Prólogo

AutorPedro M. Herrera
Cargo del AutorProf. Titular de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Complutense de Madrid

PROLOGO

I

La imagen social del profesor universitario oscila entre una representación ideal -tal vez más extendida entre algunos profesionales ajenos a la Academia- y una versión autocrítica y escéptica, que suele circular entre colegas universitarios.

El ideal del profesor refleja una personalidad infatigable y cultivada, cuyo espíritu de servicio le lleva a la búsqueda y la difusión de la verdad. Un hombre o una mujer que cultiva primorosamente su parcela de conocimiento, sin idolatrar los detalles -no es necesariamente un erudito- y que busca la sabiduría en contacto con la naturaleza humana y la realidad de la creación. Un espíritu consciente de sus limitaciones y deseoso de conocer el pensamiento de los demás. Una persona cuya inteligencia se manifiesta más en sus preguntas que en sus respuestas. Alguien que sabe escuchar a maestros y discípulos impulsándoles a dar lo mejor a sí mismos.

Según este retrato ideal, el profesor universitario se esfuerza especialmente en la labor personal del estudio, pero sabe entregarse con entusiasmo en un equipo o dirigirlo con maestría. Pugna por subordinar sus intereses personales a otros de alcance universal. Es una persona humilde, que se azora ante las alabanzas, aun cuando sus cualidades y su obra infunden admiración. Es un batallador que se atrinchera en los anaqueles de la biblioteca o que entra en lid con el teclado del ordenador o las preguntas del auditorio. Sabe ser fiel a maestros y discípulos sin perder el equilibrio entre lealtades y justicia. En definitiva, estamos ante un personaje legendario, vestido de mago en el Gandalf de Tolkien o de sencillo profesor de filología en el Ransom de C. S. Lewis.

La imagen negativa -corruptio optimi pessima- se encuentra también en las obras de Lewis (That hideous strength): el universitario superficial y escéptico que sólo cree en sí mismo e ignora sus defectos; aquél que -según un antiguo grabado inglés- lee complacidamente la crítica laudatoria de sus libros, por él mismo escrita; el adulador perezoso, experto en pasillos. Se trata, naturalmente, de caricaturas, pero basadas tal vez en personajes que el propio Lewis había conocido en su amplia experiencia universitaria. La imagen del profesor cargado de rarezas es otra caricatura deformada que también encontramos en la literatura y que, tal vez, tenga cierto fundamento remoto en la realidad; acaso por el riesgo que acecha, más que a otros, al universitario, de darse vueltas y vueltas a sí mismo.

Steinbeck también personifica otra arquetípica deformación profesoral en las Cuatro Reinas Hechiceras: la Reina de las Islas, la Reina de Gales del Norte la Reina del Este y la Reina de Gore, hermana del Rey Arturo. Lanzarote, prisionero de las hechiceras, describe esta enfermedad académica con una parábola: «los niños, cuando les prohiben algo que les gusta, a veces chillan y protestan y a veces se lastiman de furia. Después se tranquilizan y anhelan venganza. Pero no son tan fuertes como para vengarse de aquel a quien juzgan su opresor (...) después, como este mundo lo ha decepcionado, el chico construye su propio mundo, donde él es el rey y no sólo gobierna a los hombres, las mujeres y los animales, sino a las nubes, los astros y el cielo (...) En su sueño no sólo construye un mundo, sino que se fabrica a sí mismo tal como le gustaría ser (...) Por lo general, termina haciendo las paces con el mundo (...) Pero algunos no hacen las paces. Y entre estos están los que hay que encerrar porque su demencia es incurable y su fantasía los devora. Pero hay otros más sagaces que aprenden, mediante las artes prohibidas, a materializar su sueño. Así operan el encantamiento y la nigromancia (...) De ahí el miedo, pues los brujos y las hechiceras son niños que habitan un mundo fabricado por ellos mismos, sin el alivio de la piedad ni la exactitud de la organización (...) Os temo señoras mías -exclama Lanzarote ante las cuatro reinas- porque sois niños tullidos y rencorosos colmados de poder».

De nuevo se trata de una consciente exageración, aunque tal vez inspirada por su experiencia universitaria en Standford: el universitario, con el artificio de las palabras, y la manipulación del lenguaje, corre el peligro de aislarse en un mundo mágico en el que materializa sus sueños; un mundo resguardado en tradiciones tan medievales como los personajes de la Tabla Redonda, tradiciones difíciles de modificar por las reformas y contrarreformas universitarias.

