Prologo

AutorFlorencio Ozcáriz Marco
Cargo del AutorDoctor en Derecho

No resulta fácil escribir un prólogo cuando entre el prologuista y el autor de la obra prologada existe una vieja y continuada amistad que proviene de los tiempos, ya lejanos, en que ambos se encontraban estudiando Derecho en la Universidad de Navarra. Florencio Ozcáriz Marco era ya por aquel entonces un universitario atípico, si por tal hemos de entender el que con diecisiete años compagina los estudios con su trabajo en una entidad crediticia, con resultados muy notables. Desde esas fechas, no ha dejado de pertenecer a la plantilla de la Caja de Ahorros de Navarra, a la que ha servido en puestos muy diversos y cada vez más acordes con su preparación y competencia. En la actualidad es el jefe de los servicios jurídicos de dicha Institución, vocal del Comité Jurídico Asesor de la Confederación Española de Cajas de Ahorros y vocal del SERDI (Servicio de Dirimencias entre Bancos y Cajas de Ahorros).

Con estos datos cabe apuntar una primera observación. No nos encontramos ante un universitario que una vez concluida su carrera se inicia en tareas de investigación, de ordinario encaminadas a la elaboración de su tesis doctoral. Estamos ante un profesional brillante, aunque investigador novel. El gusto por el estudio y el interés por la investigación le vienen a Ozcáriz Marco de lejos, aunque sus resultados sean recientes. Hace siete años le invité a colaborar en tareas docentes en las licenciaturas de Economía y Dirección y Administración de Empresas en la Universidad Pública de Navarra. La experiencia resultó muy positiva. No sólo he podido contar durante un tiempo con un colaborador leal y compétente, sino que he descubierto un magnífico docente. Pero el oficio universitario le demandaba más a Florencio Ozcáriz, de ahí que a comienzos de 1990 me apuntara la posibilidad de iniciar el doctorado. Recuerdo que ante tal sugerencia le hice un doble comentario. En primer lugar, la empresa propuesta le iba a suponer un esfuerzo y una disciplina muy notables, de los que tanto su familia como él mismo habían de ser más que testigos sujetos pacientes. No se trata -le dije- de obtener el título de doctor, sino de ofrecer una aportación digna, que merezca su publicación. Le manifesté que a lo largo de mi vida académica había visto demasiadas tesis doctorales -algunas de ellas, de profesionales del Derecho- que no resistían la menor crítica y que apenas nada aportaban a su autor como no fuera la colación del grado de doctor. Y en segundo lugar, había que...

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