuevos nuestro Derecho Público está resultando mucho más ágil que el Privado, esclerotizado por unos conceptos demasiado clásicos a los que la Ley 41/2003, aunque haya removido más de un cimiento, apenas ha conseguido erosionar la fachada.

Hay muchos juegos de mesa que desafían a unir varios puntos con trazos rectilíneos sin que el lápiz se levante del papel. Algunos no presentan más dificultad que la tendencia del participante a reducir el espacio al circunscrito por los puntos, cuando ninguna regla le impide rebasarlo para conseguir los ángulos adecuados. El mecanismo resulta perfectamente válido si lo trasplantamos al examen de una institución jurídica. Sólo el intérprete capaz de abandonar los cauces preestablecidos por el uso puede ganar la perspectiva necesaria para una visión...

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