La polémica Al Qaeda

AutorLuis de la Corte Ibáñez - Daniel Sansó-Rubert Pascual
CargoUniversidad Autónoma de Madrid, Universidad de Santiago de Compostela
Páginas15-42

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1. Introducción

El 11 de septiembre de 2009 se cumplieron ocho años desde el día en que el mundo se convirtió en testigo del complot terrorista más espectacular y cruento de la historia, saldado con cerca de 3.000 víctimas mortales falleci-

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das en el transcurso de una sola mañana. Además de sumir en la conmoción al pueblo estadounidense, los ataques del 11-S obligaron al mundo a reconocer la gravedad de una amenaza que llevaba tiempo anunciándose, pero que hasta entonces ningún gobierno había tomado suficientemente en serio. Pocas horas después de producirse la masacre, diversas agencias de seguridad e inteligencia coincidirían en atribuirla a Al Qaeda, una organización violenta de inspiración islamista que ya había emitido dos declaraciones de guerra contra Estados Unidos y sus aliados en 1996 y 1998, y sobre la que también pesaban acusaciones por varios atentados perpetrados en años anteriores contra objetivos estadounidenses (concretamente en Tanzania, Kenia y Sudán).

Los orígenes y la consolidación de Al Qaeda a lo largo de la década de 1990 han sido objeto de numerosos y bien documentados estudios cuyos contenidos no pueden ser reproducidos aquí. Para contextualizar el presente análisis bastará recordar que dicha organización fue fundada por el líder radical saudí Osama Bin Laden con el propósito de reordenar el mundo musulmán a través de una violencia ilimitada que debería aplicarse a la culminación de los siguientes objetivos específicos: acabar con la presencia de tropas extranjeras y con cualquier otra forma de intromisión e influencia de gobiernos no musulmanes en los países islámicos; deponer los regímenes políticos establecidos en dichos países para sustituirlos por nuevas teocracias que ordenen la vida colectiva e individual de sus miembros conforme a los preceptos de la sharia o ley islámica, y, a más largo plazo, unificar a toda la comunidad de la umma o comunidad de los creyentes bajo un único Califato que incluya todos los territorios que alguna vez estuvieron bajo dominio del islam.

Al concluir el siglo XX, Al Qaeda se había dotado de una estructura integrada por centenares o miles de fieles combatientes veteranos de diversos conflictos armados, incluyendo representantes y células dispersas por todo el mundo. Asimismo, los líderes de la organización terrorista Al Qaeda y muchos de sus mandos intermedios y miembros de base llevaban años afincados en Afganistán bajo protección del régimen talibán, y contaban con una red propia de campos de entrenamiento en los que cada año se suministraba formación doctrinal y paramilitar a cientos de jóvenes extremistas islámicos de nacionalidad diversa. Para colmo, además de haber comenzado a dar los primeros pasos para adquirir algún tipo de arma de destrucción masiva, a la

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altura de 2001 los líderes de Al Qaeda habían logrado establecer vínculos con otras organizaciones islamistas violentas arraigadas en Asia, Eurasia, Oriente Medio, África y el Magreb, y ejercían una influencia creciente sobre aquellas organizaciones y sobre otros grupos ideológicamente afines de menor envergadura. La disponibilidad de estas inquietantes informaciones en los días y semanas que sucedieron a la tragedia del 11-S explica que, en lugar de esperar a la consumación de nuevas tragedias, el Gobierno de George W. Bush decidiera impulsar una ofensiva militar y policial a escala internacional que tendría en el desmantelamiento o aniquilación de Al Qaeda su objetivo estratégico prioritario.

La ofensiva antiterrorista iniciada en octubre de 2001 precipitó la inmediata caída del régimen talibán y mermó sensiblemente las fuerzas de Al Qaeda, provocó considerables bajas y numerosas detenciones y forzó el desplazamiento de sus máximos líderes fuera de su refugio afgano. Sin embargo, estos éxitos no lograron evitar que la violencia de inspiración yihadista se incrementase sustancialmente en años posteriores. A la creciente actividad insurgente desplegada en Afganistán y más tarde en Irak, a partir del verano de 2003, pronto se añadieron nuevos atentados consumados en países tan diversos como India, Pakistán, Indonesia, Kuwait, Kenia, Yemen, Marruecos, Argelia, Turquía, Arabia Saudí, Egipto, Rusia, Chechenia, Ingushetia, Uzbekistán, Filipinas, España o Reino Unido, además de otros muchos planes terroristas fallidos o abortados en varios de los países anteriormente citados y en otras naciones no mencionadas de Europa, América del Norte, África, Oriente Medio, Asia y Oceanía (De la Corte y Jordán, 2007). No obstante, la responsabilidad de Al Qaeda en esta oleada de violencia yihadista posterior al 11-S se convirtió rápidamente en materia de controversia. De hecho, si durante los meses que sucedieron al 11-S la mayoría de las informaciones vertidas en los medios de comunicación, prensa y declaraciones políticas tendieron a atribuir a Al Qaeda casi la totalidad de los incidentes de violencia yihadista ocurridos en todo el mundo, pasado un cierto tiempo la idea de una organización terrorista omnipresente, máximamente letal y poco menos que invulnerable empezó a ser confrontada con un punto de vista opuesto. Sin pretender restar gravedad a la amenaza representada por la proliferación de organizaciones y grupos violentos de corte yihadista y simpatizantes de Bin Laden, la segunda perspectiva daba por supuesto que la situación creada tras la intervención en Afganistán habría introducido a Al Qaeda en una fase

