Prólogo

AutorDomingo García Belaúnde
Páginas11-15

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Debo agradecer muy sinceramente a Eduardo P. Jiménez el haberme pedido unas líneas de presentación a este magnífico libro. No sólo por lo que para mí significa, sino por cuanto al hacerlo me ha obligado, por así decirlo, a introducirme bien que superficial- mente en el mundo de la discapacidad, tan vivo en nuestros días como olvidado en el pasado.

El problema de la discapacidad, todos los sabemos, es muy antiguo. De hecho recuerdo que en mis lecturas universitarias alternaba libros serios con libros de aventuras y ahí descubrí como en ciertas hermandades como la piratería se reconocía la discapacidad, se la respetaba e incluso se la consideraba. Esto ya era común en el siglo XVII, en donde la pérdida de un dedo, una mano, un brazo o una pierna, era compensada debidamente por esta comunidad al margen de la ley. Y algo parecido experimenté cuando en 1976, aprovechando la estancia de mi hermano José Antonio en un cargo diplomático en París, llegué a esa ciudad por vez primera y empecé a usar el metro, en donde me di con la sorpresa, grata por cierto, que la parte final de cada vagón estaba reservada según recuerdo, para "los mutilados de guerra".

Pero claro, esta era una discapacidad provocada por la mano del hombre. Nada existía, hasta donde alcanza mi memoria, para aquellas discapacidades naturales, es decir, las que nacían con uno o las Page 12 que la persona adquiría con el correr de los años. Sobre esto se sabía mucho (en Esparta, recordemos, a los niños nacidos deformes se les arrojaba desde la cumbre del monte Taigeto) pero nada se hizo durante siglos. Tan sólo promediando los años setenta del siglo pasado, empezó a nacer una especie de conciencia universal sobre este problema, que curiosamente fue ignorado por la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada en Paris en 1948 y por los consiguientes pactos internacionales de Naciones Unidas, aprobados en Nueva York en 1966. Y que ahora llega a nuestra América gracias a la Convención Interamericana para la eliminación de todas las formas de discriminación contra las personas con discapacidad, aprobada por la OEA en 1999 y que entró en vigor el 14 de setiembre de 2001.

Y esto también explica por qué los principales trabajos doctrinarios sobre derechos humanos no tocaban el problema de la discapacidad, por lo menos en sus detalles, si bien el tema como es lógico, tiene una raíz doctrinaria más que evidente. Hoy por el contrario, nadie que quiera enfrentarse seriamente al...

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