Prefacio

AutorDr. Ricardo Yáñez Velasco
Cargo del AutorMagistrado. Profesor de Derecho Procesal
Páginas17-25
17LA VERGÜENZA EN EL PUNTO CIEGO
VIOLENCIA ESTATAL Y CUMPLIMIENTO DE UN DEBER
Al escribir sobre violencia estatal en un mundo privilegiado, como el español
y catalán de 2017, resulta sencillo oponer ejemplos de enorme gravedad en to-
das las partes del mundo, sea de guerra cruenta o de radical pobreza asociada
igualmente a la muerte cruel e injusta, ni qué decir de la vulneración de dere-
chos civiles y libertades públicas, esos derechos humanos reconocidos desde
mediados del siglo pasado que tan solemnemente se invocan. No es por ello
censurable criticar en el escenario del privilegio europeo, cuna auténtica de la
miseria actual en el mundo entero pero erigido como baluarte de la civiliz ación
y el progreso, el respeto y la tolerancia, la democracia y la justicia. Lo concreto
y puntual suele superponerse a lo difuso y vago, sobre todo si lo primero per-
tenece al victimario del llamado primer mundo occidental y, además, puede
comunicarse con todo lujo de detalles a través de la televisión y en directo. Y
además opera enfrentado a lo segundo, conocido pero oculto tras una anestesia
emocional colectiva, habitual respecto de lo que pueda ocurrir en el llamado
mundo subdesa rrollado.
El 10 de septiembre de 2001 murieron en el mundo más de veinte mil
niños y niñas por no tener qué comer. No fue ninguna sorpresa. Todos ellos
ya nacieron en un escenario del miedo y la inseguridad, constante y real. El 12
de septiembre de 2001 murieron de hambre más de veinte mil niños y niñas1.
Tampoco fue ninguna sorpresa, ni en todos y cada uno de los días trans curridos
desde entonces hasta el día de hoy. No son actos fortuitos y hay responsables. Es
injusto, aunque probablemente no sea ilegal para quienes apuntan lo fortuito de
la miseria humana, y si lo es en orden a la desprotección del menor de edad no
se aborda como un crimen contra la humanidad dado el mecanismo establecido
por el auténtico poder político en el mundo actual, precisamente, y a no dudarlo,
responsable último, y no sólo moral, de esas muertes. Poco importa que la Con-
1 Los datos concretos oscilan dependiendo de las informaciones ofrecidas por organizaciones
públicas como la Organización Mundial de la Salud, la Unicef o el Banco Mundial, o a través
de entidades privadas como Save the Children u otras, pero no se baja de ese promedio, por
demás limitado hasta los cinco años de edad.
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