Prevenir el abuso de drogas en los albores del siglo XXI

AutorSuárez Alemán
Cargo del AutorEx Directora General de Atención a las Drogodependencias del Gobierno de Canarias
Páginas105-131

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Introducción

A lo largo de la reciente historia democrática de nuestro país, el fenómeno de las drogodependencias ha concitado una considerable inquietud por parte de la ciudadanía y de las instituciones públicas. Si bien ya no existe la alarma social de los años ochenta, asociada al consumo de heroína y su correlato de morbilidad, mortalidad, delincuencia, exclusión social, etc., los riesgos derivados del consumo de drogas ocupan un lugar de relieve en los medios de comunicación, y constituyen un tema recurrente en la agenda social y política de nuestro país, junto con otras preocupaciones sociales como el desempleo, el terrorismo, la inmigración, etc.

Para dar respuesta a este fenómeno se han arbitrado diversas estrategias, inspiradas en los diferentes paradigmas filosóficos con los que se ha intentado dar cuenta del mismo. En la actualidad, de resultas de una visión comprehensiva y globalizadora del fenómeno, estrechamente vinculada a la comprensión de los ritmos de la vida social de la que forma parte, existe una conciencia generalizada acerca de la inutilidad de las soluciones parciales y Page 106 fragmentarias. Nos encontramos ante una realidad social compleja, y complejas han de ser, inevitablemente, las actuaciones encaminadas a su contención.

Vivimos incómodamente instalados en lo que BECK (1998) ha denominado «la sociedad del riesgo», rodeados de situaciones y contextos, creados en gran medida por la mano del hombre, que necesitamos aprender a manejar. Las drogas conforman para el conjunto de la comunidad uno de estos riesgos, cuya percepción varía a lo largo de la historia dependiendo, con frecuencia de situaciones circunstanciales. Las drogas no van a desaparecer de nuestro horizonte social, por lo que nuestra sociedad debe aprender a convivir con ellas reduciendo a su mínima expresión los problemas asociados a su amplia presencia. Pero, parafraseando al mismo autor, sin caer en el error de buscar soluciones biográficas a contradicciones sistémicas.

Ciertamente, en la relación de cada sujeto con las drogas se ponen en juego un cúmulo de vulnerabilidades y capacidades personales que condicionan la naturaleza y el devenir del encuentro. Pero la ubicuidad social de las drogas, legales e ilegales, la laxitud con la que en este terreno se aplican no pocos códigos normativos, los vacíos existenciales ante los que algunos jóvenes, en un proceso incierto de incorporación social, pueden encontrar en las drogas respuestas químicas al desaliento, el déficit de propuestas educativas y recreativas con capacidad para incentivar a los jóvenes, la obsesión «juvenilista» de una sociedad que da por bueno casi todo aquello que procede del menguante colectivo juvenil.

Como señala Eduardo Verdú (2001), «se ha roto la barrera entre lo que es propio de los adolescentes, incluso de la infancia, y lo que debe ser el mundo de los adultos... para los mayores es divertido y provechoso jugar a ser joven, dejarse seducir por la constante invitación de la publicidad a sentirse jovial»; estas y otras situaciones requieren intervenciones sociales de calado que trascienden por completo la eficacia del repertorio conductual de cada persona.

Del mismo modo, el filósofo francés Alain FINKIELKRAUT en La derrota del pensamiento (1987), sostiene que «en nuestros días, la juventud constituye el imperativo categórico de todas las generaciones... el largo proceso de conversión al hedonismo emprendido por las sociedades occidentales culmina hoy con la idolatría del pensamiento juvenil».

En este capítulo nos proponemos perfilar una panorámica global de los usos de drogas en la España que inaugura el siglo XXI, y dibujar las directrices generales que definen la respuesta preventiva diseñada para afrontarlos.

La situación de los consumos de drogas en estos primeros años del siglo XXI dista mucho de ser halagüeña. El consumo mundial de prácticamente todas las sustancias psicoactivas, así como su producción y venta no hacen sino aumentar o, como mucho, estabilizarse, sin que pueda hablarse de tendencias progresivas a la reducción. El mercado de las drogas genera ingentes beneficios económicos que hacen de esta «industria» un boyante negocio global en manos de sus promotores (LABROUSSE, 2004).