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de declive prácticamente irreversible. Así, según la versión más radical de este enfoque, Al Qaeda nunca habría llegado a ser, ni antes ni después del 11-S, la organización gigantesca, monolítica y ubicua a la que solía aludir buena parte de la prensa internacional. Antes bien, dicha imagen alarmista respondería únicamente a una representación maniquea y tergiversada difundida por los servicios de inteligencia estadounidenses para favorecer los intereses estratégicos de la Casa Blanca (De la Corte y Jordán, 2007).

Aunque la posición oficial y los planes estratégicos actualmente suscritos por la mayoría de las agencias de seguridad e inteligencia siguen identificando a la organización de Bin Laden como una amenaza real y atribuyéndole amplia responsabilidad sobre las evoluciones del denominado movimiento yihadista global, la tesis de una Al Qaeda en declive y estratégicamente irrelevante no ha dejado de ganar adeptos en los últimos años. Al objeto de ofrecer una evaluación ponderada sobre los términos de esta polémica, y amparándonos en las informaciones más fiables que se han podido extraer de fuentes abiertas, este artículo aborda un examen detallado de los argumentos y pruebas que pueden aducirse hoy en día acerca del estado actual de Al Qaeda y el riesgo real que ésta pueda representar para la seguridad y la paz mundial.

2. Tres versiones sobre el declive de Al Qaeda

De acuerdo con Jason Burke, uno de los máximos críticos de la imagen oficial de Al Qaeda, desde el final de la guerra que enfrentó a afganos y soviéticos durante la década de los ochenta, los partidarios del islamismo radical sunní han venido empleando aquella expresión tomada del árabe clásico para hacer alusión a tres referentes diferenciados, aunque no opuestos: la propia organización fundada por Bin Laden (lo que podríamos llamar Al Qaeda central); la heterogénea constelación de organizaciones y grupos armados con los que el mismo líder saudí o alguno de sus representantes habría logrado establecer algún vínculo de colaboración (la red Al Qaeda), y, por último, el proyecto político-religioso difundido por los líderes e ideólogos de Al Qaeda central y que supuestamente sería compartido por todas las formaciones yihadistas asociadas a aquélla, así como por un amplio pero indeterminado número de simpatizantes (Burke, 2004). En coherencia con esta clasificación, la tesis de una Al Qaeda declinante tras el 11-S admite al menos

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una versión para cada forma de concebir el propio fenómeno (organización, red y proyecto). En concreto, esas versiones, de nuevo potencialmente complementarias, podrían enunciarse como sigue:

2.1. Pérdida de capacidad operativa

Una estimación realizada por un conocido experto indica que los 4.000 hombres con los que aproximadamente contaría Al Qaeda en octubre de 2001 pudieron quedar reducidos a centenas en el breve plazo de unos pocos meses (Gunaratna, 2004). Las causas que explican dicha merma operativa son variadas, aunque casi todas están relacionadas con la ofensiva antiterrorista promovida por Estados Unidos y sus aliados como reacción al 11-S. Esta tendencia continuaría en años siguientes. Entre 2001 y 2004, las auto-ridades pakistaníes detuvieron a 689 presuntos integrantes de Al Qaeda (Rashid, 2008). Por su parte, entre septiembre de 2001 y junio de 2005, las fuerzas armadas y las agencias de seguridad e inteligencia de Estados Unidos detuvieron a más de 68.000 presuntos yihadistas, muchos de ellos vinculados a Al Qaeda (Merlos, 2006). Basándose en estos datos y en su propio conocimiento como antiguo combatiente yihadista, el activista libio Noman Benotman declaró en 2005 que la estructura terrorista creada por Bin Laden habría dejado de...

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