II

Hasta aquí los arquetipos literarios. A diferencia de ellos, los autores de esta monografía son personas de una pieza que han peleado esforzadamente por ofrecer al lector un trabajo bien hecho, apoyándose en sus buenas cualidades y afanándose por superar los escollos que -lo hemos visto- acechan al universitario. El haber tenido la fortuna de trabajar junto a ellos me lleva a destacar algunos rasgos de su personalidad que marcan su impronta en las páginas de este libro.

Todos cuantos hemos tratado a José Luis Pérez de Ayala tenemos la íntima convicción de disfrutar con él de una particular amistad. Y es que todo quien a él se acerca recibe con especial atención su simpatía y su cariño. Recuerdo una ocasión en que estaba prevista su presencia -como Presidente y Académico de Número- en la Sección de Derecho Financiero y Tributario de la Real de Jurisprudencia. El ponente de turno iba a concurrir poco después a una Cátedra universitaria y deseaba exponer su trabajo para recibir ideas y sugerencias. Pues bien, la noche anterior al acto de la Academia, José Luis sufrió un serio contratiempo como consecuencia de un accidente que le obligó a permanecer en vela toda la noche. Al día siguiente acudió con puntualidad a la reunión y relató el incidente con tal naturalidad y confianza en Dios que levantó notablemente los ánimos del atribulado opositor. El que debía ser consolado no se quejaba de sus penas o se quedaba en casa, sino que confortaba a los demás con su buen ánimo y alegría. ¡La actitud opuesta al ensimismamiento universitario!

En otra ocasión, ante las sentidas alabanzas que recibió en un multitudinario homenaje, José Luis recordó la anécdota de un afamado predicador francés: al recibir tras un sermón los entusiasmados elogios de una feligresa, el sacerdote respondió: «Señora, sus palabras me resbalan como el agua sobre las plumas de un pato en un estanque». «Sí», replicó ella, «pero seguro que usted se siente tan a gusto como el pato en el agua». «Pues yo -concluyó José Luis con buen humor- me encuentro ahora como el pato». En fin, José Luis se esfuerza por reírse de sí mismo: un buen remedio ante la vanidad universitaria. Y ello pese a ser autor de ocho monografías y más de un centenar de publicaciones, por no mencionar sus muy notables títulos y distinciones.

Podría pensarse que todas estas consideraciones son ajenas al trabajo que tengo el inmerecido honor de prologar, pero no es así. José Luis, como buen jardinero intelectual, ha hecho florecer en la Universidad San Pablo un equipo de investigadores a la altura de los mejores que pueda haber en España mérito que comparte con el profesor Albiñana y, más recientemente, el profesor Lejeune Valcárcel. Actualmente, como Profesor Emérito, Pérez de Ayala sigue alentando e impulsando el equipo. De ello son buena prueba los resultados de la obra en manos del lector.

En el caso de Marta Villar Ezcurra, son bien conocidas sus numerosos y brillantes estudios -más de medio centenar- sobre cuestiones centrales del Derecho Financiero, con una particular dedicación al ordenamiento comunitario. El nacimiento y el cuidado de sus hijos -¡sin estar aún vigentes las anunciadas deducciones del IRPF!- no le han impedido desplegar una incesante actividad como reconocida conferenciante en el ámbito nacional e internacional. Y, como sabe cualquier docente, son las sesiones destinadas a especialistas las que ponen principalmente a prueba las condiciones de un profesor universitario. Además, Marta Villar cuenta con expediente académico extraordinario, coronado por la máxima calificación en un Postgrado de Derecho Europeo por la Universidad Libre de Bruselas y por su tesis doctoral sobre Las disposiciones aclaratorias en la práctica jurídica. Todo ello por no aludir a su anterior experiencia profesional como Abogado del bufete Garrigues o a su activo papel como Académica Correspondiente en la Sección de Derecho Financiero y Tributario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. En el pensamiento jurídico de Marta Villar y en su metodología se aprecia la influencia de su maestro, don César Albiñana García-Quintana.

Juan Ignacio Gorospe Oviedo, discípulo del profesor Pérez de Ayala y Profesor Adjunto de Derecho Financiero y Tributario, también viene irrumpiendo con fuerza desde hace ya años en la bibliografía del Derecho Financiero y Tributario: los comentarios que escribiera hace casi dos lustros a la Ley del Impuesto sobre la Renta (bajo la dirección de mi maestro, don Fernando Vicente-Arche) han sido profusamente citados, y sus monografías sobre La deuda tributaria básica y Las consecuencias del impago de los tributos son de consulta obligada, por no citar un número muy amplio de trabajos publicados en obras colectivas y revistas especializadas. Juan Ignacio Gorospe también es un conferenciante brillante y muy apreciado, como lo demuestra su participación en cursos específicos de formación destinados al Departamento fiscal de Deloitte & Touch o su...

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