La prevención, por el contrario, está lejos de ser una realidad consolidada. El creciente saber científico acerca de los componentes y dinámicas características de una prevención Page 107 eficaz (BECOÑA, 2003), ve bloqueados sus efectos como consecuencia de una implantación tan precaria como errática. Más allá de la prioridad formal concedida por las instituciones (locales, autonómicas, nacionales y transnacionales) a la prevención, la praxis preventiva se encuentra todavía esbozando sus primeros balbuceos. De hecho, en 2002, de todo el gasto realizado en España por las Comunidades Autónomas en políticas de intervención ante las drogodependencias, sólo el 18,7% se había invertido en prevención (DGPNSD, 2004).

Esto desde el punto de vista de la inversión pública en la materia. Si atendemos a la definición misma de las políticas públicas directamente relacionadas con la prevención, como es el caso del Proyecto de Ley Orgánica de Educación enviado por el Gobierno al Parlamento en julio de 2005 para su debate, observamos que salvo algunas vagas referencias a los hábitos saludables no hace referencia alguna a la educación para la salud, línea transversal contemplada en la derogada Ley Orgánica de Ordenación del Sistema Educativo (LOGSE) (http:// www.mec.es/files/Proyecto_LOE_y_Memoria_economica_22_julio_2005.pdf

Cuando aún la prevención no ha tenido la oportunidad de mostrar su capacidad para revertir los consumos de drogas, propiciando aquellos cambios contextuales y personales que permitan dotar a la ciudadanía de competencias cognitivas, emocionales y relacionales susceptibles de alimentar proyectos de vida en los que el recurso sistemático a las drogas no encuentre sentido, ya están sus enterradores sentenciando su ineficacia y proponiendo como modelo alternativo de intervención la «reducción de daños y riesgos» (CRUZ, 2005).

Presentamos a continuación una panorámica general de los consumos de drogas en el mundo, en Europa y en nuestro país, para exponer posteriormente las directrices generales de las políticas públicas actualmente en marcha en materia de prevención.

I Relaciones con las drogas en los tiempos actuales

Para disponer de un mapa general del fenómeno de las drogodependencias vamos a presentar los datos más recientes dados a conocer por las distintas agencias nacionales e internacionales relacionadas con la intervención ante los consumos de drogas. Presentaremos, en primer lugar, una visión general de la situación en el mundo en relación con las drogas más consumidas y/o que más problemas generan, para pasar después a describir los principales consumos en la Unión Europea y en España.

1. Panorámica mundial de los consumos de drogas

El último informe sobre consumo mundial de drogas publicado por el organismo especializado de Naciones Unidas en la materia (UNODC, 2005) presenta la situación actual y la evolución de la producción, el tráfico y el consumo de las distintas drogas ilícitas a escala planetaria en el año 2004, (http://www.unodc.org/unodc/en/world_drug_report.html).

Considerando únicamente las drogas ilícitas, en todo el mundo se contabilizan 200 millones de personas (el 5% de la población mundial de 15 a 64 años) que han consumido al menos una vez a lo largo del año anterior alguna de tales sustancias. Este dato supone un in- Page 108 cremento en 15 millones de consumidores respecto a 2003, año en el que los consumidores mundiales de drogas ilícitas eran 185 millones (UNODC 2004). En sólo un año el número de consumidores se ha incrementado en más de un 8%. Si bien parte de este incremento será probablemente debida a un mejor registro de la información de los distintos países a partir de los cuales UNODC (siglas en inglés correspondientes a Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito) construye sus informes, no puede dejar de inquietar.

El consumo de drogas legales, básicamente alcohol y tabaco, es marcadamente superior, siendo aproximadamente el 30% de la población mundial consumidor de tabaco y el 50% consumidores de alcohol, según el mencionado estudio.

Presentamos a continuación los principales datos referentes a las drogas de uso más extendido.

Derivados del cannabis

Los derivados del cannabis (principalmente hachís y marihuana), son las sustancias psicoactivas de consumo más extendido en todo el mundo. Un consumo...

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