Prólogo

AutorAntonio Puig Renau
Cargo del AutorSecretaría General de Instituciones Penitenciarias. Director General de Gestión de Recursos
Páginas11-13

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Descubrir a Manuel Avilés es adentrarse en un mundo poliédrico. Conversar con él es caer cautivado en una conversación que envuelve en la que el tiempo y el espacio pueden alcanzar dimensiones inesperadas. O al menos esa es la experiencia de quien, no conociéndole con anterioridad, y pese a haber compartido proximidad geográica en Cartagena y Alicante, no había tenido la oportunidad de haber cruzado una palabra hasta no hace mucho, si es que cuatro años no es mucho.

Recuerdo que mi primer encuentro fue en Madrid, en una visita que realizó a la Secretaría General donde pude percibir, por primera vez, su carácter expansivo y su ímpetu, e intuí que los retos que iba a afrontar en la prisión de Palma iban a ser acometidos con decisión, y seguramente coronados con éxito. Tengo que decir que aquella intuición ha sido ampliamente superada por la realidad. He de confesar que gran parte de mi actual conocimiento de la Institución Penitenciaria es gracias a personas como Manuel, que ha sido un excelente guía, y que a su buen hacer cotidiano añaden su larga experiencia que permite contextualizar sus decisiones y la continua relexión sobre lo que hacen.

He conocido, a través de las conversaciones que hemos mantenido en varias ocasiones, en qué modo le interesaba desentrañar los mecanismos por los que algunas personas caen y a veces reiteran su caída en su afán de acumular poder y dinero, o por la imperiosa necesidad de demostrarse a sí mismos que son capaces de superar a los demás en el engaño. La literatura ha descrito y profundizado en la complejidad del alma humana dentro de las cárceles. Son innumerables las referencias en Víctor Hugo, Fiodor Dostoyevsky, Oscar Wilde, Manuel Puig..., que pueden descubrirnos la dialéctica entre libertad, pena, culpa, prisión física y prisión del alma. Sin embargo, este trabajo que presentamos aporta una visión de las raíces psicológicas que conducen a un delito tan complejo como es el delito económico, que no emana necesariamente de condiciones de marginalidad, desestructuración o estados carenciales.

La larga trayectoria profesional que el autor posee supone un bagaje excepcional para desentrañar comportamientos que quisiera traer a la memoria recordando a un personaje del cine americano, tan pegado a la realidad: el director

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Oliver Stone en dos películas. Wall Street nos descubrió que el principio que exhibe el protagonista de la película es el de "la codicia es buena" y tipiica la visión de...

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