Empleo de alta tecnología y productividad: lecciones de las investigaciones recientes

AutorDimitris Kyriakou
CargoIPTS

Para quienes estén familiarizados con el trabajo del IPTS, y con su revista The IPTS Report, es bien sabido que la interacción entre tecnología, empleo y competitividad es uno de los dos pilares básicos en los que se apoya, según estableció la Comisión en 1995. En este contexto, los factores económicos juegan un papel clave en la evaluación y la prospectiva tecnológicas, áreas que se analizan sucintamente en el artículo de este número titulado 'La información estratégica para la política: información sobre ciencia y tecnología para la toma de decisiones políticas'.

En el ámbito de nuestro trabajo, los indicadores y la investigación sobre tecnología y empleo, y la tecnología y su impacto sobre la productividad, son áreas importantes que hay que seguir y examinar. Estas interacciones, cuya importancia para la política es evidente, han atraído la atención de políticos e investigadores mucho antes del nacimiento de la 'nueva economía', a finales de los noventa, y probablemente continuarán haciéndolo en un futuro inmediato.

La nueva economía (que, realmente, quizás no tiene nada de nueva, pero el término se consolidó porque suena bien) no está produciendo ya el entusiasmo que suscitó hasta hace un par de años. Buena parte del desencanto se debe a la espiral descendente observada en los mercados de capitales de todo el mundo en los últimos dos años, al igual que el entusiasmo se debió a la espiral ascendente que la precedió. La tendencia descendente ha sido especialmente fuerte en los valores de las nuevas tecnologías/nueva economía; algunos incluso afirman que fue causada por ellos.

Hay ciertos datos estadísticos que no han suscitado mucha atención, aunque pueden ser incluso más reveladores y, al mismo tiempo, ofrecen algunos indicios de que los días oscuros pasarán, como pasaron los días de euforia. Cuando el polvo se asiente, las actividades de la nueva economía habrán superado su fase de adolescencia y pubertad y estarán listas para contribuir al crecimiento, junto con otras actividades 'más antiguas', quizás no de una forma impetuosa ni extravagente, pero sí ciertamente importante.

Los datos estadísticos mencionados reflejan, por ejemplo, avances recientes en el empleo en los sectores de alta tecnología, en Estados Unidos. Pueden ser indicadores de ciertas tendencias y proporcionar valiosas señales, así como una base de comparación para la evolución en Europa. Un informe publicado en marzo de 2003 por AeA, un grupo de empresas electrónicas con sede en Washington, indica que en la economía estadounidense han desaparecido 560.000 puestos de trabajo de alta tecnología desde 2001, lo que supone la eliminación del 10 % de estos empleos. Pese a la recesión, y ésta es una parte de las buenas noticias a las que aludimos antes, el sector de servicios de software y el de equipos electro-médicos consiguieron pequeñas ganancias de empleo.

Esta tendencia general de pérdida de empleo contrasta con la situación en los noventa, cuando las empresas tecnológicas contrataban personal para hacer frente a la creciente demanda (y previendo que ésta continuaría). En 1996, las empresas de alta tecnología se convirtieron en el mayor empleador de todo el sector industrial pero, al terminar el siglo, la situación cambió. Entre enero de 2001 y diciembre de 2002, el empleo de alta tecnología cayó en unas 560.000 unidades, hasta poco más de 5 millones y los puestos de trabajo en la industria de alta tecnología disminuyeron en unos 415.000, hasta poco más de 1,6 millones. Si nos referimos a la contribución relativa de la antigua y de la nueva economía al empleo, esta pérdida de puestos de trabajo ha significado que el sector de la alta tecnología descienda del primero al tercer puesto en cuanto al número de empleos en el sector industrial, por debajo de los productos alimenticios y los equipos de transporte, ambos claramente pertenecientes a la 'antigua' economía.

Esta tendencia descendente en el empleo de alta tecnología parece estar dirigida por el descenso de la demanda y por la relocalización de las actividades de fabricación. Es muy interesante notar, especialmente desde un punto de vista internacional, que no se espera una recuperación de la industria de alta tecnología hasta que no se recupere la economía mundial (y no sólo la de Estados Unidos): más de la mitad de los ingresos de las empresas electrónicas proceden de ventas fuera de Estados Unidos.

Por otra parte, y reforzando la opinión de que el pesimismo está tan injustificado como lo estuvo antes la euforia, en las investigaciones económicas recientes aparece un consenso sobre el papel de las inversiones en tecnología de la información, y el consiguiente crecimiento de la productividad. Han sido las empresas que hicieron mayores inversiones en software, hardware y equipos de telecomunicación durante los ochenta y primeros noventa, las que han obtenido mayores ganancias de productividad después de 1995. La investigación empírica indica que, aunque la inversión en tecnología de la información no es ciertamente el único motor de la recuperación de la productividad en EE.UU. en los últimos años, probablemente sí es un factor clave.

Las lecciones que se deducen de todo lo anterior son múltiples: primero, a medio plazo, la inversión en alta tecnología (más concretamente en tecnología de la información y de la telecomunicación) es rentable en cuanto a crecimiento de la productividad. Segundo, las estadísticas sobre el empleo pueden ser muy indicativas, y es bien sabido que proporcionan una visión más profunda de las tendencias de la economía (muy descorazonadoras últimamente) que los índices bursátiles, mucho más volátiles, pero que consiguen mucha más publicidad. Tercero, entre todas las noticias pesimistas, hay un rayo de sol: las empresas de software han creado un pequeño número de nuevos empleos (un crecimiento del 0,5 % aproximadamente): y en el software es donde está el valor añadido, según el presidente de AeA. El sector de equipos electro-médicos ha experimentado un crecimiento en torno al 2 %, en el número de puestos de trabajo. Quizás sea aún más revelador el que las empresas pequeñas han sido las responsables de esta mejora positiva, aunque pequeña. En el tamaño pequeño y en el énfasis sobre el valor añadido (como en los sectores del software y de los equipos electro-médicos) puede ser donde la nueva economía (no tan nueva) busque su renovación.

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